A LA CAZA DE LA LUZ DE CAYÓN
Pero, ¿qué es eso que se ve en el monte? ». Paco pronunció en alto estas palabras, aunque no había nadie a su alrededor. Ese 13 de octubre de 1978 ninguna persona caminaba por las calles del pequeño pueblo de Abadilla de Cayón (Cantabria). A unos 500 metros de distancia, quizá más, Paco estaba observando las evoluciones de una misteriosa luz que parecía tener aspecto humano. A pesar de su extrañeza, nuestro protagonista caminó velozmente en dirección al monte. Sabía que no podía llegar hasta la luminaria, pero sí acercarse todo lo que pudiera para averiguar su origen. Apenas le dio tiempo a recorrer unos cuantos metros, cuando aquella luz se desvaneció ante sus ojos. Paco se mantuvo quieto unos instantes, intentando escudriñar a través de la oscuridad. «¿Adónde podía haber ido aquello?», se preguntó. Fuera lo que fuera, había desaparecido entre los árboles de aquel monte.
A la mañana siguiente, Paco, conocido por no amilanarse ante nada, ni siquiera ante las opiniones de sus vecinos, comentó en el pueblo el extraño suceso. Al hacerlo, había abierto sin quererlo la veda para que muchos vecinos, ya no solo de Abadilla de Cayón, sino de otras localidades de aquel valle cántabro, decidieran hablar sobre un fenómeno anómalo que desde hacía muchas décadas parecía manifestarse en los montes, ríos y prados de la zona. Un fenómeno que fue conocido como las luces de Cayón.
El valle de Cayón es una extensa zona cántabra de más de 48 km cuadrados, encuadrada dentro de los denominados valles Pasiegos y donde se
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