Arcadio el pequeño no reconocido, hijo de Renata y de Mauricio Babilonia, encerrado en el cuatro de la alquimia y de los pescaditos de oro, se sumergió en los pergaminos de Melquiades. Este se le apareció y le dio ciertas indicaciones con las que iría a buscar un libro para aprender a descifrar el sánscrito, idioma que le ayudaría a descifrar los pergaminos.
Petrar Cotes enviaba comida a la casa Buendía, pues Fernanda del Carpio se quedó sin sustento desde la muerte de Aureliano Segundo, lo hacía por venganza, humillando a quien la había humillado, aunque al final lo hacía más por caridad, incluso quedándose sin comer en ocasiones.
Santa Sofía de la Piedad, siempre apacible, con una presencia casi transparente, empezó a mermar sus energías, al igual que la casa en una crisis de senilidad. Intentó detener la degradación de la casa, limpiando moho y telarañas,  pero cuando vio que el cuarto de Melquiades se dejaba ver entelarañado y polvoriento, cosa que solo había sucedido con el coronel y con el soldado que vino a buscar a José Arcadio Segundo, decide poner fin a la tarea y abandonar la casa. 
En esta ya no queda sino Fernanda y su nieto Aureliano, juntos viviendo en su soledad propia, hasta que un día Aureliano encuentra a su abuela muerta. Pero no permanece mucho tiempo solo pues José Arcadio, El Papa, está de regreso, sospechando la muerte de su madre gracias a sus correspondencia. Viene a habitar el vacío de la soledad que ésta dejó al morir; continúan conviviendo de la misma manera que lo hacían estos dos antes, hasta que el Papa se vio enfermo y tuvo que recurrir a Aureliano y sus cuidados, sólo entonces comenzaron a compartir un poco de lo que eran, pues pasaron meses sin siquiera cruzar palabra.
José Arcadio, el Papa, encontró el tesoro del San José de yeso que tanto había buscado Aureliano Segundo, 7214 doblones. Aun así no regresa a su Roma adorada, sino que se queda a refugiarse en los recuerdos de Amaranta.
La inesperada visita de Aureliano Amador, el último de los 17 Aurelianos, que había escapado a su muerte, para venir a encontrarla tantos años después frente a la casa de los Buendía, y de estos dos que le negaron la entrada, pues no lo conocían.
Como es costumbre cerramos el capítulo con una muerte, esta vez la de José Arcadio el Papa, asesinado por sus amigos infantes con quien realizaba una especie de faenas, alcohólicas y rituales, pero aun en la muerte permanece pensando en Amaranta.