LA MALDICIÓN DE LA LOTERÍA CUANDO EL DINERO NO TRAE LA FELICIDAD…
“Solo quiero agradecer a Dios por permitirme elegir los números premiados… o dejar que la máquina los eligiera”, fue lo que Andrew “Jack” Whittaker de cincuenta y cinco años y natural de Jumping Branch (Virginia Occidental, Estados Unidos) respondió a los periodistas cuando, el 25 de diciembre de 2002 los números 5-14-16-19-53 y 7 de complementario, marcados en su boleto del Día de Navidad de Powerball –similar a la Lotería Primitiva en España– obtenían el mayor premio concedido, hasta la fecha, en la historia de la lotería de Estados Unidos: casi 315 millones de dólares. Hasta entonces, la vida siempre había sonreído a Whittaker, que disfrutaba de un matrimonio feliz, gozaba de una acomodada situación económica como empresario de la construcción –“dinero llama a dinero”– y se derretía con su risueña nieta Brandi Bragg. Sin embargo, el premio de la lotería iba a cambiar su vida radicalmente. Ya lo advierte un refrán anglosajón: “You win some… then you lose some” (“Ganas algo… luego pierdes algo”). ¿O tal vez tenga razón el más lúcido de los escritores de autoayuda espiritual Paulo Coelho cuando sentencia que “¿toda bendición no aceptada, se transforma en maldición?”.
EL DINERO SE ATRAE, NO SE PERSIGUE
Lo primero que hizo Jack Whittaker después de cobrar su boleto, fue discutir con su mujer –diciéndole que se fuera a cenar a casa de su madre– y celebrar la víspera de Año Nuevo en el Pink Pony que, como el lector ya podrá imaginar, se trata de un club de striptease. Sobre la barra soltó un escandaloso fajo de billetes por unos cincuenta mil
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos