El Perdón La Única Esencia. Espiritualidad del Perdón.
Por Juan Alvarez
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Ya sé, que lo más propio es llamarlo Misericordia. La Misericordia es un atributo divino más rico que el Perdón. Lo sé. Pero este es un abismo divino, y habrá que acercarse a mirarlo desde una perspectiva humana, que permita contemplarlo y aprenderlo con más sabiduría. Igual que la única perspectiva que se nos ha dado para tener verdadera sabiduría sobre la Trinidad, es el Verbo encarnado que es Jesús de Nazaret. La mejor perspectiva para saber algo esencial del misterio de Cristo y su Buena nueva de Misericordia, es sin duda la revelación que nos hace del perdón. Es la esencia de la Conversión. Y el Amor..., en el fondo, es perdonarnos unos a otros, como Cristo nos perdona.
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El Perdón La Única Esencia. Espiritualidad del Perdón. - Juan Alvarez
Juan Álvarez, I.S. Stabat Mater
EL PERDÓN
LA ÚNICA ESENCIA.
Espiritualidad del Perdón.
Sus Tres Vías
de Mística Católica.
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN.
Abbá.
El Padrenuestro aboca al misterio del Perdón.
El Evangelio. La Buena Nueva
es el Perdón.
El perdón es el modo de acunar-redimir el dolor y el mal.
El amor, en esencia, es el gozo humano y espiritual del perdón.
A la Eucaristía se entra por el perdón.
Dios es Amor
(1Jn 4,8)
La espiritualidad católica es el sabor
del perdón.
El amor ha de purificar al alma dañada.
1.- PEDIR PERDÓN.
VÍA PURGATIVA.
No hay amor humano sin perdón.
Elementos humanos del perdón.
Cuesta pedir perdón.
Nadie es perfecto. Y yo, tampoco.
Noche activa de los sentidos.
Mil obstáculos.
El Perdón o el yo.
2.- PERDONAR.
VÍA ILUMINATIVA.
¿Existe perdón ateo?
Perdonar es un milagro. Es acción sobrenatural.
Dios perdona siempre. El hombre… a veces.
Domingo de la Misericordia.
Noche pasiva del sentido.
Perdonar sin ganas.
Comenzar a no hacer pie.
Efectivamente, hay Buena Nueva
La doble tentación.
3.- SER PERDONADOS.
VÍA UNITIVA.
La oración esencial.
El único problema de Dios con los hombres.
La Esperanza y el Misterio del Perdón.
La implacable existencia
de la esencia de Dios.
Con Dios todo cuadra. El prójimo es el problema
…Como yo os he amado
.
La muerte de lo más amado.
Muchos son los llamados y pocos los escogidos.
DIOS NO YO
.
4.- EL PERDÓN Y LA INMACULADA.
…Y la Inmaculada.
En virtud de los méritos de Cristo
.
María Stabat
, en La Hora del Perdón Perfecto.
Primicias del Perdón de la Iglesia.
Bajo tu Amparo…
. Dos fervoritos
.
EPÍLOGO
……………………………………………………………………………………………
PRÓLOGO
Ya sé, que lo más propio es llamarlo Misericordia. La Misericordia es un atributo divino más rico que el Perdón. Lo sé. Pero este es un abismo divino, y habrá que acercarse a mirarlo desde una perspectiva humana que permita contemplarlo y aprenderlo con más sabiduría. Igual que la única perspectiva que se nos ha dado para tener verdadera sabiduría sobre la Trinidad, es el Verbo encarnado que es Jesús de Nazaret. La mejor perspectiva para saber algo esencial del misterio de Cristo y su Buena nueva de Misericordia, es sin duda la revelación que nos hace del perdón. No sé si es un atrevimiento teológico por mi parte afirmar que la Misericordia Divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, no es conocida ni expresada trinitariamente, sino mediante el misterio del Perdón a los hombres pecadores que asume el Hijo hecho Verbo Encarnado.
En el fondo, el Evangelio es una bomba de perdón colocada en la historia de los hombres. Es una bomba de misericordia enviada desde el cielo, por Cristo, para derribar definitivamente el misterio del mal y del pecado. Esta bomba de perdón, es esencia del corazón divino para ser injertada en el corazón del hombre; y que sus frutos puedan ser de vida eterna. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, es la única capaz de realizar este milagro. La sola naturaleza humana no es capaz de fabricar ni perdón ni misericordia. Es pura gracia; y obra solo de la gracia. Y esta filigrana que solo Dios puede realizar en el hombre es, en el fondo, el alma de la Historia de la Salvación. Es el alma de la historia de la espiritualidad católica, la única espiritualidad posible que conduce a los hombres a la Comunión con Dios y a la comunión real entre sí. Y no solo a la Comunión Eucarística de cada domingo, sino a los desposorios del alma con Dios, al Matrimonio Espiritual, del que hablan los maestros místicos que el Espíritu Santo ha ido sembrando en la historia de la Iglesia.
A lo largo de estas líneas voy a tratar de justificar y razonar estas afirmaciones tan atrevidas y explícitas que acabo de escribir.
Quiero comenzar a considerar cosas acerca del perdón, sacando a la luz una moción espiritual que llevo en mi conciencia desde el primer día del ejercicio de mi ministerio sacerdotal. Fui ordenado sacerdote en la vigilia de Pentecostés de 1988. Al día siguiente, en esa solemnidad, celebré mi primera misa. No recuerdo exactamente todas las ideas que pude expresar en la homilía en esa fecha y acontecimiento tan especial para un sacerdote. Pero algo sí recuerdo.
Era el día de Pentecostés, fue en mi pueblo; toda mi familia y amigos presentes. No recuerdo todas las ideas. Pero de los ocho minutos que empleé en predicarla, la mayoría del tiempo lo dediqué a contar una historia inventada que llevaba guardada en mi corazón desde los primeros años de mis estudios sacerdotales. El amor, la amistad, y sobre todo el perdón, eran el tema. Recuerdo que, apenas acabé los saludos y agradecimientos obligados, que supongo hice, comencé mi historia inventada:
Es la historia de dos amigos, Andrés y Juan, antes de la era internet. Amigos de infancia y desde siempre. Crecieron juntos, el mismo colegio, el mismo barrio, los mismos amigos. Aficiones iguales, hinchas del mismo equipo de fútbol, vacaciones familiares juntos. En su adolescencia, hasta les gustaban las mismas chicas. Aprendieron a defenderse juntos en las broncas y conflictos inevitables y a echarse una mano el uno al otro, en todo lo que cada cual dominaba. Estudiaron la misma carrera, en la misma universidad. Se graduaron juntos. Y en la misma empresa encontraron su primer empleo.
Pongamos cada uno de nosotros los ingredientes de la amistad ideal de estos dos jóvenes. Andrés se casa primero y siguen compartiendo su amistad, integrando en ella los cambios y los nuevos elementos y personas que van apareciendo.
Un día Juan es llamado al despacho de la dirección de la empresa, para una importante reunión del comité de dirección. Piensan abrir negocio en Australia y están pensando en que Andrés es la persona ideal. Juan piensa en lo que eso afectará a toda la familia de su amigo. Y se ofrece él, con similar cualificación, a ir en su lugar, sin que su amigo sospeche el sacrificio que a él mismo le supone dejar tierra, compañeros, amigos…
Tras la sentida despedida, Juan viaja a la lejana Australia. Andrés desde España y Juan en las antípodas, siguen en contacto ocasional, manteniendo la amistad en la distancia. Comparten las mutuas felicitaciones navideñas, cumpleaños, aniversarios, triunfos y fracasos deportivos. Celebran en la distancia el enamoramiento, al fin boda y nacimiento del primer hijo de Juan.
Andrés también le va poniendo al corriente de la familia, el trabajo, la compartida pasión por su equipo de fútbol, los vaivenes políticos, económicos, sociales, las anécdotas de las vacaciones…
La enfermedad de la joven esposa de Juan marca un punto importante en su amistad… no acaba de curarse, ingresos largos en hospitales… Un día llega la triste noticia del fallecimiento…. Andrés vive en la terrible distancia, cómo Juan queda destrozado: lejos, sin familia, con un hijo pequeño… Van superando juntos el cicatrizar de esas esenciales heridas y comienzan a compartir las alegrías de Juan por la maravilla de hijo que tiene. Es todo en su vida. Van viviendo juntos en la distancia todos estos eventos.
Pasan veinte años y llega la alegre noticia del traslado y pronto regreso de Juan y su hijo. Una vez en España, quedan los dos para verse y el reencuentro es memorable. El próximo fin de semana quedan de nuevo ya para presentarle a la alegría de su vida que es su hijo.
Andrés, ese día está feliz y algo eufórico, toma unas cervezas en el bar con sus amigotes de fútbol, va saliendo la pasión futbolera, se eleva el tono en los comentarios y se llega a la bronca por tonterías, llegan a las manos… Un joven interviene en el comienzo de los primeros zarandeos de la bronca, tratando de mediar para que la cosa no vaya a más…
Andrés se encara con ese joven, le empuja fuerte. En medio del barullo y la confusión causada, se abre paso y sale del bar…
Algo afectado por el alcohol, aturdido, llama a su amigo y va a su casa. Le cuenta lo estúpido de la discusión, la bronca, la casi agresión física y… un joven que se metió por medio a quien empujó inconscientemente y que debió de golpearse quizá contra una columna…
Cuando los dos amigos están hablando sobre estas cosas, suena el teléfono. Lo atiende Juan. Es la policía. Le comunican que un joven ha aparecido muerto en medio de una disputa en un bar, a consecuencia de un mal golpe en la cabeza contra una columna...
… El impacto de esa noticia bomba abre un hueco seco de silencio. A ese padre, Juan, ni se le pasa por la cabeza no hacerlo, y perdona de inmediato a Andrés. Lo hace como reacción casi instintiva e inmediata; antes de darle tiempo a colocar sus ideas y sentimientos, que se le amontonan en la cabeza, el corazón y el alma... La amistad entre ambos había empapado toda su persona, y asume el terrible e íntimo dolor, en redondo, sin echar culpa a nadie.
… Así acabé mi historia. Únicamente añadí que llegará obligatoriamente un día en que todos tendremos que mirar cara a cara y dejarnos mirar, por un Dios a quien, consciente o inconscientemente, le hemos matado a su Hijo.
A continuación, Para finalizar la homilía de esa primera misa mía, debí hacer alguna sencilla consideración sobre lo difícil que le va a resultar a Dios, colocar la gracia de su perdón y misericordia en el corazón de muchos de sus hijos.
Supongo que no está bien comenzar un libro hablando de historias personales. Pero a medida que van pasando los años, me doy cuenta de lo extraño que resulta una homilía de cantemisa, tan peculiar. Me vuelve a impresionar recordarlo y escribirlo; y yo mismo me sigo preguntando cómo permitió el Señor que ese fuera el tema de mi primera homilía. Voy teniendo la sospecha de que su Providencia estaba por medio. Soy consciente que la realidad y el misterio humano de dejarse perdonar por Dios, era una consideración espiritual que rondaba frecuentemente mi cabeza y mi alma en mis tiempos de estudios de preparación para el sacerdocio. Tanto es así, que lo solté en la primera ocasión solemne que tuve, y delante de los seres a los que yo más quería entonces.
Ahora, en este momento de mi vida, tal y como avanza la apostasía social de Europa y de mi querida España, tierra de María
, y por ser sacerdote, y empeñado en mi regateo de oficio con El Señor por la salvación del pueblo de Dios encomendado a mi ministerio, mi alma vuelve con frecuencia a este tema del misterio del perdón. A veces me viene al alma la terrible Palabra de Dios que nos ha sido dada y que nos habla del misterio de Judas y Pedro. La Hispania romana, que ha sido tierra primera evangelizada, que tan pegada ha estado a Jesucristo que, siempre con la ayuda de Dios, se ha ido reconquistando a sí misma para la fe cristiana y que ha extendido tanto el Evangelio por el mundo, tiene el actual riesgo de traicionar a su Dios y a su historia, que está construida desde raíces cristianas. Es posible que Dios y los hijos de Dios tengamos que recurrir seriamente al misterio del perdón, para volver a la alegría de una vida según nuestra dignidad de personas y de hijos adoptivos de Dios y de la Virgen. Abundando en este dolor por la apostasía general de Europa y de España, tengo la impresión de que hemos desbordado la parábola del Hijo Pródigo. Allí, el hijo menor recogió la herencia del padre y marchó a una tierra lejana donde dilapidó sus dineros ganados por el padre, que no por él; pero al fin volvió humilde a la casa de su padre. En la actualidad, la historia de los hijos da un giro insospechado. Ahora, los hijos de occidente, herederos de un patrimonio valiosísimo de humanismo, sabiduría y ciencia, nos hemos apropiado de las riquezas del padre y le hemos echado de su casa. Los hijos de Europa y de España, parece que hemos dicho a Dios: ¡Vete! Ya te hemos aguantado 2000 años, sometidos bajo el yugo de tus mandamientos. Ya podemos valernos por nosotros mismos, estás viejo y no sabes manejarte entre las novedades del siglo XXI. Vete, no nos haces falta. Vete, no te queremos ver ni en nuestras instituciones, ni en las escuelas, ni en la economía, ni en las diversiones, ni en las fiestas, ni en las familias, ni en el corazón de nuestros hijos. Y en nuestras procesiones, solo queremos imágenes, no presencia
. Nos hemos afincado en la tierra, en esta tierra donde hemos crecido. No tenemos que volver a ningún sitio porque ésta es nuestra casa y no queremos otra. Nos hemos convencido de que el problema lo tiene Dios, no nosotros.
Ésta parece ser la situación de la humanidad actual. Sin embargo, los que aún tenemos el lujo de creer en el Dios Trinidad, intuimos que hay flotando en el ambiente del futuro, la sospecha de que va a hacernos falta mucho, mucho, mucho perdón de Dios y entre nosotros.
Me he repetido muchas veces a mí mismo, y he recurrido a ello en muchas de mis charlas y homilías, ese dicho popular: "Dios perdona siempre. Los hombres perdonan a veces a los demás, pero jamás se perdonan a sí mismos.