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Sabios A Su Manera. Cuentos Sobre Otras Formas De Afrontar La Vida Y Sus Dificultades
Sabios A Su Manera. Cuentos Sobre Otras Formas De Afrontar La Vida Y Sus Dificultades
Sabios A Su Manera. Cuentos Sobre Otras Formas De Afrontar La Vida Y Sus Dificultades
Libro electrónico83 páginas1 hora

Sabios A Su Manera. Cuentos Sobre Otras Formas De Afrontar La Vida Y Sus Dificultades

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Pongo a su consideración mi libro de cuentos acerca de sabiduría, filosofía, crítica política, ética y teología. Este libro reúne nueve relatos en que los personajes deben hallar respuestas acerca del buen vivir, o las han hallado, y buscan aplicar acciones correctivas basadas en la ética y el conocimiento, pero estas herramientas básicas para todo individuo pueden ser ahogadas por la propia naturaleza humana, inestable, salvaje y egoísta. A veces la mucha edad ayuda a ver las cosas de la manera que más conviene para salir del hoyo en que la propia ceguera mete al individuo común, pero no sólo el acumular años nos enseña a vivir como se debe, sino que este aprendizaje implica una gran ayuda de Dios. Este libro es, además de un compendio de sabiduría algo burda, una crítica y burla acerba a los poderosos amorales del mundo.
¿Te interesa, querido lector? Pues bienvenido al festín de ideas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ene 2023
ISBN9798215047316
Sabios A Su Manera. Cuentos Sobre Otras Formas De Afrontar La Vida Y Sus Dificultades
Autor

Sergio Gaspar Mosqueda

Nací en la Ciudad de México en 1967 y estudié la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde obtuve la medalla Gabino Barreda. En el año 2000, creé y dirigí el proyecto de revista cultural El Perfil de la Raza, en cuyo consejo editorial figuraba Miguel León Portilla, entonces presidente de la Academia Mexicana de la Historia. Trabajo para diversas editoriales y he publicado 31 obras en papel con varias editoriales y 46 en Amazon, entre las que se hallan dos novelas, varios volúmenes de cuentos, leyendas, un poemario, biografías de músicos de rock, diversos libros sobre historia de México y cuadernos de trabajo de varias materias.Mi primer libro, la novela Una generación perdida, se publicó en la colección Voces de México, en la que figuraron autores mexicanos destacados, como Vicente Leñero, Emilio Carballido, Alejandro Licona, Luisa Josefina Hernández, Víctor Hugo Rascón Banda y Eusebio Ruvalcaba. El reconocido autor Juan Sánchez Andraka afirma en el prólogo de la primera edición: “Yo leí este libro. Más bien debo decir: Yo viví este libro. Debo agregar: Lo viví intensamente".Uno de mis libros más vendidos es Cuentos mexicanos de horror y misterio. Próximamente aparecerán en papel mis libros sobre 50 figuras del rock clásico, 50 importantes músicos del metal gótico y 50 figuras del K-pop.

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    Sabios A Su Manera. Cuentos Sobre Otras Formas De Afrontar La Vida Y Sus Dificultades - Sergio Gaspar Mosqueda

    Sergio Gaspar Mosqueda

    Sabios A Su Manera

    Cuentos Sobre Otras Formas De Afrontar La Vida Y Sus Dificultades

    Copyright 2022 Sergio Gaspar Mosqueda

    Edición de Smashwords

    Recuerda dejar una reseña de mi libro en tu tienda preferida.

    Este libro está disponible en forma impresa con algunos minoristas en línea.

    Diseño de portada: Sergio Gaspar Mosqueda

    México, enero del 2022

    Tabla de contenido

    La ética y la incoherencia

    El gran benefactor

    Hasim, el nuevo sabio

    Fragilidad

    ¿Quién roba a quién?

    Reglas para vivir mucho y bien

    El mesías frustrado

    El siempre amado

    El anciano

    Sobre el autor

    Otras obras del autor

    Conectar con Sergio Gaspar Mosqueda

    La ética y la incoherencia

    El profesor Hugster fue a dar a la cárcel de ese país extranjero por sus ideas sobre la libertad. Pero los dueños del poder decidieron ponerlo entre los criminales comunes, para bajarle los humos. Éstos, sin embargo, con ser muy peligrosos, le mostraron respeto. Él hablaba poco, pues creía que en su incultura, ellos no entenderían sus elevadas ideas sobre la bondad connatural del hombre y los medios para alcanzar la igualdad entre los individuos.

    Un día fue anunciado el ingreso del sabio Durana. El hombre, famoso no sólo por su sapiencia, sino también por su buen corazón, se quedó parado en medio del patio donde acostumbraban reunirse los presos por las tardes. Era un anciano de baja estatura y mirada dulce, pero que en ese momento parecía confundido. Finalmente, fue a sentarse en un rincón.

    —Maestro Durana —se acercó a él Nahib, el salteador de caminos—. ¿Por qué te han traído aquí? ¿Acaso toda tu sabiduría no te sirvió para escabullirte?

    —Déjalo en paz, Nahib —dijo Ragaz, calificado por las autoridades como el más feroz asesino del país.

    Ragaz en todo y en todos creía ver malas intenciones debido a que en su infancia muchos se habían aprovechado de él porque había sido débil e ingenuo. De ahí había nacido su ferocidad. Pero aún había nobleza en su corazón.

    Se acuclilló frente a las blancas barbas del anciano.

    —Maestro, ¿acaso los hombres buenos como tú ahora llenarán las cárceles?

    Tras hacer una reverencia a Ragaz, lo cual sobresaltó al profesor Hugster, que miraba a lo lejos, el sabio contestó:

    —En el libro del destino está escrito que un inocente padezca para hacer evidente la injusticia de los hombres.

    —Pero ¿por qué ponerte junto a mí, el peor criminal? —preguntó Ragaz mirando al suelo.

    —No —respondió enfáticamente Durana y señaló hacia el gran portón—, los peores delincuentes están en el Palacio de Gobierno.

    —¡Cómo! ¿Han capturado a alguna banda de malhechores más fieros que yo?

    Durana rio de buena gana y aclaró:

    —No, sino que viven ahí y desde ahí ordenan la ruina del país, y por ello son aplaudidos. Pero, dime, Ragaz, y no te extrañe que conozca tu nombre, pues tu fama de cruel ha llegado a los últimos rincones del país; dime: ¿no fue acaso en parte por necesidad tu primer crimen?

    El hombre acercó aún más su cabeza hacia el polvo y sollozó sin lágrimas.

    —¡Oh, sí, maestro Durana, fue sobre todo por hambre! La pobre anciana Runa cayó con la cabeza destrozada por mi mazo, más pesado aún por el odio que había acumulado contra la gente que me ofendía por poseer mucho más que yo, y se desangró mientras yo saqueaba su tienda. Pero ¿cómo lo adivinaste?

    —No soy adivino, mi buen Ragaz, sólo extraigo conclusiones.

    —¿Acaso eres mago? —preguntó Nahib, asustado.

    Durana se mostró un poco indignado.

    —No me confundas con un ilusionista barato, muchacho. La magia no existe, al menos no del modo en que ustedes la conciben. Nadie, por puro capricho, puede alterar el orden de las cosas, el orden que estableció el Creador, sin sufrir las consecuencias.

    —Y ¿cuáles son esas consecuencias? —preguntó el profesor Hugster acercándose y mostrando un vivo interés en la cuestión.

    El anciano le dedicó una amplia sonrisa al erudito extranjero y elevando una mano, le invitó:

    —Siéntate junto a mí, hombre bueno.

    El intelectual rebelde se sintió un tanto humillado al ser tratado con ese adjetivo. Le pareció ridículo, cursi; hubiera preferido ser llamado hombre sabio, o incluso maestro, pero accedió.

    —Verás, buen hombre, quien intente desviar o detener un impetuoso río provocará desastres, antes de que ese río retome su curso normal. El curso normal de los acontecimientos y el comportamiento natural de los hombres tienden al bien, así que quienes, actuando como demonios, alteran esa normalidad, sólo retrasan el restablecimiento de la edad de oro, causan desastres y se exponen a ser arrastrados por los hechos, antes de que todo se reencauce por donde debe ir. Sí, todo siempre se reencauza. Entonces, ¿de qué sirve derramar sangre buscando someter el cosmos a nuestros caprichos? Pero incluso tú y yo, que jamás hemos levantado la mano contra nuestro prójimo, como ellos —señaló a los dos delincuentes comunes que tenían a su lado—, que, desesperados, arrebataron bienes y vidas, somos parte del reacomodo que viene; estamos en el ojo del huracán o, por mejor decir, entre los escombros que, arrastrados por el río que quiere ser sometido, buscan su lugar de reposo. Aun nuestra muerte serviría para el reacomodo universal.

    —¿Estamos en la etapa, pues, del caos? —preguntó el profesor, no muy convencido y tragándose los gestos de burla que luchaban por asomarse a su rostro.

    El sol los quemaba a todos, reflejándose en los techos de lámina bruñida de los largos pabellones donde cientos de presos se veían obligados a dormir apiñados.

    —Esta era del caos ha durado milenios, y está por terminar.

    —¡Milenios! —exclamaron casi a la par el salteador y el asesino, aturdidos.

    —Que son un suspiro en la eternidad —enfatizó el sabio—. La edad dorada duró eones. Tanto duró que nadie sabría contabilizar, en años terrestres, ese tiempo de paz universal. En todos los mundos se vivió en hermandad. En todos los

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