A principios del siglo xix, Napoleón Bonaparte pretendió convertirse en el señor de toda Europa. Para ello asoló uno detrás de otro los reinos por los que iba pasando. En Rusia, se topó con un muro de hielo y pólvora que fue desastroso para sus planes imperiales. Entre los miles y miles de soldados que se movilizaron para hacer frente a las tropas napoleónicas, una mujer quiso formar parte de aquel glorioso episodio de la historia de Rusia. Se llamaba Nadezhda Durova, pero se ocultó bajo una identidad masculina como el soldado Aleksander Sokolov, cuyas aventuras y valerosas hazañas plasmaría ella misma en un diario que se convertiría en un testimonio de primera mano no solo de la vida de una persona excepcional, sino de un episodio clave en la historia de la Europa Contemporánea.
RECHAZADA DESDE EL NACIMIENTO
«En 1806, el joven y querido emperador ruso Alejandro I —recordaba Nadezhda en su diario—se enfrentaba al mayor desafío de su reinado de cinco años. El intento de un ejército combinado austro-ruso de contrarrestar las ambiciones continentales de Napoleón había terminado en una aplastante derrota en Austerlitz a finales de 1805, y los austriacos firmaron una paz por separado. Ahora Francia amenazaba a Prusia y Rusia se estaba armando una vez más para controlar a Napoleón, esta vez cerca de sus propias fronteras occidentales».
Antes de que terminara el año, Nadezhda tomaba la difícil decisión de abandonar su hogar y enrolarse en el ejército. Tenía entonces unos veintitrés años o