Cuando Nina finalmente regresó a su antigua morada, quedó asombrada por la belleza y la riqueza que ahora la rodeaban. Por un momento, creyó que estaba inmersa en un sueño, y luego, pensó que quizás se había confundido de lugar debido a la opulencia que veía a su alrededor. Sin embargo, su certeza se afianzó al divisar a Juliana, quien, con su característico mal genio, le impidió la entrada al principio, alegando que estaba demasiado sucia y que Doña Paca no deseaba verla. Sin embargo, al ver a Obdulia, Juliana cambió de opinión y permitió que Benina entrara, aunque permaneció en la puerta del comedor.Durante un rato, Benina conversó con su ama, tratando de convencerla de que su relación con el hombre de origen moro era por pura caridad, y que podrían ser acogidos en la casa. Sin embargo, Paca le explicó que ni siquiera podía alojarla a ella, y le sugirió que volviera otro día, una vez que se hubieran mudado, sin el moro, por supuesto. Desilusionada y triste, Benina se marchó de la casa, y al salir a la calle, las lágrimas brotaron de sus ojos. Almudena, el ciego que la acompañaba, intentó consolarla, aunque sus esfuerzos resultaron infructuosos.Puedes escuchar la novela completa en nuestro canal de youtube: Misericordia de Benito Pérez Galdós