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La elección: Adoptemos la visión de Dios en el nuevo milenio
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La elección: Adoptemos la visión de Dios en el nuevo milenio
Libro electrónico317 páginas5 horas

La elección: Adoptemos la visión de Dios en el nuevo milenio

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Con urgencia y candor, este libro nos señala la increíble oportunidad que tenemos al alcance hoy en día. Nunca antes han habido tan tremendas oportunidades evangelísticas. Satanás nunca ha trabajado tanto para distraer a la gente lejos del Evangelio. Y como nunca antes, hoy es el tiempo en el que todo cristiano lleve a cabo su muy particular papel al llevar a cabo la Gran Comisión.

IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento26 jun 2013
ISBN9780829778694
La elección: Adoptemos la visión de Dios en el nuevo milenio
Autor

Thomas E. Trask

Thomas E. Trask es el superintendente general de las Asambleas de Dios y presidente del Pentecostal World Conference. Se graduó en el Instituto Bíblico Central del Norte en Minneapolis. Minnesota, y durante veinticinco años fue pastor y superintendente del distrito de Michigan y tesorero general de las Asambleas de Dios antes de ser electo para conducir la organización en l993. Tomó su cargo haciendo un llamado a un renovado avivamiento pentecostal en las Asambleas de Dios.

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    La elección - Thomas E. Trask

    PRIMERA PARTE

    PREGUNTAS DIFÍCILES

    UNO

    ¿QUÉ ES LO QUE MÁS VALORA?

    «R ecuerdo un día oscuro en Ravensbrück», dijo Corrie ten Boom, sobreviviente del Holocausto.

    Betsie y yo hablábamos mucho con el Señor. Sucedían cosas horribles a nuestro alrededor. Había días que nos decíamos una a la otra: «Nunca podrá ser más terrible que hoy.» Pero el día siguiente resultaba ser aun peor. Había desesperanza en todos los rostros, porque no había sal en ninguna de las comidas de ese día. Cuando uno se muere de hambre lentamente, la sal es muy importante.

    Muchas mujeres murieron ese día, una de ellas como resultado de una cruel golpiza. Se había cortado la luz eléctrica y después de la puesta del sol quedamos sumidas en la más tenebrosa oscuridad. Rodeé con mi brazo a Betsie. Ella habló acerca del cielo y me dijo que poco antes de que fuéramos arrestadas había leído acerca del cielo en un folleto. Tuvimos una plática con el Señor. Él habló y nosotras escuchamos; luego él nos escuchó mientras hablamos nosotras. Después nos dormimos bajo el saco sucio que usábamos como frazada, y Betsie dijo: «¡Qué día maravilloso hemos tenido! El Señor nos ha hecho conocer mucho acerca de él.»¹

    Años después de que Corrie fuera liberada del campo de concentración, visitó otro tipo de prisión en el país tropical de Ruanda, donde cuando llueve, el agua cae a cántaros. Preocupada por los prisioneros durante las noches de lluvia, le preguntó a un prisionero:

    —¿Dónde duermen por las noches?

    —La mitad de nosotros duerme adentro; los otros deben permanecerafuera porque haydemasiados prisioneros.

    Algunos tenían una hoja de bananero, otros una rama o un viejo periódico sobre el cual sentarse. Los uniformes eran grises, y los rostros oscuros y cargados de ira. Era muy triste.

    ¿Sería posible que trajera a este lugar el evangelio, las nuevas de gran gozo? No, no podía hacerlo, pero el Espíritu Santo sí. Oré:

    —Señor, el fruto del Espíritu es gozo. Dame un océano de gozo para dar a estos pobres prisioneros.

    Él hizo lo que le pedí. Casi podía gritar de gozo. Les conté de un amigo cuyo nombre es Jesús, que es bueno y tan lleno de amor, que nunca nos deja solos, que es fuerte y tiene la solución a todos los problemas grandes de pecado y muerte. Les dije:

    —Quizá piensen: «Eso no es para nosotros, nuestra vida es demasiado terrible.» Pero yo estuve en una prisión peor que esta, donde murieron o fueron asesinadas noventa y cinco mil mujeres, incluyendo mi propia hermana. Allí experimenté que Jesús siempre está conmigo. Vive en mi corazón; nunca me ha dejado sola.

    Sentí en mi corazón un gran gozo que se comunicó a los hombres que estaban sentados en la lluvia torrencial. Luego vi que el gozo del Espíritu Santo puede experimentarse en toda circunstancia.

    —Este amigo y Salvador, Jesús, vivirá en su corazón—seguí—. ¿Quién abrirá la puerta de su corazón para dejarle entrar?

    Todos, incluyendo los guardias, levantaron la mano, y sus rostros resplandecían.²

    En la profundidad de su dolor, Corrie ten Boom descubrió una verdad increíble: Se puede encontrar gozo y contentamiento en las peores circunstancias. Como ha dicho alguien: «La felicidad no es ausencia de conflicto, sino la capacidad de sobrellevarlo.»³

    ¿Qué le hace feliz?

    ¿Qué es lo que más valora? ¿Cuáles son sus metas? ¿Qué es lo que piensa que necesita para lograr éxito? Tantas personas—cristianos incluidos— piensan que la verdadera felicidad proviene de disfrutar de lo que hacemos, la realización de lo que poseemos, o la seguridad que percibimos tener. Si esa es la base de nuestra felicidad, ¿qué sucede cuando se nos quitan estas cosas? ¿Qué sucede cuando ya no tenemos nuestras mantas de seguridad? ¿Podemos entonces decir que tenemos el derecho de ser desdichados? ¿Hacemos cualquier cosa que podamos a fin de obtener «lo que sea» que nos haga felices? Hay masas de personas —tal vez hasta nosotros mismos— que dependen de algo externo que les produzca gozo interno y felicidad. Quizá esa es la razón por la que tantas personas carecen de esperanza y el motivo por el que muchos se esfuerzan por mitigar el dolor con alcohol, abuso de sustancias químicas, entretenimiento, enlaces sexuales o estilos de vida secretos.

    En un libro que se convirtió en éxito de librería, The Day America Told the Truth [El día que Estados Unidos dijo la verdad], se reportó que «la mayoría de nosotros (cincuenta y cinco por ciento) oculta parte de su vida de sus amigos más cercanos. Aproximadamente el mismo porcentaje hace cosas en la intimidad de su hogar que nadie más sabe, que nunca le diría a nadie … Los estadounidenses nos escondemos, ay, cómo nos escondemos; incluso de los que están más cerca de nosotros.»⁴ Y, debiéramos agregar, las personas piensan que pueden esconderse de Dios.

    Los autores también informaron lo siguiente:

    Todos están creando sus propios códigos morales personales: sus propios Diez Mandamientos.

    He aquí diez mandamientos extraordinarios para la década de 1990. Son mandamientos de verdad, las reglas que rigen la vida de las personas.

    1. No veo por qué observar el día de reposo (77%).

    2. Robaré de los que en realidad no llegarán a notarlo (74%).

    3. Mentiré cuando me venga bien, mientras no cause ningún daño (64%).

    4. Beberé alcohol y conduciré si me parece que puedo controlarlo. Conozco mi límite (56%).

    5. Le seré infiel a mi cónyuge pues, al fin y al cabo, si se le presenta la oportunidad, hará lo mismo (53%).

    6. En el trabajo seré lento y no haré absolutamente nada un día de cada cinco. Esa es la norma operativa (50%).

    7. Usaré drogas con fines de recreación (41%).

    8. Haré trampa en los impuestos, hasta cierto punto (30%).

    9. Expondré a mi amante al riesgo de contraer enfermedades. Duermo con cualquiera, pero ¿quién no lohace? (31%)

    10. Técnicamente, es posible que haya cometido violación de mi acompañante durante una cita (20% ha sufrido este tipo de violación).

    En la actualidad, muchas personas tienen menús morales altamente individualizados. «Decidimos lo que está bien y lo que está mal. La mayoría de los estadounidenses no tiene respeto por lo que establece la ley.»

    ¿Por qué hay tantas personas que quebrantan las reglas? Tal vez se estén diciendo: «¿Por qué obedecer los Diez Mandamientos cuando nadie mira?» Se salen con la suya cada vez que pueden y hacen lo que quieren porque piensan que eso es lo que deben hacer para ser felices y sentirse realizados.

    Un profundo sentido de gozo y contentamiento está a disposición de cada ser humano. Poco tiene que ver con lo que poseemos, el lugar donde vivimos, nuestro bienestar físico o nuestra edad. Creemos que esta «vida abundante» es lo que en realidad busca la gente. Cuando el mundo no cristiano mira a los cristianos, están tratando de comprobar si somos de verdad lo que decimos ser.

    El secreto de la felicidad de Pablo

    Confinado a la celda de una prisión y enfrentándose a una muerte casi segura, Pablo escribió varias cartas a iglesias y a personas que amaba. Una de dichas cartas fue dirigida a la iglesia filipense que según el sentir de Pablo se enfrentaría a una persecución increíble, días oscuros y un enemigo que se esforzaría por desanimar y destruirlos. Por causa de su fe en Cristo, ya estaban atravesando dificultades, y esto se intensificaría. ¿Cómo los aconsejaría Pablo? ¿Qué pudiera decirles que los ayudara a sobrellevar los tiempos desalentadores? ¿Qué pudiera servirles de guía al llegar los tiempos difíciles?

    Quizá recibió una repentina iluminación o inspiración cuando escribió las palabras: «Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!» (Filipenses 4:4). Es como si dijera: «He soportado casi de todo. ¿Qué más me puede ocurrir? Creyentes filipenses, sé de lo que hablo porque lo he vivido.» Quería que supieran que el gozo que tenemos en el Señor supera todos los tipos de gozo que ofrece este mundo. Nuestro gozo cristiano yace en lo profundo de nuestro ser. La fuente de nuestro gozo es Cristo, no nuestras circunstancias ni las cosas de esta tierra. Podemos perder nuestras posesiones materiales, nuestra seguridad, nuestros amigos e incluso nuestros seres queridos. Podemos ser acusados falsamente, calumniados o sufrir cosas peores; sin embargo, si nuestro gozo está en el Señor, nunca podemos perderlo, porque Jesús jamás nos dejará ni nos abandonará. C.S. Lewis dijo: «El gozo nunca está en nuestro poder, y el placer sí. Dudo que haya alguna persona que habiendo probado el gozo, y teniendo a ambos en su poder, lo cambiara por todo el placer del mundo.»

    Pablo había descubierto la verdad de cómo estar contento en cualquier situación que le tocara afrontar. Él dijo: «He aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:11–13).

    Henry Halley dijo lo siguiente respecto de Pablo: «El gozo es la nota predominante de esta epístola. Fue escrita por un hombre en prisión que durante treinta años había sido acosado, golpeado, apedreado y abofeteado hasta el punto de quitarle el aliento a los ángeles. Sin embargo, rebosa de GOZO. Las mismas cosas que en lo natural tenderían a amargarlo solo hacían que creciera su felicidad. Sencillamente es sorprendente lo que Cristo puede hacer en la vida de uno.»

    Siendo creyente en Jesucristo, usted también puede tener este gozo profundo y perdurable. A lo largo de décadas de ministerio combinado a miles de personas, tanto Wayde como yo hemos visto creyentes que han pasado por dolor y sufrimiento increíbles, y a pesar de ello tienen un gozo extraordinario en su vida. En los últimos meses, he visitado Europa Oriental, Bosnia, Corea del Norte y África, donde almas preciosas han debido atravesar un tipo de sufrimiento que Estados Unidos rara vez ha visto (excepto tal vez en los días de la esclavitud). Y, sin embargo, en todos estos países hay cristianos que tienen un singular testimonio, un gozo interno. No necesariamente nos referimos a una risa externa (aunque pudiera incluir eso) ni a una demostración de felicidad, sino una profunda y perdurable sensación de la presencia de Dios en la vida de uno.

    Oswald Chambers dijo: «El hombre no puede encontrar verdadero gozo esencial en ninguna otra parte excepto en su relación con Dios.»⁹ Cuando una persona tiene este tipo de conciencia, también tiene un profundo deseo de comunicar esperanza a otros. En un mar de vidas huecas y sin sentido, otros notarán nuestro gozo y desearán lo que tenemos nosotros.

    La exhortación de Pablo: «Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!» (Filipenses 4:4), habla de la decisión que tomamos, la discriminación que determina en quién nos alegramos, la duración de nuestra alegría y la conducta de nuestra vida.

    La decisión

    «Alégrense»

    La poetisa Annie Johnson Flint pasó la mayor parte de su vida con dolor. Quedó huérfana de muy pequeña, más tarde contrajo cáncer y artritis reumatoidea y sufría de incontinencia. Los que la conocieron dijeron que estuvo incapacitada durante tanto tiempo que necesitaba siete u ocho almohadas alrededor del cuerpo a fin de proteger las escaras en carne viva que tenía por estar postrada en la cama. A pesar de su dolor, Annie encontró la forma de mantener una actitud fenomenal. Su autobiografía lleva el apropiado título The Making of the Beautiful [La confección de algo hermoso]. Escribió una poesía, y más tarde se le puso música, en la que revela un profundo sentido de apreciación por Dios:

    Él brinda más gracia cuando la carga aumenta,

    manda más fuerza cuando la labor se incrementa.

    Al crecer la aflicción, su misericordia se agranda,

    al multiplicarse las pruebas se multiplica su paz.

    Al agotarse nuestra resistencia acumulada,

    al flaquear nuestras fuerzas antes del día terminar,

    al llegar al final de los recursos acaparados,

    nuestro Padre recién empieza sus bienes a dar.

    Su amor es ilimitado, su gracia sin par,

    para el hombre su poder nunca se acabará;

    de la abundancia de sus infinitas riquezas en Cristo

    ¡nos da una vez y otra más; nunca deja de dar!¹⁰

    Al igual que Annie, podemos elegir alegrarnos aun cuando la vida parezca abrumarnos. A decir verdad, podemos comprender los beneficios que se pueden presentar por medio de las pruebas y el sufrimiento. El escritor y crítico social británico, Malcolm Muggeridge dijo:

    Contrariamente a lo que se pudiera pensar, al mirar en retrospectiva las experiencias que en su momento me resultaron especialmente desconcertantes o dolorosos, siento particular satisfacción. Ciertamente, puedo decir con plena sinceridad que todo lo que he aprendido en mis setenta y cinco años en este mundo, todo lo que de verdad ha mejorado e iluminado mi existencia, ha sido por medio de aflicción y no por medio de felicidad, ya sea que lo buscara o lo lograra. En otras palabras, si alguna vez existiera la posibilidad de eliminar la aflicción de nuestra existencia terrenal ya sea mediante una droga o alguna otra paparruchada médica … como resultado no se obtendría una vida encantadora, sino que se volvería demasiado banal o trivial para soportar. Esto, por supuesto, es lo que significa la cruz, y la cruz, por sobre todas las cosas, es la que me ha llamado inexorablemente a Cristo.¹¹

    Aunque la vida pueda parecernos abrumadora, podemos elegir alegrarnos. En la carta de Pablo a los creyentes romanos, escribió:

    Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? … Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

    Romanos: 8:31–32, 38–39

    Al ser creyentes en Jesucristo tenemos a nuestro favor algo que ninguna otra religión, filosofía, enseñanza o teoría sicológica puede ofrecer. Tenemos a Dios de nuestra parte, y nada, nada, nada, puede divorciarnos del amor de Dios. Sus haces de amor fluyen constantemente en nuestra dirección. Sin embargo, si creemos que el amor de Dios nos excluye de pasar por pruebas en la vida, estamos equivocados. Las dificultades y las penurias pueden ser amigas muy queridas. Erwin W. Lutzer dijo: «Debemos aceptar el hecho de que Dios se interesa profundamente en los que forman parte de su familia. ¿Entonces por qué no prueba su amor? Sí lo hace, pero sus valores difieren de los nuestros. Nosotros valoramos la salud; él valora la paciencia. Nosotros valoramos la comodidad; él valora la paz. Nosotros valoramos una vida libre de luchas; él valora la fe en medio de la lucha. Es por eso que a pesar de amarnos, no nos exime de las penas de la

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