San Francisco Javier

Por María Luz Gómez

Historia y leyenda del apóstol de las Indias.

Noble navarro, jesuita de 1.ª hora y legado pontificio de las tierras al este del cabo de Buena Esperanza, Javier cristianizó gran parte de la India y una pequeña del Japón. Murió frente a las costas de China, cuando pretendía evangelizarla.

• Idioma: Español
• Editorial: Caligrama
• Fecha de lanzamiento: 24 jul 2020
• ISBN: 9788418310546

María Luz Gómez

María Luz Gómez es una anciana paralítica que entretiene sus forzados ocios escribiendo en el ordenador historias que juzga interesantes y desea compartir. Es madrileña y en Madrid vivió toda su vida. Estudió en el colegio del Sagrado Corazón. Después, idiomas y pintura. Empezó la carrera de Filosofía y Letras, que no terminó por su pronta boda con un médico. Su matrimonio fue feliz y dio muchos frutos: siete hijos. Nunca trabajó, sino en su casa. Cuidó de hijos y nietos. A sus queridos padres no pudo dedicarles la atención que merecían por falta de tiempo. En cambio, más adelante pudo cuidar de su suegra y dos tías de su marido que solo la tenían a ella. Hoy es viuda y necesita cuidadoras. Tiene diez nietos -uno adoptado, etíope- y cinco bisnietos. Su numerosa familia y su fe cristiana la hacen seguir feliz.

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San Francisco Javier

María Luz Gómez

San Francisco Javier

Primera edición: 2020

ISBN: 9788418238345

ISBN eBook: 9788418310546

© del texto:

María Luz Gómez

© de esta edición:

Penguin Random House Grupo Editorial

CALIGRAMA, 2020

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Impreso en España – Printed in Spain

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Prólogo

Aunque la vida de este gran santo, patrono de las Misiones que dio a conocer a Cristo a tantas personas, haya sido escrita innumerables veces por expertas plumas, hoy tengo la audacia de añadir mi granito de arena con esta nueva versión.

En mi familia fue siempre muy venerado San Francisco Javier y muchos de sus miembros han llevado su nombre. Y si con este librito que dedico de manera especial a mi hijo Javier, lo conoce mejor alguien más, se habrá cumplido mi propósito al escribirlo.

Capítulo I

• El Reino de Navarra •

• Nacimiento, infancia, adolescencia y primera juventud de Francisco Javier •

El Reino de Navarra fue uno de los muchos reinos cristianos medievales de Europa. Fundado en el año 824 de nuestra era, se extendía ampliamente por ambas vertientes de los pirineos occidentales; pero a principios del siglo XVI, su territorio había quedado prácticamente reducido a parte del norte de la península Ibérica y del sur de Francia. Su capital era Pamplona y sus monarcas Juan de Albret y su esposa Catalina de Foix. En Francia reinaba Luis XII, que ambicionaba las posesiones de Catalina; y en la península Ibérica gobernaban los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, cuyo proyecto era unificar todos los reinos ibéricos en una única España.

Así estaban las cosas cuando en 1.506 nació nuestro santo en el castillo de Javier, bastión y fortaleza defensiva del Reino. Estaba situado al pie de la sierra de Leyre y en su torre de San Miguel ondeaba la bandera navarra.

Francisco Javier era el quinto y último de los hijos de Don Juan Jasso y Atondo, licenciado en Leyes y presidente Real del Consejo de Navara y de Doña María Azpilicueta y Aznárez, titular del Señorío de Javier. Los dos hijos mayores eran varones, Juan y Miguel, y niñas, Magdalena y Ana, la tercera y cuarta.

El trabajo del padre lo mantenía habitualmente en Pamplona; y la madre, mujer fuerte, inteligente y abnegada, era el pilar del castillo. Conducía a sus hijos, damas, siervos y soldados, con firmeza y dulzura. Un sacerdote adscrito se ocupaba de la atención espiritual de los castellanos, y profesores de ciencias, letras y armas, atendían la educación de los hijos.

Francisco Javier se crió hermoso y era el ojito derecho de su madre. Piadoso, fuerte, alegre, inteligente y cariñoso, en todo descollaba; ya fuera en estudios, armas o deportes. Su principal defecto era el ser algo vanidosillo y prepotente. Con sus grandes cualidades, se creía capaz de conquistar el mundo.

Doña María solía pasar las tardes en una sala de estar junto a la chimenea encendida, hilando, cosiendo o bordando, rodeada de sus damas que la acompañaban en sus labores. Pero de cinco a seis les pedía que pasaran a otra sala y la dejaran sola; porque esa hora se la dedicaba en exclusiva a Francisco Javier, que le preguntaba sus dudas (se fiaba bastante más de su madre que de sus maestros), le contaba sus cosas y le pedía que le relatara historias. Ella dedicaba aquellos ratos a ir encauzando su fuerte carácter, cultivar sus virtudes y su precoz inteligencia, consolidar su fe y darle en fin en todos los aspectos, cada vez mejor formación.

Juan aprovechaba todas las oportunidades para acudir al castillo y pasar cuantos días le fuera posible junto a su mujer y sus hijos.

Un paje anunciaba la llegada del padre y se le hacía el gran recibimiento. Se celebraban durante su estancia espléndidas fiestas, y tanto él como María y los chicos gozaban intensamente el poco tiempo que podían estar reunidos.

En una de sus visitas al castillo en 1.512, teniendo ya Francisco Javier seis años, María vio que Juan no estaba lo alegre que acostumbraba. Lo veía a menudo preocupado, silencioso, abstraído en la contemplación del paisaje y le preguntó la causa.

«No te veo tan feliz como acostumbras cuando estás con nosotros . ¿Qué te ocurre?»

«Amenaza de guerra. — contestó él — Las cosas marchan mal para Navarra. Fernando de Aragón e Isabel de Castilla desean incorporar al suyo nuestro territorio y cuentan con un poderoso ejército. Nuestros reyes no aceptan sus pretensiones y esperan ayuda de Francia; cosa que dudo mucho se produzca. Si esto sigue así nos veremos obligados a combatir, y como nuestro ejército es muy inferior al