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Un camino de libertad: Comentario a la Regla de San Benito día tras día
Un camino de libertad: Comentario a la Regla de San Benito día tras día
Un camino de libertad: Comentario a la Regla de San Benito día tras día
Libro electrónico823 páginas12 horas

Un camino de libertad: Comentario a la Regla de San Benito día tras día

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El comentario a la Regla de san Benito del P. Guillaume nos enseña la importancia de saber entrar en nosotros mismos, del habitare secum, para descubrir en nuestra interioridad, en la reflexión, el camino de retorno a la Casa del Padre.
De forma gradual, a través de las reflexiones para cada jornada, será finalmente la Regla misma la que nos irá conduciendo hacia una vivencia superadora de una práctica puramente exterior, que se regodea en las apariencias. Se nos propone una forma no nueva, sino renovada de la experiencia monástica, que se manifieste en tomar por guía el Evangelio. En última instancia, que aprendamos a vivir evangélicamente.
IdiomaEspañol
EditorialSurco digital
Fecha de lanzamiento2 ago 2022
ISBN9789874792372
Un camino de libertad: Comentario a la Regla de San Benito día tras día

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    Un camino de libertad - Guillaume Jedrzejczak

    cover.jpg

    Jedrzejczak, Guillaume

    Un camino de Libertad : comentarios a la regla de San Benito día tras día / Guillaume Jedrzejczak. - 1a ed. - Munro : Surco Digital, 2022.

    Libro digital, EPUB

    Archivo Digital: descarga y online

    ISBN 978-987-47923-7-2

    1. Religión Católica. 2. Monasterios. 3. Crecimiento Espiritual. I. Título.

    CDD 248.4

    © 2022 SURCO Digital

    Munro – Prov. Buenos Aires – Argentina

    www.surco.org

    Primera edición digital, Julio 2022

    ISBN: 978-987-47923-7-2.

    © Diseño de tapa: SURCO digital

    Hecho el depósito que prevé la ley 11.723

    Todos los derechos reservados.

    Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin la previa autorización escrita de los titulares del Copyright, la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño de tapa e imágenes interiores, por ningún medio o procedimiento de grabación electrónica o impresión física, bajo las sanciones establecidas por la ley.

    El Texto de la Regla:

    Se tomó de la edición de la Regla de san Benito, versión castellana publicada por Ediciones Cuadernos Monásticos (ECUAM) - 2009.

    Título original: Sur un chemin de Liberté

    Anne Sigier / Éditions Médiaspaul

    Traducción de: Olga Díaz Ordaz

    Casa de Silencio y Camino Contemplativo Nazaret

    Revisión y corrección: Abadía Cisterciense Madre de Dios, El Encuentro, Ciudad Hidalgo, México

    Hna. María Graciela Sufé, osb, Abadía Benedictina Gaudium Mariae, San Antonio de Arredondo, Córdoba, Argentina

    Tapa: San Benito entrega la Regla a sus discípulos. 1505-1508. Monte Oliveto Maggiore, Asciano, Siena, Italia.

    Índice

    Índice por fechas

    Presentación

    Prefacio

    La Regla de San Benito

    Introducción

    Prólogo

    I. Comienza el Prólogo

    II. Escucha, hijo mío, las instrucciones del maestro

    III. Escucha y obediencia (1º de enero)

    I. Levantémonos, pues, vengan, corran

    II. Escuchemos la voz poderosa de Dios

    III. Escuchemos con oído atento

    I. Buscando a su obrero

    II. Si tú respondes: «Aquí estoy»

    III. Invitación a la felicidad

    I. Ciñéndonos con la fe y con la puesta en práctica

    II. El combate espiritual: permanecer

    III. El obrar justo y la palabra justa

    I. Responder a estos santos consejos por medio de obras

    II. Poner en práctica la Palabra

    III. Dios quiere conducirte a un cambio de vida

    I. ¿Quién habitará en su tabernáculo?

    II. Militar en la santa obediencia

    III - Aquello que la naturaleza nos hace menos fácil

    I. Una escuela de servicio al Señor

    II. ¿Cómo aprender el arte espiritual?

    III. Las restricciones corrigen los vicios, preservan la caridad

    CAPÍTULO 1: Las clases de monjes

    I. La vida cenobítica, un sostén en el combate del desierto

    II. La vida monástica es un combate

    III. Ser monje, vivir en comunidad, ser un combatiente

    I. La Regla, maestra de experiencia

    II. Ser monje, una experiencia de fe y obediencia

    III. Modelado por la comunidad, hombre de verdad, libre

    CAPÍTULO 2: Cómo debe ser el abad

    I. El abad hace las veces de Cristo

    II. Estoy entre ustedes como el que sirve

    III. El cuidado de las ovejas que el Padre le ha dado

    I. Abad: el nombre que lleva, lo que dice, lo que hace

    II. Lo que habrá enseñado, lo significará por sus actos

    III. La vida monástica: una sabiduría que se transmite

    I. No haga en el monasterio distinción de personas

    II. Que sepa ver lo bueno en las obras de sus hermanos

    III. Amar para Dios y no para sí

    I. Reprende, exhorta, amonesta

    II. Encontrar nuestra felicidad en Él

    III. La palabra debe ajustarse

    I. El abad debe recordar el nombre que lleva

    II. El abad debe recordar lo que él es

    III. Conducir a las almas es un arte difícil

    I. La salvación de las almas a él confiadas

    II. Las almas prevalecen sobre las cosas terrenales

    III. El abad tiene conciencia de sus defectos

    CAPÍTULO 3: Convocación de los hermanos a consejo

    I. La buena decisión es la que Dios revela

    II. El abad decide con probidad y con justicia

    III. Caminar juntos hacia la decisión

    I. Un camino de unidad interior

    II. No seguir el deseo del propio corazón

    III. La Regla, el abad, los hermanos

    CAPÍTULO 4: Los instrumentos de las buenas obras

    I. Palabras para ser salvado

    II. Preceptos de moral cristiana, siempre actuales

    III. El amor de Dios conduce al amor de los hermanos

    I. El bien en uno, atribuirlo a Dios

    II. No hagas a los demás…

    III. ¿Nos inclinamos hacia el lado de Dios?

    I. El amor perfecto elimina el temor

    II. Somos movidos por el temor y por el deseo

    III. No querer pasar por santo antes de serlo

    I. Jamás desesperar de la misericordia de Dios

    II. Tales son los instrumentos del arte espiritual

    III. Ni el ojo vio ni el oído oyó

    CAPÍTULO 5: La obediencia

    I. La humildad es la verdad

    II. El primer grado de humildad es la obediencia

    III. El deseo ardiente de la vida eterna

    I. Abrir el oído del corazón al Maestro interior

    II. Los tres niveles de la obediencia

    III. Dios ama al que da con alegría

    CAPÍTULO 6: El silencio

    I. La palabra nacida del silencio, da vida

    II. El enemigo del monje es la palabra sin consistencia

    III. Descender para encontrar el verdadero silencio

    CAPÍTULO 7: La humildad

    I. La humildad de David

    II. Quien se enaltece será humillado

    III. La humildad, condición de la verdadera oración

    I. La escala de Jacob

    II. Vivir bajo la mirada de Dios

    III. Nosotros somos llamados a subir hacia Dios

    I. Vivir bajo la mirada de Dios

    II. Dios está presente

    III. Hágase tu voluntad

    I. La voluntad propia y la voluntad de Dios

    II. Todos mis deseos están ante de Ti

    III. Voluntad, deseo, discernimiento

    I. Alimentar la memoria Dei

    II. ¿Seguir a Cristo o seguir nuestros deseos?

    III. Hiciste esto, y yo me callé

    I. Hágase tu voluntad

    II. Entrar en el deseo de Dios

    III. ¡Mi felicidad, eres Tú!

    I. Imitar a Cristo que se hizo obediente

    II. Entrar en diálogo con la Palabra de Dios

    III. Obedecer por amor a Dios

    I. Vivir a la luz de la Palabra de Dios

    II. Vivir de la experiencia de la presencia de su Salvador

    III. Tener paciencia, en silencio

    I. Revela tu conducta al Señor

    II. Manifestar lo que nos inquieta

    III. El abad es el hombre del perdón

    I. La humilde aceptación de sí mismo

    II. La humillación salvadora

    III. Yo estoy siempre contigo

    I. Maravillarse de lo que hace la gracia

    II. Es bueno que me hayas humillado

    III. Para que aprenda tus preceptos

    I. Entrar en comunión con Aquel que nos habita

    II. El descubrimiento de mi yo verdadero

    III. Libertad y fecundidad espiritual

    I. Un oído que escucha, un corazón que responde

    II. El silencio se vuelve presencia atenta al otro

    III. Para entrar en esta gran obra de Dios

    I. La humildad conduce a la serenidad interior

    II. La humildad verdadera es sonriente

    III. El hombre humilde no humilla a nadie

    I. Nuestro comportamiento expresa nuestra realidad interior

    II. Una atención respetuosa al otro

    III. Una paz cada vez más profunda

    I. Vivir siempre y en todas partes en presencia de Dios

    II. El amor verdadero: reconocer que yo no sé amar

    III. Este amor de Dios, que expulsa el temor

    Capítulo 8: El Oficio Divino por la noche

    I. La atención, la espera, la atracción

    II. El monje une su voz al canto del universo

    III. Orar en la Iglesia, por la Iglesia

    Capítulo 9: Cuántos salmos se han de decir en las horas nocturnas

    I. Señor, abre mis labios

    II. Dios separa la luz de las tinieblas

    III. La oración vivida en comunidad, en Iglesia

    Capítulo 10: Cómo se ha de celebrar en verano la alabanza nocturna

    I. Alabar a Dios en la noche

    II. El oficio estaba adaptado a las estaciones

    III. La cantidad de salmos durante el Oficio de la noche

    Capítulo 11: Cómo han de celebrarse las Vigilias de los domingos

    I. Nuestra vida tiene una coherencia profunda

    II. El Evangelio es escuchado con temor y respeto

    III. Pasar de las tinieblas a la luz

    Capítulo 12: Cómo se ha de celebrar el Oficio de Laudes

    I. Una verdadera alabanza

    II. Confesar su falta, con ¡Aleluya!

    III. La lectura del Apocalipsis

    Capítulo 13: Cómo han de celebrarse los Laudes en los días ordinarios

    I. Tiempo ordinario

    II. Una celebración despojada

    III. Los laudes (salmos 148, 149 y 150)

    I. El Padre Nuestro

    II. Perdónanos nuestras ofensas

    III. Líbranos del mal

    Capítulo 14: Cómo han de celebrarse las Vigilias en las fiestas de los santos

    I. La comunión de los santos

    II. Lo que cada uno recibe aprovecha a todos

    III. Dios nos habla por medio de las Escrituras

    Capítulo 15: En qué tiempos se dirá Alleluia

    I. Los días con y los días sin

    II. La liturgia, camino de conversión interior

    III. La ausencia del Alleluia en Cuaresma

    Capítulo 16: Cómo se ha de celebrar el Oficio Divino durante el día

    I. Alternancia

    II. Siete veces al día yo canto tu alabanza

    III. Obra de la oración, al servicio del mundo

    Capítulo 17: Cuántos salmos se han de cantar en esas mismas horas

    I. El oficio da ritmo a nuestras jornadas

    II. La repetitividad del Oficio Divino

    III. La bendición

    Capítulo 18: En qué orden se han de decir los salmos

    I. Dios mío, ven en mi auxilio

    II. El salmo 118 el domingo

    III. Orden y desorden

    I. Los salmos 119 a 127

    II. Se repetirá, se recomenzará

    III. Una disposición uniforme

    I. Cada día

    II. La respiración del tiempo monástico

    III. Aritmética espiritual, camino de obediencia

    I. La oración, un verdadero trabajo

    II. La oración es la que nos sostiene

    III. Perseverar confiados en Dios

    Capítulo 19: El modo de salmodiar

    I. El amor transforma todo el ser

    II. Vivir bajo la mirada de Dios

    III. Escuela de unificación interior

    Capítulo 20: La reverencia en la oración

    I. Oración y humildad

    II. Oración comunitaria y en soledad

    III. Dos tradiciones de oración contemplativa

    Capítulo 21: Los decanos del monasterio

    I. El abad se consagra a lo esencial de su tarea

    II. Relación abad – comunidad – hermanos

    III. ¿Qué es la comunidad?

    Capítulo 22: Cómo han de dormir los monjes

    I. Estar preparado y ser solícito

    II. Un camino de regreso a la unidad

    III. Cada instante de nuestra existencia

    Capítulo 23: La excomunión por las faltas

    I. Vivir bajo una regla y un abad, en una comunidad

    II. Velar por nuestros hermanos

    III. Uno de los hermanos que el Señor nos ha confiado

    Capítulo 24: Cuál debe ser el alcance de la excomunión

    I. Autoridad y poder

    II. Una reparación proporcionada a la falta

    III. La excomunión está relacionada con la falta

    Capítulo 25: Las faltas más graves

    I. La mesa y el oratorio construyen la comunidad

    II. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?

    III. Fiesta de Todos Santos, fiesta de nuestros hermanos. 1º de noviembre

    Capítulo 26: Los que se juntan sin permiso con los excomulgados

    I. Que el que ha cometido falta tome conciencia de ella

    II. Amar al hermano y odiar el vicio

    III. Libertad y obediencia

    Capítulo 27: Con qué solicitud debe el abad cuidar de los excomulgados

    I. Las enfermedades del alma

    II. La verdadera compasión

    III. Toma a la oveja perdida sobre sus hombros divinos

    Capítulo 28: De los que muchas veces corregidos no se enmiendan

    I. La oración del abad y todos los hermanos

    II. El endurecimiento del corazón

    III. Atrevernos a la esperanza, con un sano realismo

    Capítulo 29: Si los monjes que se van del monasterio deben ser recibidos de nuevo

    I. El llamado de Dios y la respuesta del hombre

    II. Dios y su llamado son un misterio…

    III. Camino de paz y de libertad interior

    Capítulo 30: Cómo han de ser corregidos los niños en su menor edad

    I. Cada uno tiene su medida en Cristo

    II. Según su edad y su juicio

    III. La comunidad nos hace nacer a nosotros mismos

    Capítulo 31: Cómo debe ser el mayordomo del monasterio

    I. Debe estar atento a las personas

    II. En ocasiones debe rehusar

    III. Como utensilios sagrados del altar

    I. Que tenga humildad

    II. ¡La humildad nos hace amables!

    III. Su relación con los hermanos, su relación con el abad

    Capítulo 32: Las herramientas y objetos del monasterio

    I. No separar el bien espiritual del aspecto material

    II. Una relación sacramental con los bienes materiales

    III. Todo objeto tiene un valor singular

    Capítulo 33: Si los monjes deben tener algo propio

    I. El abandono en la dulce providencia de Dios

    II. La llave que nos abre al Otro

    III. ¡El Señor está presente en medio de nosotros!

    Capítulo 34: Si todos deben recibir igualmente lo necesario

    I. La igualdad es del orden del ser

    II. Se daba a cada uno según sus necesidades

    III. Igualdad y reconocimiento del don de cada uno

    Capítulo 35: Los semaneros de la cocina

    I. El servicio hace crecer el amor entre los hermanos

    II. Un verdadero camino de conversión

    III. Todos somos servidores

    I. El hombre exterior y el hombre interior

    II. Profesión monástica y servicio de las comidas

    III. Servir a nuestros hermanos es una aventura espiritual

    Capítulo 36: Los hermanos enfermos

    I. La enfermedad tiene una dimensión comunitaria

    II. Estuve enfermo y me visitaron

    III. Estamos aquí para ver a Dios

    Capítulo 37: Los ancianos y los niños

    I. La Regla, escuela de libertad interior

    II. Reconocer nuestra debilidad

    III. La ley no es la misma para todos

    Capítulo 38: El lector de la semana

    I. Alimento del cuerpo y alimento del alma

    II. Formar para la escucha de la Palabra

    III. El arte de leer, el arte de la lectio

    Capítulo 39: La medida de la comida

    I. Para reponernos

    II. Alimentación y ayuno, caminos de libertad

    III. Evitar el exceso en todas las cosas

    Capítulo 40: La medida de la bebida

    I. El gran salto en los brazos de Dios

    II. No recriminar

    III. Un don que le es propio

    Capítulo 41: A qué horas se debe comer

    I. El tiempo del hombre y el tiempo de Dios

    II. Ayuno y espera de Dios

    III. La vida monástica es un combate

    Capítulo 42: Que nadie hable después de Completas

    I. Los monjes deben cultivar el silencio

    II. Un camino que conduce al silencio

    III. La importancia del silencio

    Capítulo 43: Los que llegan tarde a la Obra de Dios o a la mesa

    I. El retraso perturba a Dios y a la comunidad

    II. El deseo de Dios hace avanzar al monje

    III. Dejar todo, no anteponer nada

    I. Un nacimiento espiritual

    II. No anteponer nada a la obra de Dios

    III. Caminar hacia adelante, dando gracias

    Capítulo 44: Cómo han de satisfacer los excomulgados

    I. Reconstruir para recomenzar juntos

    II. Reparar la comunión herida

    III. Reconocer humildemente nuestra debilidad

    Capítulo 45: Los que se equivocan en el oratorio

    I. Pedir perdón es un signo de humildad

    II. El camino de la humildad

    III. La negligencia

    Capítulo 46: Los que faltan en cualesquiera otras cosas

    I. Falta exterior y pecado secreto del alma

    II. Un camino de sanación

    III. La falta reconocida es una gracia inmensa

    Capítulo 47: El anuncio de la Obra de Dios

    I. El arquitecto del edificio espiritual

    II. Animar, sin desanimar

    III. Humildad, seriedad, respeto

    Capítulo 48: El trabajo manual de cada día

    I. Alternar oración y trabajo

    II. El trabajo, escuela de oración

    III. La dimensión espiritual del trabajo

    I. Vacar en la lectio divina

    II. Todos irán al trabajo que se les asignó

    III. El trabajo es un trabajo sobre uno mismo

    I. Mirar al hermano con la mirada de Dios

    II. La ociosidad, enemiga del alma

    III. Huir de Dios mediante tareas ociosas

    Capítulo 49: La observancia de la Cuaresma

    I. Reencontrar el impulso de la vida espiritual

    II. La alegría del deseo espiritual

    III. La alegría del Espíritu supone una pascua, un paso

    Capítulo 50: Los hermanos que trabajan lejos del oratorio o están de viaje

    I. El Oficio es esencial en el transcurso de la vida monástica

    II. Una auténtica búsqueda de Dios

    III. Camino de perfección interior

    Capítulo 51: Los hermanos que no viajan muy lejos

    I. La tentación de relaciones diferentes

    II. Tomarse la libertad

    III. Un corazón compasivo

    Capítulo 52: El oratorio del monasterio

    I. El oratorio interior

    II. Una pedagogía de los lugares y de los cambios de lugares

    III. Seremos juzgados por el amor

    Capítulo 53: La recepción de los huéspedes

    I. Somos extranjeros y peregrinos

    II. El huésped nos revela nuestro propio camino

    III. Una acogida imbuida de oración

    I. Una verdadera acogida monástica

    II. El abad vela sobre la calidad de la acogida

    III. Proximidad y distancia

    Capítulo 54: Si el monje debe recibir cartas u otras cosas

    I. La triple dimensión de un regalo

    II. La comunión cenobítica

    III. El amor no se compra, no se vende

    Capítulo 55: El vestido y calzado de los monjes

    I. Las tres funciones de la vestimenta

    II. Un camino de sanación interior

    III. Nuestra ropa expresa nuestra vida profunda

    I. Dar a cada uno según sus necesidades

    II. El desafío místico de la pobreza evangélica

    III. Nuestra justa relación con las cosas

    Capítulo 56: La mesa del abad

    I. Acogida de los huéspedes y la paz de la comunidad

    II. Cristo en mí, Cristo en el otro

    III. El retrato del abad según san Benito

    Capítulo 57. Los artesanos del monasterio

    I. El humilde sabe dar

    II. A fin de que en todas las cosas Dios sea glorificado

    III. Cierta acepción de personas

    Capítulo 58: El modo de recibir a los hermanos

    I. ¿Por qué vine aquí?

    II. Los pasos de la entrada al monasterio

    III. Los criterios de la vocación

    I. La fidelidad de Dios

    II. La dimensión eucarística de nuestra vida

    III. Él prometerá

    Capítulo 59: Los hijos de nobles o de pobres que son ofrecidos

    I. Somos tan poca cosa

    II. La muerte de nuestras ilusiones románticas

    III. Las cebollas de Egipto

    Capítulo 60: Los sacerdotes que quieren vivir en el monasterio

    I. Pedir, perseverar, aceptar

    II. La fidelidad, único privilegio del sacerdote

    III. Un orgullo espiritual

    Capítulo 61: Cómo han de ser recibidos los monjes peregrinos

    I. La grandeza oculta de mi hermano

    II. Con humildad y caridad

    III. Portador de Dios – 15 agosto

    I. Aquellos que empujan a la comunidad hacia lo alto

    II. El cuerpo del monasterio

    III. Nuestra vocación a llegar a ser hermanos de nuestro hermano

    Capítulo 62: Los sacerdotes del monasterio

    I. Al servicio de sus hermanos

    II. Progresará más y más en el Señor

    III. La espiritualidad benedictina

    Capítulo 63: El orden de la comunidad

    I. Concentrarse en lo esencial

    II. La injusticia, la arbitrariedad

    III. El llamado irrevocable de Dios para nosotros

    I. Dios ha tocado su corazón

    II. Una extraordinaria libertad

    III. Transmitir el tesoro recibido

    Capítulo 64: La ordenación del abad

    I. El discernimiento en las responsabilidades

    II. La verdadera misericordia es confianza

    III. La humildad del abad, a ejemplo de san Bernardo – 20 agosto

    I. El abad es elegido para servir

    II. Amar a los hermanos con fuerza y con compasión

    III. La discretio, madre de todas las virtudes

    Capítulo 65: El prior del monasterio

    I. ¿Por qué esta necesidad de dividir?

    II. En búsqueda de una vida exitosa

    III. Un camino de libertad y de unidad interior

    I. Para la salvaguarda de la paz

    II. El fuego de la envidia y de los celos

    III. El mal nunca tiene la última palabra

    Capítulo 66: Los porteros del monasterio

    I. Para protegernos de nosotros mismos

    II. No dispersarnos en lo exterior

    III. El temor de Dios nos construye y nos libera

    Capítulo 67: Los hermanos que salen de viaje

    I. El vínculo entre los hermanos de una misma comunidad

    II. Apartarse del mundo nos hace más humanos

    III. Navidad: el viaje interior – 25 de diciembre

    Capítulo 68: Si a un hermano le mandan cosas imposibles

    I. Dios viene en auxilio de nuestra debilidad

    II. La confianza, test de la humildad auténtica

    III. Nuestro combate de Jacob

    Capítulo 69: Que nadie se atreva a defender a otro en el monasterio

    I. Atreverse a amar verdaderamente

    II. El camino de la libertad cristiana

    III. Un casto amor de los hermanos - 27 de diciembre

    Capítulo 70: Que nadie se atreva a golpear a otro arbitrariamente

    I. La vida fraterna

    II. Dos pesos, dos medidas

    III. La vida fraterna

    Capítulo 71: Que se obedezcan unos a otros

    I. El amor es la clave

    II. Para poder vacar totalmente a Dios

    III. El arte de la escucha del otro

    Capítulo 72: El buen celo que han de tener los monjes

    I. El buen celo es el amor en acción

    II. ¿Amargura o alegría?

    III. Irradiar esperanza – 30 de diciembre

    Capítulo 73: En esta regla no está contenida toda la práctica de la justicia

    I. Las más altas cimas solo se alcanzan por la humildad

    II. Nuestro verdadero deseo

    III. Un camino de santidad – 31 de diciembre

    Glosario

    Índice por fecha

    1 en., 2 may., 1 sept.

    2 en., 3 may., 2 sept.

    3 en., 4 may., 3 sept.

    4 en., 5 may., 4 sept.

    5 en., 6 may., 5 sept.

    6 en., 7 may., 6 sept.

    7 en., 8 may., 7 sept.

    8 en., 9 may., 8 sept.

    9 en., 10 may., 9 sept.

    10 en., 11 may., 10 sept.

    11 en., 12 may., 11 sept.

    12 en., 13 may., 12 sept.

    13 en., 14 may., 13 sept.

    14 en., 15 may., 14 sept.

    15 en., 16 may., 15 sept.

    16 en., 17 may., 16 sept.

    17 en., 18 may., 17 sept.

    8 en., 19 may., 18 sept.

    19 en., 20 may., 19 sept.

    20 en., 21 may., 20 sept.

    21 en., 22 may., 21 sept.

    22 en., 23 may., 22 sept.

    23 en., 24 may., 23 sept.

    24 en., 25 may., 24 sept.

    25 en., 26 may., 25 sept.

    26 en., 27 may., 26 sept.

    27 en., 28 may., 27 sept.

    28 en., 29 may., 28 sept.

    29 en., 30 may., 29 sept.

    30 en., 31 may., 30 sept.

    31 en., 1 jun., 1 oct.

    1 feb., 2 jun., 2 oct.

    2 feb., 3 jun., 3 oct.

    3 feb., 4 jun., 4 oct.

    4 feb., 5 jun., 5 oct.

    5 feb., 6 jun., 6 oct.

    6 feb., 7 jun., 7 oct.

    7 feb., 8 jun., 8 oct.

    8 feb., 9 jun., 9 oct.

    9 feb., 10 jun., 10 oct.

    10 feb., 11 jun., 11 oct.

    11 feb., 12 jun., 12 oct.

    12 feb., 13 jun., 13 oct.

    13 feb., 14 jun., 14 oct.

    14 feb., 15 jun., 15 oct.

    15 feb., 16 jun., 16 oct.

    16 feb., 17 jun., 17 oct.

    17 feb., 18 jun., 18 oct.

    18 feb., 19 jun., 19 oct.

    19 feb., 20 jun., 20 oct.

    20 feb., 21 jun., 21 oct.

    21 feb., 22 jun., 22 oct.

    22 feb., 23 jun., 23 oct.

    23 feb., 24 jun., 24 oct.

    24 feb.(si es bisiesto, si no, júntese con el precedente), 25 jun., 25 oct.

    24 (25) feb., 26 jun., 26 oct.

    25(26) feb., 27 jun., 27 oct.

    26 (27) feb., 28 jun., 28 oct.

    27(28) feb., 29 jun., 29 oct.

    28(29) feb., 30 jun., 30 oct.

    1 mar., 1 jul., 31 oct.

    2 mar., 2 jul., 1 nov.

    3 mar., 3 jul., 2 nov.

    4 mar., 4 jul., 3 nov.

    5 mar., 5 jul., 4 nov.

    6 mar., 6 jul., 5 nov.

    7 mar., 7 jul., 6 nov.

    8 mar., 8 jul., 7 nov.

    9 mar., 9 jul., 8 nov.

    10 mar., 10 jul., 9 nov.

    11 mar., 11 jul., 10 nov.

    12 mar., 12 jul., 11 nov.

    13 mar., 13 jul., 12 nov.,

    14 mar., 14 jul., 13 nov.

    15 mar., 15 jul., 14 nov.

    16 mar., 16 jul., 15 nov.

    17 mar., 17 jul., 16 nov.

    18 mar., 18 jul., 17 nov.

    19 mar., 19 jul., 18 nov

    20 mar., 20 jul., 19 nov.

    21 mar., 21 jul., 20 nov.

    22 mar., 22 jul., 21 nov.

    23 mar., 23 jul., 22 nov.

    24 mar., 24 jul., 23 nov.

    25 mar., 25 jul., 24 nov.

    26 mar., 26 jul., 25 nov.

    27 mar., 27 jul., 26 nov.

    28 mar., 28 jul., 27 nov.

    29 mar., 29 jul., 28 nov.

    30 mar., 30 jul., 29 nov.

    31 mar., 31 jul., 30 nov.

    1 abr., 1 ag., 1 dic.

    2 abr., 2 ag., 2 dic.

    3 abr., 3 ag., 3 dic.

    4 abr., 4 ag., 4 dic.

    5 abr., 5 ag., 5 dic.

    6 abr., 6 ag., 6 dic.

    7 abr., 7 ag., 7 dic.

    8 abr., 8 ag., 8 dic.

    9 abr., 9 ag., 9 dic.

    10 abr., 10 ag., 10 dic.

    11 abr., 11 ag., 11 dic.

    12 abr., 12 ag., 12 dic.

    13 abr., 13 ag., 13 dic.

    14 abr., 14 ag., 14 dic.

    15 abr., 15 ag., 15 dic.

    16 abr., 16 ag., 16 dic.

    17 abr., 17 ag., 17 dic.

    18 abr., 18 ag., 18 dic.

    19 abr., 19 ag., 19 dic.

    20 abr., 20 ag., 20 dic.

    21 abr., 21 ag., 21 dic.

    22 abr., 22 ag., 22 dic.

    23 abr., 23 ag., 23 dic.

    24 abr., 24 ag., 24 dic.

    25 abr., 25 ag., 25 dic.

    26 abr., 26 ag., 26 dic.

    27 abr., 27 ag., 27 dic.

    28 abr., 28 ag., 28 dic.

    29 abr., 29 ag., 29 dic.

    30 abr., 30 ag., 30 dic.

    1 may., 31 ag., 31 dic.

    Presentación

    El retorno a las fuentes que nos legó el Concilio Vaticano II produjo una extraordinaria primavera en el ámbito de los comentarios sobre la Regla de san Benito. La segunda mitad del siglo XX y estos primeros años de nuestra actual centuria han sido notablemente ricos en la producción de amplios y valiosos aportes para una mejor comprensión de la obra del fundador de Montecassino.

    El libro que ahora presentamos no es propiamente hablando un nuevo comentario a nuestra Regla. Nos ofrece, en cambio, la posibilidad de seguir día a día las enseñanzas de san Benito, las normas que él dio a su comunidad, las indicaciones que ofrecía a sus monjes para vivir en plenitud el seguimiento de Cristo. En una forma sencilla, sucinta y clara se nos proponen principalmente actitudes concretas, vitales, que debería asumir quien anhela participar en el banquete del Reino de los cielos.

    El principal mérito de las reflexiones del P. Guillaume reside en indicarnos la necesidad, tal vez hoy más sentida que nunca antes, de entrar en nosotros mismos, de habitare secum, para descubrir en nuestra interioridad, en la reflexión, el camino de retorno a la Casa del Padre.

    De forma gradual, a través de las reflexiones de cada jornada, será finalmente la Regla misma la que nos irá conduciendo hacia una vivencia superadora de una práctica puramente exterior, que se regodea en las apariencias. Se nos propone una forma no nueva, sino renovada de la experiencia monástica, que se manifieste en tomar por guía el Evangelio. En última instancia, que aprendamos a vivir evangélicamente.

    La obra del P. Guillaume nació en el ámbito de su comunidad monástica, con la cual fue compartiendo día tras día las vivencias reflejadas en sus enseñanzas. Pero esto no cierra en modo alguno la posibilidad de que cualquier persona que lea su aporte halle un sustancioso alimento para fortalecer su peregrinación cotidiana, sea cual fuere la situación en que se encuentra.

    La iniciativa de traducir esta obra nació en el seno de un grupo de laicas y laicos, que se reunían en la Abadía Trapense Madre de Dios El Encuentro (Ciudad Hidalgo, México). A ellas y ellos debemos, en primer término, la posibilidad de tener a nuestro alcance esta gran riqueza. Luego, en un segundo momento, varias de las Hermanas de dicha Abadía y la Hna. María Graciela Sufé, osb, de la Abadía Gaudium Mariae (Córdoba, Argentina), se sumaron para revisar, corregir y poner a punto el texto final. A todas ellas y todos ellos vaya un especial agradecimiento. Y que el Señor, como solo Él puede hacerlo, les recompense con medida colmada, desbordante.

    Dejamos asimismo constancia de nuestro sincero agradecimiento a la Editorial Anne Sigier / Éditions Médiaspaul, que nos concedió el permiso para la publicación en formato epub.

    Enrique Contreras, osb

    Abadía Santa María. Los Toldos. Argentina

    Prefacio

    Desde las primeras páginas de Un camino de libertad, tenemos la intuición de tener en las manos una obra de gran riqueza espiritual.

    Dom Guillaume nos ofrece aquí una selección de comentarios de la Regla de san Benito, tal como los propuso de forma cotidiana a su comunidad desde el inicio de su abadiato. Desea que los laicos descubran la Regla de san Benito, y también mostrar su articulación en el seno de la comunidad, revelando en la filigrana de su análisis, la espiritualidad benedictina y cisterciense. Por ello adopta más bien un estilo oral, que confiere a la lectura un dinamismo, una energía que hablan también de la personalidad del autor. Por otra parte, estos comentarios tienen frecuentemente una connotación de vivencia y compromiso personal, ya que el texto nos revela, de una manera a veces muy marcada, el estado espiritual de quien comenta el texto.

    Así, en este libro, la experiencia prevalece y el corazón habla ¡yendo mucho más allá del análisis! Dom Guillaume hace del lector un confidente, casi indirectamente un miembro de la comunidad, ya que nos es dado leer lo que los hermanos son invitados a escuchar cada noche.

    En nuestra época, se evalúa mal el interés que reviste la Regla de san Benito para los laicos dado que fue redactada en el siglo VI para monjes. Lejos de ser solo una serie de obligaciones, la Regla es un «camino de libertad» que organiza notablemente todo lo relacionado con lo material, para que el monje pueda concentrarse en lo Esencial, y llevar una rica vida espiritual, siendo pobre de todo lo superfluo; una lección sagrada para nuestra sociedad actual, marcada por el ritmo de un consumismo tan enceguecedor como indignante. Gracias a estas reflexiones, Dom Guillaume nos incita a ir más allá de esta percepción tan banalmente logística de la Regla de san Benito para que tomemos conciencia de la importancia que puede revestir en nuestras existencias de laicos. Algunos temas van a ritmar toda la Regla: el silencio, la escucha, la palabra y el respeto. ¡No hace falta ser monje para saborear el mensaje que se nos transmite y para tratar de vivir en lo cotidiano la enseñanza que nos propone el autor de la Regla y su comentador! Lo mismo vale para el lugar importante que tiene la lectura meditada de la Palabra, y la oración en la vida del monje; en todo cristiano se debe efectuar también este proceso del encuentro con el Otro, aunque pueda ser muy difícil a causa de nuestro tiempo muy lleno de actividades. Cada monje debe a veces luchar dolorosamente para mantenerse fiel a Dios, a su vocación, a su comunidad, a pesar de las dificultades que la vida pondrá inevitablemente en su camino. En el mundo, sucede lo mismo: estamos muy frecuentemente tentados a rechazar la fidelidad al cónyuge, a los amigos, a la familia, por motivos a veces triviales. La Regla nos ofrece aquí también, una perspectiva de reflexión: lo que es posible a los 20, 30, 40 años (¡o más!), cuando uno no lo ha elegido, no debe ser tan insuperable en una pareja, ¡cuando los cónyuges se han elegido por amor! Pues, tanto como en la sociedad actual, sería ilusorio creer que la vida monástica es «un largo río tranquilo».

    En el trasfondo de los comentarios, uno descubre a la comunidad, y esto permite que caigan muchas ideas recibidas. A lo largo de las páginas uno vive con la Comunidad, comparte sus alegrías, sus penas, sus esperanzas y sus dudas. He ahí el primer golpe: ¡el monasterio no es el vestíbulo del paraíso! Los monjes son humanos: ¡Qué tranquilizador! Es una realidad que Dom Guillaume nos comparte frecuentemente: No todo es «color de rosa» en el monasterio… ¡Esto no tiene nada de asombroso! La comunidad monástica es como una microsociedad: los individuos deben aprender a manejar sus diferencias respetando una jerarquía y observando un determinado número de «leyes» por el bien de cada uno.

    Así, este libro de un monje para laicos muestra bien la naturaleza misma de la vocación monástica: vivir retirados del mundo, para estar, -a través de la oración y la contemplación-en el corazón del mundo y de sus preocupaciones. A nosotros los laicos, nos toca aprender a saborear toda la sabiduría monástica atesorada en estas páginas, para dar a nuestras vidas un sentido renovado. Esta antología de comentarios nos permitirá, allí en donde estamos y sea lo que sea lo que hagamos, compartir el misterio de la vocación monástica y descubrir que toda la dimensión de la Regla de san Benito se apoya sobre el hecho de que es un largo camino que lleva ciertamente al corazón de Dios, pero también, gracias a su extraordinaria actualidad, al corazón de cada hombre.

    Anne-Catherine Delbarre

    LA REGLA DE SAN BENITO

    ¹

    Una de las realidades más sorprendentes de este comienzo del siglo XXI, es el interés que suscita la Regla de san Benito (=RB), no solamente en las abadías y hospederías, o entre los laicos cercanos a ellas, sino también en el universo más amplio del management y de la empresa. La Regla interesa, despierta curiosidad, pero esto no significa que haya prisa por entrar en la vida monástica. De hecho, el interés por la Regla no es sinónimo de vocación a la vida monástica, al menos en el sentido en que se la comprendía hasta ahora.

    Numerosos son los laicos que leen cotidianamente la Regla y un comentario, y se inspiran en ella para su vida cotidiana. La Regla se ha convertido para ellos, como para las monjas y los monjes, en una compañera de vida, en una llave de interpretación de su aventura interior. Esta recuperación de atención se manifiesta en los monasterios y entre los laicos, pero tiene también otra característica. En efecto, este fenómeno no es propio de la vieja Europa, sino que se lo encuentra, bajo formas diferentes, en los cuatro extremos del mundo contemporáneo. Grupos se forman un poco por todas partes para vivir la espiritualidad de san Benito. El éxito espectacular de los libros de Anselm Grün, monje benedictino, que bebe ampliamente en esta sabiduría secular, es un testimonio sorprendente.

    Este fenómeno se suma a otra realidad igualmente muy sorprendente. En efecto, después de los años 50 del siglo pasado, la mayor parte de las nuevas comunidades, cualquiera sea su espiritualidad y su modo de vida, se relacionan explícitamente con la vida monástica. Por el hábito, la liturgia, la vida comunitaria, la práctica de la lectio divina o el trabajo, diversos elementos adoptados por esas nuevas fundaciones, se inspiran en la gran tradición monástica. Comunidades como Taizé, Bose, las fraternidades monásticas de Jerusalén y tantas otras se inscriben en esa perspectiva, aun innovando en varios aspectos. Esta observación no se limita a las fundaciones. Incluso en varias congregaciones el carácter monástico es nuevamente subrayado, como entre los dominicos o las comunidades de canónigos.

    Vivimos en una época en la que la vida monástica atrae. Pero, como lo decía antes, esto no llena de novicios los monasterios más antiguos. Intentar comprender el fenómeno es tanto más interesante cuanto que los medios también se muestran interesados. Los reportajes sobre la vida monástica, en todas sus formas y en todas las latitudes, en la prensa o en la televisión, no faltan. Hay, por tanto, al inicio de este siglo XXI, una atracción que sobrepasa ampliamente un fenómeno de moda, por esencia efímero.

    Los análisis sociológicos no son suficientes para explicar este fenómeno. De hecho, este proceso contrariamente al reclutamiento de las comunidades monásticas, no parece ser correlativo con la situación de la Iglesia en su conjunto. Mientras que el descenso de ingresos en los monasterios se explica ampliamente por el descenso de la práctica religiosa, no ocurre lo mismo con el interés que suscita el fenómeno monástico, como si este último expresara otra realidad, una expectativa difusa y más difícil de comprender. Por consiguiente, es legítimo interesarse por el sentido de semejante entusiasmo, que no se relaciona sino en parte con las fronteras tradicionales de la fe. ¿Qué está sucediendo? ¿Qué llaves nos podrían permitir interpretar lo que estamos viviendo?

    Antes de abordar esta cuestión esencial para nuestro tiempo, es fundamental revisar un cierto número de presupuestos sobre el fenómeno monástico en Oriente y Occidente, y sobre el lugar que ocupa la RB en ese proceso. Porque la forma en que ha sido abordada la realidad monástica y el lugar que se le ha dado en el desarrollo de la historia de la Iglesia, a menudo está marcado por un conjunto de prejuicios que todavía hoy persisten. Por ello será necesario abordar en primer lugar la compleja cuestión de la historiografía, antes de considerar los estudios más recientes, que han modificado profundamente nuestra visión del monacato primitivo, no solo en su relación con el ascetismo de los primeros siglos, sino también con el modelo social dentro del cual se desarrolló en Oriente. Veremos entonces cómo el monacato occidental autóctono se modificó en contacto con los escritos que promovían el modelo oriental de los Padres del desierto.

    La RB no es la única ni la primera de las reglas latinas. La figura de Benito tiene un lugar particular en la historia del monacato occidental, no solamente gracias a la Regla que lleva su nombre, sino también gracias a la biografía que le consagró el papa Gregorio el Grande. Veremos entonces cómo la Regla puede ser releída desde dos aproximaciones, gracias a las cuales nos será posible medir el interés para nuestra propia lectura hodierna. En efecto, cada uno de estos dos modelos permite una lectura diferente de la historia del monacato occidental hasta nuestros días, y pueden igualmente ayudarnos a vislumbrar su futuro de una manera diferente.

    Pero, ¿es posible comprender el interés suscitado por la RB a través de los siglos sin situarla más ampliamente en el marco de la historia de la Iglesia latina? Intentaremos, dentro de este marco, responder a las preguntas abordadas en el comienzo de esta introducción.


    1. Por el P. Guillaume Jedrzejczak, ocso; traducción publicada previamente en Cuadernos Monásticos ns. 204 y 205 (2018), pp. 7-16 y 118-143.

    Nuestra pre-comprensión

    La RB se presenta como un escrito que organiza la vida de una comunidad de hombres en el siglo VI de nuestra era, en una región situada al sur de Roma. Conocemos algunos detalles de la vida de Benito gracias a la biografía que le consagró el papa Gregorio el Grande, quien sin duda tenía sus informaciones de los monjes de Montecassino que tuvieron que huir de su abadía, destruida por los bárbaros, para refugiarse en Roma. Gracias a Gregorio, la Regla hará su entrada entre los monumentos de la espiritualidad cristiana y se transmitirá hasta nuestros días.

    Para comprender el sentido y el rol de la RB en la historia de la espiritualidad cristiana occidental, es necesario ir un poco hacia atrás, a las raíces del gran movimiento monástico que vio la luz al inicio del siglo IV. Pero esta tarea es más difícil de lo que parece. En efecto, nuestra lectura de la historia de los orígenes del monacato a menudo ha estado influenciada por prejuicios; los cuales, sin que siempre tengamos auténtica conciencia de ellos, clasifican e interpretan los acontecimientos del pasado en función de una visión predefinida. A menudo encontramos, en efecto, en la historia la confirmación de lo que buscamos. La historia de la vida monástica no escapa a esta regla. Las fuentes son leídas a través del espejo de las expectativas, inquietudes e ideologías de cada época.

    En lo que concierne a nuestra comprensión del monacato primitivo, la historiografía resulta una premisa esencial, porque ella determina la forma en que ese fenómeno es analizado e interpretado. M. Sheridan² ha puesto de relieve cómo ciertas preconcepciones han marcado profundamente y, sin duda, deformado nuestra comprensión. Así, se puede advertir la influencia del historiador de renombre A. Harnack (1895), que veía en el monacato una especie de protestantismo anticipado, que habría fracasado en su propósito de reformar la Iglesia, porque su anhelo de una mayor libertad fue recortado por la jerarquía eclesiástica. Se puede citar asimismo el análisis de E. Gibbon (1848), retomado luego por A. Momigliano (1966), quienes hacían del triunfo del cristianismo y de la expansión de una vida monástica que alentaba el abandono de los asuntos del mundo, una de las causas principales de la declinación del Imperio romano. En lo que respecta a la apreciación del monacato egipcio mismo, basta con volver a leer un breve pasaje, citado por M. Sheridan, de la evaluación de un eminente egiptólogo, H. I. Bell, en el que presenta un retrato poco halagüeño de esos monjes rebeldes a toda sutileza teológica, inclinados al rechazo de todo lo que estaba ligado a la autoridad imperial y prontos a seguir cualquier forma de herejía, para percibir cómo estos prejuicios pueden impedir la comprensión de lo que verdaderamente pasó en el siglo IV.


    2. M. SHERIDAN, The modern Historiography of Early Egyptian Monasticism, en Il Monachesimo tra eredità e apertura, M. BIELAWSKI y D. HOMBERGEN (Eds.), Studia Anselmiana 140, Roma (2004), pp. 197-220.

    Ascetismo y monacato

    Contrariamente a lo que a veces se piensa, el monacato no apareció de un día para el otro. Para comprender qué es el monacato, antes hay que distinguirlo de lo que los especialistas han llamado ascetismo, que apareció mucho antes en el cristianismo, desde los orígenes. Como lo ha subrayado R. Krawiec³, que se ha interesado en el concepto mismo de ascetismo, no es fácil definirlo exactamente. Esta autora discierne dos obstáculos mayores para comprender este fenómeno: por una parte, la ausencia de una definición clara; y por otra, la presencia de este concepto tanto en las fuentes antiguas como en los textos modernos, sobre todo durante estos últimos decenios.

    De hecho, en las fuentes antiguas no existe un texto ascético en sí, porque todos los textos aluden al ascetismo, al punto que se puede decir que se trata de una idea central para los cristianos de la antigüedad. En el cristianismo de los orígenes el ascetismo es una dimensión normal de la vida cristiana, válida para todos. Es una consecuencia de la conversión, que significa no solamente la adhesión a una determinada fe, sino también un cambio en el modo de vida del cristiano.

    ¿Qué es el ascetismo?

    Como lo ha señalado E. A. Clark⁴, los especialistas no han logrado ponerse de acuerdo sobre una definición de la palabra ascetismo. En efecto, si están de acuerdo para decir que la palabra se relaciona con la práctica del entrenamiento físico de los atletas griegos de la antigüedad, no han hallado consenso en lo que concierne a su función, su motivación y su finalidad en el cristianismo. De hecho, el ascetismo puede ser considerado siguiendo dos perspectivas diferentes que van desde una aproximación teológica (del interior) a una visión influenciada por la sociología contemporánea (del exterior). Por lo que atañe a los orígenes y las motivaciones del ascetismo cristiano, los especialistas están de acuerdo sobre el hecho que se trata de una categoría que marcó profundamente el cristianismo naciente, independientemente de toda forma de vida particular. El ascetismo fue percibido como la consecuencia normal de la conversión a Cristo. Pero este fenómeno ha sido diversamente interpretado en el devenir de la historia.

    Para algunos autores, sobre todo protestantes, el ascetismo es una especie de patología del cristianismo. La naciente religión habría sido contaminada por valores griegos, asignando un lugar demasiado importante al cuerpo, lo cual, según ellos, se opondría a un judaísmo presuntamente anti ascético. Pero esta visión ha sido fuertemente cuestionada por los descubrimientos sobre el judaísmo antiguo, en particular, con la evidencia de un ascetismo presente en las comunidades judías de Qumrán, como así también en el Nuevo Testamento. El ascetismo era vivido en estos grupos como un entrenamiento del cuerpo y del alma, lo cual coloca más bien la cuestión del lugar del cuerpo en el cristianismo primitivo, así como en nuestra época.

    Un artículo de P. Brown⁵, aparecido en 1971, ha servido de catalizador para un cambio radical de perspectiva, al plantear la cuestión no desde una perspectiva interna, sino en relación al lugar y al papel del hombre santo en la sociedad de la antigüedad tardía. A continuación, gracias a la utilización de las teorías de M. Foucault, el ascetismo ya no fue considerado solo como una práctica corporal, sino también como una herramienta para la construcción de uno mismo, en conexión con las nociones de poder, de autoridad y de subjetividad. De modo que el ascetismo no es concebido simplemente de manera negativa, como desconfianza respecto del cuerpo, sino como un esfuerzo positivo, como la base de una verdadera cultura de sí mismo, que se encuentra igualmente en otras religiones. Esta llave de lectura cultural ha sido retomada en seguida para afirmar que el ascetismo no era inicialmente un fenómeno religioso, sino una realidad cultural que servía para crear una contra cultura, y podía ser entendido como una estrategia de toma de poder.

    R. Valantasis y E. Clarck han combinado estas diversas aproximaciones, que se apoyan a su vez sobre las prácticas y sobre la contra cultura, para llegar a la siguiente definición: El ascetismo podría ser definido como un conjunto de prácticas, utilizadas en un entorno social dominante, y apuntando a inaugurar una nueva subjetividad, relaciones sociales diferentes y un universo simbólico alternativo. Sin embargo, esta definición ha sido muy criticada, no solamente porque el ascetismo tiene una dimensión fundamentalmente religiosa, sino también porque participa igualmente del universo simbólico de una época, tanto más cuanto que no crea otro universo simbólico.

    Con todo, este debate ha permitido que emerjan un cierto número de temas: la importancia del desempeño corporal, el rol de los escritos, la idea de que la transformación operada sobre el cuerpo y el alma prefiguran desde aquí abajo una realidad celestial, la importancia del ascetismo para comprender la antigüedad tardía.

    Fuentes

    Como ya lo hemos subrayado, el tema del ascetismo se encuentra un poco por todas partes en los textos antiguos, no hay un texto fundante. Esto significa que el ascetismo concierne a todos los cristianos, incluso si las fuentes que poseemos provienen de una elite, básicamente masculina, surgida del grupo triunfador de las controversias doctrinales de la época. La cuestión que entonces se puede plantear es la de saber si ese pequeño grupo verdaderamente representa la norma del cristianismo de la época.

    E. Clarck ha señalado el fenómeno sorprendente de la interpretación de ciertos pasajes del AT y del NT comprendidos de manera ascética, mientras que la letra del texto dice absolutamente lo contrario. Así, por ejemplo, ciertos pasajes del Cantar de los Cantares han sido vaciados de su contenido sexual para significar la búsqueda espiritual. En los siglos II y III, como ya lo hemos señalado, el ascetismo no estaba reservado a una clase particular de cristianos, sino que concernía a todos los creyentes, porque la conversión suponía la elección de una nueva identidad. Ello, sin embargo, implicaba grados, como lo muestra por ejemplo la existencia de los hijos de la alianza en Siria, de quienes nos habla Afraates. Estos hacían un voto de celibato en el momento de su bautismo, pero permaneciendo en el seno de la comunidad. La influencia del personaje de Tecla, en el apócrifo de las Actas de Pablo y Tecla, sobre el desarrollo del monacato femenino, ha conducido a ciertos especialistas a pensar que el ascetismo jugó un papel determinante en la liberación de la mujer de la época.

    A partir del siglo IV, el ascetismo ocupa un lugar esencial en los textos. De hecho, reemplaza el tema del martirio. Si no se puede responder a la pregunta de por qué, se puede, en cambio, examinar el cómo. Retomando el análisis de P. Brown, que subraya la autoridad de la figura del asceta en la sociedad antigua, los especialistas han estudiado cómo la toma de distancia del asceta (en el desierto, en reclusión o en una columna), le confiere una verdadera autoridad social. Lejos de estar ausente de la sociedad, el asceta estaba integrado perfectamente, conforme a un modelo de autoridad próximo al de los modelos bíblicos.

    Autoridad del ascetismo

    Dentro del nuevo orden social creado por el cristianismo en la sociedad antigua, el asceta gozaba de una autoridad que se manifestaba a la vez de manera negativa, por la contestación del modelo

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