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Hijos Stabat. Meditación Sobre Una Vocación Nueva. Providencialmente Muy Especial
Hijos Stabat. Meditación Sobre Una Vocación Nueva. Providencialmente Muy Especial
Hijos Stabat. Meditación Sobre Una Vocación Nueva. Providencialmente Muy Especial
Libro electrónico179 páginas2 horas

Hijos Stabat. Meditación Sobre Una Vocación Nueva. Providencialmente Muy Especial

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Está por desarrollar en la Iglesia, la riqueza y fecundidad redentora que encierran las expresiones "Santidad Laical" y "Secularidad Consagrada". Se han entendido casi siempre exclusivamente, desde la clave del misterio de la Encarnación. Y muy poco desde el Misterio de la Redención. Se ha tratado de vivir solo desde el FIAT. Pero casi nunca se ha tratado de vivir desde el STABAT de La Inmaculada. Estas consideraciones buscan las mociones espirituales que esconde el STABAT de María en el Viernes Santo, en el Sábado Santo, en la Pascua y en Pentecostés. Ahí están los cimientos más firmes de toda la espiritualidad del futuro. El amor divino-humano, llevado hasta el extremo del STABAT, esconde la mayor fecundidad redentora posible. Solo los muy marianos, serán los llamados a ser, los más cristificados. Se les regala el don de un tipo de amor, que les configura como verdaderos "Hijos Stabat". Son hechos pura Misa, en el secreto santuario de su intimidad; a imagen del puro y extremo "Amor Stabat" de La Inmaculada.

IdiomaEspañol
EditorialJuan Alvarez
Fecha de lanzamiento3 feb 2021
Hijos Stabat. Meditación Sobre Una Vocación Nueva. Providencialmente Muy Especial

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    Hijos Stabat. Meditación Sobre Una Vocación Nueva. Providencialmente Muy Especial - Juan Alvarez

    Juan Álvarez IS. Stabat Mater

    HIJOS STABAT

    Meditación Sobre Una Vocación Nueva

    Providencialmente Muy Especial

    Edita Instituto Secular Stabat Mater.

    C. Fuerte de Navidad, 26. 28044- Madrid

    ISBN: 9798704210887

    (Foto portada: Mother of Sorrows. National Shrine of The Immaculate Conception. Washington DC. USA).

    ÍNDICE

    PRÓLOGO.

    INTRODUCCIÓN

    Difícil equilibrio.

    Una vocación oculta, demasiado rica y valiosa.

    Germen esencial de la mayor Fecundidad.

    Mística del Stabat.

    0.- NO STABAT

    María NO Stabat en la Última Cena.

    María NO Stabat en Getsemaní.

    1.- STABAT EN LA PASIÓN.

    a.- Acercarse a Él. Con obras

    El cómo de los consagrados en el mundo.

    b.- Todo lo que hace, sirve de muy poco. Caminar con Él

    c.- Obras buenas. Pero es inevitable la Cruz. Sufrir con Él

    2.- STABAT AL PIE DE LA CRUZ DE JESUS

    Stabat Acompañando y Escuchando La Palabra

    María Stabat Desbordada

    Clave humana de este Stabat.

    Stabat monacal. Stabat laical en el mundo.

    3.- STABAT EN SÁBADO SANTO.

    En este punto de amor, o Dios, o nada.

    Día y tiempo extraño el de este Sábado.

    Stabat de María, junto a La Inútil Cruz del Sábado.

    Un par de luces de apoyo.

    4.- STABAT EN LA PASCUA

    Escuchó y creyó. Después, vio.

    Solo La Palabra de Dios.

    Siempre ha sido así. Pero pocos lo creen.

    5.- STABAT EN PENTECOSTÉS.

    Primacía de la vida interior.

    Toda oración es un don. La Natural y La Sobrenatural

    Oración Natural.

    Oración Sobrenatural

    ¿Desierto, o Cenáculo?

    Espiritualidad de Desierto.

    Espiritualidad de Cenáculo.

    Desierto y Cenáculo. Distintas y complementarias.

    Desprendimiento o Sobrecarga.

    Espiritualidad más propia de los Institutos Seculares.

    María, alma de Cenáculo Espiritual.

    6.- AQUÍ. ASÍ. AHORA. YA. SIEMPRE. TODO

    Aquí. Así. Ahora. Ya.

    La Misa del Domingo. Ser Misa

    San José NO STABAT.

    CONCLUSIÓN.

    PRÓLOGO

    TODO. Siempre me ha supuesto un reto la existencia de esta palabra tan humana, pero con pretensiones de Absoluto. Me parece una clara manifestación de este hueco infinito, en que se va convirtiendo la persona humana, a medida que se van descubriendo los distintos y variados rincones de la propia alma. Y si encima, resulta que Dios va revelándonos, que su voluntad hecha mandamiento es, que tenemos obligación de amarle con TODO… El primero es este: amarás al Señor con todo tu…, con todo tu…, con todo tu ser (cf. Mt 22,34-40; Mc 12,28-34). El Absoluto de Dios y la totalidad de nuestro ser, que experimentamos cada día como … una totalidad tan partida y tan rota…

    Estos, son dos temas que vienen a mi oración con bastante frecuencia. Creo que poco a poco voy encontrando la paz, en medio de esta inevitable crisis que constantemente se da en la relación de amor, entre una rota persona humana, pero llamada al infinito, y la absoluta perfección de las tres Personas Divinas.

    El primer punto firme de paz me vino cuando, al considerar estas cosas, me vi predicando a los demás, cosas que yo era incapaz de vivir. La honrada y vergonzante sensación de ser un hipócrita, me comenzaba a angustiar el alma. En medio de esa honrada humillación, me vino la suficiente luz para levantar mi cabeza y decirle al Señor, delante de su Madre, algo así: Señor, es cierto. Estoy seguro que te amo algo. Pero no soy ni perfecto ni santo. No soy capaz de amarte con todo mi corazón. Creo que en verdad puedo y debo acusarme a mí mismo, de que tengo una doble vida. Muy bien, Señor. Pues si tengo una doble vida…, ¡te entrego las dos! La que parece buena, para tu gloria; y, la que me parece que es mala, para mendigar constantemente tu misericordia. Desde ahora te doy todo y lo acepto todo. No me quejaré de nada. Daré gracias por todo. Pediré todo. Me arrepentiré de todo lo malo; y de no dar frutos, con todo lo bueno que tú me regalas cada instante.

    En algún momento de mi vida, recibí la lucidez suficiente para rezar de ese modo. Después han ido llegando los matices con los que voy tratando de vivir esta TOTAL entrega de mi persona al Señor. Voy descubriendo que esta lucidez que se me regaló aquel día, está resultando ser la clave de mi espiritualidad como consagrado sacerdote en un Instituto Secular laical.

    No se pretende que todos los bautizados entiendan y se sientan interpelados por las palabras aquí escritas. Es cierto que son palabras y sabidurías antiguas, de más de dos mil años. Pero que han sido comenzadas a leer, meditar y gustar de este modo, por los miembros de los Institutos Seculares. Una figura canónica creada hace apenas 73 años; contados desde 1947 hasta este 2020, año de la pandemia, en que se han escrito estas consideraciones. Para la historia de la Iglesia, es una manera completamente reciente y nueva, de enriquecer su patrimonio espiritual. Ni siquiera ha pasado una generación completa de bautizados que hayan consumado esta novedosa vocación. Los miembros de los institutos seculares son consagrados, pero laicos en su mayoría. Su puesto es estar en el mundo, pero sin ser del mundo; por tanto, en terreno enemigo, dominado por el príncipe de este mundo. Su específica espiritualidad es vivir la Secularidad consagrada. Han de vivir como todos los demás bautizados, pero con los tres votos…

    Si el espíritu Santo no les regala gracias especiales para comprender y asimilar su específica vida espiritual, el riesgo de poder llegar a vivir llevando una doble vida, es mucho más real para ellos, que para los religiosos que viven en comunidad; o incluso para los laicos que viven su espiritualidad, desde el Sacramento del Matrimonio. Por lo tanto, se requiere la gracia de una especial sensibilidad espiritual para consagrar santamente una vida, tan amenazada siempre por ese riesgo.

    Junto a esto, quiero constatar otra apreciación que, en estas consideraciones, deseo que vaya como tema transversal a lo largo de todas ellas. Es claro que todo el mundo puede conocer en las Sagradas Escrituras que, entre los millones de hombres que habían existido, la Biblia señala que fue solo Abraham y sus descendientes, los llamados a acoger la Promesa. Y, de entre todos ellos, al fin solo una de ellos, María; y luego dos, Ella y José, su esposo y la misma Promesa hecha carne, fueron los que la acogieron en Belén aquella noche de La Navidad. En la cueva donde se encontraban los tres, estaba encerrada la posibilidad de que La Trinidad pudiera ejercer su Omnipotencia Misericordiosa. Fue suficiente ese exiguo número, para que la espiritualidad del Fiat, tuviera efecto real y visible. Y para que la salvación hubiera podido comenzar su andadura en la tierra.

    Y también todo el mundo puede conocer igualmente, la historia de que, en La Hora de la Verdad, solo unos poquitos fueron escogidos, entre toda la humanidad. Y ahí Stabat cada uno de ellos para acoger, con su carisma humano y espiritual propio, el Amor hasta el Extremo.

    Pero no todo el mundo puede entender la sabiduría divina encerrada en el hecho de que, para la eficacia salvadora de la espiritualidad del Fíat y del Stabat, solo unos poquitos son necesarios. Siempre en beneficio de todos. Para Horas Providenciales de la historia de la Salvación, (vamos a llamarlo así), Dios opta por escoger a muy pocos; y estos, siempre muy cercanos a María, muy marianizados.

    La bimilenaria historia de la Iglesia ya ha pasado por muchas Horas Providenciales. En cada una de ellas, Dios escogió a unos pocos y les dio un peculiar matiz de amor especialmente fecundo. Así fueron brotando, obispos apóstoles y sacerdotes, mártires, eremitas, cenobitas, monjes, frailes, religiosos, misioneros… Y en esta Hora Providencial, en tiempos del concilio celebrado en el siglo XX, Dios escoge unos pocos laicos consagrados… Son los tiempos de la hora de los laicos; que han sido llamados por el Espíritu que guía La Iglesia, a renovar su llamada bautismal a la santidad.

    Cuando se están escribiendo estas líneas, también parece que es una Hora Providencial de la Iglesia. Muchos elementos sociales y eclesiales lo están delatando. Con respecto a las consideraciones que se pretenden hacer aquí, quiero resaltar uno, que pasa completamente inadvertido para el mundo e incluso para la Iglesia misma. Son los tiempos en que van volviendo a la casa del Padre, la primera generación de bautizados, que descubrieron y entregaron todo su ser a Dios, en un modo de vida consagrada que nacía en 1947, mediante el decreto pontificio, Provida Mater Ecclesia; y que establecía como realidad canónica de vida consagrada, los Institutos Seculares. Un modo de consagración a Dios con la misma radicalidad de todos los carismas que se han ido fraguando a lo largo de la historia de la Iglesia, pero desarrollado y vivido en medio del mundo. Los institutos seculares llegaban con una intuición espiritual que había que desarrollar. La misión encomendada era esencialmente, consagrar la vida entera al Cristo que pide a los bautizados estar en el mundo, sin ser del mundo (cf. Jn 17,14-15). La Iglesia les pedía vivir consagradamente, esta tensión espiritual, de ser un templo vivo de Dios, en el terreno enemigo del mundo; y con el atrevimiento de tener que amarlo, sin darle por perdido. La Iglesia les acogía maternal y canónicamente; y daba por bueno y santo que consagraran toda la vida a esta vocación. Siempre con la esperanza de que, el Espíritu Santo regalaría a la Iglesia frutos de Santidad entre estos hijos suyos; para gloria de Dios y salvación del mundo.

    La santidad laical que la Iglesia pide a todos los bautizados, a los institutos seculares, les pide que lo vivan desde lo que se ha venido en llamar: Secularidad Consagrada. Dos expresiones eclesiales que están exigiendo ser empapadas por la acción del Espíritu Santo, y que infunda en ellas verdadera y genuina espiritualidad.

    Si se echa una somera mirada sobre la corta historia de los Institutos Seculares, sorprende la rápida expansión inicial de múltiples de ellos; y, enseguida, el brusco apagamiento de su floración eclesial. Incluso las zozobras de algunas instituciones que se acogieron en un primer momento a esta novedosa figura canónica, pero que después fueron derivando, de Institutos Seculares, a asociaciones públicas de fieles; e incluso a la también nueva figura eclesial de las prelaturas personales. Después ha venido en occidente la gran crisis vocacional y el paso implacable del tiempo; que va cargando de años a las personas que vamos perseverando en esta peculiar vocación.

    Quizá en la mentalidad de la Iglesia, estaba el deseo de que la floración de estos institutos, les colocara como cabezas de tren del laicado. O que serían como las antiguas locomotoras; que ejercerían un liderazgo evangélico de tal potencia, que arrastrarían tras de sí, a todo el gigante dormido; como gustaba llamar al laicado católico, el ya Venerable Tomás Morales SJ., fundador de varios Institutos Seculares. Es claro que la Iglesia vio en este nuevo carisma del Espíritu Santo una manera de que los fieles laicos, despertaran de su letargo y retomaran su responsabilidad en la evangelización de los pueblos y la dignidad sacerdotal, profética y real, que todos hemos recibido en el bautismo.

    Esta idea, esta moción espiritual, sigue viva. Sigue alimentada por el mismo Espíritu que la suscitó. El concilio Vaticano Segundo corroboró esta gracia, poniendo su sello magisterial y pastoral, haciendo explícita la llamada universal de todos los fieles a la santidad.

    Muchos intentos se han realizado. Y casi se podría decir que, durante muchos años, más que intentos serios, lo que se ha hecho han sido superficiales experimentos, que han quedado en casi nada. No se entra aquí en la polémica de si la culpa la tuvo el concilio…, el famoso espíritu del concilio… Para nada se quiere entrar aquí en esta frivolidad. El Espíritu Santo no es ingenuo ni tonto. La Iglesia ya tiene experiencia para ratificar en cada generación, aquello de: "Dios escribe derecho, con renglones torcidos". Ninguna escritura divina más derecha y recta que los palos de la Cruz. Y, a la vez, no es posible ningún retorcimiento de renglones humanos y diabólicos, más completo que éste del Calvario. Y, sin embargo, esta Sagrada Escritura a la vez tan derecha y tan torcida, es justo la que narra y deja por escrito, el Misterio de Misericordia que nos puede y quiere salvar.

    Los Institutos Seculares han nacido justo tres años antes de la mitad del aceleradísimo siglo XX; y dos años después del lanzamiento de dos bombas atómicas; terrible broche final de la Segunda Guerra Mundial. Justo ahí, la Iglesia discierne este nuevo carisma. Con una clara moción espiritual: "Secularidad Consagrada". Y con dos modos y claves teológicas de entenderlos: la espiritualidad de la Encarnación, espiritualidad del FIAT. Y la espiritualidad de la Redención, espiritualidad del STABAT.

    Prácticamente todos los Institutos Seculares se lanzaron a colocar su vida en clave de Encarnación. Se identificaron con El Fiat de la acción. Identificaron su vocación y carisma con hacer cosas, muchas cosas, las mejores cosas, por Dios y por el prójimo, en medio del mundo. Y dejaron el Fiat resignado y dolorido, para los momentos de fracaso, frustración, derrota; y para los sufrimientos propios de la acción infecunda. Ya se han ido consumiendo generosa y santamente, sin duda, muchas vocaciones, dedicándose casi exclusivamente a la espiritualidad del Fiat, viviendo su vocación consagrada en clave del Misterio de la Encarnación.

    Pero no creo haber leído nada sobre institutos seculares en clave de STABAT. Es posible que este aspecto más oculto y descuidado de la espiritualidad de los consagrados en medio del mundo, sea justamente la clave de su específica esencia espiritual; para que los frutos evangelizadores y redentores que La Iglesia espera de esta específica vocación, sean de sobreabundancia. Si esto fuera así, está claro que este otro matiz del mismo amor redentor, no ha sido apenas profundizado y desarrollado; y sigue siendo muy desconocido para la misma historia de la espiritualidad de La Iglesia y para el mundo.

    Personalmente tengo la oculta y gozosa Esperanza de que el Espíritu Santo sigue haciendo bien las cosas. Los misterios de la Encarnación del Cristo oculto en Nazaret, estaban salvando al mundo. Pero no lo mejoraron socialmente. Si acaso, esta bendita familia, creaba muy buen ambiente en la pequeña aldea. Pero lo que es, mejorar el mundo y sus estructuras… pues francamente, poca cosa o casi nada. Fue entonces, tras el Stabat de la Cruz, cuando la naciente iglesia ya Redimida, la que comenzó su lenta tarea de ir mejorando el mundo. Después de dos mil años, los logros han sido evidentes. Pero también es verdad que sigue siendo cierto aquello de: mayores torres hemos visto caer. El siglo XXI está delatando el escaso logro social, religioso y espiritual, de los bautizados de este tiempo. Incluso se palpa en el ambiente social el prometeico deseo de que los poderes sociales, han decidido construir

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