Justo unos días antes de que Rusia invadiera Ucrania, se clausuró una asombrosa exposición en el museo de Historia de la Religión en San Petersburgo. Había durado casi dos meses –desde el 24 de diciembre de 2021 al 16 de febrero del 2022– y se titulaba La era de los fantasmas. Estaba dedicada a ese movimiento tan controvertido como expansivo que fue el espiritismo de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Antes de proseguir, aclararemos que para unificar criterios utilizaremos el término espiritismo (doctrina de Allan Kardec nacida en Francia) a lo largo de este reportaje por ser más utilizado en español, hasta el punto de considerarse sinónimo de espiritualismo, de tendencia angloamericana, que enfatiza la energía psíquica y los efectos psíquicos, y fue la corriente más influyente en Rusia.
A todos los efectos, el espiritismo moderno había nacido en 1848 en EE UU con las comunicaciones con supuestos espíritus por parte de las hermanas Kate y Margaret Fox y no tardó en exportarse desde América a numerosos países europeos, donde se hizo inmensamente popular. No tardó en penetrar en la Rusia zarista, donde estuvo influido por el contexto ortodoxo, el cristianismo evangélico y las ideas y prácticas populares ortodoxas. Tanta fue su influencia allí que hubo científicos tan prestigiosos como el químico Dmitri Mendeléyev –revolucionó