De todos es conocida la tendencia medieval, manifiesta solo en determinados escritos y lugares, de identificar el año 1000 de nuestra era con la llegada del final descrito en el Apocalipsis de san Juan. Sin embargo, lo que el común desconoce es que, también en el año 800, el Reino de Asturias vivió un proceso similar, e igualmente fundamentado.
La difusión de esta mentalidad milenarista se debió en buena medida a la difícil situación política que vivía la España cristiana del siglo viii, y a la difusión y fama alcanzadas por los Comentarios al Libro del Apocalipsis (año 776) de Beato de Liébana, un monje del monasterio de San Martín de Turieno, actualmente denominado Santo Toribio, sito en el valle cántabro lebaniego. Beato no era un religioso más, sino que llegó a ser abad de su cenobio, confesor de Osinda, la esposa del rey Silo (774-783) y uno de los mayores sabios de la Europa del momento, junto al adopcionista obispo Elipando de Toledo y al filósofo y teólogo inglés Alcuino de York. Fue además el impulsor fundamental del culto a Santiago apóstol en España, y a la larga uno de los responsables de su patronazgo definitivo.
La situación política de la época contribuyó a la difusión de la mentalidad milenarista
Beato, que vivió entre la década de los treinta del siglo viii e inicios del ix, escribió sus famosos comentarios basándose en la obra de algunos teólogos antiguos como el africano Ticonio (s. iv) o el hispanorromano Apringio de Beja (s. vi). A las citas de estos autores añadió sus propias reflexiones y las originalísimas ilustraciones que las acompañan, verdadero motivo de