Antología previa al Big Bang

Por Alejandro Miranda Contreras

Por sus hojas recorremos la ciudad fabulada interior, búsqueda de sí, a través de diversos paisajes y seres oníricos. La libertad del alma que se recupera en el transcurso de este viaje, dada la geografía circular de SanBeka, una trayectoria con forma de mándala. Como Carl Gustav Jung señala «el paisaje es un estado del alma». Así, Miranda nos sumerge en esta antología particular por paisajes íntimos, en un tránsito que transforma y encadena al tiempo, a la nostalgia, al arrojo hacia un futuro que obliga a soltar, como va soltando todo en la existencia, mientras habitamos la ciudad mítica paralelamente, permanencia donde operan infinitas posibilidades y lo nuevo está dispuesto a cobrar originales formas en nosotros.

• Idioma: Español
• Editorial: MAGO Editores
• Fecha de lanzamiento: 7 nov 2016
• ISBN: 9789563171464

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Alejandro Miranda Contreras

Antología previa

al Big Bang

Escritos desde una caverna en el tiempo

(1990 – 1999)

© Copyright 2012, by Alejandro Miranda

Primera edición digital: Diciembre 2014

Colección Crónicas Urbanas

Director: Máximo G. Sáez

[e-mail]

www.magoeditores.cl

Diseño y diagramación: Freddy Cáceres O.

Lectura y revisión: María Jesús Blanche S.

Edición electrónica: Sergio Cruz

Registro de Propiedad Intelectual Nº 221.583

ISBN: 978-956-317-146-4

Derechos Reservados

A los magos y alquimistas.

Y a mi Madre Paula, por su incansable esperanza.

Prólogo

El presente libro reúne escritos antes del año 2000, en los cuales se pretende mostrar la antesala de los libros ya publicados. Ellos nacen de la soledad que he podido percibir en los rostros de los viajeros del metro en las mañanas y las tardes de invierno y verano, en las noches silenciosas de los viernes y las auroras de los sábados. Si bien cuentan historias inventadas, estas se vuelven realidad en las lecturas que el lector realiza, pues son narraciones que se esconden en la neblina y la llovizna. Son historias que pueden ocurrir en cualquier lugar.

Reunir textos tan disímiles, al parecer, prefigura lo ya publicado de una manera ingenua y siniestra a la vez, por cuanto las expresiones literarias son apenas la forma que tenemos los poetas de transitar por las voces de los amigos, de los lectores, quienes se entregan a la lectura sin más abrigo que su realidad.

Y sabemos, o al menos intuimos, que «hacer un cuento es parir una vida»¹, pero esta nueva vida es independiente y corre con colores propios y con suerte disímil, adueñándose de las nuevas voces que la interpretan (los lectores), ya que es necesario tener en cuenta que «cada cosa que tiene un rostro manifiesto posee también uno oculto»². Porque hemos perdido un cuento, hemos olvidado una poesía y nunca nos han devuelto un libro, porque sabemos que «cuando tú te alejas un solo instante, el tiempo y yo lloramos»³, porque parecemos aves perdidas sin la voz tierna que nos arrulla en los amaneceres fríos, mortales y dudosos de cada día, pero «¿quién sabe hoy lo que es la soledad?»⁴.

Porque tenemos alma y sangre y huesos para amar. Porque somos una especie que no está destinada ni al olvido ni al sufrimiento, porque aún existe una esperanza, porque aún alguien escribe, y mejor incluso, alguien lee estos cuentos nacidos en el barullo de las autopistas y los aeropuertos, en los bosques perdidos del sur, en las playas atestadas, en los estacionamientos repetidos al infinito y en los silencios de las noches que se toman las habitaciones y las oficinas cual bandoleros de letras y metáforas, de hipérboles y oximorones.

Porque todos en distintas ocasiones hallamos a nuestro enemigo⁵, enemigo poderoso al cual vencer; y la lucha nunca me agotará ni mucho menos la rendición está en mi léxico; porque creo en el abrazo amoroso de mi madre, en la sonrisa de mi sobrino y mis sobrinas, y en la complicidad de mi hermano.

Porque somos hombres del presente y así esperamos «que prosiga el poderoso drama y que puedas contribuir con un verso»⁶. Porque eso se espera del lector, que termine el cuento, que lo reescriba y lo perfeccione, que lo llene de su llanto y su alegría y lo vuelva a contar una y otra vez junto a la lluvia nos espera en un muelle azotado por las olas, para que así los ruiseñores eleven su vuelo y que la noche, nuestra noche, se vuelva un ritual de carnaval.

Porque «de vez en cuando la vida toma conmigo café, y está tan bonita que da gusto verla»⁷, y la luna deja de ser un satélite para transformarse en castillo de deseos, la playa deja de tener basura y deshechos para ser lugar de conquistas. Y la noche es mucho más que un barullo de cometas y estrellas danzarinas, entonces ella simplemente me mira larga y socarronamente con sus ojos dulces, sonríe y «se suelta el pelo y me invita a salir con ella a escena»⁸.

Para que, ya cerca o lejos del final del sendero, cualquiera que este sea y adonde conduzca, no digamos que «terminó nuestro espantoso viaje»⁹, sino que desde la alta proa de nuestros sueños, frente a un cielo estrellado y a un viento favorable nuestras palabras sean: «¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!»¹⁰. Y ahí recién comenzará nuestro viaje por esta única y hermosa vida,