Ignacio María Pérez, acérrimo carlista, y los suyos

Por María Luz Gómez

«Por Dios, por la Patria y el Rey, lucharon nuestros padres...» (himno de los Tradicionalistas).

Trata este libro de la biografía novelada de un ascendiente de mi marido, modesto terrateniente y acérrimo defensor del Carlismo, al que sacrificó sus bienes y su vida. Al comenzar la «guerra de los siete años» entre Carlistas e Isabelinos (o Tradicionalistas y Liberales) enajenó sus tierras en ayuda de «la Causa», y se apuntó voluntario en sus filas.

Cayó en la guerra a los veintidós años, dejando a su mujer arruinada, embarazada, y en una tierra que apenas conocía. Dos meses después de su muerte nació su hijo Tomás. La joven madre, una mujer enérgica y valiente, supo hacer frente a la adversidad y sacar adelante al pequeño, sin que nada le faltase.

Continúo hablando de la familia hasta el principio de la tercera generación (ya estamos en la sexta), en la que terminó esta historia. También hablo de la evolución y el fin del Tradicionalismo en 1.975 a la muerte del General Franco, durante cuya dictadura había gozado de un leve protagonismo.

• Idioma: Español
• Editorial: Caligrama
• Fecha de lanzamiento: 1 ago 2017
• ISBN: 9788417164119

María Luz Gómez

María Luz Gómez es una anciana paralítica que entretiene sus forzados ocios escribiendo en el ordenador historias que juzga interesantes y desea compartir. Es madrileña y en Madrid vivió toda su vida. Estudió en el colegio del Sagrado Corazón. Después, idiomas y pintura. Empezó la carrera de Filosofía y Letras, que no terminó por su pronta boda con un médico. Su matrimonio fue feliz y dio muchos frutos: siete hijos. Nunca trabajó, sino en su casa. Cuidó de hijos y nietos. A sus queridos padres no pudo dedicarles la atención que merecían por falta de tiempo. En cambio, más adelante pudo cuidar de su suegra y dos tías de su marido que solo la tenían a ella. Hoy es viuda y necesita cuidadoras. Tiene diez nietos -uno adoptado, etíope- y cinco bisnietos. Su numerosa familia y su fe cristiana la hacen seguir feliz.

Vista previa del libro

Ignacio María Pérez,

acérrimo carlista, y los suyos

Ignacio María Pérez,

acérrimo carlista, y los suyos

María Luz Gómez

caligrama

Esta es una obra de biografía. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra no son producto de la imaginación del autor, han sido utilizados de manera real.

Ignacio María Pérez, acérrimo carlista, y los suyos

Primera edición: julio 2017

ISBN: 9788417120337

ISBN e-book: 9788417164119

© del texto

María Luz Gómez

© de esta edición

, 2017

www.caligramaeditorial.com

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Impreso en España – Printed in Spain

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Prólogo

En este libro trataré de la historia (novelada para completar mis escasos conocimientos) de un antepasado de mi marido, su familia, y el Carlismo: que fue su pasión, y al que sacrificó sus bienes y su vida.

Nacimiento y primeros

años del protagonista

Ignacio nació el 21-4-1813, en aquellos revueltos años que siguieron al triunfo de España, aliada con Inglaterra y Portugal contra los franceses, en la batalla de los Arapiles; y la coronación de Fernando VII el deseado.

Era el único hijo de un matrimonio feliz y enamorado: José Perez y M.ª Manuela Parada.

Sus padres eran terratenientes, y residían en una hermosa finca que poseían (entre otras muchas, situadas todas ellas en Galicia) en Bolmente, pequeña aldea de la provincia de Lugo que vivía en absoluta paz, y a la que prácticamente no llegaban las intrigas de la Corte.

El Pacio, como era llamada la finca, constaba de una gran casa solariega con jardín, huerta, y abundantes tierras de labranza. Tenía perrera, gallinero, y cuadras para las caballerías y el abundante ganado vacuno y lanar que poseían. Numeroso servicio de ambos sexos ayudaba al matrimonio en sus respectivas tareas. El marido se ocupaba de las tierras; y no sólo de las del Pacio; también de la vigilancia (para lo que se veía obligado a hacer frecuentes viajes en las incómodas carrilanas de la época) de las restantes, que tenían arrendadas en aparcería. La misión de la mujer era el cuidado y la dirección de la casa: la ropa, las comidas, la administración, y las compras. Además (tenía una esmerada educación fuera de la época) atendía a mejorar la formación de las personas del servicio en todos los aspectos, principalmente en el religioso.

Como se ve, aquella familia (los criados formaban parte de ella) vivía sencilla y holgadamente. Y debido al ejemplo, y a las normas impuestas por los señores que no consentían peleas, estas, o no existían, o se resolvían pronto en un gesto de paz.

El pequeño Nachito se crió rollizo y feliz. Era un crío fuerte, guapo, y alegre. Todos le querían y rivalizaban en mimarle. Hubiera podido malearse, de no haber sido porque sus padres, habitualmente cariñosos y sonrientes, sabían ponerse serios cuando era preciso, y no admitían lo que no debían tolerar.

Durante la Primavera, el Verano, y la mayor parte del Otoño, el tiempo solía ser muy agradable; el pequeño jugaba en el jardín, bajo la vigilancia de su niñera o de su madre. Ambas jugaban con él; y también lo hacía con los perros; sobre todo con un pequeño foxterrier de su exclusiva propiedad. A veces le llevaban a alimentar a las gallinas, dándole una carabeliña (cestita en gallego) llena de grano. El niño las llamaba; ¡Churras, churriñas!, y disfrutaba lo indecible cuando acudían a picotear la pitanza que el les echaba a puñados. Algunos días venía de visita una vecina, amiga de su madre, trayendo a sus hijos: un niño de su edad, y otro poco mayor. Y aquellos días Nachito la gozaba especialmente, jugando como loco con aquellos amigos al escondite, al rescate, a las cuatro esquinas, a las prendas...

También a menudo le llevaba su padre a visitar las cuadras al atardecer, cuando los animales tomaban sus piensos y se preparaban para el descanso. El niño tenía sus favoritos. Sobre todo le gustaba un caballo blanco llamado Nieve, al que acariciaba, y en el que su padre lo paseaba a menudo montado con él a la grupa.

Los Inviernos ya no resultaban tan agradables. Llovía con frecuencia, por lo que no era posible permanecer al aire libre, y los días eran cortos, tristes, y oscuros. Dentro de casa, en el cuarto de estar con la chimenea encendida, el pequeño también se encontraba a gusto, y su madre se ocupaba de que no se aburriera. Le enseñaba las letras y a hacer palotes, como inicio de la lectura y escritura. A dibujar y a recortar; y