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Esparciendo la Semilla de la Fe
Esparciendo la Semilla de la Fe
Esparciendo la Semilla de la Fe
Libro electrónico433 páginas7 horas

Esparciendo la Semilla de la Fe

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En esta obra literaria, Jesús, el Maestro de la Misericordia, se nos presenta en estos tiempos que son los últimos, de una manera novedosa y sencilla a la vez, prescindiendo de expresiones dogmáticas, teológicas y filosóficas para poner al descubierto las verdades de siempre en un lenguaje interesante por demás, permitiendo con esta forma de expresarse o comunicarse que captemos con claridad sus enseñanzas, pero para ello se requiere de nosotros tener una visión de ese algo que buscamos desesperadamente, del porqué queremos cambiar nuestra vida, por esta razón deja al descubierto su permanente novedad.
El Divino Maestro se ha valido de mi propio pan diario para que yo les explique a ustedes sus hijitos, como es el procedimiento, trasmitiéndoles la palabra de Dios en un tiempo totalmente nuevo, valiéndose de enseñanzas cotidianas, pero de un alto contenido espiritual, Él nos pide que seamos diligentes al reconstruir la casa de Dios, que no es más que nuestro templo interior, nos dice que aún estamos a tiempo de hacerlo, pero que el tiempo que nos queda se agota. Jesús nos hace un llamado a nuestra capacidad de creer, y es por ello que se hace necesario que entendamos que Él se puede comunicar con sus hijos de la misma manera que habló a los samaritanos, en un lenguaje sencillo, para que podamos captar la enseñanza independientemente de que tengamos o no una formación doctrinal. Dice el Señor que su casa estará en ruinas mientras que cada uno de nosotros no procuremos edificarla.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 oct 2016
ISBN9781370243822
Esparciendo la Semilla de la Fe
Autor

Marilut Sánchez Viloria

Marilut Sánchez Viloria es abogada, egresada de la Universidad de Carabobo en Venezuela. Cuenta con postgrados en materia administrativa y tributaria. Es también escritora de numerosas obras de espiritualidad cristiana.

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    Esparciendo la Semilla de la Fe - Marilut Sánchez Viloria

    Prólogo

    Atiendo con estas breves líneas la deferente solicitud de mi hermana del alma, para redactar el prólogo de esta obra literaria, lo cual gustosamente hago, aunque estoy consciente que es una tarea bien difícil para mí. Solo puedo decirles que mi amiga y hermana Marilut ha despertado al soplo divino y ha encontrado en su interior a Cristo en toda la incomparable hermosura de su sacrificio y de su redentor poder; no sería yo fiel a mi experiencia personal, si no diera testimonio de ello, así como reconocer que el secreto de su fuerza está en obrar en armonía con Dios, de modo que pueda actuar y manifestarse continuamente en ella.

    Ella tiene el poder y la importante misión de atraer y de ser capaz de cautivar y conmover el alma de todas las personas que leen sus obras. Mi respeto, amor y admiración hacia ti mi querida hermana.

    Ana Teresa Álvares.

    Introducción

    Esta nueva obra literaria titulada Esparciendo la Semilla de la Fe, se ha desarrollado de la misma manera y con la misma pedagogía que utilizó el Maestro en mis obras anteriores. Él, valiéndose de metáforas alegóricas en forma de revelaciones y visiones recurrentes, explica las enseñanzas utilizando como lenguaje el recurso de la parábola, tomando como herramientas mis propios testimonios; estos recursos de los que Él se vale, tienen una importancia muy significativa en la evangelización de los pueblos. Es fundamental que sepamos que esta metodología de enseñanza, no es algo nuevo, ya que Él siempre se ha valido de los mismos tanto en el pasado remoto como en el presente, para enseñarnos a acoger en nuestro corazón la Palabra de Dios, requisito indispensable para que podamos vivir en su Reino.

    Jesús, el Maestro de la Misericordia, se nos presenta en estos tiempos que son los últimos, de una manera novedosa y sencilla a la vez, prescindiendo de expresiones dogmáticas, teológicas y filosóficas para poner al descubierto las verdades de siempre en un lenguaje interesante por demás, permitiendo con esta forma de expresarse o comunicarse que captemos con claridad sus enseñanzas, pero para ello se requiere de nosotros tener una visión de ese algo que buscamos desesperadamente, del porqué queremos cambiar nuestra vida, por esta razón deja al descubierto su permanente novedad, como bien lo explica el Papa Francisco en Exhortación Apostólica Post-sinodal Evangelii Gaudium.

    «La expresión de la verdad puede ser multiforme, y la renovación de las formas de expresión se hace necesaria para trasmitir al hombre de hoy, el mensaje evangélico en su inmutable significado».

    «Jesús usaba muchas parábolas como éstas para anunciar la Palabra, adaptándola a la capacidad de la gente. No les decía nada sin usar parábolas, pero a sus discípulos se los explicaba todo en privado». (Mc 4,33-34)

    «Escuchen esto: El Sembrador salió a sembrar». (Mc 4,3)

    «Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo». (Mc 4,26-27)

    «Jesús dijo también: ¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué comparación lo podríamos expresar? Es semejante a una semilla de mostaza; al sembrarla, es la más pequeña de todas las semillas que se echan en tierra, pero una vez sembrada, crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra». (Mc 4,30-32)

    Nos dice la palabra de Dios, que esto va a permitir una verdadera comunicación mutua de Dios con sus hijos.

    «Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios, y es así como viene a mi toda persona que ha escuchado al Padre y ha recibido su enseñanza». (Jn 6,45)

    Hay algo fundamental que debemos saber, y es que para que nuestra relación con Dios sea fructífera, ésta se debe basar en la fe y la confianza mutua, ya que la fe, pide testimonios, y por eso la evangelización se hace con testimonios que irán permitiendo la construcción de la vida cristiana. En cuanto a esto, Jesús es muy preciso al decirnos:

    «No se trata de que cada uno reciba revelaciones y luego pueda creer que todo lo ha escuchado de Dios, sino que recibimos del Padre una inclinación a buscarlo todo en Jesús. Y en Jesús, como el perfecto espejo de Dios, descubriremos la voluntad del Padre».

    En Jesús, el Padre lo ha dicho todo, y las revelaciones más auténticas no pueden sino llevarnos a Él; Jesús nos hace un llamado a nuestra capacidad de creer, y es por ello que se hace necesario que entendamos que Él se puede comunicar con sus hijos de la misma manera que habló a los samaritanos, en un lenguaje sencillo, para que podamos captar la enseñanza independientemente de que tengamos o no una formación doctrinal; en mi caso particular esto jamás ha sido obstáculo para mantener una verdadera comunicación, pues como ya he dicho en obras anteriores, solo por su gracia, a pesar de ser yo una persona ordinaria, he aprendido de su mano a vivir una vida extraordinaria, porque le he entregado el control de mi vida, y sé, que cada suceso que me acontece, por muy pequeño que sea, me prepara para encontrarme un día con el Salvador del mundo.

    Es muy importante, como nos lo dice el comentarista de la biblia latinoamericana, que apliquemos dos elementos muy necesarios para avanzar en esta dirección, estos son la fe y la confianza mutua, por una sencilla razón y es que quien sistemáticamente pone en duda todo testimonio no está hecho para la vocación cristiana; y es lo que el mismo Jesús trata de hacer entender a sus oyentes.

    El mismo hijo, verdad de Dios, solo quiso ser recibido en base a testimonios, ya fueran de Juan Bautista y de sus propios milagros.

    «Yo no puedo hacer nada por mi cuenta, sino que juzgo conforme a lo que escucho; así mi juicio es recto, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió. Si yo hago de testigo en mi favor, mi testimonio no tendrá valor. Pero otro está dando testimonio de mí, y yo sé que es verdadero cuando da testimonio de mí. Ustedes mandaron interrogar a Juan, y él dio testimonio de la verdad. Yo les recuerdo esto para bien de ustedes, para que se salven, porque personalmente yo no me hago recomendar por hombres. Juan era una antorcha que ardía e iluminaba, y ustedes por un tiempo se sintieron a gusto con su luz. Pero yo tengo un testimonio que vale más que el de Juan: son obras que el Padre me encomendó realizar. Estas obras que yo hago hablan por mí y muestran que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me ha enviado también da testimonio de mí. Ustedes nunca han oído su voz ni visto su rostro; y tampoco tienen su palabra, pues no creen al que él ha enviado. Ustedes escudriñan las Escrituras pensando que encontrarán en ellas la vida eterna, y justamente ellas dan testimonio de mí. Sin embargo ustedes no quieren venir a mí para tener vida. Yo no busco la alabanza de los hombres. Sé sin embargo que el amor de Dios no está en ustedes, porque he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben. Si algún otro viene en su propio nombre, a ese si lo acogerán. Mientras hacen caso de las alabanzas que se dan unos a otros y no buscan la gloria que viene del Único Dios, ¿cómo podrán creer?». (Jn 5,30-44)

    La Biblia nos enseña a llegar a Jesús y a descubrirlo

    Primeramente Juan Bautista nos dice:

    «Yo bautizo con agua, pero hay uno en medio de ustedes, a quien no conocen».

    «Ahí viene el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo, de Él, yo decía, detrás de mí viene un hombre, que ya está delante de mí porque existía antes que yo. Yo no lo conocía; pero mi misión y mi bautismo con agua, eran para Él, para que Él se diera a conocer a Israel».

    Luego, Juan Bautista dice a dos de sus discípulos cuando lo ve venir: «este es el cordero de Dios». Los discípulos al oírlo, decidieron seguir a Jesús. Jesús viendo que lo seguían, se volvió a ellos y les preguntó: «¿Qué buscan?» Ellos le contestaron: «Rabí (Maestro) ¿dónde vives?».

    Juan el evangelista, el discípulo amado de Jesús, nos recuerda esta misma pregunta que Jesús hizo a los discípulos de Juan el bautista, porque de nada nos servirá saber quién es Jesús, si no hay alojo en nuestro interior para Él, porque de nada sirve encontrarlo, sino estamos dispuestos a entregarnos a Él. Es por ello que de nosotros se requiere, que aprendamos como sus discípulos a convivir con Jesús, caminando a su lado es que progresaremos en el conocimiento de Jesucristo.

    Así como Jesús se dio a conocer a sus discípulos por medio de testimonios, también nosotros conocemos a Jesús; porque alguien nos habló de Él.

    En mi caso particular, en mi infancia a través del Santo Rosario mi mamá me lo dio a conocer y el sacerdote de mi parroquia, mi siempre recordado padrecito Coromoto Petit, a través de la homilía; en mi juventud hubo un silencio que me acompañó hasta la madurez, un monólogo primeramente con Dios y luego un diálogo fluido; signos y señales que poco a poco y por la gracia de Dios he ido aprendiendo a interpretar a través del tiempo.

    Una de las señales que más me ha costado interpretar, ha sido el aceite que ha estado derramándose a través de una imagen de la virgen María en su advocación de Rosa Mística por más de 15 años en casa de mi madre. Así pues, empiezo mi testimonio.

    Capítulo 1

    Aprendiendo a oír al Maestro

    ¡Hoy he pedido a Dios!

    Desde el año 2012, estoy viviendo en unas hermosas montañas, ejecutando la obra que el Señor me ha encomendado a través de una visión mientras yo permanecía en las montañas del sur de Italia, recibiendo los mensajes contenidos en mi segunda obra literaria[1].

    Sucedió en esa oportunidad, que el Señor, valiéndose de sus recursos, en este caso específico a través de una visión, me trasladó hasta unas montañas muy altas, entre ellas estaba construida una hermosa casa con grandes ventanales, daba la impresión de que la misma estaba suspendida en el aire; Él me invitó a entrar, mientras recorríamos las amplias instalaciones me daba la sensación de que aquello era hermoso templo enclavado en la cima de esas imponentes montañas. Mientras yo observaba con gran expectación sus espacios, el Señor, con mucha dulzura acercó su rostro a mi oído y hablándome con su voz tan cálida como un susurro al viento me dijo:

    «¡Marilut, esta hermosa casa es para ti!».

    Mi reacción de inmediato fue de reflexión y tristeza a la vez, por lo que le repliqué:

    «Señor, yo no quiero llevarte la contraria, pero fíjate en algo, si tú me regalas este templo solo para mí, entonces esto será propiedad privada y estará restringida esta belleza que mis ojos ven a mi persona; ahora, si tú me dices que es tuya y que yo la puedo administrar siendo tuya, si podrán venir ella todas las personas que lo deseen y así experimentarán la más hermosa de las vivencias en comunión contigo, de la misma manera que yo por tu gracia la he vivido».

    Después de terminada la conversación, desperté, y me incorporé a mis actividades, anotando todo lo que el Señor me había mostrado.

    Dos años después de estas hermosas experiencias registradas en mi obra, el Señor me llevó a otra aventura, pero esta vez a otro continente; se trataba de la ciudad de panamá, para que yo escribiera la tercera obra literaria, allí permanecí por un periodo corto[2]. Así pues en mis últimos días de visita por la bella Ciudad de Panamá, en una visión, me vi caminando junto a mi madre por una pequeña carretera hasta llegar a un remoto lugar; pude observar allí que había una vieja casa en ruinas, solo su fachada estaba completa, esa estructura aún conservaba unos grandes ventanales que me remontaron de inmediato a la época de la colonia; mi mamá por su parte empezó a narrarme varios hechos sobre cómo fue construida la casa; entre otras cosas me decía:

    «Hija, esa casa que vez en ruinas, fue construida hace muchos años, y los ventanales los hizo un hombre llamado José Leonardo Chirinos».

    Cuando oí su relato le pregunté con asombro: «¿De veras esos ventanales fueron construidos por José Leonardo Chirinos?» Ella me respondió que sí, entonces le pregunté: «¿Sabe usted, quién fue José Leonardo Chirinos?».

    Ella por su parte se quedó callada ante mi pregunta y así me vi diciéndole:

    ¡José Leonardo Chirinos, fue un zambo revolucionario venezolano, nacido en el año 1754, en Curimagua, un pueblito ubicado en la sierra de Falcón; él era único hijo de una indígena libre y su padre fue un negro esclavo perteneciente a una familia criolla; él lideró una fallida insurrección, cuyo propósito era establecer una república en el país, donde se erradicara por completo la esclavitud! También me vi explicándole, que ese movimiento venía inspirado por la Revolución francesa y haitiana que aun cuando esa insurrección no logró expandirse, si provocó una gran sacudida al orden colonial de Venezuela. Entonces ella me dijo estas palabras:

    «Hija, voy a regalarte esa casa, que es parte de mi acervo hereditario, para que tú la demuelas y reconstruyas sobre sus cimientos».

    Así, por último me vi en un vecindario donde solo vivían esposas de militares, y empecé a contarles sobre la historia de la casa en ruinas y su reconstrucción, a lo que una de las mujeres con admiración me dijo:

    «¡Es increíble que esa casa también es tuya!».

    Allí terminó la visión.

    En ese mismo capítulo del libro, por orden del Señor, explico la lógica de Dios y lo que él quiere significarnos al respecto.

    Él nos está invitando a que cada uno de nosotros profundicemos sobre nuestro templo interior, así como en la visión sobre la casa de los grandes ventanales construida por José Leonardo Chirinos y su acción valiente en procura de la libertad, que significó un ejemplo a seguir a pesar de que aparentemente su lucha fue un fracaso, ésta, de una u otra manera nos abrió ventanas para liberarnos de la esclavitud reinante en esa época. Ahora mismo, Dios a través de su amadísimo hijo nuestro Señor Jesucristo, nos las está abriendo, porque esa esclavitud sigue presente en todos los pueblos; Él nos está indicando que para poder lograr tan anhelada libertad, nuestra transformación debe partir desde nuestro interior.

    Ahora bien. Les cuento, que ya estoy viviendo en aquellas tierras lejanas que el Señor me mostró en aquella visión, estas son las mismas tierras frescas y fértiles donde manan leche y miel, de las que me hablaba en mi primera obra literaria titulada Rompiendo Paradigma del militar Venezolano.

    Es decir, estas son aquellas tierras que hace más de 27 años él me prometió, y desde aquí les escribo, ya la casa está terminada, de la misma manera como me la mostró en la visión, mientras yo permanecía en Europa.

    Cabría preguntarse: ¿Dónde están estas tierras? Pues, en el mismo sitio que me mostró en la visión, mientras permanecía en la bella Ciudad de Panamá, terminando de escribir la tercera obra.

    Estas tierras están enclavadas en la sierra de falcón, en la cuna de la federación, precisamente donde nació y luchó valientemente José Leonardo Chirinos, ubicadas a solo diez minutos de mi tierra natal, justo por donde está la antigua carretera, donde en la época colonial la gente se trasladaba para ir a la capital falconiana, zuliana y larense; así lo quiso Dios y desde aquí les escribo.

    Una de las cosas que más me maravillan de Dios cuando aprendemos a oírlo, es que no deja dudas al respecto de lo que Él pide y promete, ya que no me dejó nada más con la visión en Panamá, sino que para confirmármelo y para que no me quedarán dudas al respecto, el levantamiento topográfico de la finca con coordenadas UTM, fue dibujado por un hombre llamado José Leonardo Chirinos, y calculado por José Leonardo Chirinos, de esa manera quedó registrado en el plano, pues eran las únicas personas en el pueblo que podían realizar el trabajo; yo al principio no sabía su nombre, pues todas las personas del pueblo los llaman con un apodo y así con ese apodo yo los conocí; y luego sobre la demolición de lo que allí había, construimos la casa tal como me la mostró el Señor en las montañas del sur de Italia.

    Yo les confieso que cuando llegué a la tierra prometida entendí más aún la lógica de Dios y la manera como él obra; mi hermano Francisco ha sido para mí de gran apoyo en la ejecución de la obra, sin planos y sin arquitecto, solo orientados por la voluntad de Dios trabajamos, así que lo que Dios sembraba en nuestros corazones lo mandábamos a ejecutar, sin darnos cuenta siquiera de la simbología de Dios sobre la misma, que son las siete columnas frontales y siete columnas de fondo, las ventanas en forma de cruz y los protectores con formas de cáliz, así como tantas otras simbologías que Dios ha ejecutado aquí.

    Mientras estábamos en la construcción de la obra, mi salud empezó a desmejorar, me daban grandes dolores de estómago, por lo que fui a la ciudad a hacerme ver con una especialista en gastroenterología, quien me diagnosticó una severa gastritis erosiva y me indicó el tratamiento que yo cumplía rigurosamente, pero aun así, no mejoraba, por el contrario los dolores eran mucho más fuertes; una tarde a finales de noviembre de ese año, me vi obligada a recorrer la finca a caballo, por más de tres horas, para ver la evolución de las semillas de pasto que habíamos sembrado en un 80% de las tierras; a mi regreso, sentí un intenso dolor que hizo que me retirara a mi habitación para recostarme un rato; mientras aún permanecía en mi habitación, me entró una llamada, era mi esposo, quien para ese entonces estaba adscrito a la Comandancia General de la Guardia Nacional en la capital de la república, y me dijo:

    «Marilut, por razones de trabajo, no podré acompañar a nuestra hija a la competencia que habrá de ejecutarse en la Ciudad de Valencia, por lo que tú debes regresar a Barquisimeto para que la acompañes sabes, porque no es recomendable que ella viaje manejando sola, por la gran inseguridad reinante en el país».

    Yo, al oír sus alegatos, no quise decirle nada sobre mi estado de salud para no mortificarlo aún más, y le dije que sí que esa misma tarde partiría hasta la ciudad de Barquisimeto, y que al día siguiente, bien temprano me iría con ella a la ciudad de Valencia, y eso hice.

    Al llegar a Valencia, nos trasladamos al hotel, por lo que el dolor lejos de bajar su intensidad se incrementó a tal grado que me vi obligada a llamar a mi cuñado que es médico y trabaja en esa ciudad; él por su parte, me recomendó que me trasladara de inmediato hasta la clínica donde él labora y así lo hice; al llegar allá me hospitalizaron, porque me había comenzado un proceso infeccioso, debido a una colecistitis aguda, porque la causa de mis males no se debía a la gastritis como tal, sino a unos cálculos en mi vesícula y estos descendieron a tal punto, que el proceso infeccioso había comenzado, por lo que el médico tomó la decisión de operarme de emergencia. Yo por mi parte entendí claramente que era Dios quien había preparado mi salida de las montañas para ser intervenida en otro sitio, que ni siquiera era la ciudad donde aquella doctora me estuvo tratando por más de un año por un problema muy distinto a lo que realmente era.

    Después de eso, mientras yo me encontraba ya de regreso a la ciudad de Barquisimeto para mi total recuperación y sintiéndome un poco mejor, decidí asistir un día de la semana a misa en mi parroquia Nuestra Señora de la Consolación; la misa se celebraba como es normal a las 6:30 p.m., y el sacerdote celebrante fue Fray Casiano Martínez, a quien tengo en alta estima; mientras oía atentamente la homilía, me percaté de que yo andaba con una blusa sin mangas, y con mucha vergüenza entré en una profunda reflexión, conversando con mi Señor, yo le decía:

    «¡Señor, perdóname, he debido ser más precavida al vestirme para venir a tu casa, y mírame ahora, siento vergüenza, porque me veo desnuda ante ti, con mis brazos descubiertos!».

    Cuando el sacerdote bendijo el pan, todos respondimos:

    «¡Señor!, yo no soy digna de que entres a mi casa, pero una palabra tuya, bastará para sanarme».

    Al pronunciar esta frase, lo sentí en lo más profundo de mi ser, yo me estaba dirigiendo verdaderamente a Dios. Después que el sacerdote levantó la sagrada eucaristía, la partió en cuatro pedazos, mientras yo observaba, deseé fervientemente, en lo más profundo de mi corazón que uno de esos cuatro pedazos fuera para mí, y volví a decirle:

    «¡Señor!, ¿Cómo va a ser eso para mí, un pedazo de ti, que estas representado en ese pan eucarístico, sino vengo dignamente vestida ante tu altar, pues mis brazos están descubiertos?».

    Luego el sacerdote procedió a bajar acompañado de los ministros de la eucaristía, a dar la comunión; mientras que una hermanita en Cristo, a quien le correspondía entregar las patenas (bandejas que coloca el auxiliar del sacerdote o ministro, debajo del copón para acompañar el pan eucarístico) a los auxiliares, se dirigió a mí y me hizo entrega de la que corresponde al auxiliar del sacerdote, patena ésta, que se diferencia de las demás porque tiene forma de pez; al ver aquello le dije a modo de ruego.

    «¡Por favor, entrégame otra, la del sacerdote no!».

    Yo me negaba por vergüenza, por mis brazos descubiertos. Así que ella insistió y me dijo con imponente voz:

    «¡Es ésta la que debes llevar! Ayudarás al sacerdote».

    Inmediatamente con la rapidez de una flecha, partí hasta el centro y me coloqué al lado del sacerdote; mientras tanto, yo seguía pidiendo perdón a Dios por mi descuido; cuando el sacerdote terminó de impartir la eucaristía, se dirigió a mí, tomó del copón el pan que venía a ser la cuarta parte de la hostia consagrada y pronunciando la bendición tal como lo hizo Jesús, me la impartió. «Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomen y coman: esto es mi cuerpo».

    Luego, el sacerdote tomó la copa de vino y me la dio a tomar de manera directa, a todos los anteriores a mí les impartió mojando la hostia en el vino y se las dio. En este caso, Jesús quiere enseñarnos algo con esto, y es que Él mismo, tomó la copa y dando gracias me la pasó diciendo: «Beban todos de ella; esto es mi sangre, la sangre de la alianza, que será derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y les digo desde ahora, no volveré a tomar del fruto de la vid, hasta el día en que beba de nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre».

    ¿Qué significa esta enseñanza? Que Dios oye verdaderamente a sus hijos, cuando nos arrepentimos con un corazón sincero, muestra su misericordia y atiende a nuestros ruegos.

    El Divino Maestro nos quiere simplificar con estos ejemplos, que Él verdaderamente está en la eucaristía, y que Él es el triunfo del amor humilde y misericordioso, que vino con un objetivo claro, el de salvarnos y también nos está diciendo, que si realmente creyéramos en Él, comulgáramos de manera regular. Nos está invitando a romper el límite de las expectativas de los demás, nos está diciendo que Él conoce nuestros corazones y no se fija en las apariencias, nos dice que muchos de nosotros queremos vestirnos para agradar a la gente, porque también hay gente que desean que seamos como ellos quieren, y nos recuerda que ninguno de ellos murió por nosotros en la cruz, que vivamos solo para agradar a Dios, porque Dios no comparte su gloria. Así nos dice el Señor, a través del apóstol Pablo:

    «Comprueben ahora si trato de conciliarme con los hombres o más bien obedezco a Dios. ¿Creen que busco agradar a los hombres? Si todavía buscara agradar a los hombres ya no sería siervo de Cristo». (Gál 1,10)

    Jesús nos hace un llamado a nuestra capacidad de creer, porque la presencia de la vida eterna no es sentida habitualmente, aunque es fruto de una experiencia. Quien ha madurado en la fe y en la vida sacramental sabe reconocer en sí mismo, y más aún en los demás, continuas transformaciones que no por discretas son menos ricas y que son de inmenso valor.

    Sacramento eucarístico

    «Yo soy el pan de vida». (Jn 6,48) Sus antepasados comieron el maná del desierto, pero murieron.

    Aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran.

    El Padre da el verdadero pan del cielo → Hijo.

    El Hijo es el verdadero pan del cielo. → Cuerpo → Sangre = (Eucaristía) Palabras proféticas de Juan dirigidas al sacramento de la eucaristía.

    Esto es la consecuencia de la fe en el hijo de Dios hecho hombre.

    ¿Qué son el cuerpo y la sangre de Jesús ya resucitado?

    Para nosotros es un misterio, pero el cuerpo evoca la unión de todos, y la sangre, la vida.

    Cabría preguntarse: ¿Qué es la eucaristía?

    Un rito humano, la misa, la cena del Señor, es la expresión más fuerte de nuestra unión con Dios en Cristo. La hostia. Esto permite que tanto la ofrenda como los celebrantes estén inmersos en ese momento en el misterio de Dios, porque se trata de compartir el cuerpo o la carne de Cristo resucitado y transformado por el Espíritu, y que actúa en forma espiritual, y por eso da vida.

    En la cultura hebraica la carne y la sangre significan la totalidad del hombre en su condición mortal, Jesús quiere que hagamos nuestro, todo su ser y nos comunica su divinidad.

    La comunión, solo adquiere todo su sentido si se hace bajo las dos especies de pan y de vino; por eso solo hay eucaristía, si el celebrante por lo menos, comulga bajo las dos especies.

    La comunión tiene sentido y edifica si podemos usar esa palabra, si se da en un marco de la palabra de Dios, que los creyentes reciben mediante la lectura y la meditación bíblica, y meditando en la liturgia, en la que puedas: escucharlas → interiorizarlas → compartirlas → retenerlas. (Comentarista bíblico)

    Todas las revelaciones en forma de visiones, que contienen mensajes en parábolas y que el Señor me ha encomendado recoger con mi mano ágil y pluma de escribano, es para impartirla a sus hijitos de buena voluntad, como dulcemente Él nos llama, para que aprendamos algo muy importante y para que nunca se nos olvide, y es que las apariencias son propias del mundo natural o físico, por lo que debemos de la mano de Dios, tratar de romper esos viejos esquemas para poder entrar al plano espiritual; tenemos que estar claros en algo, cuando no logramos entender estos mensajes, es por una razón fundamental, que es muy posible que estemos viviendo la apariencia; partiendo del principio de que la apariencia es todo lo que no es real.

    Jesús nos explica, que Él bajó a los hombres, para luego subir al lugar donde estaba con su Padre, revestido con su carne transfigurada por el Espíritu, de tal manera, que cuando Él entró a la gloria de su Padre, llevaba en sus hombros esa creación entera que quería renovar y consagrar. A pesar de que según las apariencias la vida siguió igual que antes, gracias a ello, otro mundo, que es el verdadero se hizo presente y ahora mismo, el Espíritu está actuando, como lo explica el comentarista de la biblia latinoamericana, sobre el capítulo 6 versículo 62 de Juan, dentro de los gigantescos remolinos que agitan y revuelven la masa humana, Cristo va consagrando este mundo invisiblemente, es decir que va haciendo que la humanidad llegue a su madurez mediante un sin número de crisis y de muertes que preparan la resurrección.

    Este tema es muy recurrente en las revelaciones ya plasmadas en mis anteriores obras literarias y aún después de transcurridas casi tres décadas desde que Él ha venido a mí, a través de ilustraciones sencillas escondidas en medio de parábolas, nos las sigue impartiendo, para que con claridad entendamos este proceso de crecimiento; así que considero importante traer a esta obra, una cita registrada en el primer libro[3].

    Liberación del mundo de las apariencias

    Dios nos invita a que rompamos los modelos de vida programados por los hombres y nos dice que nos abramos al mundo espiritual, librándonos de las preocupaciones por el mundo de las apariencias, porque de lo contrario, viviremos inmersos en el mundo natural o físico y que lógicamente obstaculizan nuestro desarrollo espiritual; que debemos romper esa pared de vida programada que enfría nuestra esencia, nuestra caridad, que nos hace indiferentes ante los problemas de otras personas, convirtiéndonos poco a poco en siervos inútiles a los ojos del Padre Celestial que todo lo ve, que todo lo sabe, porque conoce lo que hay en nuestros corazones y que nos pedirá cuenta sobre los frutos que cosechemos en la tierra, ya que conforme a ello tendremos nuestro galardón, porque inútiles son esos frutos; de nada nos servirán esos logros, éxitos, riquezas, estudios y fama, nada de eso es la verdad. Vivir en Dios, es vivir en el espíritu, integrando la verdad para que sea parte de ella, y que si seguimos juzgando por valor aparente, nunca veremos lo eterno.

    «No juzguen por las apariencias, sino juzguen lo que es justo». (Jn 7,24)

    Capítulo 2

    Señales del cielo

    ¿Será que estamos en los últimos tiempos?

    Desde hace más de quince años, hemos venido presenciando en casa de mi mamá un acontecimiento sobrenatural, muy hermoso por demás, que ha quedado registrado con anterioridad en mis obras literarias tal y como ha sucedido. Se trata de una muy pequeña imagen de la virgen en su advocación de Rosa Mística, que desde que llegó a mi casa materna, empezó a derramar aceite.

    Así que en fecha 09 de febrero del 2003, registré en mi primer libro otro acontecimiento, muy similar a este, que se estaba sucediendo en la Capital de la República:

    «Ahora estoy leyendo en la prensa, un reportaje que le hicieron al padrecito Coromoto, en la Parroquia San Cayetano de Caracas, donde él es el párroco…

    La virgencita Rosa Mística se está manifestando, llorando lágrimas de sangre y emanando aceite…[4]».

    Con respecto al acontecimiento que se estaba registrando en mi casa materna, un día mi cuñada Margarita, decidió consultar al sacerdote de la parroquia, quien ante su interrogante respondió: «Si pasan cinco años desde que esto comenzó y continúa el mismo fenómeno, lógicamente estaremos en presencia de un acontecimiento sobrenatural».

    Con el transcurrir del tiempo se sigue repitiendo el mismo acontecimiento, esto nos ha permitido vivirlo de una manera muy natural, nada de alborotos; la gente cuando lo desea, va a casa de mi mamá y le pide ver la imagen, tocarla y llevarse su aceitico a sus casas. Lo que estamos seguros, es que Dios no ha permitido que esto se convierta en un circo; la gente del pueblo sabe que eso pasa, varios sacerdotes también lo saben, pero hasta allí; es tanta la naturalidad con la que observamos este fenómeno que mi hermosa y viejita madre, lava con jabón su imagen cuando la ve algo sucia por el polvo que le cae. Yo por mi parte, a través del tiempo he orado al Señor, para que me revele el significado del mismo, para que también me indique para qué será utilizado el aceite y en qué tiempo se hará. Un día, solo me mostró a través de una visión, la misión que yo tenía de recoger el aceite en pequeños envases y así lo he venido haciendo; al principio no lo hacía con mucha frecuencia, solo cuando yo venía al pueblo a visitar a mi madre, ahora, después que me vine a las montañas, bajo casi a diario al pueblo, recojo el aceite, oro con frecuencia en compañía de mi madre, hablamos un rato y me regreso a las montañas con el frasquito de aceite y procedo a guardarlo en un baúl bajo llave; otras veces comparto el aceite que recojo con hermanitas de oración, con médicos que tienen bajo su responsabilidad la de sanar a los enfermos conforme a la misión que tienen como médicos, también lo he entregado a los sacerdotes y a ministros de la eucaristía de mi parroquia, para que lo utilicen conforme los inspire nuestro Señor.

    El aceite en los tiempos de Jesús se usaba como remedio, más allá del bienestar, las mejorías son signos de una sanación espiritual, la del hombre que se reconcilió con Dios.

    El aceite derramado, es una figura que representa la presencia del Espíritu Santo. El propósito de Dios es que en nuestros hogares haya siempre por sobre todas las cosas aceite, es decir la unción fresca del Espíritu Santo; si tenemos el aceite de su Espíritu, alcanzamos la gracia tal como le sucedió a la viuda que se encontraba en extrema necesidad.

    La Biblia nos relata un milagro relacionado con el aceite.

    Eliseo y el milagro del aceite

    «Una de las mujeres de los hermanos profetas llamó a Eliseo, diciendo: Mi marido ha muerto, y tú sabes que él temía a Dios. Pero el hombre a quien debíamos, ha venido a cobrar su deuda y, como no pudimos pagar, quiere tomar a mis dos hijos por esclavos. Eliseo dijo: ¿Qué puedo hacer por ti? Dime lo que tienes en tu casa. Ella respondió: No tengo absolutamente nada más que un poco de aceite para el aseo.

    Eliseo le dijo: Ve, y pide a tus vecinos vasijas vacías. Trae todas las que puedas; luego entra a la casa con tus hijos y cierra la puerta. Ustedes tomarán la vasija en la cual tienes un poco de aceite, y la echarás en las que te han prestado. Ya medida que se vayan llenando, las pondrás aparte.

    La mujer se fue y se encerró en su casa con sus hijos. Ellos le pasaban las vasijas y ella las llenaba. Cuando estuvieron todas llenas, ella dijo a su hijo: Tráeme otra vasija. El respondió: Ya no hay más. Y se detuvo el aceite.

    Visto esto, la mujer fue a contarle todo esto al hombre de Dios, el cual le dijo: Anda a vender el aceite y paga así tu deuda; lo que quede te permitirá vivir junto con tus hijo.». (2 Re 4,1-7)

    Evidentemente estamos en presencia de un verdadero milagro divino, la multiplicación del aceite, y esto se debe a que esta gente sencilla y humilde, supo reconocer el poder que Dios había dado a su profeta para proporcionarles alivio y ayuda.

    Ahora bien, si nosotros queremos que haya aceite del Espíritu Santo en nuestro hogar, debemos conseguir todas las vasijas vacías que podamos. Esto significa que debemos presentarnos vacíos ante el Señor, y crear todos los espacios donde se derrame el aceite.

    Y nos preguntamos: ¿Vaciarnos, de qué?

    El mejor de los ejemplos sobre este tema, fue la vida del mismo Jesús, quien desde que comenzó a ejercer su misión se vacío de sí mismo.

    «Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo (o esclavo). Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz». (Fil 2,7-8)

    Misterio del hijo de Dios, que se hace hombre mortal y renuncia a la gloria de Dios a pesar de que la podía conservar incluso en su vida humana

    Nuestro amado Maestro, nos está invitando a que nos identifiquemos con sus sentimientos y a vivir su auto vaciamiento, desea que aprendamos de Él, de su trayectoria de Dios a hombre, de rico a

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