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Sentado en la cuneta - Una carta
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Libro electrónico94 páginas57 minutos

Sentado en la cuneta - Una carta

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Sentado en la cuneta se publicó originalmente en 1990, en Santiago de Chile. El texto ha sido incluido, con muchas modificaciones, en las antologías Dicho sea de paso (UDP, 2006), y Qué culpa tengo yo (U. de Talca, 2012).
Esta edición se basa en la versión original e incorpora algunos elementos acordados con el autor de la reedición de 2006. A su vez, Claudio Bertoni sugirió varios cambios nuevos que pretenden agilizar algunas asperezas de la obra sin comprometer su atmósfera inicial.
Sentado en la cuneta, Una carta y se queda en su ritmo, su tristeza compartida e inefable a la vez, que alivia y corroe, que es rencor y es amor, olvido e insistencia, que es enfermedad y vigor, reclamo y suplica, que es ausencia y es presencia de los amigos, de los conocidos, de las mujeres. En especial de una mujer que nos destruye. De la destrucción que nos ejercemos nostros mismos. No es porque crea queambos textos se construyan en base a dicotomías. Es, en realidad, justo lo contrario: las oposiciones no se concretan porque todo es igualmente importante.
Tanto la ausencia como la presencia. Tanto la identificación con quien padece como su opacidad que nos separa y, en esa separación, produce el hambre que genera lo inasible. Porque no es solo que todo sea igualmente importante. Es que todo se alimenta con todo, se afirma, se desarma, se hace invisible en las palabras de Claudio Bertoni.Y a la vez decir las palabras suena demasiado concreto, definitivo para un texto que se juega en lo indecible. ¿Cómo se cuenta el deseo? Nos condena a estar en un eterno balbuceo, en un tartamudeo que es la fuerza de estos textos -que son la vida también-y que nos nutren y que nos roen y nos tragan.
IdiomaEspañol
EditorialAlquimia
Fecha de lanzamiento1 ene 2015
ISBN9789569131998
Sentado en la cuneta - Una carta

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    Sentado en la cuneta - Una carta - Claudio Bertoni

    (http://write.streetlib.com).

    Sentado en la cuneta - Una carta

    Claudio Bertoni

    Sentado en la cuneta | Una carta

    Claudio Bertoni

    De esta edición

    © Alquimia Ediciones, 2015

    Colección: Calles de Mano Única

    Dirección colección: Guido Arroyo González

    Edición: Cristóbal Riego

    Diseño editorial: Estudio Navaja

    Sentado en la cuneta

    N. DEL E.: Sentado en la cuneta se publicó originalmente en 1990, en Santiago de Chile. Con esta obra se inició la labor de la editorial Carlos Porter, comandada por Roberto Merino, Carlos Altamirano y Fernando Balcells. El texto ha sido incluido, con muchas modi caciones, en las antologías Dicho sea de paso (Universidad Diego Portales, 2006) y Qué culpa tengo yo (Universidad de Talca, 2012). Esta edición se basa en la versión original e incorpora algunos elementos, acordados con el autor, de la reedición del 2006. A su vez, Claudio Bertoni sugirió varios cambios nuevos que pretenden agilizar algunas asperezas de la obra sin comprometer su atmósfera inicial.

    Quéi será será

    whatever will be will be

    tarirá larí lará

    quéi será será.

    Doris Day, disco 45 rpm

    Año milnovecientosesentaytantos

    Qué será de la Ernestina

    y de la dulce Alicia qué será

    y del Gordo y

    del Flaco Valenzuela

    ¡Qué será!

    y del Cachoto

    y del Práctico Pantruca

    y del Ángel Face

    y de la Pati

    tan calientita

    tan chiquitita

    tan paquita como diría la Erna

    y sobre todo tan deseadita por todos nosotros

    en su negro suéter nocturno

    ¡Qué será!

    y del Cacerola

    y su trompeta de oro de cobre

    y de su hermana Cecilia en bluyines prietos pescadores

    con zapatos de charol negro puntudos dados vuelta para fuera

    y de su papá baterista en el Nuria de esos días

    ¡Qué será!

    y de la Colorina

    vecina del Cacerola

    y hermana de la robusta y buenamoza y nívea Ana María

    a las que una vez intentamos seducir por vía oral con Marcelo

    en el cine California practicamos un forado en un caramelo Ambrosoli

    en forma de barrilito mediante una broca fina

    para mezclar con su licor nuestra poción de amor al millonésimo

    ya que la dosis normal era bestial

    en buen romance era un afrodisíaco para vacas

    de cuyo nombre ignoro la ortografía

    y no se lo comieron

    ¿quién se lo comería?

    y del Tarzán en Pelota

    y del don Mota

    y del don Willy

    y de la Romana

    tan pintiparada

    tan tetiparada

    tan culiparada

    ¡Qué será!

    y del Juanillo

    que se cortaba los primeros pelos de su bigote

    en sus camisas fuera del pantalón con bahías de aire

    laterales y con el cortaúñas que había traído de su periplo

    en motonave al puerto de Arica

    y que fue mi segundo mejor amigo

    ¡Qué será!

    y del Patillitas Presley

    con su jaguar violeta con su pantera de lava en la espalda

    y con su primer cortaplumas

    ¡Qué será!

    y del Avión a Chorro

    y del Bigotes a la Firulí y a la Firulá

    que pedía permiso para pasar al baño

    y como en el pasillo estaban las cajas de cerveza

    entraba con un destapador y salía más cocido que la cresta

    y don Valerio alias el Avión a Chorro jamás lo comprendió

    y de la Anita

    y de su violinista doce años mayor

    –y ella solo tenía once–

    y de su novio en bluyines norteamericanos envidiados

    por todos los que usábamos burdas copias nacionales

    o pecosbiles

    y al que seguía de árbol en árbol

    así

    en la punta de los dedos de los pies

    o a toda velocidad

    como en una película de monos animados

    ¡Qué será!

    y de don Julio paseándose muy del brazo con su Julietita

    por la vereda de Cirujano Videla de ida y vuelta

    bordeando el muro de la entonces cancha de fútbol de Los Tigres,

    todos los días todos los crepúsculos de todos los días

    como si tuvieran quince años

    en circunstancias que sí los tenían o más,

    pero de casados

    y que me trajo de regalo una lapicera negra

    cuando volvió de su viaje a la Unión Soviética.

    De nuestro querido don Julio y de su igualmente querida Julietita

    como él cariñosamente le decía

    ¡Qué será!

    y del Pato Loco

    (¡y de su hija estudiante de leyes a la que a gritos confesé

    mi amor adolescente una madrugada de Año Nuevo desde

    un medidor de agua potable mientras el W y el M rodaban

    por la vereda de la risa y ella me miraba desde su DFL 2

    entre sorprendida ebria y divertida!)

    ¡Qué será!

    y del Gumoti

    y de su hermana con el Johnny esa noche primaveral sin

    calzones y un dedo invasor en la azotea

    ¡Qué será!

    y de la Lala

    y de la polola morena soberbia y peladita de su hermano

    Kiko a poto pelado y sentada en el que rima con el mismo

    a plena luz del

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