Apesar de las investigaciones llevadas a cabo por los historiadores más prestigiosos del mundo en los dos últimos siglos, la historia de los cátaros sigue rodeada de misterio. Ni siquiera se han puesto de acuerdo en la interpretación de los extraños ritos practicados por esta corriente religiosa que se propagó por Europa Occidental a mediados del siglo XI y sobrevivió durante cuatrocientos años. Se les asocia con el veganismo, la violencia extrema, la pobreza voluntaria, los suicidios asistidos y hasta con el uso del cannabis para inducir estados místicos y experiencias extrasensoriales. Los historiadores más serios (Brenon, Leroy…) relacionan el catarismo con formas de primo-cristianismo (vuelta a los orígenes) y no caen en atribuciones de prácticas libertinas y escabrosas, etc. Precisamente lo que esgrimieron sus perseguidores. Pero, ¿dónde termina la leyenda y comienza la realidad?
Entre los misterios más comentados está la lista que incluye entre sus seguidores a algunas de las personalidades más célebres de la historia universal. Un ejemplo relativamente reciente fue señalado por el escritor y periodista español Javier Sierra, que con la publicación de su novela La cena secreta (Plaza & Janés), en 2004, reabrió el viejo debate sobre si Leonardo da Vinci simpatizó con esta herejía, como defienden muchos investigadores al ver reflejada en su obra varios rituales cátaros prohibidos por la Inquisición.
La novela de Sierra cuenta la historia de fray Agustín Leyre, un inquisidor dominico experto en la interpretación de mensajes cifrados que es enviado a Milán, urgentemente, para supervisar los trazos finales que el famoso maestro del Renacimiento está realizando a La alarma saltó como consecuencia de las cartas anónimas llegadas a la corte del papa Alejandro VI, en las que se denunciaba a Da Vinci por