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Fe y misterio en la Virgen de Guadalupe
Fe y misterio en la Virgen de Guadalupe
Fe y misterio en la Virgen de Guadalupe
Libro electrónico106 páginas2 horas

Fe y misterio en la Virgen de Guadalupe

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Uno de los objetivos de esta obra es enfatizar las dificultades que el culto a la Virgen de Guadalupe tuvo que enfrentar para asentarse como principal en las creencias de los indígenas mexicanos, primero, y de todos los habitantes de Latinoamérica después, pese a su mensaje de reconciliación y de amor para todos nosotros; dificultades que empiezan en el hecho de que Juan Diego se negaba a darse a conocer como noble y se decía macehual, es decir, plebeyo, empeñado en seguir el ejemplo de humildad de Nuestro Señor, que nació en un pesebre y fue carpintero pese a ser descendiente directo del Rey David.
Juan Diego, de haberse reconocido como miembro de la casa de Nezahualcóyotl, hubiera sido recibido pronto por fray Juan de Zumárraga. Pero la Virgen prefería que se presentara como un hombre humilde para que quedara bien claro a los más pobres que ella venía principalmente a aliviar sus sufrimientos, pues se le había aparecido a un indio.
¿Por qué desde un inicio hubo clérigos que rechazaron el culto a la Guadalupana, que contribuyó a que el alcoholismo y diversos delitos, sobre todo los sangrientos, se redujeron drásticamente en la Ciudad de México, y además vino a desplazar la creencia en dioses crueles? Hay que enfatizar que la Virgen de Guadalupe hizo a un lado principalmente a la diosa Tonantzin, a quien se veneraba en el Tepeyac y a la que incluso se le sacrificaban niños, pues en realidad esa divinidad pagana era otra representación de la sanguinaria diosa Coatlicue. Pero tomando en cuenta que Tonantzin significa “nuestra venerada madre”, resultó que a la Virgen María también se le dio ese sobrenombre, lo cual causó confusión.
Aquí revelamos los secretos que se ocultan tras las apariciones y que pueden explicar la poderosa fe que se sigue profesando a la Guadalupana. Se hace una minuciosa revisión de los estudios científicos realizados a la tilma, se contraponen opiniones y se revisa el contexto en que se dan los fenómenos que aumentan la creencia en lo sobrenatural y divino.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 mar 2022
ISBN9781005791674
Fe y misterio en la Virgen de Guadalupe
Autor

Sergio Gaspar Mosqueda

Nací en la Ciudad de México en 1967 y estudié la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde obtuve la medalla Gabino Barreda. En el año 2000, creé y dirigí el proyecto de revista cultural El Perfil de la Raza, en cuyo consejo editorial figuraba Miguel León Portilla, entonces presidente de la Academia Mexicana de la Historia. Trabajo para diversas editoriales y he publicado 31 obras en papel con varias editoriales y 46 en Amazon, entre las que se hallan dos novelas, varios volúmenes de cuentos, leyendas, un poemario, biografías de músicos de rock, diversos libros sobre historia de México y cuadernos de trabajo de varias materias.Mi primer libro, la novela Una generación perdida, se publicó en la colección Voces de México, en la que figuraron autores mexicanos destacados, como Vicente Leñero, Emilio Carballido, Alejandro Licona, Luisa Josefina Hernández, Víctor Hugo Rascón Banda y Eusebio Ruvalcaba. El reconocido autor Juan Sánchez Andraka afirma en el prólogo de la primera edición: “Yo leí este libro. Más bien debo decir: Yo viví este libro. Debo agregar: Lo viví intensamente".Uno de mis libros más vendidos es Cuentos mexicanos de horror y misterio. Próximamente aparecerán en papel mis libros sobre 50 figuras del rock clásico, 50 importantes músicos del metal gótico y 50 figuras del K-pop.

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    Fe y misterio en la Virgen de Guadalupe - Sergio Gaspar Mosqueda

    Sergio Gaspar Mosqueda

    Fe y misterio en la Virgen de Guadalupe

    Copyright 2022 Sergio Gaspar Mosqueda

    Edición de Smashwords

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    Este libro está disponible en forma impresa en la mayoría de los minoristas en línea.

    Diseño de portada: Sergio Gaspar Mosqueda

    México, marzo del 2022

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    Tabla de contenido

    Quién fue realmente Juan Diego

    Los documentos sobre el Tepeyac y la lucha contra el mal

    Las peregrinaciones a la Basílica

    Creencias, costumbres y ritos en torno a la Virgen de Guadalupe

    Imágenes de la Virgen en lugares y objetos

    Virgen de Guadalupe y Virgen de Medjugorje

    Los secretos de la Virgen en la tilma

    La Virgen morena es tierna pero guerrera

    La Virgen y la Luna

    Oraciones

    Fechas importantes

    Relatos acerca de la Virgen de Guadalupe

    Sobre el autor

    Obras de Sergio Gaspar Mosqueda

    Contactar con Sergio Gaspar Mosqueda

    Quién fue realmente Juan Diego

    Contra lo que se piensa, hay razones para afirmar que era de origen noble el vidente Juan Diego, que viera a la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, pues parece descender de la casa de Nezahualcóyotl. Así lo afirmó en el año 2000 la antropóloga y arqueóloga Asunción García Samper, quien rastreó cuidadosamente el árbol genealógico de Juan Diego. Para ello, investigó líneas de parentesco con novecientas personas, retrocediendo hasta el año 100 después de Cristo. Así, todo parece demostrar que Nezahualcóyotl fue el abuelo del vidente del Tepeyac, y ello explica muchas cosas del origen del fenómeno, como veremos enseguida.

    Juan Diego primero se llamaba Cuauhtlatoatzin, es decir, Águila que habla, y su naturaleza, en parte semejante a la de la Virgen de Guadalupe, determinó que fuera testigo de sus apariciones en el Tepeyac; sólo el noble de corazón podía ser visionario de la visita de la Inmaculada, quien venía a librar a los indios de la creencia en los dioses que pedían sacrificios humanos. Sólo el que no tenía apego a lo material, el que renunciaba a su linaje y se avenía a la pobreza y mansedumbre sin reclamo ni tristeza, el que era capaz de decir a Tloque Nahuaque, el dios único de los de Texcoco, hágase tu voluntad, siervo soy, soy cola, soy angarilla, soy nada; sólo él podía aceptar el encargo de quien tampoco dijo nada en contra cuando la voluntad del Dios único le fue revelada; sólo él podía asumir, sin protestar, el encargo de quien dijo la Magnífica al saber de Juan el Bautista en el vientre de su prima Isabel:

    Glorifica mi alma al Señor

    y mi espíritu se llena de gozo,

    al contemplar la bondad de Dios mi Salvador,

    porque ha puesto la mirada

    en la humilde sierva suya,

    y ved aquí el motivo porque me tendrán por dichosa

    y feliz todas las generaciones.

    Pues ha hecho en mi favor

    cosas grandes y maravillosas…

    De modo similar hablaría el vidente del Tepeyac.

    Juan Diego Cuauhtlatoatzin, convertido al cristianismo, por reconocer en el Dios único de los frailes al Tloque Nahuaque del que habló el sabio Nezahualcóyotl a sus antepasados, vivía en santa pobreza y con decoro en el pueblo de Xalostoc, y a inicios de diciembre de 1531 se encontró en el cerro que se decía de Tepeyácac, hoy nombrado Tepeyac, en medio de una luz esmeralda y cántico de bellas avecillas, a la Niña Santa que es a la vez la Madre Virgen de todos los mexicanos. Y habló mucho y con detalle de ello al obispo Zumárraga, y le llevó en su tilma la bella imagen de la Virgen.

    Luego se levantó la capillita que cuidó Cuauhtlatoatzin hasta su muerte, en 1548. Después vino un descendiente del antiguo tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, es decir, vino don Antonio Valeriano, y registró todo lo que Cuauhtlatoatzin recordaba de su encuentro con la Virgen. Así nació el Nican mopohua, título que se tomó de las dos primeras palabras del texto en náhuatl donde se cuentan las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Nican mopohua en náhuatl significa literalmente: Aquí se narra. El texto sería resguardado durante cierto tiempo por Fernando de Alva Ixtlixóchitl, descendiente de Nezahualcóyotl e historiador inigualable de Texcoco.

    Juan Dieguito Cuauhtlatoatzin tenía sabiduría y por ello entendía que su abuelo, el rey poeta, no hubiese querido sacrificios de hombres. En efecto, Nezahualcóyotl dijo: Sacrifiquen mariposas. Y este rey texcocano fue trabajador y llevó el agua de Chapultepec a Tenochtitlán en el año 13 Conejo (a.D. 1466. La abreviatura a.D. significa Annus Domini: Año del Señor), y sólo un descendiente de Nezahualcóyotl –que ayudaba a la gente y creía en el Dios único, en Tloque Nahuaque, Dueño del cerca y del junto – podía hablar en nombre de la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, la Reina del Cielo, para pedir un templo donde oraran los tristes mexicanos y pidieran ayuda para todo mal. Nada es lo que te espanta, dijo Nuestra Madre a los que habían sido vencidos por Hernán Cortés.

    Cuauhtlatoatzin nació en el año 1474 en el barrio de San José Millán, antiguo calpulli (clan que era la unidad de la sociedad azteca) denominado de Tlayacac, en Cuautitlán, que entonces pertenecía al reino de Texcoco, y se maravilló la primera vez que oyó a los frailes hablar acerca del que había vuelto del Mictlán, la región de los muertos, después de quedar sin vida en una cruz.

    Y así, salió de Cuautitlán para Xalostoc, con el fin de estar más cerca de quienes daban la instrucción cristiana. Ahora sabía que no era culpa de ese Dios que predicaban los buenos frailes el que los españoles lo hubieran tomado como pretexto para ejercer crueldad contra los naturales de esta tierra o como razón del saqueo de grandes proporciones que hicieron de los templos, ricos en oro, con la excusa de que debían destruir todo lo relacionado con la religión pagana.

    Con profunda tristeza, los aztecas y otros pueblos vieron convertirse sus ricas joyas sagradas en lingotes de oro y plata, muchos de los cuales, por cierto, terminaron en el fondo del mar cuando los galeones españoles que los transportaban se fueron a pique por las balas de cañones piratas.

    Bien, Juan Diego se fue, muy joven, para Xalostoc, en compañía de su tío Juan Bernardino, y se casó por ese tiempo cerca de San Pedro, en Santa Cruz el Alto, en Tlalpac, con una joven llamada Malintzin, llamada después de conversa María Lucía, y habitaron los tres una choza humilde por muchos años, manteniéndose de lo que ganaba Juan Diego con la venta de sus petates en el tianguis de Tlatelolco. Se dice que tuvo otra esposa, pero para apegarse a los principios cristianos, se separó de ella, la cual se casó con su hermano Ixtlixóchitl. La antropóloga Asunción García Samper asegura que, en total, Juan Diego tuvo cuatro hijos.

    Luego de que Malintzin muriera, Juan Diego, a los 57 años y aún con su alma pura de niño, tuvo su primer encuentro con la Virgen el sábado 9 de diciembre del año 1531. Luego de oír que una voz celestial decía en náhuatl: Juanitzin, ¿campa in timohuica? (Juanito, ¿a dónde te diriges?) y de saber que quien le hablaba era la Madre de Tloque Nahuaque, se inclinó y, sin reclamo alguno, le dijo que, como ella se lo ordenaba, iría a ver al obispo Juan de Zumárraga a su palacio en la Ciudad de México, asumiéndose como su pobre servidor. Y ante los

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