Un camino de libertad: Comentario a la Regla de San Benito día tras día
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De forma gradual, a través de las reflexiones para cada jornada, será finalmente la Regla misma la que nos irá conduciendo hacia una vivencia superadora de una práctica puramente exterior, que se regodea en las apariencias. Se nos propone una forma no nueva, sino renovada de la experiencia monástica, que se manifieste en tomar por guía el Evangelio. En última instancia, que aprendamos a vivir evangélicamente.
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Un camino de libertad - Guillaume Jedrzejczak
Jedrzejczak, Guillaume
Un camino de Libertad : comentarios a la regla de San Benito día tras día / Guillaume Jedrzejczak. - 1a ed. - Munro : Surco Digital, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-47923-7-2
1. Religión Católica. 2. Monasterios. 3. Crecimiento Espiritual. I. Título.
CDD 248.4
© 2022 SURCO Digital
Munro – Prov. Buenos Aires – Argentina
www.surco.org
Primera edición digital, Julio 2022
ISBN: 978-987-47923-7-2.
© Diseño de tapa: SURCO digital
Hecho el depósito que prevé la ley 11.723
Todos los derechos reservados.
Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin la previa autorización escrita de los titulares del Copyright
, la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño de tapa e imágenes interiores, por ningún medio o procedimiento de grabación electrónica o impresión física, bajo las sanciones establecidas por la ley.
El Texto de la Regla:
Se tomó de la edición de la Regla de san Benito, versión castellana publicada por Ediciones Cuadernos Monásticos (ECUAM) - 2009.
Título original: Sur un chemin de Liberté
Anne Sigier / Éditions Médiaspaul
Traducción de: Olga Díaz Ordaz
Casa de Silencio y Camino Contemplativo Nazaret
Revisión y corrección: Abadía Cisterciense Madre de Dios, El Encuentro, Ciudad Hidalgo, México
Hna. María Graciela Sufé, osb, Abadía Benedictina Gaudium Mariae, San Antonio de Arredondo, Córdoba, Argentina
Tapa: San Benito entrega la Regla a sus discípulos. 1505-1508. Monte Oliveto Maggiore, Asciano, Siena, Italia.
Índice
Índice por fechas
Presentación
Prefacio
La Regla de San Benito
Introducción
Prólogo
I. Comienza el Prólogo
II. Escucha, hijo mío, las instrucciones del maestro
III. Escucha y obediencia (1º de enero)
I. Levantémonos, pues, vengan, corran
II. Escuchemos la voz poderosa de Dios
III. Escuchemos con oído atento
I. Buscando a su obrero
II. Si tú respondes: «Aquí estoy»
III. Invitación a la felicidad
I. Ciñéndonos con la fe y con la puesta en práctica
II. El combate espiritual: permanecer
III. El obrar justo y la palabra justa
I. Responder a estos santos consejos por medio de obras
II. Poner en práctica la Palabra
III. Dios quiere conducirte a un cambio de vida
I. ¿Quién habitará en su tabernáculo?
II. Militar en la santa obediencia
III - Aquello que la naturaleza nos hace menos fácil
I. Una escuela de servicio al Señor
II. ¿Cómo aprender el arte espiritual?
III. Las restricciones corrigen los vicios, preservan la caridad
CAPÍTULO 1: Las clases de monjes
I. La vida cenobítica, un sostén en el combate del desierto
II. La vida monástica es un combate
III. Ser monje, vivir en comunidad, ser un combatiente
I. La Regla, maestra de experiencia
II. Ser monje, una experiencia de fe y obediencia
III. Modelado por la comunidad, hombre de verdad, libre
CAPÍTULO 2: Cómo debe ser el abad
I. El abad hace las veces de Cristo
II. Estoy entre ustedes como el que sirve
III. El cuidado de las ovejas que el Padre le ha dado
I. Abad: el nombre que lleva, lo que dice, lo que hace
II. Lo que habrá enseñado, lo significará por sus actos
III. La vida monástica: una sabiduría que se transmite
I. No haga en el monasterio distinción de personas
II. Que sepa ver lo bueno en las obras de sus hermanos
III. Amar para Dios y no para sí
I. Reprende, exhorta, amonesta
II. Encontrar nuestra felicidad en Él
III. La palabra debe ajustarse
I. El abad debe recordar el nombre que lleva
II. El abad debe recordar lo que él es
III. Conducir a las almas es un arte difícil
I. La salvación de las almas a él confiadas
II. Las almas prevalecen sobre las cosas terrenales
III. El abad tiene conciencia de sus defectos
CAPÍTULO 3: Convocación de los hermanos a consejo
I. La buena decisión es la que Dios revela
II. El abad decide con probidad y con justicia
III. Caminar juntos hacia la decisión
I. Un camino de unidad interior
II. No seguir el deseo del propio corazón
III. La Regla, el abad, los hermanos
CAPÍTULO 4: Los instrumentos de las buenas obras
I. Palabras para ser salvado
II. Preceptos de moral cristiana, siempre actuales
III. El amor de Dios conduce al amor de los hermanos
I. El bien en uno, atribuirlo a Dios
II. No hagas a los demás…
III. ¿Nos inclinamos hacia el lado de Dios?
I. El amor perfecto elimina el temor
II. Somos movidos por el temor y por el deseo
III. No querer pasar por santo antes de serlo
I. Jamás desesperar de la misericordia de Dios
II. Tales son los instrumentos del arte espiritual
III. Ni el ojo vio ni el oído oyó
CAPÍTULO 5: La obediencia
I. La humildad es la verdad
II. El primer grado de humildad es la obediencia
III. El deseo ardiente de la vida eterna
I. Abrir el oído del corazón al Maestro interior
II. Los tres niveles de la obediencia
III. Dios ama al que da con alegría
CAPÍTULO 6: El silencio
I. La palabra nacida del silencio, da vida
II. El enemigo del monje es la palabra sin consistencia
III. Descender para encontrar el verdadero silencio
CAPÍTULO 7: La humildad
I. La humildad de David
II. Quien se enaltece será humillado
III. La humildad, condición de la verdadera oración
I. La escala de Jacob
II. Vivir bajo la mirada de Dios
III. Nosotros somos llamados a subir hacia Dios
I. Vivir bajo la mirada de Dios
II. Dios está presente
III. Hágase tu voluntad
I. La voluntad propia y la voluntad de Dios
II. Todos mis deseos están ante de Ti
III. Voluntad, deseo, discernimiento
I. Alimentar la memoria Dei
II. ¿Seguir a Cristo o seguir nuestros deseos?
III. Hiciste esto, y yo me callé
I. Hágase tu voluntad
II. Entrar en el deseo de Dios
III. ¡Mi felicidad, eres Tú!
I. Imitar a Cristo que se hizo obediente
II. Entrar en diálogo con la Palabra de Dios
III. Obedecer por amor a Dios
I. Vivir a la luz de la Palabra de Dios
II. Vivir de la experiencia de la presencia de su Salvador
III. Tener paciencia, en silencio
I. Revela tu conducta al Señor
II. Manifestar lo que nos inquieta
III. El abad es el hombre del perdón
I. La humilde aceptación de sí mismo
II. La humillación salvadora
III. Yo estoy siempre contigo
I. Maravillarse de lo que hace la gracia
II. Es bueno que me hayas humillado
III. Para que aprenda tus preceptos
I. Entrar en comunión con Aquel que nos habita
II. El descubrimiento de mi yo verdadero
III. Libertad y fecundidad espiritual
I. Un oído que escucha, un corazón que responde
II. El silencio se vuelve presencia atenta al otro
III. Para entrar en esta gran obra de Dios
I. La humildad conduce a la serenidad interior
II. La humildad verdadera es sonriente
III. El hombre humilde no humilla a nadie
I. Nuestro comportamiento expresa nuestra realidad interior
II. Una atención respetuosa al otro
III. Una paz cada vez más profunda
I. Vivir siempre y en todas partes en presencia de Dios
II. El amor verdadero: reconocer que yo no sé amar
III. Este amor de Dios, que expulsa el temor
Capítulo 8: El Oficio Divino por la noche
I. La atención, la espera, la atracción
II. El monje une su voz al canto del universo
III. Orar en la Iglesia, por la Iglesia
Capítulo 9: Cuántos salmos se han de decir en las horas nocturnas
I. Señor, abre mis labios
II. Dios separa la luz de las tinieblas
III. La oración vivida en comunidad, en Iglesia
Capítulo 10: Cómo se ha de celebrar en verano la alabanza nocturna
I. Alabar a Dios en la noche
II. El oficio estaba adaptado a las estaciones
III. La cantidad de salmos durante el Oficio de la noche
Capítulo 11: Cómo han de celebrarse las Vigilias de los domingos
I. Nuestra vida tiene una coherencia profunda
II. El Evangelio es escuchado con temor y respeto
III. Pasar de las tinieblas a la luz
Capítulo 12: Cómo se ha de celebrar el Oficio de Laudes
I. Una verdadera alabanza
II. Confesar su falta, con ¡Aleluya!
III. La lectura del Apocalipsis
Capítulo 13: Cómo han de celebrarse los Laudes en los días ordinarios
I. Tiempo ordinario
II. Una celebración despojada
III. Los laudes (salmos 148, 149 y 150)
I. El Padre Nuestro
II. Perdónanos nuestras ofensas
III. Líbranos del mal
Capítulo 14: Cómo han de celebrarse las Vigilias en las fiestas de los santos
I. La comunión de los santos
II. Lo que cada uno recibe aprovecha a todos
III. Dios nos habla por medio de las Escrituras
Capítulo 15: En qué tiempos se dirá Alleluia
I. Los días con y los días sin
II. La liturgia, camino de conversión interior
III. La ausencia del Alleluia en Cuaresma
Capítulo 16: Cómo se ha de celebrar el Oficio Divino durante el día
I. Alternancia
II. Siete veces al día yo canto tu alabanza
III. Obra de la oración, al servicio del mundo
Capítulo 17: Cuántos salmos se han de cantar en esas mismas horas
I. El oficio da ritmo a nuestras jornadas
II. La repetitividad del Oficio Divino
III. La bendición
Capítulo 18: En qué orden se han de decir los salmos
I. Dios mío, ven en mi auxilio
II. El salmo 118 el domingo
III. Orden y desorden
I. Los salmos 119 a 127
II. Se repetirá, se recomenzará
III. Una disposición uniforme
I. Cada día
II. La respiración del tiempo monástico
III. Aritmética espiritual, camino de obediencia
I. La oración, un verdadero trabajo
II. La oración es la que nos sostiene
III. Perseverar confiados en Dios
Capítulo 19: El modo de salmodiar
I. El amor transforma todo el ser
II. Vivir bajo la mirada de Dios
III. Escuela de unificación interior
Capítulo 20: La reverencia en la oración
I. Oración y humildad
II. Oración comunitaria y en soledad
III. Dos tradiciones de oración contemplativa
Capítulo 21: Los decanos del monasterio
I. El abad se consagra a lo esencial de su tarea
II. Relación abad – comunidad – hermanos
III. ¿Qué es la comunidad?
Capítulo 22: Cómo han de dormir los monjes
I. Estar preparado y ser solícito
II. Un camino de regreso a la unidad
III. Cada instante de nuestra existencia
Capítulo 23: La excomunión por las faltas
I. Vivir bajo una regla y un abad, en una comunidad
II. Velar por nuestros hermanos
III. Uno de los hermanos que el Señor nos ha confiado
Capítulo 24: Cuál debe ser el alcance de la excomunión
I. Autoridad y poder
II. Una reparación proporcionada a la falta
III. La excomunión está relacionada con la falta
Capítulo 25: Las faltas más graves
I. La mesa y el oratorio construyen la comunidad
II. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?
III. Fiesta de Todos Santos, fiesta de nuestros hermanos. 1º de noviembre
Capítulo 26: Los que se juntan sin permiso con los excomulgados
I. Que el que ha cometido falta tome conciencia de ella
II. Amar al hermano y odiar el vicio
III. Libertad y obediencia
Capítulo 27: Con qué solicitud debe el abad cuidar de los excomulgados
I. Las enfermedades del alma
II. La verdadera compasión
III. Toma a la oveja perdida sobre sus hombros divinos
Capítulo 28: De los que muchas veces corregidos no se enmiendan
I. La oración del abad y todos los hermanos
II. El endurecimiento del corazón
III. Atrevernos a la esperanza, con un sano realismo
Capítulo 29: Si los monjes que se van del monasterio deben ser recibidos de nuevo
I. El llamado de Dios y la respuesta del hombre
II. Dios y su llamado son un misterio…
III. Camino de paz y de libertad interior
Capítulo 30: Cómo han de ser corregidos los niños en su menor edad
I. Cada uno tiene su medida en Cristo
II. Según su edad y su juicio
III. La comunidad nos hace nacer a nosotros mismos
Capítulo 31: Cómo debe ser el mayordomo del monasterio
I. Debe estar atento a las personas
II. En ocasiones debe rehusar
III. Como utensilios sagrados del altar
I. Que tenga humildad
II. ¡La humildad nos hace amables!
III. Su relación con los hermanos, su relación con el abad
Capítulo 32: Las herramientas y objetos del monasterio
I. No separar el bien espiritual del aspecto material
II. Una relación sacramental con los bienes materiales
III. Todo objeto tiene un valor singular
Capítulo 33: Si los monjes deben tener algo propio
I. El abandono en la dulce providencia de Dios
II. La llave que nos abre al Otro
III. ¡El Señor está presente en medio de nosotros!
Capítulo 34: Si todos deben recibir igualmente lo necesario
I. La igualdad es del orden del ser
II. Se daba a cada uno según sus necesidades
III. Igualdad y reconocimiento del don de cada uno
Capítulo 35: Los semaneros de la cocina
I. El servicio hace crecer el amor entre los hermanos
II. Un verdadero camino de conversión
III. Todos somos servidores
I. El hombre exterior y el hombre interior
II. Profesión monástica y servicio de las comidas
III. Servir a nuestros hermanos es una aventura espiritual
Capítulo 36: Los hermanos enfermos
I. La enfermedad tiene una dimensión comunitaria
II. Estuve enfermo y me visitaron
III. Estamos aquí para ver a Dios
Capítulo 37: Los ancianos y los niños
I. La Regla, escuela de libertad interior
II. Reconocer nuestra debilidad
III. La ley no es la misma para todos
Capítulo 38: El lector de la semana
I. Alimento del cuerpo y alimento del alma
II. Formar para la escucha de la Palabra
III. El arte de leer, el arte de la lectio
Capítulo 39: La medida de la comida
I. Para reponernos
II. Alimentación y ayuno, caminos de libertad
III. Evitar el exceso en todas las cosas
Capítulo 40: La medida de la bebida
I. El gran salto en los brazos de Dios
II. No recriminar
III. Un don que le es propio
Capítulo 41: A qué horas se debe comer
I. El tiempo del hombre y el tiempo de Dios
II. Ayuno y espera de Dios
III. La vida monástica es un combate
Capítulo 42: Que nadie hable después de Completas
I. Los monjes deben cultivar el silencio
II. Un camino que conduce al silencio
III. La importancia del silencio
Capítulo 43: Los que llegan tarde a la Obra de Dios o a la mesa
I. El retraso perturba a Dios y a la comunidad
II. El deseo de Dios hace avanzar al monje
III. Dejar todo, no anteponer nada
I. Un nacimiento espiritual
II. No anteponer nada a la obra de Dios
III. Caminar hacia adelante, dando gracias
Capítulo 44: Cómo han de satisfacer los excomulgados
I. Reconstruir para recomenzar juntos
II. Reparar la comunión herida
III. Reconocer humildemente nuestra debilidad
Capítulo 45: Los que se equivocan en el oratorio
I. Pedir perdón es un signo de humildad
II. El camino de la humildad
III. La negligencia
Capítulo 46: Los que faltan en cualesquiera otras cosas
I. Falta exterior y pecado secreto del alma
II. Un camino de sanación
III. La falta reconocida es una gracia inmensa
Capítulo 47: El anuncio de la Obra de Dios
I. El arquitecto del edificio espiritual
II. Animar, sin desanimar
III. Humildad, seriedad, respeto
Capítulo 48: El trabajo manual de cada día
I. Alternar oración y trabajo
II. El trabajo, escuela de oración
III. La dimensión espiritual del trabajo
I. Vacar en la lectio divina
II. Todos irán al trabajo que se les asignó
III. El trabajo es un trabajo sobre uno mismo
I. Mirar al hermano con la mirada de Dios
II. La ociosidad, enemiga del alma
III. Huir de Dios mediante tareas ociosas
Capítulo 49: La observancia de la Cuaresma
I. Reencontrar el impulso de la vida espiritual
II. La alegría del deseo espiritual
III. La alegría del Espíritu supone una pascua, un paso
Capítulo 50: Los hermanos que trabajan lejos del oratorio o están de viaje
I. El Oficio es esencial en el transcurso de la vida monástica
II. Una auténtica búsqueda de Dios
III. Camino de perfección interior
Capítulo 51: Los hermanos que no viajan muy lejos
I. La tentación de relaciones diferentes
II. Tomarse la libertad
III. Un corazón compasivo
Capítulo 52: El oratorio del monasterio
I. El oratorio interior
II. Una pedagogía de los lugares y de los cambios de lugares
III. Seremos juzgados por el amor
Capítulo 53: La recepción de los huéspedes
I. Somos extranjeros y peregrinos
II. El huésped nos revela nuestro propio camino
III. Una acogida imbuida de oración
I. Una verdadera acogida monástica
II. El abad vela sobre la calidad de la acogida
III. Proximidad y distancia
Capítulo 54: Si el monje debe recibir cartas u otras cosas
I. La triple dimensión de un regalo
II. La comunión cenobítica
III. El amor no se compra, no se vende
Capítulo 55: El vestido y calzado de los monjes
I. Las tres funciones de la vestimenta
II. Un camino de sanación interior
III. Nuestra ropa expresa nuestra vida profunda
I. Dar a cada uno según sus necesidades
II. El desafío místico de la pobreza evangélica
III. Nuestra justa relación con las cosas
Capítulo 56: La mesa del abad
I. Acogida de los huéspedes y la paz de la comunidad
II. Cristo en mí, Cristo en el otro
III. El retrato del abad según san Benito
Capítulo 57. Los artesanos del monasterio
I. El humilde sabe dar
II. A fin de que en todas las cosas Dios sea glorificado
III. Cierta acepción de personas
Capítulo 58: El modo de recibir a los hermanos
I. ¿Por qué vine aquí?
II. Los pasos de la entrada al monasterio
III. Los criterios de la vocación
I. La fidelidad de Dios
II. La dimensión eucarística de nuestra vida
III. Él prometerá
Capítulo 59: Los hijos de nobles o de pobres que son ofrecidos
I. Somos tan poca cosa
II. La muerte de nuestras ilusiones románticas
III. Las cebollas de Egipto
Capítulo 60: Los sacerdotes que quieren vivir en el monasterio
I. Pedir, perseverar, aceptar
II. La fidelidad, único privilegio del sacerdote
III. Un orgullo espiritual
Capítulo 61: Cómo han de ser recibidos los monjes peregrinos
I. La grandeza oculta de mi hermano
II. Con humildad y caridad
III. Portador de Dios – 15 agosto
I. Aquellos que empujan a la comunidad hacia lo alto
II. El cuerpo del monasterio
III. Nuestra vocación a llegar a ser hermanos de nuestro hermano
Capítulo 62: Los sacerdotes del monasterio
I. Al servicio de sus hermanos
II. Progresará más y más en el Señor
III. La espiritualidad benedictina
Capítulo 63: El orden de la comunidad
I. Concentrarse en lo esencial
II. La injusticia, la arbitrariedad
III. El llamado irrevocable de Dios para nosotros
I. Dios ha tocado su corazón
II. Una extraordinaria libertad
III. Transmitir el tesoro recibido
Capítulo 64: La ordenación del abad
I. El discernimiento en las responsabilidades
II. La verdadera misericordia es confianza
III. La humildad del abad, a ejemplo de san Bernardo – 20 agosto
I. El abad es elegido para servir
II. Amar a los hermanos con fuerza y con compasión
III. La discretio, madre de todas las virtudes
Capítulo 65: El prior del monasterio
I. ¿Por qué esta necesidad de dividir?
II. En búsqueda de una vida exitosa
III. Un camino de libertad y de unidad interior
I. Para la salvaguarda de la paz
II. El fuego de la envidia y de los celos
III. El mal nunca tiene la última palabra
Capítulo 66: Los porteros del monasterio
I. Para protegernos de nosotros mismos
II. No dispersarnos en lo exterior
III. El temor de Dios nos construye y nos libera
Capítulo 67: Los hermanos que salen de viaje
I. El vínculo entre los hermanos de una misma comunidad
II. Apartarse del mundo nos hace más humanos
III. Navidad: el viaje interior – 25 de diciembre
Capítulo 68: Si a un hermano le mandan cosas imposibles
I. Dios viene en auxilio de nuestra debilidad
II. La confianza, test de la humildad auténtica
III. Nuestro combate de Jacob
Capítulo 69: Que nadie se atreva a defender a otro en el monasterio
I. Atreverse a amar verdaderamente
II. El camino de la libertad cristiana
III. Un casto amor de los hermanos - 27 de diciembre
Capítulo 70: Que nadie se atreva a golpear a otro arbitrariamente
I. La vida fraterna
II. Dos pesos, dos medidas
III. La vida fraterna
Capítulo 71: Que se obedezcan unos a otros
I. El amor es la clave
II. Para poder vacar totalmente a Dios
III. El arte de la escucha del otro
Capítulo 72: El buen celo que han de tener los monjes
I. El buen celo es el amor en acción
II. ¿Amargura o alegría?
III. Irradiar esperanza – 30 de diciembre
Capítulo 73: En esta regla no está contenida toda la práctica de la justicia
I. Las más altas cimas solo se alcanzan por la humildad
II. Nuestro verdadero deseo
III. Un camino de santidad – 31 de diciembre
Glosario
Índice por fecha
1 en., 2 may., 1 sept.
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8 en., 9 may., 8 sept.
9 en., 10 may., 9 sept.
10 en., 11 may., 10 sept.
11 en., 12 may., 11 sept.
12 en., 13 may., 12 sept.
13 en., 14 may., 13 sept.
14 en., 15 may., 14 sept.
15 en., 16 may., 15 sept.
16 en., 17 may., 16 sept.
17 en., 18 may., 17 sept.
8 en., 19 may., 18 sept.
19 en., 20 may., 19 sept.
20 en., 21 may., 20 sept.
21 en., 22 may., 21 sept.
22 en., 23 may., 22 sept.
23 en., 24 may., 23 sept.
24 en., 25 may., 24 sept.
25 en., 26 may., 25 sept.
26 en., 27 may., 26 sept.
27 en., 28 may., 27 sept.
28 en., 29 may., 28 sept.
29 en., 30 may., 29 sept.
30 en., 31 may., 30 sept.
31 en., 1 jun., 1 oct.
1 feb., 2 jun., 2 oct.
2 feb., 3 jun., 3 oct.
3 feb., 4 jun., 4 oct.
4 feb., 5 jun., 5 oct.
5 feb., 6 jun., 6 oct.
6 feb., 7 jun., 7 oct.
7 feb., 8 jun., 8 oct.
8 feb., 9 jun., 9 oct.
9 feb., 10 jun., 10 oct.
10 feb., 11 jun., 11 oct.
11 feb., 12 jun., 12 oct.
12 feb., 13 jun., 13 oct.
13 feb., 14 jun., 14 oct.
14 feb., 15 jun., 15 oct.
15 feb., 16 jun., 16 oct.
16 feb., 17 jun., 17 oct.
17 feb., 18 jun., 18 oct.
18 feb., 19 jun., 19 oct.
19 feb., 20 jun., 20 oct.
20 feb., 21 jun., 21 oct.
21 feb., 22 jun., 22 oct.
22 feb., 23 jun., 23 oct.
23 feb., 24 jun., 24 oct.
24 feb.(si es bisiesto, si no, júntese con el precedente), 25 jun., 25 oct.
24 (25) feb., 26 jun., 26 oct.
25(26) feb., 27 jun., 27 oct.
26 (27) feb., 28 jun., 28 oct.
27(28) feb., 29 jun., 29 oct.
28(29) feb., 30 jun., 30 oct.
1 mar., 1 jul., 31 oct.
2 mar., 2 jul., 1 nov.
3 mar., 3 jul., 2 nov.
4 mar., 4 jul., 3 nov.
5 mar., 5 jul., 4 nov.
6 mar., 6 jul., 5 nov.
7 mar., 7 jul., 6 nov.
8 mar., 8 jul., 7 nov.
9 mar., 9 jul., 8 nov.
10 mar., 10 jul., 9 nov.
11 mar., 11 jul., 10 nov.
12 mar., 12 jul., 11 nov.
13 mar., 13 jul., 12 nov.,
14 mar., 14 jul., 13 nov.
15 mar., 15 jul., 14 nov.
16 mar., 16 jul., 15 nov.
17 mar., 17 jul., 16 nov.
18 mar., 18 jul., 17 nov.
19 mar., 19 jul., 18 nov
20 mar., 20 jul., 19 nov.
21 mar., 21 jul., 20 nov.
22 mar., 22 jul., 21 nov.
23 mar., 23 jul., 22 nov.
24 mar., 24 jul., 23 nov.
25 mar., 25 jul., 24 nov.
26 mar., 26 jul., 25 nov.
27 mar., 27 jul., 26 nov.
28 mar., 28 jul., 27 nov.
29 mar., 29 jul., 28 nov.
30 mar., 30 jul., 29 nov.
31 mar., 31 jul., 30 nov.
1 abr., 1 ag., 1 dic.
2 abr., 2 ag., 2 dic.
3 abr., 3 ag., 3 dic.
4 abr., 4 ag., 4 dic.
5 abr., 5 ag., 5 dic.
6 abr., 6 ag., 6 dic.
7 abr., 7 ag., 7 dic.
8 abr., 8 ag., 8 dic.
9 abr., 9 ag., 9 dic.
10 abr., 10 ag., 10 dic.
11 abr., 11 ag., 11 dic.
12 abr., 12 ag., 12 dic.
13 abr., 13 ag., 13 dic.
14 abr., 14 ag., 14 dic.
15 abr., 15 ag., 15 dic.
16 abr., 16 ag., 16 dic.
17 abr., 17 ag., 17 dic.
18 abr., 18 ag., 18 dic.
19 abr., 19 ag., 19 dic.
20 abr., 20 ag., 20 dic.
21 abr., 21 ag., 21 dic.
22 abr., 22 ag., 22 dic.
23 abr., 23 ag., 23 dic.
24 abr., 24 ag., 24 dic.
25 abr., 25 ag., 25 dic.
26 abr., 26 ag., 26 dic.
27 abr., 27 ag., 27 dic.
28 abr., 28 ag., 28 dic.
29 abr., 29 ag., 29 dic.
30 abr., 30 ag., 30 dic.
1 may., 31 ag., 31 dic.
Presentación
El retorno a las fuentes que nos legó el Concilio Vaticano II produjo una extraordinaria primavera en el ámbito de los comentarios sobre la Regla de san Benito. La segunda mitad del siglo XX y estos primeros años de nuestra actual centuria han sido notablemente ricos en la producción de amplios y valiosos aportes para una mejor comprensión de la obra del fundador de Montecassino.
El libro que ahora presentamos no es propiamente hablando un nuevo comentario a nuestra Regla. Nos ofrece, en cambio, la posibilidad de seguir día a día las enseñanzas de san Benito, las normas que él dio a su comunidad, las indicaciones que ofrecía a sus monjes para vivir en plenitud el seguimiento de Cristo. En una forma sencilla, sucinta y clara se nos proponen principalmente actitudes concretas, vitales, que debería asumir quien anhela participar en el banquete del Reino de los cielos.
El principal mérito de las reflexiones del P. Guillaume reside en indicarnos la necesidad, tal vez hoy más sentida que nunca antes, de entrar en nosotros mismos, de habitare secum, para descubrir en nuestra interioridad, en la reflexión, el camino de retorno a la Casa del Padre.
De forma gradual, a través de las reflexiones de cada jornada, será finalmente la Regla misma la que nos irá conduciendo hacia una vivencia superadora de una práctica puramente exterior, que se regodea en las apariencias. Se nos propone una forma no nueva, sino renovada de la experiencia monástica, que se manifieste en tomar por guía el Evangelio. En última instancia, que aprendamos a vivir evangélicamente.
La obra del P. Guillaume nació en el ámbito de su comunidad monástica, con la cual fue compartiendo día tras día las vivencias reflejadas en sus enseñanzas. Pero esto no cierra en modo alguno la posibilidad de que cualquier persona que lea su aporte halle un sustancioso alimento para fortalecer su peregrinación cotidiana, sea cual fuere la situación en que se encuentra.
La iniciativa de traducir esta obra nació en el seno de un grupo de laicas y laicos, que se reunían en la Abadía Trapense Madre de Dios El Encuentro
(Ciudad Hidalgo, México). A ellas y ellos debemos, en primer término, la posibilidad de tener a nuestro alcance esta gran riqueza. Luego, en un segundo momento, varias de las Hermanas de dicha Abadía y la Hna. María Graciela Sufé, osb, de la Abadía Gaudium Mariae (Córdoba, Argentina), se sumaron para revisar, corregir y poner a punto el texto final. A todas ellas y todos ellos vaya un especial agradecimiento. Y que el Señor, como solo Él puede hacerlo, les recompense con medida colmada, desbordante.
Dejamos asimismo constancia de nuestro sincero agradecimiento a la Editorial Anne Sigier / Éditions Médiaspaul, que nos concedió el permiso para la publicación en formato epub.
Enrique Contreras, osb
Abadía Santa María. Los Toldos. Argentina
Prefacio
Desde las primeras páginas de Un camino de libertad, tenemos la intuición de tener en las manos una obra de gran riqueza espiritual.
Dom Guillaume nos ofrece aquí una selección de comentarios de la Regla de san Benito, tal como los propuso de forma cotidiana a su comunidad desde el inicio de su abadiato. Desea que los laicos descubran la Regla de san Benito, y también mostrar su articulación en el seno de la comunidad, revelando en la filigrana de su análisis, la espiritualidad benedictina y cisterciense. Por ello adopta más bien un estilo oral, que confiere a la lectura un dinamismo, una energía que hablan también de la personalidad del autor. Por otra parte, estos comentarios tienen frecuentemente una connotación de vivencia y compromiso personal, ya que el texto nos revela, de una manera a veces muy marcada, el estado espiritual de quien comenta el texto.
Así, en este libro, la experiencia prevalece y el corazón habla ¡yendo mucho más allá del análisis! Dom Guillaume hace del lector un confidente, casi indirectamente un miembro de la comunidad, ya que nos es dado leer lo que los hermanos son invitados a escuchar cada noche.
En nuestra época, se evalúa mal el interés que reviste la Regla de san Benito para los laicos dado que fue redactada en el siglo VI para monjes. Lejos de ser solo una serie de obligaciones, la Regla es un «camino de libertad» que organiza notablemente todo lo relacionado con lo material, para que el monje pueda concentrarse en lo Esencial, y llevar una rica vida espiritual, siendo pobre de todo lo superfluo; una lección sagrada para nuestra sociedad actual, marcada por el ritmo de un consumismo tan enceguecedor como indignante. Gracias a estas reflexiones, Dom Guillaume nos incita a ir más allá de esta percepción tan banalmente logística de la Regla de san Benito para que tomemos conciencia de la importancia que puede revestir en nuestras existencias de laicos. Algunos temas van a ritmar toda la Regla: el silencio, la escucha, la palabra y el respeto. ¡No hace falta ser monje para saborear el mensaje que se nos transmite y para tratar de vivir en lo cotidiano la enseñanza que nos propone el autor de la Regla y su comentador! Lo mismo vale para el lugar importante que tiene la lectura meditada de la Palabra, y la oración en la vida del monje; en todo cristiano se debe efectuar también este proceso del encuentro con el Otro, aunque pueda ser muy difícil a causa de nuestro tiempo muy lleno de actividades. Cada monje debe a veces luchar dolorosamente para mantenerse fiel a Dios, a su vocación, a su comunidad, a pesar de las dificultades que la vida pondrá inevitablemente en su camino. En el mundo, sucede lo mismo: estamos muy frecuentemente tentados a rechazar la fidelidad al cónyuge, a los amigos, a la familia, por motivos a veces triviales. La Regla nos ofrece aquí también, una perspectiva de reflexión: lo que es posible a los 20, 30, 40 años (¡o más!), cuando uno no lo ha elegido, no debe ser tan insuperable en una pareja, ¡cuando los cónyuges se han elegido por amor! Pues, tanto como en la sociedad actual, sería ilusorio creer que la vida monástica es «un largo río tranquilo».
En el trasfondo de los comentarios, uno descubre a la comunidad, y esto permite que caigan muchas ideas recibidas. A lo largo de las páginas uno vive con la Comunidad, comparte sus alegrías, sus penas, sus esperanzas y sus dudas. He ahí el primer golpe: ¡el monasterio no es el vestíbulo del paraíso! Los monjes son humanos: ¡Qué tranquilizador! Es una realidad que Dom Guillaume nos comparte frecuentemente: No todo es «color de rosa» en el monasterio… ¡Esto no tiene nada de asombroso! La comunidad monástica es como una microsociedad
: los individuos deben aprender a manejar sus diferencias respetando una jerarquía y observando un determinado número de «leyes» por el bien de cada uno.
Así, este libro de un monje para laicos muestra bien la naturaleza misma de la vocación monástica: vivir retirados del mundo, para estar, -a través de la oración y la contemplación-en el corazón del mundo y de sus preocupaciones. A nosotros los laicos, nos toca aprender a saborear toda la sabiduría monástica atesorada en estas páginas, para dar a nuestras vidas un sentido renovado. Esta antología de comentarios nos permitirá, allí en donde estamos y sea lo que sea lo que hagamos, compartir el misterio de la vocación monástica y descubrir que toda la dimensión de la Regla de san Benito se apoya sobre el hecho de que es un largo camino que lleva ciertamente al corazón de Dios, pero también, gracias a su extraordinaria actualidad, al corazón de cada hombre.
Anne-Catherine Delbarre
LA REGLA DE SAN BENITO
¹
Una de las realidades más sorprendentes de este comienzo del siglo XXI, es el interés que suscita la Regla de san Benito (=RB), no solamente en las abadías y hospederías, o entre los laicos cercanos a ellas, sino también en el universo más amplio del management y de la empresa. La Regla interesa, despierta curiosidad, pero esto no significa que haya prisa por entrar en la vida monástica. De hecho, el interés por la Regla no es sinónimo de vocación a la vida monástica, al menos en el sentido en que se la comprendía hasta ahora.
Numerosos son los laicos que leen cotidianamente la Regla y un comentario, y se inspiran en ella para su vida cotidiana. La Regla se ha convertido para ellos, como para las monjas y los monjes, en una compañera de vida, en una llave de interpretación de su aventura interior. Esta recuperación de atención se manifiesta en los monasterios y entre los laicos, pero tiene también otra característica. En efecto, este fenómeno no es propio de la vieja Europa, sino que se lo encuentra, bajo formas diferentes, en los cuatro extremos del mundo contemporáneo. Grupos se forman un poco por todas partes para vivir la espiritualidad de san Benito. El éxito espectacular de los libros de Anselm Grün, monje benedictino, que bebe ampliamente en esta sabiduría secular, es un testimonio sorprendente.
Este fenómeno se suma a otra realidad igualmente muy sorprendente. En efecto, después de los años 50 del siglo pasado, la mayor parte de las nuevas comunidades, cualquiera sea su espiritualidad y su modo de vida, se relacionan explícitamente con la vida monástica. Por el hábito, la liturgia, la vida comunitaria, la práctica de la lectio divina o el trabajo, diversos elementos adoptados por esas nuevas fundaciones, se inspiran en la gran tradición monástica. Comunidades como Taizé, Bose, las fraternidades monásticas de Jerusalén y tantas otras se inscriben en esa perspectiva, aun innovando en varios aspectos. Esta observación no se limita a las fundaciones. Incluso en varias congregaciones el carácter monástico es nuevamente subrayado, como entre los dominicos o las comunidades de canónigos.
Vivimos en una época en la que la vida monástica atrae. Pero, como lo decía antes, esto no llena de novicios los monasterios más antiguos. Intentar comprender el fenómeno es tanto más interesante cuanto que los medios también se muestran interesados. Los reportajes sobre la vida monástica, en todas sus formas y en todas las latitudes, en la prensa o en la televisión, no faltan. Hay, por tanto, al inicio de este siglo XXI, una atracción que sobrepasa ampliamente un fenómeno de moda, por esencia efímero.
Los análisis sociológicos no son suficientes para explicar este fenómeno. De hecho, este proceso contrariamente al reclutamiento de las comunidades monásticas, no parece ser correlativo con la situación de la Iglesia en su conjunto. Mientras que el descenso de ingresos en los monasterios se explica ampliamente por el descenso de la práctica religiosa, no ocurre lo mismo con el interés que suscita el fenómeno monástico, como si este último expresara otra realidad, una expectativa difusa y más difícil de comprender. Por consiguiente, es legítimo interesarse por el sentido de semejante entusiasmo, que no se relaciona sino en parte con las fronteras tradicionales de la fe. ¿Qué está sucediendo? ¿Qué llaves nos podrían permitir interpretar lo que estamos viviendo?
Antes de abordar esta cuestión esencial para nuestro tiempo, es fundamental revisar un cierto número de presupuestos sobre el fenómeno monástico en Oriente y Occidente, y sobre el lugar que ocupa la RB en ese proceso. Porque la forma en que ha sido abordada la realidad monástica y el lugar que se le ha dado en el desarrollo de la historia de la Iglesia, a menudo está marcado por un conjunto de prejuicios que todavía hoy persisten. Por ello será necesario abordar en primer lugar la compleja cuestión de la historiografía, antes de considerar los estudios más recientes, que han modificado profundamente nuestra visión del monacato primitivo, no solo en su relación con el ascetismo de los primeros siglos, sino también con el modelo social dentro del cual se desarrolló en Oriente. Veremos entonces cómo el monacato occidental autóctono se modificó en contacto con los escritos que promovían el modelo oriental de los Padres del desierto.
La RB no es la única ni la primera de las reglas latinas. La figura de Benito tiene un lugar particular en la historia del monacato occidental, no solamente gracias a la Regla que lleva su nombre, sino también gracias a la biografía que le consagró el papa Gregorio el Grande. Veremos entonces cómo la Regla puede ser releída desde dos aproximaciones, gracias a las cuales nos será posible medir el interés para nuestra propia lectura hodierna. En efecto, cada uno de estos dos modelos permite una lectura diferente de la historia del monacato occidental hasta nuestros días, y pueden igualmente ayudarnos a vislumbrar su futuro de una manera diferente.
Pero, ¿es posible comprender el interés suscitado por la RB a través de los siglos sin situarla más ampliamente en el marco de la historia de la Iglesia latina? Intentaremos, dentro de este marco, responder a las preguntas abordadas en el comienzo de esta introducción.
1. Por el P. Guillaume Jedrzejczak, ocso; traducción publicada previamente en Cuadernos Monásticos ns. 204 y 205 (2018), pp. 7-16 y 118-143.
Nuestra pre-comprensión
La RB se presenta como un escrito que organiza la vida de una comunidad de hombres en el siglo VI de nuestra era, en una región situada al sur de Roma. Conocemos algunos detalles de la vida de Benito gracias a la biografía que le consagró el papa Gregorio el Grande, quien sin duda tenía sus informaciones de los monjes de Montecassino que tuvieron que huir de su abadía, destruida por los bárbaros, para refugiarse en Roma. Gracias a Gregorio, la Regla hará su entrada entre los monumentos de la espiritualidad cristiana y se transmitirá hasta nuestros días.
Para comprender el sentido y el rol de la RB en la historia de la espiritualidad cristiana occidental, es necesario ir un poco hacia atrás, a las raíces del gran movimiento monástico que vio la luz al inicio del siglo IV. Pero esta tarea es más difícil de lo que parece. En efecto, nuestra lectura de la historia de los orígenes del monacato a menudo ha estado influenciada por prejuicios; los cuales, sin que siempre tengamos auténtica conciencia de ellos, clasifican e interpretan los acontecimientos del pasado en función de una visión predefinida. A menudo encontramos, en efecto, en la historia la confirmación de lo que buscamos. La historia de la vida monástica no escapa a esta regla. Las fuentes son leídas a través del espejo de las expectativas, inquietudes e ideologías de cada época.
En lo que concierne a nuestra comprensión del monacato primitivo, la historiografía resulta una premisa esencial, porque ella determina la forma en que ese fenómeno es analizado e interpretado. M. Sheridan² ha puesto de relieve cómo ciertas preconcepciones han marcado profundamente y, sin duda, deformado nuestra comprensión. Así, se puede advertir la influencia del historiador de renombre A. Harnack (1895), que veía en el monacato una especie de protestantismo anticipado, que habría fracasado en su propósito de reformar la Iglesia, porque su anhelo de una mayor libertad fue recortado por la jerarquía eclesiástica. Se puede citar asimismo el análisis de E. Gibbon (1848), retomado luego por A. Momigliano (1966), quienes hacían del triunfo del cristianismo y de la expansión de una vida monástica que alentaba el abandono de los asuntos del mundo, una de las causas principales de la declinación del Imperio romano. En lo que respecta a la apreciación del monacato egipcio mismo, basta con volver a leer un breve pasaje, citado por M. Sheridan, de la evaluación de un eminente egiptólogo, H. I. Bell, en el que presenta un retrato poco halagüeño de esos monjes rebeldes a toda sutileza teológica, inclinados al rechazo de todo lo que estaba ligado a la autoridad imperial y prontos a seguir cualquier forma de herejía, para percibir cómo estos prejuicios pueden impedir la comprensión de lo que verdaderamente pasó en el siglo IV.
2. M. SHERIDAN, The modern Historiography of Early Egyptian Monasticism, en Il Monachesimo tra eredità e apertura, M. BIELAWSKI y D. HOMBERGEN (Eds.), Studia Anselmiana 140, Roma (2004), pp. 197-220.
Ascetismo y monacato
Contrariamente a lo que a veces se piensa, el monacato no apareció de un día para el otro. Para comprender qué es el monacato, antes hay que distinguirlo de lo que los especialistas han llamado ascetismo, que apareció mucho antes en el cristianismo, desde los orígenes. Como lo ha subrayado R. Krawiec³, que se ha interesado en el concepto mismo de ascetismo, no es fácil definirlo exactamente. Esta autora discierne dos obstáculos mayores para comprender este fenómeno: por una parte, la ausencia de una definición clara; y por otra, la presencia de este concepto tanto en las fuentes antiguas como en los textos modernos, sobre todo durante estos últimos decenios.
De hecho, en las fuentes antiguas no existe un texto ascético en sí, porque todos los textos aluden al ascetismo, al punto que se puede decir que se trata de una idea central para los cristianos de la antigüedad. En el cristianismo de los orígenes el ascetismo es una dimensión normal de la vida cristiana, válida para todos. Es una consecuencia de la conversión, que significa no solamente la adhesión a una determinada fe, sino también un cambio en el modo de vida del cristiano.
¿Qué es el ascetismo?
Como lo ha señalado E. A. Clark⁴, los especialistas no han logrado ponerse de acuerdo sobre una definición de la palabra ascetismo. En efecto, si están de acuerdo para decir que la palabra se relaciona con la práctica del entrenamiento físico de los atletas griegos de la antigüedad, no han hallado consenso en lo que concierne a su función, su motivación y su finalidad en el cristianismo. De hecho, el ascetismo puede ser considerado siguiendo dos perspectivas diferentes que van desde una aproximación teológica (del interior) a una visión influenciada por la sociología contemporánea (del exterior). Por lo que atañe a los orígenes
y las motivaciones
del ascetismo cristiano, los especialistas están de acuerdo sobre el hecho que se trata de una categoría que marcó profundamente el cristianismo naciente, independientemente de toda forma de vida particular. El ascetismo fue percibido como la consecuencia normal de la conversión a Cristo. Pero este fenómeno ha sido diversamente interpretado en el devenir de la historia.
Para algunos autores, sobre todo protestantes, el ascetismo es una especie de patología del cristianismo. La naciente religión habría sido contaminada por valores griegos, asignando un lugar demasiado importante al cuerpo, lo cual, según ellos, se opondría a un judaísmo presuntamente anti ascético. Pero esta visión ha sido fuertemente cuestionada por los descubrimientos sobre el judaísmo antiguo, en particular, con la evidencia de un ascetismo presente en las comunidades judías de Qumrán, como así también en el Nuevo Testamento. El ascetismo era vivido en estos grupos como un entrenamiento del cuerpo y del alma, lo cual coloca más bien la cuestión del lugar del cuerpo en el cristianismo primitivo, así como en nuestra época.
Un artículo de P. Brown⁵, aparecido en 1971, ha servido de catalizador para un cambio radical de perspectiva, al plantear la cuestión no desde una perspectiva interna, sino en relación al lugar y al papel del hombre santo en la sociedad de la antigüedad tardía. A continuación, gracias a la utilización de las teorías de M. Foucault, el ascetismo ya no fue considerado solo como una práctica corporal, sino también como una herramienta para la construcción de uno mismo, en conexión con las nociones de poder, de autoridad y de subjetividad. De modo que el ascetismo no es concebido simplemente de manera negativa, como desconfianza respecto del cuerpo, sino como un esfuerzo positivo, como la base de una verdadera cultura de sí mismo, que se encuentra igualmente en otras religiones. Esta llave de lectura cultural ha sido retomada en seguida para afirmar que el ascetismo no era inicialmente un fenómeno religioso, sino una realidad cultural que servía para crear una contra cultura, y podía ser entendido como una estrategia de toma de poder.
R. Valantasis y E. Clarck han combinado estas diversas aproximaciones, que se apoyan a su vez sobre las prácticas y sobre la contra cultura, para llegar a la siguiente definición: El ascetismo podría ser definido como un conjunto de prácticas, utilizadas en un entorno social dominante, y apuntando a inaugurar una nueva subjetividad, relaciones sociales diferentes y un universo simbólico alternativo
. Sin embargo, esta definición ha sido muy criticada, no solamente porque el ascetismo tiene una dimensión fundamentalmente religiosa, sino también porque participa igualmente del universo simbólico de una época, tanto más cuanto que no crea otro universo simbólico.
Con todo, este debate ha permitido que emerjan un cierto número de temas: la importancia del desempeño corporal, el rol de los escritos, la idea de que la transformación operada sobre el cuerpo y el alma prefiguran desde aquí abajo una realidad celestial, la importancia del ascetismo para comprender la antigüedad tardía.
Fuentes
Como ya lo hemos subrayado, el tema del ascetismo se encuentra un poco por todas partes en los textos antiguos, no hay un texto fundante. Esto significa que el ascetismo concierne a todos los cristianos, incluso si las fuentes que poseemos provienen de una elite, básicamente masculina, surgida del grupo triunfador de las controversias doctrinales de la época. La cuestión que entonces se puede plantear es la de saber si ese pequeño grupo verdaderamente representa la norma del cristianismo de la época.
E. Clarck ha señalado el fenómeno sorprendente de la interpretación de ciertos pasajes del AT y del NT comprendidos de manera ascética, mientras que la letra del texto dice absolutamente lo contrario. Así, por ejemplo, ciertos pasajes del Cantar de los Cantares han sido vaciados de su contenido sexual para significar la búsqueda espiritual. En los siglos II y III, como ya lo hemos señalado, el ascetismo no estaba reservado a una clase particular de cristianos, sino que concernía a todos los creyentes, porque la conversión suponía la elección de una nueva identidad. Ello, sin embargo, implicaba grados, como lo muestra por ejemplo la existencia de los hijos de la alianza
en Siria, de quienes nos habla Afraates. Estos hacían un voto de celibato en el momento de su bautismo, pero permaneciendo en el seno de la comunidad. La influencia del personaje de Tecla, en el apócrifo de las Actas de Pablo y Tecla, sobre el desarrollo del monacato femenino, ha conducido a ciertos especialistas a pensar que el ascetismo jugó un papel determinante en la liberación de la mujer de la época.
A partir del siglo IV, el ascetismo ocupa un lugar esencial en los textos. De hecho, reemplaza el tema del martirio. Si no se puede responder a la pregunta de por qué, se puede, en cambio, examinar el cómo. Retomando el análisis de P. Brown, que subraya la autoridad de la figura del asceta en la sociedad antigua, los especialistas han estudiado cómo la toma de distancia del asceta (en el desierto, en reclusión o en una columna), le confiere una verdadera autoridad social. Lejos de estar ausente de la sociedad, el asceta estaba integrado perfectamente, conforme a un modelo de autoridad próximo al de los modelos bíblicos.
Autoridad del ascetismo
Dentro del nuevo orden social creado por el cristianismo en la sociedad antigua, el asceta gozaba de una autoridad que se manifestaba a la vez de manera negativa, por la contestación del modelo