LOS GRANDES NOMBRES
¿Qué mejor que empezar el repaso de los top del espionaje internacional con el James Bond de carne y hueso? Se llamaba Sidney Reilly y fue agente del Foreign Office a principios del siglo XX. Su habilidad para cambiar de identidad y para conspirar lo convirtieron en mito y en fuente de inspiración. Entre otros, para Ian Fleming, que reconoció haberlo utilizado a la hora de crear a su 007 [ver recuadro pag. 61]. Reilly debió hacer bien su trabajo porque acumuló personalidades, esposas, residencias, iniciativas empresariales y políticas...
Reilly, as de espías
Según la teoría oficial, aunque él apuntaba otros orígenes, nació en Odessa en una familia judeoucraniana y fue bautizado como Solomon Rosenblum. De adolescente, su familia emigró a Polonia, pero él aseguraría haber estudiado en Viena. Los primeros datos fiables lo sitúan en Londres hacia 1895. Cambió su nombre -quizá para ocultar su origen judío- y en 1900 se marchó a Port Arthur (Manchuria), centro de disputas entre China, Rusia y Japón. Se le atribuye el robo, haciéndose pasar por un rico empresario, de los planos que facilitaron el ataque sorpresa de los japoneses a los rusos en 1904. Su huida precipitada hizo pensar que actuó al servicio de los nipones. Esa habría sido la primera de sus muchas “proezas”. Entre ellas, la concesión de la Persian Oil para que los británicos perforaran en territorio iraní, que se traduciría en la fundación de la Anglo-Persian Oil Company, actual BP. Eso reafirmó su papel como mediador a escala internacional.
Trabajó como bróker para
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