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Totus Tuus: Rosso Mege, Pedro
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Libro electrónico260 páginas

Totus Tuus: Rosso Mege, Pedro

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Información de este libro electrónico

Para quienes creen en Jesús y lo siguen, Madre de Jesús es un titulo de honor y veneración, y lo seguirá siendo siempre en la vida y en la fe de la Iglesia. De modo particular, con este titulo los cristianos quieren afirmar que nadie puede referirse al origen de Jesús, sin reconocer el papel de la mujer que lo engendró en el Espíritu según la naturaleza humana. Su función materna afecta también al nacimiento y al desarrollo de la Iglesia. Los fieles, recordando el lugar que ocupa María en la vida de Jesús, descubren todos los días su presencia eficaz también en su propio itinerario espiritual”.
IdiomaEspañol
EditorialNueva Patris
Fecha de lanzamiento31 ago 2011
ISBN9789562467162
Totus Tuus: Rosso Mege, Pedro

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    Totus Tuus - Rosso Mege

    Totus Tuus

    Totus Tuus

    Juan Pablo II

    Textos seleccionados

    por Pedro Pablo Rosso

    No Inscripción: 234.066

    ISBN: 978-956-246-715-5

    eISBN: 978-956-246-716-2

    © EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A.

    J. M. Infante 132, Providencia

    Fono/Fax: 2 235 8674 - 2 235 1343

    Santiago - Chile

    E-mail: gerencia@patris.cl

    www.patris.cl

    Octubre, 2013

    CHILE

    ÍNDICE

    Origen de esta recopilación

    MARÍA EN LA REVELACIÓN Y EN LA TRADICIÓN

    1. Finalidad y método de la exposición de la doctrina mariana

    2. María en el Protoevangelio

    3. María nueva Eva

    4. Anuncio de la maternidad mesiánica

    5. María la llena de gracia

    6. (El misterio de la Encarnación)

    7. La unión virginal de María y José

    8. En el misterio de la Visitación el preludio de la misión del Salvador

    9. En el Magníficat María celebra la obra admirable de Dios

    10. María en el nacimiento de Jesús

    11. La presentación de Jesús en el templo

    12. La profecía de Simeón

    13. María en la vida oculta de Jesús

    14. (María y el misterio de la Redención)

    15. María educadora del Hijo de Dios

    16. En Caná, María induce a Jesús a realizar el primer milagro

    17. La participación de María en la vida pública de Jesús

    18. «Mujer, he ahí a tu hijo»

    19. «He ahí a tu madre»

    20. María y la resurrección de Cristo

    21. María y el don del Espíritu

    22. La dormición de la Madre de Dios

    MARÍA EN LA VIDA DE LA IGLESIA

    1. Presencia de María en el origen de la Iglesia

    2. El rostro materno de María en los primeros siglos

    3. El culto a la Virgen María

    4. Influencia de María en la vida de la Iglesia

    5. María, miembro muy eminente de la Iglesia

    6. María, tipo y modelo de la Iglesia

    7. María en la experiencia espiritual de la Iglesia

    8. La Virgen María, modelo de la santidad de la Iglesia

    9. La Virgen María, modelo de la maternidad de la Iglesia

    10. La Virgen María, modelo de la virginidad de la Iglesia

    11. La Virgen María, modelo de la Iglesia en el culto divino

    12. La oración a María

    13. Devoción mariana y culto a las imágenes

    14. Presencia de María en el concilio Vaticano II

    MARÍA EN LA FE Y EN LA DOCTRINA

    1. Naturaleza del culto mariano

    2. La santidad perfecta de María

    3. María Inmaculada, redimida por preservación

    4. La Virgen María santa durante toda la vida

    5. La Inmaculada Concepción

    6. La definición dogmática del privilegio de la Inmaculada Concepción

    7. La Asunción de María, verdad de fe

    8. La Asunción de María en la tradición de la Iglesia

    9. La virginidad de María, verdad de fe

    10. María siempre virgen

    11. La intercesión celestial de la Madre de la divina gracia

    12. María Mediadora

    13. María, Reina del universo

    14. María, Madre de Dios

    15. María, Madre de la Iglesia

    16. María, Madre de la unidad y de la esperanza

    17. María, hija predilecta del Padre

    18. María en el camino hacia el Padre

    Origen de esta recopilación

    Desde la época de la Iglesia naciente, los fieles cristianos han dirigido oraciones a la Virgen María, sintiéndose inspirados, acogidos y protegidos por su figura santa, maternal y mediadora. Por esta razón, la espiritualidad mariana, con sus contenidos de confianza, obediencia a la voluntad divina, escucha atenta de la Palabra, pureza de corazón y humildad, ha sido para muchos fieles un camino de santificación y de encuentro con el Señor Jesús.

    En la historia más reciente de nuestra Iglesia, el Papa Juan Pablo II se cuenta entre los grandes animadores de la devoción mariana. Al proclamarlo beato, Benedicto XVI recordó este carisma de su antecesor en los términos siguientes: Karol Wojtyła, primero como Obispo Auxiliar y después como Arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia signifi caba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera. Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y pro fundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el ícono bíbli co de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre. Un ícono que se en cuentra en el evangelio de Juan (19, 25-27) y que quedó sintetizado en el escudo episcopal y posteriormente papal de Karol Wojtyła: una cruz de oro, una «M» abajo, a la derecha, y el lema: «Totus tuus», que corresponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion de Monfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria (Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón)¹».

    Movido por su amor a María, y como parte de un proyecto pastoral de difusión de los documentos del Concilio Vaticano II, a fines del año 1995, el Santo Padre Juan Pablo II comenzó a dedicar sus audiencias generales a una reflexión sobre la Santísima Virgen y su significado en la vida de la Iglesia. Varios de los temas analizados en estos encuentros ya habían sido abordados por Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Mater, del año 1987. Mediante sus catequesis marianas, como él mismo las denominó, quiso volver sobre ellos e iluminar nuevos aspectos.

    Las audiencias generales dedicadas a las enseñanzas marianas fueron continuadas por el Papa hasta el año 1998, cuando dio inició al ciclo de preparación para el Jubileo del año 2000. Sin embargo, en el año 2000 -dedicado al Padre- el Papa agregó dos catequesis marianas adicionales, sobre María como hija predilecta del Padre y camino a Él.

    El objetivo que se propuso Juan Pablo II con su catequesis mariana fue, en sus palabras: proponer [a los fieles] una síntesis esencial de la fe de la Iglesia sobre María, aunque [...] no pretendo exponer una mariología completa, ni resolver las cuestiones que todavía los teólogos no han acla rado del todo (Lumen gentium, 54).²

    En el contexto del esfuerzo evangelizador que la Iglesia Latinoamericana ha puesto en marcha, invitando a los laicos a profundizar su compromiso de fe y ser discípulos-misioneros de Cristo, las enseñanzas marianas de Juan Pablo II, nuevo santo de la Iglesia Católica, adquieren una gran actualidad. Ellas nos invitan a una lectura más atenta de la Palabra y a dejarnos educar por María, la llena de gracia, como modelo de vida y santidad.

    El presente libro contiene esas enseñanzas. Para facilitar su lectura han sido organizadas en tres áreas temáticas. La primera, titulada María en la Revelación y la tradición, se refiere a textos del Antiguo y del Nuevo testamento. La segunda área temática, María en la vida de la Iglesia, contiene la catequesis relativa a diversos aspectos de la espiritualidad mariana y la forma en que ella ha influido en la vida de la Iglesia. Por último, la tercera, María en la fe y la doctrina, presenta la catequesis relativa a la devoción a la Virgen María y los dogmas marianos. Cuando corresponde, los textos papales están precedidos por pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, lo que facilita la comprensión de los mismos.

    Citando el documento Lumen gentium (n. 54), del Concilio Vaticano II, San Juan Pablo II nos enseña que la Madre de Dios ocupa para la Iglesia "el lugar más alto después de Cristo y el más cercano a nosotros. El lugar más alto, con respecto a la altura" conferida a María en el misterio de la salvación. Una vocación totalmente referida a Cristo. El lugar más cercano a nosotros, porque nuestras vidas están profundamente influenciadas por el ejemplo de María y su maternal intercesión. Nos enseña Juan Pablo II: To da la pedagogía de la historia de la salvación nos invita a dirigir nuestra mirada a la Virgen. La ascesis cristiana de todas las épocas invita a pensar en ella como modelo de adhesión perfecta a la voluntad del Señor. María, modelo elegido de santidad, guía los pasos de los creyentes en el camino hacia el paraíso. Mediante su cercanía a las vicisitudes de nuestra historia diaria, María nos sostiene en las pruebas y nos alienta en las dificultades, señalándonos siempre la meta de la salvación eterna. De este modo, se ma nifiesta cada vez más su papel de Madre: Madre de su hijo Jesús y Madre tierna y vigilante de cada uno de nosotros, a quienes el Redentor, desde la cruz, nos la confió para que la acojamos como hijos en la fe.2

    La finalidad de la presente obra responde, precisamente, a estas últimas palabras de San Juan Pablo II: alentar a los lectores a asumir el desafío espiritual de ser discípulos-misioneros en la tarea de una nueva evangelización de América y del mundo, sintiéndose siempre inspirados, acompañados y sostenidos por María.

    P.P.R.

    Mediante su cercanía a las vicisitudes de nuestra his toria diaria, María nos sostiene en las pruebas y nos alienta en las dificultades, señalándonos siempre la meta de la sal vación eterna. De este modo, se manifiesta cada vez más su papel de Madre: Madre de su hijo Jesús y Madre tierna y vi gilante de cada uno de nosotros...

    Finalidad y método de la exposición de la doctrina mariana³

    1. Siguiendo la constitución dogmática Lumen gentium, que en el capítulo VIII quiso iluminar cuidadosamente la misión de la bienaventurada Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo místico, así como los deberes de los redimidos para con la Madre de Dios, quisiera proponer ahora, en estas catequesis, una síntesis esencial de la fe de la Iglesia sobre María, aunque reafirmo, con el Concilio, que no pretendo exponer una mariología completa, ni resolver las cuestiones que todavía los teólogos no han aclarado del todo (Lumen gentium, 54).

    Deseo describir, ante todo, la misión de la bienaventurada Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo místico (ib.), recurriendo a los datos de la Escritura y de la Tradición apostólica y teniendo en cuenta el desarrollo doctrinal que se ha alcanzado en la Iglesia hasta nuestros días.

    Además dado que el papel de María en la historia de la salvación está estrechamente unido al misterio de Cristo y de la Iglesia, no perderé de vista esas referencias esenciales que, dando a la doctrina mariana su justo lugar, permiten descubrir su vasta e inagotable riqueza.

    La investigación sobre el misterio de la Madre del Señor es verdaderamente muy amplia y ha requerido el esfuerzo de numerosos pastores y teólogos en el curso de los siglos. Algunos, queriendo poner de relieve los aspectos centrales de la mariología, la han tratado a veces junto con la cristología o la eclesiología. Pero, aún teniendo en cuenta su relación con todos los misterios de la fe, María merece un tratado específico que destaque su persona y su misión en la historia de la salvación a la luz de la Biblia y de la tradición eclesial.

    2. Además, siguiendo las indicaciones conciliares, parece útil exponer cuidadosamente los deberes de los redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, especialmente de los creyentes (ib.).

    En efecto, el papel que el designio divino de salvación asigna a María requiere de los cristianos no solo acogida y atención, sino también opciones concretas que traduzcan en la vida las actitudes evangélicas de Aquella que precede a la Iglesia en la fe y la santidad. Así, la Madre del Señor está destinada a ejercer una influencia especial en el modo de orar de los fieles. La misma liturgia de la Iglesia reconoce su puesto singular en la devoción y en la vida de todo creyente.

    Es preciso subrayar que la doctrina y el culto mariano no son frutos del sentimentalismo. El misterio de María es una verdad revelada que se impone a la inteligencia de los creyentes, y que a los que en la Iglesia tienen la misión de estudiar y enseñar les exige un método de reflexión doctrinal no menos riguroso que el que se usa en toda la teología.

    Por lo demás, Jesús mismo había invitado a sus contemporáneos a no dejarse guiar por el entusiasmo al considerar a su madre, reconociendo en María, sobre todo, a la que es bienaventurada, porque oye la palabra de Dios y la cumple (cf. Lc 11, 28).

    No solo el afecto, sino sobre todo la luz del Espíritu deben guiarnos para comprender a la Madre de Jesús y su contribución a la obra de salvación.

    3. Sobre la moderación y el equilibrio que hay que salvaguardar tanto en la doctrina como en el culto mariano, el Concilio exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la palabra divina a que eviten con cuidado toda falsa exageración... (Lumen gentium, 67).

    Las exageraciones provienen de cuantos muestran una actitud maximalista, que pretende extender sistemáticamente a María las prerrogativas de Cristo y todos los carismas de la Iglesia.

    Por el contrario, en la doctrina Mariana es necesario mantener siempre la infinita diferencia existente entre la persona humana de María y la persona divina de Jesús. Atribuir a María lo máximo no puede convertirse en una norma de la mariología, que debe atenerse constantemente a lo que la revelación testimonia acerca de los dones que Dios concedió a la Virgen en razón de su excelsa misión.

    Del mismo modo, el Concilio exhorta a teólogos y predicadores a evitar una excesiva estrechez de espíritu (ib.), es decir el peligro de minimalismo, que puede manifestarse en posiciones doctrinales, en interpretaciones exegéticas y en actos de culto, que pretenden reducir y hasta quitar importancia a María en la historia de la salvación, así como a su virginidad perpetua y a su santidad.

    Conviene evitar siempre esas posiciones extremas, en virtud de una fidelidad coherente y sincera a la verdad revelada tal como se expresa en la Escritura y en la Tradición apostólica.

    4. El mismo Concilio nos brinda un criterio que permite discernir la auténtica doctrina Mariana: En la santa Iglesia [María] ocupa el lugar más alto después de Cristo y el más cercano a nosotros (Lumen gentium, 54).

    El lugar más alto: debemos descubrir esta altura conferida a María en el misterio de la salvación. Se trata, sin embargo, de una vocación totalmente referida a Cristo.

    El lugar más cercano a nosotros: nuestra vida está profundamente influenciada por el ejemplo y la intercesión de María. Con todo, hemos de preguntarnos acerca de nuestro esfuerzo por estar cerca de ella. Toda la pedagogía de la historia de la salvación nos invita a dirigir nuestra mirada a la Virgen. La ascesis cristiana de todas las épocas invita a pensar en ella como modelo de adhesión perfecta a la voluntad del Señor. María, modelo elegido de santidad, guía los pasos de los creyentes en el camino hacia el paraíso.

    Mediante su cercanía a las vicisitudes de nuestra historia diaria, María nos sostiene en las pruebas y nos alienta en las dificultades, señalándonos siempre la meta de la salvación eterna. De este modo, se manifiesta cada vez más su papel de Madre: Madre de su hijo Jesús y Madre tierna y vigilante de cada uno de nosotros, a quienes el Redentor, desde la cruz, nos la confió para que la acojamos como hijos en la fe.

    María en el Protoevangelio⁴ ⁵

    Lectura: [Biblia de América]

    Génesis 3, 15:

    ¹⁵ Pondré enemistad entre ti y la mujer,

    entre tu descendencia y la suya:

    ella te herirá en la cabeza,

    pero sólo tú herirás su talón.

    1. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación en la que se va preparando, paso a paso, la venida de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y se interpretan a la luz de la plena revelación ulterior, iluminan poco a poco con más claridad la figura de la mujer, Madre del Redentor (Lumen gentium, 55).

    Con estas afirmaciones, el concilio Vaticano II nos recuerda cómo se fue delineando la figura de María desde los comienzos de la historia de la salvación. Ya se vislumbra en los textos del Antiguo Testamento, pero solo se entiende plenamente cuando esos textos se leen en la Iglesia y se comprenden a la luz del Nuevo Testamento.

    En efecto, el Espíritu Santo, al inspirar a los diversos autores humanos, orientó la Revelación veterotestamentaria hacia Cristo, que se encarnaría en el seno de la Virgen María.

    2. Entre las palabras bíblicas que preanunciaron a la Madre del Redentor, el Concilio cita, ante todo, aquellas con las que Dios, después de la caída de Adán y Eva, revela su plan de salvación. El Señor dice a la serpiente, figura del espíritu del mal: Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar (Gn 3, 15).

    Esas expresiones, denominadas

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