Amam sobrevivió al genocidio armenio. Durante la mayor parte de su vida y hasta su último día vivió en Armenia con un círculo azul en la frente y números en los dedos de las manos. Hasmik, su bisnieta, creció intrigada y preguntando por las misteriosas marcas. Con los años, y aunque su abuela no se lo contó, Hasmik dedujo que se trataba de tatuajes. Amam siempre trató de esconder especialmente el de la frente: lo cubrían las monedas del traje tradicional armenio y, cuando no tenía monedas, lo hacía con un pañuelo.
Si alguien en su familia preguntaba, no respondía. O respondía que solo era una marca y cambiaba de tema. Amam nunca hablaba de aquel tatuaje. Ni de su vida. Sus gestos y silencios evidenciaban que el tatuaje en su frente no fue una elección y que respondía a lo que su propio nombre indica: la palabra tatuaje deriva de ta-tatau, que en polinesio significa algo así como «herida a golpes».
DERMOTOTIKSIA: UN ESTIGMA PARA TODA LA VIDA. El método no era nuevo, aunque había caído en desuso. El tatuaje de Amam era un estigma como lo había sido para las mujeres tracias (ménades), acusadas de matar a Orfeo y tatuadas como castigo.
Según la teoría del yo-piel de Didier