Don Bosco en una nueva versión

Por María Luz Gómez

Don Bosco fue gran maestro y amigo de los jóvenes.

Juan Bosco, niño pobre con vocación sacerdotal, no tenía dinero para costearse el seminario. Lo obtuvo trabajando como titiritero. Ya sacerdote, dedicó su vida a ayudar a los chicos desamparados. Y, para que perdurara su obra, fundó la Congregación Salesiana.

• Idioma: Español
• Editorial: Caligrama
• Fecha de lanzamiento: 20 nov 2018
• ISBN: 9788417637484

María Luz Gómez

María Luz Gómez es una anciana paralítica que entretiene sus forzados ocios escribiendo en el ordenador historias que juzga interesantes y desea compartir. Es madrileña y en Madrid vivió toda su vida. Estudió en el colegio del Sagrado Corazón. Después, idiomas y pintura. Empezó la carrera de Filosofía y Letras, que no terminó por su pronta boda con un médico. Su matrimonio fue feliz y dio muchos frutos: siete hijos. Nunca trabajó, sino en su casa. Cuidó de hijos y nietos. A sus queridos padres no pudo dedicarles la atención que merecían por falta de tiempo. En cambio, más adelante pudo cuidar de su suegra y dos tías de su marido que solo la tenían a ella. Hoy es viuda y necesita cuidadoras. Tiene diez nietos -uno adoptado, etíope- y cinco bisnietos. Su numerosa familia y su fe cristiana la hacen seguir feliz.

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Don Bosco en una nueva versión

Primera edición: octubre 2018

ISBN: 9788417637729

ISBN eBook: 9788417637484

© del texto:

María Luz Gómez

© de esta edición:

, 2018

www.caligramaeditorial.com

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Impreso en España – Printed in Spain

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Prólogo

Mi admiración por este gran santo y su obra, me lleva a escribir esta biografía novelada. Creo que la Congregación de los Salesianos fundada por él, y la gran labor asistencial y educativa que realiza en el mundo entero, son de sobra conocidas y tienen la colaboración de muchas personas. Pero me hago la ilusión de que este librito pueda ayudar a que alguna más la conozca mejor, y se anime a prestarle su ayuda.

Capítulo primero

San Francisco de Sales

Empiezo haciendo un pequeño resumen de la vida de este gran santo, porque a Don Bosco le inspiraba particular devoción. Desde que comenzó la labor que le inspiró el Señor, la puso bajo su patrocinio. Y al fundar la Congregación Salesiana con la idea de que su obra se perpetuase, decidió ponerle su nombre.

Francisco de Sales nació en Saboya el día veintiuno de Agosto de 1.5 67, en el Castillo de Sales. Sus padres se llamaban Francisco de Sales de Boisy, y Francisca de Sionnaz; y nuestro santo, su primogénito, era por tanto el mayorazgo de aquella noble familia.

Durante sus primeros años recibió en el hogar una buena educación cristiana, que supo asimilar en profundidad. Tenía un carácter fuerte, que en cuanto tuvo uso de razón trató de controlar, y era un muchacho inteligente, amable y piadoso.

Desde muy pequeño fue devoto de San Francisco de Asís, y trató de imitar su amor a «la dama pobreza»; por lo que hacía una vida mortificada y austera pese a su corta edad, y a que en el Castillo podía disfrutar de cuantos lujos y comodidades ofrecía la época.

Al cumplir los trece años su padre lo envió a París, para que estudiara en el colegio que allí tenían los jesuitas. Pasó después a la Universidad; primero en aquella misma ciudad, donde estudió la carrera de Leyes. Y una vez concluida esta con brillantez, se trasladó a Padua donde se doctoró en Teología. Sus notas siempre fueron sobresalientes; en todo momento ofreció a Dios sus ocupaciones, y a su despierta inteligencia se unía un alto sentido del deber.

Su auténtica vocación desde muy niño era el sacerdocio; pero sólo había hablado de ello con su madre y algún íntimo amigo. No quería que su padre lo supiera, porque estaba seguro de que aquello sería para él ocasión de disgusto, y que de ninguna manera lo consentiría. Sabía que por ser su mayorazgo, tenía para él planes muy diferentes.

Una vez finalizados sus estudios, Francisco decidió pedir ayuda a dos personas para que le fuera posible realizar su vocación: a un tío canónigo, Luis de Sales, y a Claudio de Granier, Obispo de Ginebra, que sentía por él un gran aprecio. Ambos de acuerdo, hablaron al Papa de Francisco en tales términos, que lo nombró deán del Capítulo de Ginebra.

Su padre, aunque muy disgustado y sorprendido, no pudo oponerse a la voluntad del Vicario de Cristo, y se vio obligado a dar su consentimiento.

Francisco recibió la Ordenación sacerdotal en 1.593; y nombró sus intercesores a San Francisco de Asís y a San Felipe Neri, para poder con su ayuda, llevar a cabo su sagrada misión de la mejor manera posible.

Durante el primer año de su sacerdocio permaneció en Ginebra, donde por mandato del Obispo dirigió una Parroquia. Fue muy querido por sus feligreses, que supieron valorar su santidad; su generosidad incansable con todos, empezando por los más necesitados; y su personalidad alegre, paciente y optimista.

Pero precisamente por todo ello, la Jerarquía decidió en 1.594 enviarle a Chablais (provincia de Saboya), donde hacía estragos la herejía calvinista.

«Si alguien puede hacer algo allí, es Francisco» — fue la opinión general de la curia.

Pero nada más llegar a Chablais, la población, calvinista en su mayoría, lo expulsó de su seno.

«Jamás admitirían en su ciudad a un sacerdote de la Iglesia Católica, que Calvino había demostrado ser falsa y herética».

Nuestro santo tuvo que dejar la casa parroquial, y salió de Chablais con el crucifijo y el rosario en el bolsillo, y todas sus pertenencias en una pequeña maleta. Llevaba en ella algo de ropa, una manta, su breviario, y útiles de aseo. Y antes de salir de la ciudad compró un bote con engrudo y una brocha, muchos papeles en blanco, una pluma de ave y un gran tintero. También un pequeño farol y una botella de aceite, acompañados de yesca y eslabón.

Estableció su domicilio en una gruta que encontró en un espeso bosque que había a las afueras de la ciudad. Allí vivió durante algún tiempo, comiendo lo que encontraba, y defendiéndose de los ataques de los lobos; e incluso de dos intentos de asesinato, que habían planeado algunos de los calvinistas más exaltados.

Dedicaba las horas, una vez cumplidas sus habituales prácticas de piedad y dado un paseo por el bosque para conseguir algún sustento, a escribir multitud de pliegos en los que rebatía las tesis de Calvino muy acertadamente, pero con caridad, comprensión y simpatía.

«La mejor manera de convertir a los herejes — se decía — es el amor».

Cuando ya tenía dispuestos un montón de «pasquines», se dirigía a media noche a la ciudad con el farol encendido en