Lo que hay que saber sobre la Independencia de México
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Pocas revoluciones emancipadoras tienen a tantos héroes verdaderos entre sus cabecillas y, al mismo tiempo, tantas incongruencias como la guerra por la Independencia de México.
Entre los episodios más estremecedores de aquella guerra, se encuentra el siguiente:
Morelos y los demás sobrevivientes del combate de Lomas de Santa María habían conseguido refugiarse en la hacienda de Puruarán, a bastantes kilómetros de Valladolid, pero no tardaron en ser atacados de nuevo por los realistas. El 5 de enero de 1814, las tropas al mando de Ciriaco del Llano consiguieron poner de nuevo en fuga a los rebeldes. En esa ocasión Mariano Matamoros fue apresado y luego fue llevado a la cárcel clerical de la Inquisición en Valladolid.
Morelos se instaló en Coyuca y desde esta población hizo esfuerzos por liberar a su lugarteniente, incluso quiso negociar con los realistas: respetaría la vida a 200 prisioneros españoles si liberaban a Matamoros. Las negociaciones no tuvieron éxito y el segundo al mando del cura Morelos fue fusilado el 3 de febrero de 1814.
Morelos nombró como su mano derecha a su secretario personal, Juan Nepomuceno Rosáins, y ordenó a Guadalupe Victoria marchar a Veracruz para continuar la lucha libertaria. El joven combatiente, tras recibir del generalísimo el grado de capitán general, partió a cumplir con su cometido.
Pero pronto Morelos sería capturado. Su fortuna estaba en declive y no se veía el modo de recuperarse. El Congreso, que tuvo que salir de Chilpancingo al ser atacada esta población por las tropas realistas, pensó en enviar un emisario a los Estados Unidos para pedir ayuda, considerando que este país no podía negarse a ello puesto que vivía bajo un régimen liberal, como el que quería implantarse en México, pero no habría respuesta positiva, dado que el gobierno norteamericano sí aceptaba la esclavitud, la cual quería abolirse en México por parte de los congresistas de Anáhuac.
Desde Tlacotepec, donde se mantuvo hasta fines de febrero de 1814, mientras el largo brazo del poder virreinal no lo alcanzó, el Congreso se trasladó a Michoacán y luego se fue a Acapulco, para volver a Michoacán poco después. Pero Morelos ya no era el jefe de los rebeldes, sino que, culpado de la mala situación en que se hallaba el bando insurgente, había quedado en calidad de generalísimo sin mando de tropas. Quienes las dirigían eran ahora Ignacio López Rayón, José María Cos y Juan Nepomuceno Rosáins. Las divisiones internas hicieron que los tres fueran vencidos por los realistas.
A partir de marzo se dieron varias deserciones en el bando rebelde, debido a que muchos hombres estaban cansados de la lucha y de las malas decisiones de sus dirigentes, más interesados por su prestigio personal que por servir a la causa. Entonces aprovecharon la amnistía que les ofreció Fernando VII, reinstalado como rey de España el 24 de marzo de 1814. Otro efecto demoledor para la insurgencia fue que gran cantidad soldados españoles que habían contribuido a vencer al ejército invasor de Napoleón, llegaron a México como refuerzo de las tropas que comandaba Calleja. Éste no tardó en enterarse de que el rey español había derogado la Constitución liberal de Cádiz y entonces se empeñó en hacer sentir su papel de vasallos a los novohispanos. Además, desde el principio de su mandato había luchado contra la libertad de prensa, sobre todo porque abundaban las publicaciones que apoyaban a los insurgentes o que incluso eran hechas por ellos, como Juguetillos, editada por Carlos María de Bustamante, quien también se encargó del periódico Correo Americano del Sur. Además estaban en circulación El Pensador Mexicano, El Semanario Patriótico Americano y El Vindicador del Clero Mexicano, entre otros.
A fines de junio murió Hermenegildo Galeana defendiendo su tierra natal, Tecpan. Aquella pérdida acarreó una sensación de profundo desamparo a Morelos.
Sergio Gaspar Mosqueda
Nací en la Ciudad de México en 1967 y estudié la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde obtuve la medalla Gabino Barreda. En el año 2000, creé y dirigí el proyecto de revista cultural El Perfil de la Raza, en cuyo consejo editorial figuraba Miguel León Portilla, entonces presidente de la Academia Mexicana de la Historia. Trabajo para diversas editoriales y he publicado 31 obras en papel con varias editoriales y 46 en Amazon, entre las que se hallan dos novelas, varios volúmenes de cuentos, leyendas, un poemario, biografías de músicos de rock, diversos libros sobre historia de México y cuadernos de trabajo de varias materias.Mi primer libro, la novela Una generación perdida, se publicó en la colección Voces de México, en la que figuraron autores mexicanos destacados, como Vicente Leñero, Emilio Carballido, Alejandro Licona, Luisa Josefina Hernández, Víctor Hugo Rascón Banda y Eusebio Ruvalcaba. El reconocido autor Juan Sánchez Andraka afirma en el prólogo de la primera edición: “Yo leí este libro. Más bien debo decir: Yo viví este libro. Debo agregar: Lo viví intensamente".Uno de mis libros más vendidos es Cuentos mexicanos de horror y misterio. Próximamente aparecerán en papel mis libros sobre 50 figuras del rock clásico, 50 importantes músicos del metal gótico y 50 figuras del K-pop.
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Lo que hay que saber sobre la Independencia de México - Sergio Gaspar Mosqueda
Sergio Gaspar Mosqueda
Lo que hay que saber sobre la
Independencia de México
Colección Grandes Verdades de la Historia
Copyright 2022 Sergio Gaspar Mosqueda
Edición de Smashwords
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Diseño de portada: Sergio Gaspar Mosqueda
México, marzo del 2022
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Tabla de contenido
La vida en México durante la Colonia
Primeros intentos de emancipación
Napoleón desata la Independencia
Los primeros mártires: Primo de Verdad y Talamantes
La conspiración de Valladolid
El llamado de Hidalgo a las armas
Los éxitos de campaña del cura Hidalgo
La Batalla de Monte de las Cruces
Hidalgo ante la Ciudad de México
Del combate en Puente de Calderón a la muerte de Hidalgo
Morelos y la junta de Zitácuaro
El Congreso de Chilpancingo y la Constitución de Apatzingán
La caída de Morelos
La guerra de guerrillas
La consumación de la Independencia
Notas biográficas
Sobre el autor
Obras de Sergio Gaspar Mosqueda
Conectar con Sergio Gaspar Mosqueda
La vida en México durante la Colonia
Un día nublado y con muy baja temperatura fue el 13 de agosto de 1521, fecha en que Hernán Cortés conquistó a la Gran Tenochtitlán. Cuauhtémoc, el último tlatoani azteca, fue apresado y tres años y medio después mandado ahorcar por Cortés en lo que actualmente es el municipio de Tenosique, Tabasco, pues le habían llegado noticias de que se preparaba para iniciar una rebelión, la primera de los vencidos. El dominio español entonces se asentó de modo casi absoluto en México, y decimos casi, pues las rebeliones de indígenas, primero, y luego de mestizos y criollos, no dejaron de mantener alertas a las fuerzas conquistadoras.
El rey Carlos I de España y V de Alemania sabía que Hernán Cortés podría ser un peligro serio, debido a su popularidad en el ejército por sus éxitos durante la conquista de México, así que buscó el modo de aplacar sus ansias de poder. Para empezar, le dio el marquesado del Valle de Oaxaca, que abarcaba las villas de Toluca y Cuernavaca. En su calidad de marqués, el conquistador tenía derecho a cobrar tributos y bajo su dominio había veintitrés mil personas. Entonces, para mantenerlo sometido, se habían establecido la Primera y Segunda Audiencias y en 1535 se instituyó, por cédula real, el Virreinato en la Nueva España y se estableció que la capital sería la Ciudad de México. El primer virrey (o visorey, como se escribía entonces) fue un hombre de toda la confianza del monarca español: Antonio de Mendoza, que gobernaría durante 15 años,
Además de preocuparse por mantener sometido a Hernán Cortés –actividad en que recibía todo el apoyo de la Audiencia, enemiga acérrima del conquistador–, el virrey Mendoza tuvo que aplastar las rebeliones de indios. Entonces una parte importantísima del gobierno la constituían los corregidores y los alguaciles. Por cierto, desde entonces la venta de empleos públicos se volvió frecuente: los puestos de tasadores, albaceas, escribanos, contadores, depositarios y alguaciles eran accesibles sólo a individuos con poder económico, quienes después hacían hasta lo imposible por recuperar la inversión hecha. De este modo se fue formando una clase privilegiada cuyos miembros eran bastante corruptos y atendían mal sus labores por no estar capacitados para ellas.
Los españoles peninsulares, enemigos jurados de los nacidos en América, muchos de ellos descendientes de los conquistadores, terminaron por monopolizar los empleos públicos, dado que el virrey se rodeaba de españoles recién llegados, los cuales favorecían a sus familiares, amigos y conocidos en la venta u otorgamiento de empleos públicos.
Los que quedaron fuera del presupuesto real, es decir, los criollos, fueron conformando un grupo de descontentos que con el tiempo encabezaría la guerra de Independencia. Pero su malestar no sólo se debía a no poder acceder a los mejores puestos, sino a ser tratados como inferiores, cobardes o, de hecho, como retrasados mentales. Pero también les molestaba a los criollos emprendedores el que se prohibiera la producción de varios productos que debían adquirirse directamente en España. Además estaba el asunto de las mujeres: las más bellas preferían casarse con españoles. El desquite de los criollos muchas veces se limitaba a lanzar malas palabras y burlas contra los peninsulares, lo que provocó no pocos enfrentamientos, en que los españoles siempre llevaban ventaja, tanto por estar mejor armados como por contar con el favor de las autoridades.
Por el lado de la gente del pueblo bajo, no sólo eran explotados inmisericordemente en minas y haciendas, sino que debían pagar pesados tributos. Otros se veían obligados a mendigar en las calles.
De las insurrecciones indígenas, la primera de importancia se dio pocos años después de la conquista de Tenochtitlán y la protagonizaron los mexicas encargados de la guarnición de Tepeaca. Cortés pidió la rendición de aquellos guerreros, pero se negaron y lucharon denodadamente, hasta que los españoles, con la ayuda de los tlaxcaltecas, los vencieron. Entonces Cortés mandó herrar a los rebeldes con una G, que significaba Guerra santa
. De este modo los convertía en esclavos y ponía muy en claro que no se admitiría ninguna insurrección por parte de los vencidos.
Los frailes que habían venido a la Nueva España contribuyeron al sometimiento de los indios; además de enseñar la religión cristiana y la lengua castellana a los indígenas, procedieron a bautizarlos en la religión de los conquistadores y buscaron acabar con los sacrificios humanos. Los más activos en estas tareas fueron los franciscanos. Ellos propusieron que se trajeran hombres negros del continente africano para los trabajos pesados y así hacer que se redujeran en algo las penalidades de los indios americanos. La primera embarcación que trajo esclavos de África llegó a las costas de México en 1526.
Con el arribo de estos hombres y mujeres, los rasgos de la población de la Nueva España se volvieron muy variados: se veían negros, mulatos y moriscos (hijos de español y mulato), además de personas de muchas otras castas, mezclados con los mestizos, criollos y españoles. Algunos caudillos de la Independencia fueron de rasgos negroides, como Vicente Guerrero y José María Morelos y Pavón.
A la mayoría de las castas que surgieron, se les daban nombres denigrantes. Por ejemplo, a los hijos de indígena y mestizo se les llamaba coyotes; al hijo de coyote y mestizo se le denominaba allí te estás; al hijo de español con morisca lo nombraban albino y al nacido de albino y blanca: salta atrás o saltapatrás. En general, también se le daba este último nombre a cualquier hijo de padre o madre negros, pues se consideraba que mezclarse con