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El Sagrado Corazón de Jesús
El Sagrado Corazón de Jesús
El Sagrado Corazón de Jesús
Libro electrónico126 páginas58 minutos

El Sagrado Corazón de Jesús

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Centenario de la consagración de España a su Rey.

Contemplan y pregonan su amor, además de los evangelistas, múltiples personas a través de 21 siglos; hasta llegar al Rey Alfonso XIII, que le consagró España en su centro geográfico: el cerro de los Ángeles donde se eleva un grandioso monumento, hará en Junio 100 años.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento17 sept 2019
ISBN9788417887575
El Sagrado Corazón de Jesús
Autor

María Luz Gómez

María Luz Gómez es una anciana paralítica que entretiene sus forzados ocios escribiendo en el ordenador historias que juzga interesantes y desea compartir. Es madrileña y en Madrid vivió toda su vida. Estudió en el colegio del Sagrado Corazón. Después, idiomas y pintura. Empezó la carrera de Filosofía y Letras, que no terminó por su pronta boda con un médico. Su matrimonio fue feliz y dio muchos frutos: siete hijos. Nunca trabajó, sino en su casa. Cuidó de hijos y nietos. A sus queridos padres no pudo dedicarles la atención que merecían por falta de tiempo. En cambio, más adelante pudo cuidar de su suegra y dos tías de su marido que solo la tenían a ella. Hoy es viuda y necesita cuidadoras. Tiene diez nietos -uno adoptado, etíope- y cinco bisnietos. Su numerosa familia y su fe cristiana la hacen seguir feliz.

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    El Sagrado Corazón de Jesús - María Luz Gómez

    El Sagrado Corazón de Jesús

    Primera edición: 2019

    ISBN: 9788417887087

    ISBN eBook: 9788417887575

    © del texto:

    María Luz Gómez

    © de esta edición:

    Caligrama, 2019

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Prologo

    El 30 de Junio del presente año 2.019, será el centenario de la entronización de la Imagen escultórica del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles (Getafe, Madrid), en la que el Rey Alfonso XIII le consagró España. Esto convierte el año en jubilar; y cuando llegue esa fecha se renovará la consagración con gran solemnidad. Por ello me ha parecido oportuno dedicar un librito al Corazón de Jesús, narrando a mi modo los diversos acontecimientos que a través de los siglos han culminado en esta consagración.

    Capítulo primero

    Porqué soy católica

    A través de los cuatro evangelios conocemos la vida de Jesús. Sus apóstoles Mateo «el publicano» y Juan «el discípulo amado» la narran en dos de ellos; y en los otros dos la ponen por escrito Marcos, siguiendo la predicación del apóstol Pedro; y Lucas, médico griego discípulo de Pablo.

    Este último se convirtió en «el apóstol de las gentes» tras aparecérsele Jesús en el camino de Damasco, cuando su ortodoxia judía le llevaba a perseguir a la Iglesia.

    Lucas no llegó a conocer personalmente a Jesús, pero se informó cuidadosamente de todo lo relativo a su Persona a través de Pablo; de María, su Madre Virgen; y de muchos que le conocieron, le siguieron, le escucharon, creyeron en Él y fueron curados milagrosamente. En su evangelio incluso da fechas: «en el año quince del reinado de Tiberio; siendo Herodes tetrarca de Galilea; su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la Traconítide; Anás, Sumo Pontífice…

    En fin, Lucas escribe muy bien documentado; y aunque no pueda decir como Juan «que narra lo que vieron sus ojos y palparon sus manos», su evangelio es tan digno de fe como el de este. Lo ofreció en primer lugar a un cristiano noble llamado Teofilo, para que conociera mejor la solidez de los principios en los que había creído.

    Como yo procuro escribir no sólo para católicos y demás cristianos, sino para todo aquel que se interese por nuestra fe, me gustaría hacer un comentario exclusivamente personal sobre por qué creo. Mis antepasados fueron católicos durante siglos; y yo nací de unos padres que, por serlo profundamente, me llevaron a bautizar a los pocos días de mi llegada a este mundo. No creían atentar contra mi libertad; estaban convencidos de que con mi entrada en la Iglesia me otorgaban el mayor de los dones. Posteriormente recibí en el hogar y en el Colegio del Sagrado Corazón la mejor de las educaciones, tanto religiosa como cultural y civil.

    Al llegar a la adolescencia empecé a hacerme muchas preguntas, frecuentes a esa edad: todo aquello tan antiguo y bonito que me enseñaron ¿no sería algo utópico?; ¿fruto del deseo de amor, protección y felicidad eterna propio del ser humano?. ¿algo así como la creencia en que los regalos de Navidad los traían los Reyes Magos o Santa Claus?. ¿Cómo era posible que si Dios era Amor y Omnipotencia, permitiera tantos horrores: guerras, injusticias, discriminaciones… El sufrimiento de los inocentes...Y sobre todo, la muerte en la Cruz de su Unigénito. ¿No podía habernos redimido de otra forma?.

    Reflexioné, pregunté a quien pensaba que debía saberlo (mis padres, mi confesor, una de las monjas del Colegio en la que tenía plena confianza...Recé...Leí buenos libros que me recomendaron...Y el resultado final fue una buena formación, que me afianzó definitivamente en mi fe católica. Pensé y pienso, que la ignorancia es su mayor enemigo.

    Decidí «dejar hacer a Dios». Su Infinita Sabiduría tiene planes que yo no puedo mejorar; y aunque ahora no los entienda, creo que «todo es para bien». Confío en Él, sabiendo que desea lo mejor para sus hijos. Que si lo que ocurre es bueno, lo quiere. Si es malo no lo quiere; pero lo permite porque respeta nuestra libertad. Esta vida es un tiempo de prueba y Dios siempre sacará un bien de ese mal, a veces tan sólo aparente.

    El nos ha creado «a su Imagen»: hijos libres, con un corazón capaz de amar y una inteligencia capaz de comprender; y no «esclavos», ni muñecos robot programados para el bien. Ha querido correr el riesgo de nuestra libertad, porque sin ella es imposible amar.

    Pregunta el hombre a Dios en un salmo:

    «Señor Dios nuestro: ¡qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos; la luna y las estrellas que has creado, pienso: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?. ¿El ser humano para darle poder?. Lo hiciste poco inferior a los ángeles. Lo coronaste de gloria y dignidad. Le diste el mando sobre las obras de tus Manos. Todo lo sometiste bajo sus pies...».

    Creo que el «pecado de origen» que relata la Biblia: «el querer ser como Dios contra Dios; más que Él en el conocimiento del bien y del mal», es algo que siempre resultará tentador para el ser humano. No nos damos cuenta sin una profunda reflexión, de que las cosas no son malas porque Dios las prohíba. Si las prohíbe es porque son malas y nos hacen daño.

    El caer en la tentación del pecado de origen, convierte el tesoro de nuestra libertad en libertinaje: «licencia para pecar». En no querer hacer la Voluntad de Dios, sino la nuestra.

    La Sagrada Escritura (de fe para judíos y cristianos. El Antiguo Testamento para ambos, y el Nuevo para estos últimos) lo expresa con claridad absoluta.

    «¿Porqué se han amotinado las naciones...contra el Señor y contra su Cristo?...¡Sacudamos de nosotros su yugo! — dice el Salmo II — Se reirá de ellos el Señor...Les hablará en su indignación...Yo constituí mi Rey sobre Sión, mi monte santo. Mi Hijo predicará mi Decreto»

    Y en otro momento de la Biblia, Dios advierte:

    «Un gran pecado ha cometido mi pueblo: se ha separado de Mí que soy fuente de agua viva, y se ha ido a construir cisternas agrietadas que no pueden retener las aguas».

    Porque tomar «su yugo es suave» (palabras de Jesús en su Evangelio) y nos conduce a la felicidad. Y rechazarlo nos lleva a la ruina, aunque en un momento dado nos pueda parecer otra cosa.

    Dios, además de Padre

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