Diez palabras que dan vida: El deleite y el cumplimiento de los mandamientos de Dios
Por Jen Wilkin
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In Ten Words to Live By, Jen Wilkin reminds readers of the life-giving power of God's perfect law for the believer. The Ten Commandments are words God spoke to a nation recently set free. They are words about obedience and holiness—timeless in their importance and wisdom. Yet today these same words are often misunderstood, forgotten, or simply ignored. Wilkin teaches readers how the Ten Commandments come to bear on their lives today, helping them to love God and others, live in joyful freedom, and long for that future day when God will be rightly worshiped for eternity. Ancient and timeless, these words cannot be overlooked. They serve as the rightful delight and daily meditation of those who call on the name of the Lord.
Jen Wilkin
Jen Wilkin is a Bible teacher from Dallas, Texas. As an advocate for biblical literacy, she has organized and led studies for women in home, church, and parachurch contexts and authored multiple books, including the best seller Women of the Word. You can find her at JenWilkin.net.
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Diez palabras que dan vida - Jen Wilkin
Tabla de contenido
Las Diez Palabras
Introducción
La primera palabra: Lealtad absoluta
La segunda palabra: Adoración intacta
La tercera palabra: Nombre intachable
La cuarta palabra: Descanso sin obstáculos
La quinta palabra: Honra a los ancianos
La sexta palabra: Honra la vida
La séptima palabra: Honra el matrimonio
La octava palabra: Honra la propiedad
La novena palabra: Honra la reputación
La décima palabra: Honra en el corazón
Conclusión
Diez palabras que dan vidaDiez palabras que dan vida: El deleite y el cumplimiento de los mandamientos de Dios
copyrightright © 2021 por Jen Wilkin
Todos los derechos reservados.
Derechos internacionales registrados.
B&H Publishing Group
Nashville, TN 37234
Diseño de portada e ilustración: Crystal Courtney
Director editorial: Giancarlo Montemayor
Coordinadora de proyectos: Cristina O’Shee
Clasificación Decimal Dewey: 222.16
Clasifíquese: DIEZ MANDAMIENTOS/VIDA CRISTIANA/OBEDIENCIA
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor.
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Las citas bíblicas marcadas DHH se tomaron de Dios Habla Hoy®, Tercera edición, © 1966, 1970, 1979, 1983, 1996 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso.
ISBN: 978-1-0877-4077-5
Impreso en EE. UU.
1 2 3 4 5 * 24 23 22 21
Las Diez Palabras
Éxodo 20:2-17
«Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo.
MANDAMIENTO 1
»No tengas otros dioses además de mí.
MANDAMIENTO 2
»No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones.
MANDAMIENTO 3
»No uses el nombre del Señor tu Dios en falso. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a usar mi nombre en falso.
MANDAMIENTO 4
»Acuérdate del sábado, para consagrarlo. Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo.
MANDAMIENTO 5
»Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios.
MANDAMIENTO 6
»No mates.
MANDAMIENTO 7
»No cometas adulterio.
MANDAMIENTO 8
»No robes.
MANDAMIENTO 9
»No des falso testimonio en contra de tu prójimo.
MANDAMIENTO 10
»No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca».
Romanos 13:8-10
«No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque los mandamientos que dicen: No cometas adulterio
, No mates
, No robes
, No codicies
, y todos los demás mandamientos, se resumen en este precepto: Ama a tu prójimo como a ti mismo
. El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento de la ley».
Introducción
Recuerda deleitarte
En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir.
1 Juan 5:3
Este es un libro sobre
la ley de Dios en toda su belleza vivificante. Hoy en día, en la iglesia, hay mucha falta de memoria sobre la función que cumple la ley en la vida de un creyente. Estas páginas son un ejercicio de remembranza.
Bien al principio, en las primeras páginas del Antiguo Testamento, en Éxodo 20 y luego otra vez en Deuteronomio 5, un pueblo antiguo en una tierra lejana recibió las aseret hadevarim, las Diez Palabras. Aquello que la Torá y los rabinos llamaban las Diez Palabras, nosotros lo conocemos como los Diez Mandamientos. Dadas a Moisés en el Monte Sinaí, y grabadas en tablillas de piedra por el mismo dedo de Dios, estas diez leyes debían servir a los israelitas al dejar atrás Egipto y entrar a la pagana Canaán. Resumen la ley moral del Antiguo Testamento, afianzando sus leyes civiles y ceremoniales.
Moisés le aseguró al pueblo, a la nación de Israel, que obedecer las Diez Palabras traería vida y bendición:
Tengan, pues, cuidado de hacer lo que el Señor su Dios les ha mandado; no se desvíen ni a la derecha ni a la izquierda. Sigan por el camino que el Señor su Dios les ha trazado, para que vivan, prosperen y disfruten de larga vida en la tierra que van a poseer (Deut. 5:32-33).
Los Diez Mandamientos son quizás el ejemplo más conocido de ley moral, que comunican códigos legales a las épocas modernas. Aunque la mayoría de las personas conocen algo sobre las Diez Palabras, pocas pueden enumerarlas. Una conocida encuesta descubrió que, mientras que a los estadounidenses les costaba recordar los Diez Mandamientos, podían enumerar los siete ingredientes de un Big Mac y los seis miembros de la tribu Brady con relativa facilidad.¹ En mi experiencia, tampoco hay muchos cristianos que puedan nombrar los diez «ingredientes claves» del Decálogo. ¿Podrías nombrarlos a todos? ¿Deberías poder hacerlo?
Si los Diez Mandamientos no se olvidan, a menudo se perciben de manera errónea. Tienen un problema de relaciones públicas. Muchos los consideran las declaraciones obsoletas de un Dios estruendoso y malhumorado a un pueblo desobediente, y nos cuesta identificarnos con alguno de los dos o que nos resulten agradables. Como nos cuesta encontrar belleza en las Diez Palabras, nos resulta fácil olvidarlas.
La ley y la gracia
Tal vez hayas escuchado la afirmación: «El cristianismo no se trata de reglas, se trata de relación». Es una idea que se ha vuelto popular en las últimas décadas, a medida que los mensajes evangelizadores hicieron un mayor énfasis en una relación personal con Dios, algo posible mediante la gracia que perdona nuestros pecados contra la ley de Dios. De muchas maneras, este enfoque evangelizador busca resolver el problema de relaciones públicas que mencioné. Intercambia al malhumorado Dios de la ley del Antiguo Testamento por el compasivo Dios de la gracia del Nuevo Testamento.
Así, la ley y la gracia se han visto enfrentadas como enemigas cuando, en realidad, son amigas. El Dios del Antiguo Testamento y el Dios del Nuevo han sido puestos en oposición, cuando en realidad, son el mismo. Dios no cambia. Su justicia y Su compasión siempre han coexistido, y lo mismo sucede con Su ley y Su gracia. Ahí es donde está nuestra desmemoria. En vez de ver el pecado de la ausencia de la ley como la barrera para una relación con Dios, hemos ido aceptando cada vez más la idea de que la ley en sí es la barrera. Hemos llegado a creer que las reglas impiden la relación.
Entonces, ¿el cristianismo se trata de reglas o de relación? Sin duda, la fe cristiana se trata de relación. Pero aunque la fe es algo personal, también es comunitaria. Somos salvos y empezamos a disfrutar de una relación especial con Dios, y de esa manera, de una relación especial con otros creyentes. El cristianismo se trata de una relación con Dios y con los demás, y como esto es cierto, el cristianismo también se trata abiertamente de reglas, porque las reglas nos muestran cómo vivir en esas relaciones. En lugar de amenazar la relación, las reglas la habilitan. Nuestra vida cotidiana lo prueba. Imagina que eres un maestro sustituto en una escuela primaria. ¿En cuál clase de jardín de infantes preferirías enseñar: en el que tiene reglas establecidas y respetadas, publicadas en la pizarra informativa, o en el que no tiene ninguna? Las reglas garantizan el respeto a la persona a cargo, y que las personas a su cargo busquen lo mejor para los demás aparte de buscar el bien propio. Sin reglas, nuestras esperanzas de una relación saludable se desvanecen al instante. Jesús no enfrentó las reglas con la relación. Él mismo dijo: «Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos».²
A los cristianos se les ha enseñado — y con razón — a temer al legalismo, el intento de ganar favor mediante la obediencia a la ley. El legalismo es una terrible desgracia, como lo evidencia el ejemplo de los fariseos. Pero en nuestro celo por evitar el legalismo, a veces hemos olvidado los muchos lugares donde se ensalza la belleza de la ley, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. El salmista dice que es dichoso el hombre que se deleita en la ley del Señor.³ Aunque el legalismo es una desgracia, la legalidad es una bendita virtud, como lo evidencia el ejemplo de Cristo.
Deberíamos amar la ley porque amamos a Jesús, y porque Jesús amaba la ley. Contrario a lo que se suele creer, los fariseos no amaban la ley; se amaban a ellos mismos. Por eso Jesús dijo que a menos que nuestra justicia supere la de los escribas y fariseos, nunca entraremos en el reino de los cielos (Mat. 5:20). El legalismo es una justicia externa solamente, practicada para ganar favor. El legalismo no es amor por la ley, sino que es su propia forma de ausencia de ley, ya que tuerce la ley para sus propios fines.
Cuando la Escritura condena la ausencia de ley — en forma repetida y vehemente —, condena tanto al que ignora la ley como al que la abraza para fines farisaicos. Observa las palabras del apóstol Juan: «Todo el que comete pecado quebranta la ley; de hecho, el pecado es transgresión de la ley» (1 Juan 3:4).
La definición misma de pecado es