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Las Parábolas Tienen Agujeros
Las Parábolas Tienen Agujeros
Las Parábolas Tienen Agujeros
Libro electrónico127 páginas1 hora

Las Parábolas Tienen Agujeros

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"Solo pretendíamos mirar las parábolas desde esos detalles aparentemente intrascendentes, contados por El Maestro, que nos chocaban y nos provocaban para rezarlas más. Queríamos rezarlas desde la clave del Misterio Pascual, y mirar si, aplicando su propia Palabra de Dios al mismo Cristo, descubríamos nuevos abismos de amor en el corazón infinito del Dios que nos ama. Queríamos mirar a través de esas cosas chocantes que nosotros llamamos agujeros, bajo la guía de una intuición: si la revelación de Dios en Cristo, dejó impresos en su cuerpo los agujeros de unas llagas gloriosas, también las Palabras y parábolas que dijo, y que nacieron de su propio corazón, deberían llevar las mismas marcas, las mismas llagas, los mismos agujeros. Y todo con el afán de que algunos de los más íntimos de Dios pudieran encontrar motivaciones para que colocándose a la distancia de los discípulos predilectos y del discípulo amado, pudieran robar al corazón de Cristo cosas más íntimas de misericordia, en favor de la salvación de los hombres. Dios quiera que a estas alturas de la lectura, ese afán de pedir que el mundo se salve siga más vivo en los que vamos leyendo estas palabras". (Tomado del Epílogo del libro)

IdiomaEspañol
EditorialJuan Alvarez
Fecha de lanzamiento18 mar 2015
ISBN9781370827428
Las Parábolas Tienen Agujeros

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    Las Parábolas Tienen Agujeros - Juan Alvarez

    Juan Álvarez, IS. Stabat Mater

    LAS PARÁBOLAS TIENEN AGUJEROS. I

    Trampas de Misericordia

    en el mensaje de las Parábolas de Jesús.

    Edita: Instituto Secular Stabat Mater

    Santa Engracia, 18. Esc 3, 2º Izq. Madrid

    Maquetación y diseño: Queromel Productions.

    Prólogo.

    Introducción.

    Parábola del sembrador.

    Parábola de la cizaña.

    El grano de mostaza.

    La levadura en la masa.

    Parábola del tesoro escondido.

    Parábola de la perla

    Parábola del señor que saca del arca lo viejo y lo nuevo.

    Parábola del perdón a los dos deudores.

    PARÁBOLAS DEL CAPÍTULO 15 DE SAN LUCAS.

    La Misericordia desde el Padre.

    Parábola del hijo pródigo.

    La Misericordia desde el Hijo.

    Parábola de la oveja perdida

    La misericordia desde el Espíritu Santo que guía a la Iglesia, cuyo modelo y figura es María.

    Parábola de la dracma perdida.

    Parábola del administrador infiel. El Espíritu Santo guía, administra la salvación.

    LOS TALENTOS.

    LOS CINCO TALENTOS DE LOS HIJOS DE DIOS:

    El gran talento primero del Bautismo.

    El talento de la Confirmación.

    El talento del Perdón de los pecados.

    El Talento de los talentos la Eucaristía.

    El quinto talento:

    El talento del Orden Sacerdotal.

    El talento del Tesoro Escondido.

    El talento del Matrimonio.

    El talento enterrado.

    LOS CINCO TALENTOS DE CRISTO.

    EL ARCA DE LOS TALENTOS: La Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, Asunta al cielo.

    Inmaculada.

    Virginidad perpetua.

    Maternidad Divina.

    Asunta al cielo en cuerpo y alma.

    Reina y Señora de cielos y Tierra.

    Epílogo

    Prólogo.

    Este es el primer libro de una serie de reflexiones quizá un tanto sugerentes sobre las enseñanzas más populares, más asequibles y más universales predicadas por Jesús, que son las parábolas, y que están recogidas por los cuatro evangelistas a lo largo de sus escritos inspirados. Dejamos a los expertos teólogos y eruditos el estudio exegético, técnico y minucioso de este género literario tan peculiar, creado por El Maestro, como llamaban sus discípulos a Jesús Nazaret. Nosotros solo pretendemos rezar y meditar las parábolas desde la perspectiva de algunos aspectos que nos parecen un tanto chocantes cuando las leemos o escuchamos. Todos somos conscientes que esta manera de explicarse que tenía El Verbo, es realmente magistral. Una manera de enseñar los misterios de Dios con respecto al hombre adaptada a la gente sencilla y sin letras, y que después de más de dos mil años, siguen reclamando la atención de todas las inteligencias, con el fin de seguir repartiendo sabiduría sobre Dios y sobre el hombre.

    Como iremos viendo a lo largo de estas líneas, efectivamente, parece que al Señor se le han ido llenando de agujeros sus parábolas. No es extraño pensar esto, porque si reflexionamos un poco caeremos en la cuenta de algo tan evidente como esto:

    Jesús de Nazaret es la Segunda Persona de la Trinidad hecho hombre. Es el Verbo de Dios, la Palabra de Dios que era Dios y estaba en Dios. Es la revelación máxima de Dios a los hombres. En Cristo está la plenitud de la Divinidad, como dice San Pablo. Cristo es el prometido de las naciones, el Mesías, el que tenía que venir al mundo. Es el primogénito de toda criatura, es el modelo en todo… En fin, Jesús de Nazaret es el Yo de Dios con respecto al hombre. Es… Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida… Todo lo que queramos aprender de Dios tres veces Santo, no tenemos otro libro que el mismísimo Dios revelado en Cristo. La persona de Cristo, el hijo de Dios y de la Virgen María, es la plenitud de la revelación de Dios para nosotros…

    Pues bien. Todo este largo párrafo es solo para resaltar el detalle de que la plenitud de la revelación de Dios, manifestada en Dios hecho hombre en Cristo, no pudo completar su misión, ni se pudo revelar en plenitud, hasta que no consiguió tener en su cuerpo los cinco agujeros de sus llagas.

    Si Cristo, que se encarnó, predicó, perdonó pecados, curó enfermedades, sufrió, murió por nosotros y resucitó…; si el Verbo de Dios encarnado, al cumplir con absoluta perfección la misión que el Padre le había encomendado, tuvo que llevarse al cielo los agujeros de sus llagas gloriosas, no es de extrañar que el mensaje que nos ha dejado como revelación verdadera de Dios, tenga también sus agujeros. Si el misterio de Cristo no puede entenderse verdaderamente, realmente y profundamente sin sus llagas, no es loco nuestro atrevimiento de mirar desde esas llagas, desde esos agujeros incorporados a la Palabra de Dios en el Misterio Pascual, aquellos aspectos de las parábolas que dejan como huecos de misterio para que sean más rezados.

    Entendemos que la riqueza encerrada en la Palabra de Dios revelada es inagotable. La gracia del conocimiento del misterio de Cristo está destinada a avanzar más y más a lo largo de la Historia de la Salvación. Nunca se agotará todo lo que Dios nos ha querido revelar de sí mismo en su Única Palabra. La revelación de Dios en el Antiguo Testamento y en lo revelado en el Nuevo Testamento, adquiere su interpretación más sabia, si se orienta desde y hacia el Mesías, y si el Jesús Mesías se contempla desde Cristo, y Éste, crucificado y resucitado.

    Por tanto somos conscientes, que colocados desde la perspectiva de su Misterio Pascual, esa fuente inagotable de Sabiduría siempre será manantial desbordante de gracia, de vida, de alimento con sabor divino para el alma humana.

    Añadimos también que, desde el misterio de la Inmaculada, Virgen, Madre, Asunta al cielo, Reina y Señora de todo lo creado y Madre nuestra, seguro que podemos sacar más fruto de esta manera de mirar la enseñanza de Jesús desde los agujeros. La Palabra se encarnó en el profundo abismo de humildad de la Esclava del Señor. Nació en el agujero de una cueva de Belén donde Ella colocó al Hijo de Dios. Y nos redimió, después de haber llevado hasta el extremo la consumación del amor, desde el agujero del sepulcro donde Ella también estuvo presente. Debía de ser tan importante este detalle de los agujeros, que se quiso llevar los cinco al cielo, como prueba de que había dicho todo lo que tenía que revelar y enseñar acerca de Dios, y de cuánto somos amados por Él.

    En esta misma perspectiva, todas las privilegiadas excepciones que Dios hizo con María, nos sugieren que igualmente son esos huecos necesarios para que se pudiera llevar a cabo la Redención. Efectivamente, ser Inmaculada, Madre de Dios y nuestra, Madre y Virgen a la vez, ser Asunta la cielo en cuerpo y alma, y ser Reina y Señora de cielos y tierra, me parecen excepciones suficientemente chocantes dentro de la Historia de la Salvación, como para que puedan ser tomados como otros cinco agujeros, -todo lo alegóricos que se quiera-, pero cinco agujeros que Dios ha querido necesarios para consumar y llevar a cabo la plenitud de la obra redentora de Cristo

    Encomendamos a esta mujer Inmaculada, la madre y maestra de Jesús en Nazaret, que nos permita leer con provecho espiritual, estas reflexiones sobre los agujeros que descubrimos en algunas de las parábolas de su Hijo.

    Introducción.

    Antes o después de leer estas páginas, o al hilo de estas reflexiones, es obligatorio leer la síntesis magistral que hace el sabio papa Benedicto XVI sobre las parábolas de Jesús, en uno de los libros de la trilogía que publicó siendo papa, sobre Jesús de Nazaret (1). Creo que pocos estudiosos como él tienen la capacidad de asimilar lo esencial de todo lo que se ha escrito sobre estas enseñanzas de Jesús. Codeándose con los teólogos más prestigiosos que han profundizado en el estudio de las parábolas, Benedicto XVI, seguro que ha sido capaz de cotejar sus erudiciones, discernir con su pensamiento de sabio teólogo, y como fruto de su probada sabiduría, ha entregado a la Iglesia y a la humanidad, la mejor doctrina teológica, bíblica, moral y espiritual que contienen las parábolas de un modo verdadero. A partir de su síntesis y de su enseñanza, queda el camino abierto para seguir meditándolas y rezándolas por ruta segura, profundizando inagotablemente en su mensaje. Creo no andar errado en mis reflexiones al colocarme bajo el magisterio de semejante sabio y maestro. Y si en alguna de mis reflexiones o afirmaciones contradigo la sabiduría de este papa, me desdigo de todo lo que pudiera desviar de la sana doctrina de la Iglesia.

    Con estas premisas y partiendo de sus claves, me he permitido mis propias reflexiones y meditaciones sobre aspectos espirituales que me han llamado la atención de las parábolas de Jesús. No creo estar equivocado cuando pienso que los sabios y eruditos van despejando el camino de la Palabra de Dios; el Magisterio de la Iglesia lo va asentando y enseñando con autoridad; y los fieles hijos de Dios vamos meditando y acogiendo, a nuestro nivel aquello que nos alimenta, para seguir haciendo vida en nosotros la fe de la Iglesia contenida en la Palabra de Dios.

    Nacido y educado en una familia católica y en un ambiente social naturalmente católico, las parábolas de Jesús me han acompañado desde la infancia. Las he oído y leído desde niño, en casa, en la escuela y en la iglesia; y creo que me las aprendí desde siempre. Jesús, El Maestro, supo hacer las cosas muy bien, y asequibles incluso para los niños.

    Conozco sus historias, pero ahora, hace unos cuantos años atrás, es cuando he sido consciente de que siempre me parecieron como historias inacabadas. Algo captaba de ellas que me dejaba una sensación distinta al …y fueron felices y comieron perdices, o al colorín colorado de los cuentos infantiles. Realmente todas las personas, incluso los niños, somos capaces de sacar una lección provechosa de estas enseñanzas de Jesús; cada uno en su situación y nivel particulares. La Palabra de Dios es inagotable, de modo que todos y cada uno, en todas las fases y situaciones por las que vayamos pasando a lo largo de nuestra existencia, cada uno a nuestro nivel, vamos sacando lecciones provechosas para el alma y para la vida. Si la Palabra de Dios es inagotable, siempre estará sujeta a ser profundizada desde distintos aspectos y situaciones humanas; y en todas ellas dará su correspondiente fruto.

    Convencido de esto que estoy diciendo, he ido acercándome a las parábolas buscando aprender y hacer vida lo que El Señor nos quiso transmitir de modo tan asequible y popular, y tan al alcance de todos los corazones humanos. Por eso, no me extraña que a medida que he ido avanzando en mi vida de oración, a veces me he sorprendido distraído en mis ratos de sagrario, con ideas un tanto originales y algo atrevidas sobre estas enseñanzas del Señor, siempre en clave del amor de Dios, que siempre tiene la tendencia de llevarlo hasta el extremo. Cogí la costumbre de no

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