Por el hecho de ser seres históricos, heredamos por medio de la evolución cultural costumbres, ideas y creencias de las anteriores generaciones, y con ellas, inevitablemente prejuicios. El economista más importante del pasado siglo, John Maynard Keynes, escribió el final de su obra medular, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero: «Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto». Y quien dice algún economista, bien puede decir científicos, pensadores y, sobre todo, filósofos, que al menos hasta Hegel han pretendido, con más o menos suerte, explicar racionalmente un sistema, una cosmovisión.
La manera que tenemos de deshacernos de esos prejuicios, de ser más conscientes y consecuentes de cómo nos condicionan o determinan, es conocer de dónde venimos, es decir, comprender la historia que nos precede y nos constituye, pues el pasado no termina de pasar. Desde un punto de vista filosófico no es solo lo que pasó, sino lo que continúa pasando a causa de lo que sucedió. Junto con la herencia biológica, conocer con rigor la historia equivale a conocer de dónde venimos, qué somos y adónde vamos.
A continuación presentaremos muy brevemente el contexto histórico, al personaje principal,(413-426), y concluiremos ofreciendo un esbozo de sus implicaciones y consecuencias en el pensamiento de la Edad Media y el posterior.