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31 Soledades De La Inmaculada
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31 Soledades De La Inmaculada
Libro electrónico285 páginas4 horas

31 Soledades De La Inmaculada

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El mundo interior del hombre actual, se asoma a una inmensa soledad; y siente un inconsciente miedo hacia ella. Pero Dios no tiene miedo a las soledades: son el terreno propicio para el encuentro real y verdadero entre las personas. La Inmaculada también es experta en soledades. Y ambos nos aman. La soledad se presenta habitualmente al corazón del hombre, como el camino más directo hacia la nada. Esto tiene una sabia y doble verdad: Es el camino que tiende a la nada de nuestro ser. De hecho, no somos nada sin Dios y sin los otros. Y, por otra parte, tiende a la nada originaria de donde Dios creó la maravilla de hacernos personas, llamadas a la comunión eterna de amor con Él y con todos.
Cada vez que Dios se acerca a la Virgen, da la impresión de que es llevada a un misterio de soledad cada vez más profundo. Lo mismo cada vez que Jesucristo se acerca a Ella manifestando o descubriendo algún aspecto de su misión Mesiánica, María es llevada a nuevos rincones de soledad que, al fin resulta ser más amor, y redentoramente fecundo.

IdiomaEspañol
EditorialJuan Alvarez
Fecha de lanzamiento8 sept 2017
ISBN9781370204236
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    31 Soledades De La Inmaculada - Juan Alvarez

    PRÓLOGO.

    Dos cosas, a modo de advertencia, para todos los que han leído el título que he puesto a estas consideraciones:

    En primer lugar, que tengo muy presente al rezar, al pensar, al considerar y al escribir cualquier cosa sobre la Virgen María, que Jesucristo es El único Camino, la Verdad y la Vida. Es el Único Sacerdote, el Único Pontífice, el Único Mediador entre Dios y los hombres. Y, por tanto, todo lo que se diga en estas líneas sobre María, debe considerarse desde estas certezas de fe, sin contradecirlas y sin hacerles sombra alguna.

    En segundo lugar, advertir que identificar la palabra soledad con la palabra tristeza es, sencillamente falso. Las 31 soledades de la Inmaculada, no son las treinta y una tristezas de María.

    Entiendo la palabra soledad como un itinerario humano que todos hemos recibido en la esencia del alma, para llegar a las fuentes originarias de la libertad y del amor. Leer las palabras soledades de la Inmaculada, como quien se va a asomar a un abismo de tristeza, dolor y sufrimiento constantes, sencillamente es delatar que se está pasando por una época de un superficial conocimiento del mundo de los sentimientos humanos; y se pone también de manifiesto, que queda un largo camino por recorrer, para discernir los distintos matices y estados del mundo del espíritu. Si ha sido éste el caso de algunos de ustedes, deben alegrarse porque todos vamos siendo más conscientes de que el mundo del espíritu es todo un universo fascinante por descubrir.

    Situarse con prejuicios solo negativos ante la palabra o la idea de la soledad, puede indicar que nunca nos hemos planteado en serio, por ejemplo, que pueda haber diferencia entre sentimientos religiosos y vivencias espirituales, entre emociones sentimentales y sensaciones naturales; o bien diferencias entre emociones afectivas y mociones espirituales; o bien, entre emociones espirituales y mociones del Espíritu. Si no nos hemos planteado discernir en nuestras experiencias íntimas cuales pueden ser de un tipo o bien de otro, es normal que al toparse con la palabra soledades, uno intuya cosas negativas.

    A simple vista, cualquier persona podría valorar la soledad como una experiencia humana muy diversa en matices. La primera idea que nos viene a la cabeza suele ser la de una impresión de rechazo, por parecernos como un estado anímico negativo de aislamiento y tristeza. Pero es cierto también que hay otros momentos de la vida humana en que la soledad es apetecible y necesaria. Entonces percibimos la soledad, como una necesidad de apartarse de aquello que invade nuestra intimidad; y que ocupa estresantemente nuestra vida. Simplemente con este apunte ya podemos entender, que las soledades de una persona, pueden encerrar una gran riqueza, y pueden ser fuente de grandes gozos humanos y espirituales. Y, si una persona es creyente y tiene un mínimo de atracción por la vida del espíritu y la vida de oración, la palabra soledad siempre es un valor, un bien apetecible y un tesoro buscado.

    Todo enamorado valora siempre, como preciado regalo, los tiempos de soledad que puede disfrutar con la persona amada; y desea encontrar también en ella la misma disposición de ese mismo deseo de soledad. Porque entendemos que estar a solas, con la persona amada, es tener la posibilidad de poder expresar y sacar de mí intimidad lo más propio de mi yo para tener la ocasión de entregarlo en ofrenda al ser amado. Y lo mismo esperamos recibir de la otra persona: que nos ofrezca lo que brote de su soledad esencial, y que nos lo ofrezca tan libremente como nosotros le hemos ofrecido de nuestra esencia. La otra realidad de esta misma idea es que el enamorado siempre desea entregar y colocar en la soledad del otro, la ofrenda de amor que ha brotado de su propia soledad enamorada. De modo que podríamos decir que la persona amada nos hace bucear más profundamente en el misterio de nuestra propia intimidad; y como que es desde ahí, desde donde vamos sacando lo que realmente vamos siendo como personas. Añadiendo un nuevo matiz a esto, insistimos en que todo enamorado acude al rincón más íntimo de su soledad interior para pensar y descubrir cuál sería el detalle o el regalo perfecto para la persona amada. Es cierto que también son emocionantes los regalos nacidos de la genialidad improvisatoria. Pero no hay lugar a dudas de que un regalo madurado en el secreto y la soledad de la intimidad, viene cargado de mucha más riqueza humana y espiritual de la persona que lo ofrece. Todos reconocemos a éste un valor mayor.

    Puestas estas dos premisas, podemos adentrarnos con humildad y respeto religioso, en la contemplación y en las consideraciones que podamos ir haciendo sobre el misterio del mundo interior, humano y espiritual, que habitaba en esta sorpresa de persona humana que es la Llenadegracia. Nadie puede dudar de que Dios ama mucho a esta Mujer; lo mismo que nadie dudará del amor que Ella profesa a su Hijo y a su Dios. Por lo tanto, dadas las premisas que hemos indicado, es lógico que ambos hayan de encontrarse en el misterio de sus propias soledades humanas esenciales.

    Esta mujer nos es definida por dos veces como: Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón (Lc 2,19 y 51). Este rasgo chocante llama mucho la atención. A su nivel, destaca tanto como las noches que Jesús pasaba a solas en oración. A los apóstoles parece que el Espíritu Santo les hace sensibles al misterio de la vida interior que encierran el alma de María y el alma del Maestro.

    Para María, el ser inmaculada, le da un privilegiado derecho a sentir y disfrutar, por naturaleza, de la más pura alegría; pudiendo llegar a rozar la mayor felicidad que un ser humano podría disfrutar en esta vida. Pero no ignoramos que el constante choque de su naturaleza inmaculada alegre y feliz, con el mundo del pecado y sus consecuencias de tristeza, conllevaría inevitablemente puro dolor. Afirmamos esto, de la misma manera que sabemos que el Verbo eterno de Dios, eternamente feliz en la Trinidad, al hacerse hombre y asumir la responsabilidad de todo el pecado del mundo, hubo de sufrir el choque mortal con el dolor y la muerte; que siempre son consecuencias del mal y del pecado.

    El evidente dolor de María habrá de entenderse siempre en este mismo sentido: vivir sin pecado alguno, en un mundo dominado por el Pecado Original y sus consecuencias. Y siendo nosotros conscientes de que el pecado no había sido aún redimido; lo cual añade un matiz irrepetible en cada una de las 31 soledades de La Inmaculada que apuntamos en estas consideraciones, o todas las que le parezca oportuno añadir a nuestra oración o devoción personal.

    Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Así lo creemos y no tenemos ninguna duda en aceptarlo de este modo. Es la clave de todo lo divino con respecto a los hombres; y de todo lo humano con respecto a Dios. Sin la absoluta centralidad de Jesucristo y sin el señorío absoluto de Cristo, poquísimo o nada, podríamos decir de María de Nazaret.

    Pero colocada en relación con el misterio de Jesús de Nazaret, el abismo de profundidades espirituales que se nos abre por delante es fascinante. Si es la Llenadegracia, si es La Inmaculada, si es la Nueva Eva, la prefecta redimida, la primera creyente, la figura y modelo de la Iglesia; si los católicos –con todo el respeto a nuestros hermanos protestantes-, le damos el título atrevidísimo de corredentora …, en virtud de los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano… A esto añadimos que es Theotokos, y Virgen, Reina y Señora de todo lo creado y Asunta al cielo en cuerpo y alma. Si es cierto que afirmamos esto de María, las puertas de entrada al misterio de la vida humana y de la vida en Dios que se abren ante nosotros, son un regalo con horizonte ilimitado de felicidad en el amor.

    Al estar tan inseparablemente unida al Verbo Encarnado, Dios ha ido impregnando en Ella los más perfectos frutos y efectos de la redención de los hombres. Ella es la más cristiana de todas las criaturas, sin lugar a dudas; la que más ha sido cristificada. La que más íntimamente ha llegado a vivir el misterio del amor de Dios Trinidad por los hombres.

    Su alma inmaculada fue creada directamente por Dios, dotándole de una capacidad innata para que su libertad respondiera siempre amando, a toda iniciativa amorosa de Dios que Ella fuera capaz de captar. Así como nosotros no podemos por menos de respirar, por gracia natural de creación, así Ella no podía por menos de responder amando, aceptando cualquier voluntad de Dios, por gracia sobrenatural de redención. Esta docilidad natural-sobrenatural al consentimiento libre de su constante FIAT a Dios, no le privaba de perplejidades, tensiones, desconciertos, soledades, angustias, sufrimientos… como tampoco le privaba de gozos increíbles, de una calidad imposible de captar para los que tuvimos Pecado Original y aún sufrimos sus secuelas.

    Siguiendo con la comparación indicada, de la capacidad necesaria de respirar que tenemos, sabemos que la respiración puede ser costosa, dolorosa, angustiosa, entrecortada, agitada… según las circunstancias interiores o exteriores que amenacen la vida; del mismo modo que la respiración se vuelve tranquila, reposada, gozosa, placentera… etc., cuando las condiciones son favorecedoras de la vida. Así, La Inmaculada, amaba gozosamente cuando las circunstancias eran vividas en un ambiente de bien; y amaba dolorosamente, cuando el pecado y sus consecuencias se hacían presentes en su entorno.

    El alma inmaculada de María y su libertad perfecta, tampoco dañada por el pecado, hubo de responder y pronunciar su constante fiat a Dios y a los hombres (prójimos, y luego hijos), en circunstancias a veces muy angustiosas, dolorosas y mortales; y en medio de un mundo regido por las leyes del Pecado Original y sus consecuencias; y que no estaba todavía redimido, como ya hemos indicado.

    En esta clave es donde nos situamos para rezar las 31 soledades de la Virgen. Dejamos el número 33 para las soledades de Jesucristo que podríamos considerar en nuestra oración, por poner un número que corresponda a los años que El Verbo de Dios vivió hecho hombre entre nosotros, y que ocurren en paralelo con las de su Madre, aunque salvando las distancias infinitas entre persona humana y persona divina. No vamos a poner a María en lugar más espiritual que su Hijo que, al hacerse hombre, nunca ha dejado de ser Dios en el misterio de la Trinidad.

    El profundo sentir del Pueblo de Dios, va siendo consciente de que, el papel de María en la espiritualidad que nos va configurando más conscientes como verdaderos hijos de Dios, por Jesucristo, en el Espíritu Santo, es un papel cada día más importante y entrañable. Dentro de la espiritualidad católica y de la vida de la Iglesia, se percibe un sentir general del Pueblo de Dios, que señala estos tiempos y los futuros, como especialmente marianos; y como el mejor sendero para llegar al definitivo Camino, a la Verdad y a la Vida. Yo, por mi parte estoy humildemente convencido que el camino mariano es el mejor atajo para acabar, tarde o temprano, plenamente cristianos; cristificados en el Espíritu. Y que es el sendero que nos lleva hasta lo más íntimo del corazón de la Trinidad, y a la comunión más verdadera con todos los hijos de Dios y de tan buena Madre.

    Con este deseo escribo estas consideraciones. Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo. Madre de todos los hombres, Reina y Señora de cielos y Tierra. El Espíritu Santo y la Iglesia nos permiten llamar así a María, y nadie es excomulgado por afirmarlo y creerlo con toda su alma de bautizados.

    Y todo comenzó con un: ¡Qué maravilla que existas! que brotó en el seno de Dios Trinidad, y que fue el origen y la creación de La Inmaculada.

    Madrid, 13 mayo, 2017

    INTRODUCCIÓN

    "...Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..." (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854).

    Solamente Ella. Caso único. Solo Ella ha recibido, sin ser Dios, la totalidad de la plenitud de la gracia divina en recipiente humano. El dogma de la Inmaculada Concepción de María fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus. El núcleo de la declaración dogmática, son esas palabras que encabezan esta introducción. Es cierto que conocemos el contenido esencial de este dogma, pero he querido resaltar este aspecto de …en atención a los méritos de Cristo, porque me parece el elemento esencial que nos permite hablar de María, en clave de un tipo de amor que no existía en el mundo antes de que se hubiera consumado la Redención. De modo que la Soberanía absoluta de Dios, aplicando anticipadamente los frutos de la Redención del pecado, que Cristo realizó, le permitió crear un alma humana, con todos los matices de amor propios de la misericordia perfecta. Y, por tanto, sin pecado alguno; ni el Original ni ningún otro. María sería entonces la primera persona humana a quien se le aplicaría el perdón y la misericordia perfecta, revelada totalmente en la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

    Inmaculada, llenadegracia; es el nombre espiritual que el cielo le impone a esta muchacha virgen el día de la Encarnación. Su familia y su gente le llamarán María. Su Dios y su todo, le impone el nombre de Llenadegracia. Y el mensajero oficial de Dios saluda a esta muchacha israelita llamándola con el nombre con el que Dios la ha creado. Desde entonces, así ha de constar en los evangelios; y para todas las generaciones (cf. Lc 1,26-38).

    Cuando los padres de María, que según la tradición son Joaquín y Ana, haciendo uso de su matrimonio según la ley de Moisés, aportaron el material genético de esa joya de criatura, entonces, Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, prorrumpieron al unísono en un infinito: "!Qué maravilla que existas tú, hija, madre, esposa!". Y lo expresaron con toda su potencia creadora y redentora y santificadora; aunque en su eterno silencio. El Verbo y el Espíritu Santo nos lo revelarían con el paso del tiempo.

    Supongamos que un alma es…

    ¡Qué maravilla que existas!. Supongamos que un alma es eso. Supongamos que el universo sigue su existencia cumpliendo impecable e implacablemente sus propias leyes naturales, y en un momento del tiempo, unos padres engendran un hijo; y justo en ese instante de la fecundación ocurre algo espiritual que no existía hasta ese momento. Y esa realidad espiritual que acaba de comenzar es algo maravilloso, porque es una nueva posibilidad de que dos seres libres se amen. Sin duda que esta expresión es muy pobre para expresar y definir lo que ocurre en Dios cada vez que es creada un alma humana. Esta expresión es quizá poco divina y demasiado humanamente emocional. Pero no tenemos otro camino para llegar a la esencia divina que la que nos marcó el Verbo a modo humano al encarnarse.

    Me parece que ésta es una manera bastante sugerente para expresar cómo Dios crea de la nada a cada alma: Los padres aportan el material genético corporal y, en el mismo instante de la fecundación, a Dios le brota un matiz de amor único e irrepetible con cada persona. Un matiz de amor totalmente nuevo y que no existía hasta ese instante en Dios. Dicho de otro modo: cada vez que Dios se encuentra una fecundación humana, al cumplirse de un modo u otro sus perfectas leyes creadoras, le brota en su ser divino una maravilla; le brota un matiz irrepetible de aceptación y de ofrenda de amor. Establece, por pura iniciativa suya, una nueva relación específica y personal de amor por esa nueva criatura que ha comenzado a existir, en la que han colaborado los hombres y Dios Trinidad. Y esto ocurre siempre, aunque los medios empleados para esa fecundación no hayan sido los moralmente adecuados.

    Para Dios siempre es maravilloso el hecho de haber sido engendrado un cuerpo humano. Haya o no haya pecado por medio, el quererse natural de la pareja humana, crea un cuerpo humano que Dios acepta siempre maravillado. El engendrado nunca tiene culpa alguna del posible pecado de los engendradores. Esta maravilla surgida en Dios, establece una relación de amor única e irrepetible que capacita al nuevo ser, para establecer una futura correspondencia de amor que, tarde o temprano, ha de ser también aceptación maravillada de la existencia y el ser de Dios. La vocación de la persona humana consistirá en el correspondiente proceso humano y espiritual de acoger y aceptar el originario ¡qué maravilla que existas!, surgido en Dios; y la correspondiente respuesta libre del hombre en esta vida y en el cielo proclamando por toda la eternidad: ¡Santo, Santo, Santo es el Señor! ¡Gloria Dios en el cielo!

    Pero ocurre, como sabemos por la fe, que esa maravilla que ha brotado en Dios, se ve inmediatamente ensombrecida por la frustración de no correspondencia, que el diablo provocó en el origen mismo de la creación de la especie humana.

    De todos modos, una vez que Dios ha creado esa capacidad de relación de amor, ya no puede morir. Será eterna. Habrá de seguirse, por una parte, un proceso de madurez física, al ritmo de las leyes de la creación; y, por otra, un proceso de purificación espiritual, al ritmo de las leyes de la redención; para que pueda darse y restablecerse una libre y maravillada correspondencia de amor entre creatura y Creador.

    Esa maravilla que brota en Dios es justamente el alma. Es la creación del alma humana. Es la posibilidad de una capacidad de relación de amor con Dios y con todos, que constituye la esencia del ser persona. En los animales, esta capacidad que tienen de relación, es capacidad solo instintiva en orden a hacer viable su vida natural. En los hombres, además de esta capacidad instintiva, tenemos la libre capacidad de relación de amor.

    Como digo, esa capacidad de corresponder amando a ese matiz irrepetible de amor que brotó en Dios, es la manera más sugerente que yo encuentro de definir lo que es la realidad del alma humana. Por tanto, procede directamente de Dios. No existía. Procede de la nada. Es Dios quien inicia esa capacidad de relación de amor. Y esto constituye la esencia del yo, de cada persona humana.

    Resumiendo todo esto que estamos tratando de exponer nos atrevemos a apuntar, entonces, la intuición de que el alma humana es una capacidad de relación espiritual de amor, establecida por Dios mismo en nosotros, que ha recibido la vocación de ser capaz de corresponder amando, de modo único e irrepetible, a ese tono maravillado que brotó en Dios al crearnos en colaboración con nuestros padres.

    Lo esencial común de todo tipo de amor.

    ¡Qué maravilla que existas!. A falta de otra expresión mejor, tomo prestada ésta, del filósofo contemporáneo alemán, Josef Piepper (1904-1997). Hace esta afirmación al escribir sobre el amor, en su libro Las Virtudes Fundamentales. Cuando leí en mis años de seminarista, esta expresión, con la que este filósofo define lo esencial común a cualquier tipo de amor, la pensé y la recé mucho; y reconozco que me ha servido desde entonces como referencia, cada vez que he tenido que decir o pensar algo sobre el amor.

    Es evidente que las relaciones de amor entre los hombres, tienen muchos matices y grados de calidad, cantidad y modo. Aceptando, por tanto, el hecho de los distintos tipos y grados de amor que pueden darse entre las personas, ésta experiencia de maravilla, podría ser la esencia que ocurre en el santuario íntimo de todos ellos. Indicamos brevemente algunos ejemplos de distintas situaciones y grados de amor.

    Por ejemplo: el amor de madre, de padre, de hijo, de hermanos, de enamorados, de esposos, de amigos, de colegas; el amor que pueda darse entre compañeros de trabajo, de asociación social o lúdica, etc. Todos los tipos de amor que puedan darse, aun siendo tan distintos, tienen en su esencia esta experiencia de provocarnos, aunque sea muy levemente, una admiración maravillada y gozosa que nace espontanea en nosotros, por el mero hecho de encontrarse y hacerse presente alguien o algo.

    También la admiración puede ser negativa y de rechazo, al percibir al otro como amenaza o como algo malo. Esa es la otra cara del amor no acogido; que se manifiesta como odio y rechazo, en mayor o menor grado. Esto también es cierto y así lo apuntamos levemente sin detenernos a profundizar en ello.

    Pero la madre que descubre que está embarazada, el padre que acoge la noticia de su paternidad; o bien, el tono especial de voz o el gesto peculiar y atractivo de un hombre que te cautiva, la belleza de una mujer que te enamora; el amigo que se encuentra con la persona con la que se identifica, el colega de trabajo que comparte conmigo el trabajo bien hecho entre ambos, o la multitud que en un partido de fútbol grita al unísono: ¡¡¡Gooool!!!... en todas estas situaciones brota espontáneamente, como capacidad innata a toda persona,

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