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Cruces Y Flechas: Junípero Serra Y Los Gentiles
Cruces Y Flechas: Junípero Serra Y Los Gentiles
Cruces Y Flechas: Junípero Serra Y Los Gentiles
Libro electrónico148 páginas2 horas

Cruces Y Flechas: Junípero Serra Y Los Gentiles

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Fray Junpero Serra fue controversial en vida y en sepultura. Ha hecho correr ros de tinta. Para unos, es santo misionero y hroe civilizador; para otros, fraile medieval y carcelero genocida. Parece que es ms importante lo que representa que lo que fue en vida. No hace falta otra imagen en esta procesin de historiadores y polticos. Lo interesante es el hombre que fue Junpero, cmo se imagin su vida y cmo la vivi as como el dilogo que mantuvo consigo mismo, con Dios y con las personas que se encontr por el camino. Este es un libro de encuentros. La palabra clave es la conjuncin y, en constante peligro de volverse disyuntiva o incluso adversativa.

Un da, camino de San Diego, todava en Baja California, Fray Junpero, portador de una cruz, recogi unas flechas que los indios haban depositado en el suelo, un aviso a los intrusos que cruzaban sus tierras. El fraile las tom en la mano y admir la belleza de su factura y sus adornos. Meses ms tarde, cerca de Monterey, unos indios encontraron unas cruces dejadas por unos extraos visitantes. All los indios clavaron unas flechas en tierra y depositaron sus ofrendas.

Cruces y flechas, palabras en madera de culturas dispares, que se pueden leer de distinta manera. En manos de soldados y guerreros hablan de muerte. Tal vez en otras manos y referidas a Dios hablen de vida. As lo creyeron el indio Juan Evangelista y el franciscano fray Junpero Serra.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento14 sept 2015
ISBN9781506508382
Cruces Y Flechas: Junípero Serra Y Los Gentiles
Autor

José A. Sanz

José A. Sanz es licenciado en Filosofía por la Universidad de Salamanca (España) y máster en Teología por St. Paul’s College, Washington, D.C. Por los últimos veinte años ha sido miembro de la Facultad de Serra House of Formation, Grand Terrace, CA. Con anterioridad publicó “La Palabra de Dios en la vida del Pueblo Cristiano” (1980), “¿Qué quieres de mí?” (2009), “Cruces y Flechas” (2015), “Vasija de Barro” (2016).

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    Cruces Y Flechas - José A. Sanz

    FRAY JUNÍPERO, UNA PERSONA INTERESANTE

    Controversial en vida y en sepultura. Así es Fray Junípero Serra. Su figura ha hecho correr ríos de tinta en todas las épocas. Creo que el más sorprendido de tanta atención sería el propio Fray Junípero. El sólo quiso ser un simple fraile dedicado a proclamar la Palabra de Dios a los gentiles en el último rincón del mundo. Huyó de la notoriedad y de la publicidad. Hubiera preferido quedarse en el anonimato, lejos del aparato público. Sin embargo, por obediencia, tuvo que pasar la mayor parte de su vida al frente de instituciones, dando la cara en favor de unos y denunciando a otros. Combatido en muchos frentes, se mantuvo firme en la misión que había recibido. No lo dejaron en paz en vida ni tampoco lo dejamos después de muerto. Parece que hay personas destinadas a ser espectáculo público a pesar de sí mismas.

    Recordamos figuras del pasado, no por curiosidad, sino porque nos hacen falta para poder entendernos mejor. Tenemos una memoria interesada. Tan interesada es nuestra memoria que algunas veces hablamos más sobre nosotros mismos que sobre ellos, los que recordamos. Este es el caso de Fray Junípero Serra. Los intereses del presente son tan fuertes que nos nublan la vista y no nos dejan ver bien al hombre del pasado. Por eso a Fray Junípero se le ha juzgado de muchas maneras.

    Serra, el misionero modelo. Así lo presenta Fray Francisco Palóu, su primer biógrafo, que escribió Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre fray Junípero Serra, y de las misiones que fundó en la California Septentrional, y nuevos establecimientos de Monterrey. Palóu asistió a Fray Junípero a bien morir y celebró su funeral. Unos días más tarde, Palóu decidió escribir una relación para que sus hermanos franciscanos tuvieran un buen recuerdo de Fray Junípero. Palóu lo conocía bien. De joven, había sido alumno suyo en Mallorca; después lo acompañó en su viaje a América; más tarde trabajó con él en las misiones de Sierra Gorda y finalmente compartieron juntos la misión de California. Maestro y compañero, colaborador y amigo; para Palóu, algo más: su padre espiritual. La relación que escribe es la última obra piadosa que un buen hijo, sintiéndose huérfano, hace por su padre difunto. Palóu quiere dar un testimonio sobre una figura, que las autoridades civiles, militares e incluso eclesiásticas, consideraban un estorbo, pues era un hombre que no cedía en cuanto se refería a la evangelización de los gentiles. Dada su entrega incondicional a las misiones, sus propios hermanos franciscanos lo veían como una persona difícil de tratar. Palóu quiere dejarlo bien claro: Fray Junípero Serra era un modelo de misionero y su plan de misiones era el único remedio para que los indios tuvieran un futuro tanto en la Iglesia como en la sociedad. Si las misiones fallaban los indios serían víctima de la ambición de los colonos y de las manipulaciones de los políticos.

    Serra, el católico medieval. Una vez que California pasó a ser parte de Estados Unidos, la historia se explicó desde otro punto de vista. Los historiadores querían mostrar el nacimiento de una nación progresiva destinada a guiar el futuro del mundo mediante la industria y el comercio. La ciencia era el motor del progreso y la religión era un obstáculo en el camino. La razón era luz y la fe era oscuridad. Desde este punto de vista Fray Junípero aparece como una buena persona, tal vez extraordinaria por su dedicación total a una causa religiosa, pero que no contribuyó al desarrollo de los pueblos indígenas. Al contrario, sumido en la oscuridad medieval típica de la Iglesia Católica, no buscó su mejoramiento, sino que los mantuvo en la miseria. El tren del progreso pasó de largo. Uno puede dar muerte no sólo con la espada y la pólvora, sino también con la piedad y la ignorancia.

    Serra, el héroe civilizador. El progreso, promovido por la industrialización, del que tanto hablaban los historiadores anteriores, no era mas que la invasión de los bárbaros del dinero, según los escritores románticos de finales del siglo diecinueve y principios del veinte. Progreso no era más que la cubierta del triunfo de la avaricia de unos pocos que reducía a la masa de obreros a una vida de miseria, después de haberlos desenraizados de su lugar de nacimiento y de haberlos condenado a una vida insalubre en los barrios de las grandes ciudades. Otra cosa muy distinta fue la civilización que introdujo Fray Junípero. Con él había florecido una cultura de caballeros y damas, de indios y frailes, que había dado prioridad al espíritu, uniendo los rituales católicos con las celebraciones nativas. Esa civilización, basada en la apreciación del arte, la música y la danza, había sido sacrificada al dios dinero en tiempos recientes. América había traicionado a sus indios. Fray Junípero representaba para los románticos el héroe que había promovido una civilización que privilegiaba el espíritu y que desgraciadamente se había quedado truncada por la barbarie de los materialistas.

    Serra, el carcelero genocida. No transcurrió mucho tiempo en pasar de la glorificación de los misioneros extranjeros a la victimización de los pueblos nativos. Si los indios se encuentran en un estado lamentable en el presente, se debe a que son víctimas de una historia de opresión y en la cumbre de esa historia hay que colocar a los que primero llegaron, especialmente a Junípero Serra, que construyó auténticos campos de concentración, que forzó a los indios a convertirse al catolicismo, que impuso un régimen de trabajos forzados y que castigaba cruelmente a los indios. En definitiva, Serra era el responsable del genocidio de los pueblos indígenas.

    Naturalmente saltaron voces que reclamaron una mayor atención a los hechos. Se hicieron algunas precisiones: No hay evidencia alguna para afirmar que en tiempos de Serra hubiera conversiones forzadas de indios al catolicismo; no hay evidencia alguna que muestre que Serra fuera personalmente cruel con los indios; durante la presidencia de Serra no hubo tal destrucción de los pueblos indígenas.

    Aclaraciones las hubo, pero cambio de mente no se produjo. Cuando el Papa Juan Pablo II hizo pública su decisión de beatificar a Fray Junípero Serra en 1998, la controversia saltó a los periódicos y la crueldad de Serra se convirtió en un tópico de la cultura popular hasta nuestros días. Por otra parte, estudios serios sobre la labor misionera de los franciscanos tanto en México como en Estados Unidos continuaron.

    Serra, el multicultural. Los historiadores del nuevo milenio se han fijado por una parte en la ecología, es decir, al implantar los misioneros un sistema de cultivos y traer ganado, la tierra de California fue transformada, con las consiguientes consecuencias para los pueblos indígenas. Por otra parte, se dio un diálogo multicultural entre pueblos muy dispares por medio del arte y la música. Esta tendencia milenial ha llevado a estudiar más de cerca los escritos de Fray Junípero.

    No pretendo añadir otro paso más a esta procesión de historiadores y políticos ni a valorar las imágenes que han presentado. Tampoco me propongo escribir una defensa de Junípero Serra ni de la Iglesia Católica. Ni deseo elaborar un capítulo más de la historia de los pueblos nativos ni de la presencia española en California. Me interesa recobrar al hombre de carne y hueso que fue Junípero Serra, cómo entendió su vida y como la vivió. ¿Por qué un hombre deja a su familia y su tierra, tan entrañables para Fray Junípero, para marcharse a países extraños a trabajar con gente desconocida? ¿qué le mueve a un profesor de universidad a dejar su posición para hacerse misionero dedicado a gentes que viven pobremente? ¿qué fuerza lo mantuvo tan centrado en su misión?

    Me llama la atención el diálogo que Serra tuvo consigo mismo, con Dios y con la gente que halló en su camino. Por tanto, éste es un libro de encuentros. Hay encuentros buscados, porque uno quiere que ciertas personas sean parte de su vida, y hay encuentros impuestos, que aparecen aunque uno hubiera preferido evitarlos. Fray Junípero tuvo que enfrentarse a todos ellos, los que buscaba y los que no pudo evitar. De ahí que la palabra clave de este escrito es la conjunción y, que une y está en la base de todo encuentro. Pero la y corre el constante peligro de convertirse en la disyuntiva o e, incluso, en una adversativa pero. Serra vivió una vida en tensión consigo mismo y con los demás. Y de eso quiero hablar.

    AUSTRIAS Y BORBONES

    Cuando nacemos venimos a un mundo que no hemos fabricado. Es el mundo en que nos ha tocado vivir. A Fray Junípero le tocó vivir en el siglo XVIII. Vino a un mundo revuelto por una transición violenta. En España se vivía un cambio de época. El barroco dejaba paso al siglo de las luces. La señal más clara de este cambio fue el reemplazo de la dinastía real. Los Austrias, que habían reinado por doscientos años, fueron sustituidos por los Borbones.

    Enfrentamiento

    La dinastía de los Austrias había creado un gran imperio que se extendía por Europa, África, América, Oceanía y Asia. Nunca en toda la historia de la humanidad tantos territorios habían caído bajo la responsabilidad de una misma persona. Pero continuas guerras habían desgastado al estado español hasta el punto que, a finales del siglo XVII, el imperio se sostenía más por la política de equilibrio que jugaban los poderes europeos, que eran Francia, Inglaterra y el Imperio Austriaco, que por los propios recursos españoles. Todos estaban a la espera de repartirse el imperio español. Eran leones delante de su presa, pero no se atrevían a despedazarla porque se vigilaban unos a otros.

    El rey español Carlos II, El Hechizado (la gente creía que estaba embrujado, pues eran tantos sus defectos) no dejaba descendencia. Con él se terminaba la dinastía de los Austrias. Los poderes europeos anticipaban el evento y firmaban alianzas entre ellos para dividirse el imperio español a su muerte. Pero Carlos II tardaba en morir. Los pactos y alianzas cambiaban según las circunstancias del momento. Así mismo los testamentos de Carlos II, bajo la presión de los grandes de España (la nobleza alta), proponían un heredero tras otro. La gran preocupación del rey y de su Consejo de Estado era cómo evitar el reparto del imperio español. Buscaban un candidato que pudiera garantizar la integridad del imperio. Finalmente el escogido fue Felipe, duque de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV (dinastía de los Borbones), el monarca más potente del momento. Se esperaba que, con tal respaldo, Felipe sería capaz de mantener unido el imperio creado por los Austrias.

    Naturalmente Inglaterra no podía permitir el desequilibrio de

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