LA BARCELONA DE LOS DEMONIOS
On veintiuna salvas de honor lanzadas desde el castillo de Montjüic quedó oficialmente inaugurada la Exposición Universal de Barcelona. Era una tarde soleada de mayo y en el puerto se hallaban fondeados más de cien navíos europeos y americanos que sirvieron de hospedaje a las legaciones de honor. El acto lo había presidido la reina regente María Cristina. En l solapa de muchas autoridades se dejó ver un crespón negro. Era la señal del luto, del dolor ciudadano, porque esa misma mañana habían colisionado dos trenes entre Canet de Mar y Sant Pol, especialmente atestados porque los viajeros acudían al evento. El saldo de víctimas fue estremecedor. Una vez más aquella ciudad parecía maldita. A las desgracias de toda índole no tardaría en sumarse la acción destructiva de los grupúsculos anarquistas que sembrarían las calles de bombas.
CIUDAD MALDITA
El mismo Pontífice ya había alertado contra la obra satánica revolucionaria en la creencia de que si Dios podía actuar sobre la Historia humana, también lo podía hacer Satanás, en el fondo este solo era
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