Coctel de Habaneras
Por Susana Camino
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Coctel de Habaneras - Susana Camino
Datos de la autora
Susana Margarita González Camino (La Habana, 1972). Narradora, poeta, y miembro de la UNEAC desde 2016. Su novela La Salahombres fue publicada en 2015 por la editorial Extramuros, La Habana; igualmente fue editada por la editorial Deutsche Literaturgesellschaft Berlin en Alemania bajo el título de Miriam y distribuida en las librerías de ese país. Próximamente verán la luz su poemario Vientre de mariposas y su novela El amante de Stammheim. Es profesora de lenguas en la ciudad de Stuttgart, Alemania, y tiene su propio estudio de idiomas. Cuenta con el blog Con arte y vida
donde publica poemas, entrevistas y artículos periodísticos.
www.conarteyvida.blogspot.com.
Edición: Susana García Amorós
Corrección: Nancy Maestigue Prieto
Diseño de cubierta: Rafael Lago Sarichev
Diseño interior y realización digital: Ricardo Quiza Suárez
Las ilustraciones empleadas en la cubierta y contracubierta pertenecen a la obra de Luciano Moral
© Susana Margarita González Camino, 2017
© Ediciones Cubanas, Artex, 2017
ISBN 978-959-7245-88-9
Sin la autorización de la editorial Ediciones Cubanas queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución del contenido.
Ediciones Cubanas Artex
5ta Ave esq a 94, Miramar, Playa, Cuba.
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A mis lectores
Lo que leerán a continuación, son dos cuentos largos que tienen como escenario a Cuba y Europa. Aunque las tramas son de ficción, algunos hechos y gran parte de sus personajes son tomados de la realidad. Les adelanto algo, en ambos casos, los protagonistas son únicos en su tipo y se afiliarán a actos que los arrastrarán a inesperadas complicaciones.
Mi mayor deseo es que disfruten la lectura.
La cajita de madera
A mi familia gaditana
I
Cádiz es La Habana con más salero...
(Habanera gaditana)
Tocaron a la puerta e inmediatamente Pepe recordó que sus hijas lo habían llamado para visitarlo. Se levantó del sillón y dejó el habano junto al diario sobre la mesita. Abrió la puerta.
Los abrazos de sus hijas, esta vez venían, no solo con cigarrillos, vino y la torta de chocolate; venían acompañados de dos noticias que lo sacaron de su letargo. Una de sus hijas esperaba un bebé, y el médico, luego de hacerle la captación del embarazo, le puso fecha de parto para después de siete meses y medio. Para mayor alegría, Pepe se percata que justo en siete meses y medio cumpliría sesenta y nueve años. La otra noticia lo sorprendía, su otra hija iría con su esposo de vacaciones a La Habana.
La velada fue buena, escucharon sevillanas y coplas que siempre agradaron a la familia. Entre música, palmas y danza, Pepe recordaba que siendo ellas muy pequeñas se lo disputaban para bailar las antológicas piezas. Más allá de las ocho de la noche, después de una sabrosa cena que prepararon para festejar por la ocasión, decidieron poner fin al convite. Pepe despidió a sus dos hijas con la alegría de haberlas podido disfrutar ese día y el sabor amargo de un pasado que había destruido su vida y su familia para siempre. Después que el auto se puso en marcha cerró la puerta de su casa y se sentó en el sillón de siempre con su habano en la mano; esta vez recordaba cómo había surgido la idea de su primera visi—
ta a La Habana y la historia de buena parte de su vida.
Pepe Jiménez se inició en los negocios, con una tienda de jamones ibéricos y gourmet, gracias al dinero de su esposa. Muy jóvenes habían fundado una familia, tenían fortuna, reputación, lo que habían logrado con la distribución de embutidos y vinos, estos últimos eran bien vendidos por su cualidad de afrutados, suaves; adecuados para carnes rojas y blancas.
El jamón es el embajador de la gastronomía española; pensar en hacer un preparado de buffet o una comida para la visita en España, es pensar en jamón, y para los españoles, hacer el corte con profesionalidad es fundamental; al contratar este servicio garantiza la satisfacción de los invitados. El hecho de ver cómo se hace es un espectáculo que forma parte de una festividad y lo convierte en un acto excepcional.
Carmen, la mujer de Pepe, se había especializado como maestra cortadora de jamón ibérico lo que sabía hacer con delicadeza y rapidez y tenía mucho trabajo en bodas, bautizos y comuniones. Eran numerosos los clientes que la solicitaban para la celebración de sus actividades, pero aunque atareada, nunca perdía su elegancia; el uniforme con el logo del restaurante Levante la hacía parecer más bella.
En la provincia de Cádiz existen muchos viñedos, la pareja consiguió tener buenos contactos con algunos de ellos y logró montar un restaurante donde hacían degustaciones de exquisitos sherrys y vinos que los aficionados probaban en las tranquilas tardes del Puerto de Santa María, después de un agobiante día de trabajo. En el restaurante también se degustaba la comida andaluza. Su resonancia era tal que venían clientes de Jerez, San Fernando, Santi Pertri, Salúcar, Huelva, Chiclana y también de Sevilla. El servicio no era muy caro y el Levante se prestigiaba por exigir calidad y buena atención. Su dueña era obsesiva, revisaba diariamente en la cocina, la entrada de alimentos e ingredientes frescos, rechazaba los congelados con firmeza, prefería comprar pocas cantidades que aceptar lo que no tenía las condiciones deseadas.
A Pepe le encantaba Carmen, era delgada de pelo rizo castaño y ojos verdes. Solo tenía treinta y cinco años cuando iniciaron la empresa, ahora era toda una especialista. El propio Pepe presenció la respuesta que dio a un cliente cuando aseguró lo dañino del jamón. Ella, con una sonrisa en los labios le explicó:
—Para nada el jamón ibérico es dañino, es todo lo contrario. Las grasas del cerdo ibérico de bellota tienen más del cincuenta y cinco porciento de ácido oleico. Estas grasas, según se ha demostrado en rigurosos estudios científicos, producen un efecto beneficioso sobre el colesterol en sangre, lo que propicia un incremento de la tasa del colesterol beneficioso y reduce la tasa del colesterol perjudicial. Solo el aceite de oliva virgen tiene un contenido de ácido oleico superior.
»Mire —continuó—, el jamón ibérico proporciona proteínas, vitaminas B1, B6, B12 y ácido fólico, muy beneficiosos para el sistema nervioso y el buen funcionamiento del cerebro. También es rico en vitamina E, un poderoso antioxidante, además de hierro, zinc, magnesio, fósforo y selenio; este último muy ligado a procesos de antienvejecimiento.
No hubo forma de que el cliente pudiera rebatir aquella exhaustiva y argumentada explicación, lo que Pepe disfruto sonriente. Como colofón, Carmen mandó a preparar para el cliente un decorado plato con jamón ibérico, cortesía de la casa.
A Pepe, además, le atraía de su Carmen cómo se deleitaba organizando fiestas familiares; la soledad la deprimía, solo le gustaba cuando leía, preferentemente libros de psicología y cocina.
Siempre pendiente de su marido, ayudaba a Pepe en todo lo que podía en el negocio sin dejar de prestar atención a sus hijas, especialmente de Alejandra, la más pequeña. Carmen era tan emprendedora, que mediante varias conversaciones con vinicultores logró embotellar su propio vino de denominación de origen y lo llamó Levante. Ese día Pepe quedó estupefacto.
También se hizo su propio sitio en internet para ampliar la distribución en Europa. Sus mayores clientes eran escandi-
navos y del norte del continente. Carmen no solo vendía embutidos en la red, también respondía a los pedidos de queso de oveja regional y manchego, chorizos, salchichones, vinos de crianza de la Ribera del Duero y gaditanos, estuches navideños con champaña francesa y galletas almendradas bañadas en chocolate negro. Pero lo que más le gustaba era el mundo del jamón ibérico.
Con el tiempo y el trabajo sistemático al que la pareja había puesto alma, corazón y vida, se fue conformando la empresa Levante. Ya estaba en apogeo y la pareja vivía desahogada, pagaban puntualmente sus facturas e impuestos, libres de deudas. Él empezó a practicar pasiones soñadas como la cacería de perdices, palomas, conejos; jugaba al golf con amigos, clientes y empresarios de la zona; montó su propia caseta flamenca en la feria del Puerto de Santa María y como buen feriante amanecía en las fiestas primaverales mientras durara la juerga.
A Carmen le gustaba comprar en el Corte Inglés y hacer la pausa laboral a mediodia, comían en la playa Vistahermosa, cerca del negocio familiar. También le gustaba ir a la feria y a la romería del Rocío donde se reunían con viejos amigos y se iban varios días para hacer el «sin pecado».
Al llegar la primavera, Sevilla se viste de flamenca y exhibe por las calles a sus mujeres orgullosas con los mejores trajes de volante nunca vistos. Cada cual se lo prepara a su gusto con los colores y con la hechura que quiere. Hay quien se puede permitir uno cada año, otras lucen los de años anteriores, siempre impecables, bien peinadas con adornos de flores en el pelo en combinación con el color del vestido. Carmen se viste de nuevo y luce su traje único, diferente al del resto de las mujeres. Para sus pies eligen unas botas monteras de piel de novillo, unas sandalias de marcas como Dior, Chanel o simplemente, unas alpargatas para caminar cómodamente por el albero del recinto y bailar sin pensar que alguien te pise o te arruine tus zapatos. Pero todas se van contentas al recinto de la feria de abril. Una semana de rebujito con sherry y gaseosa de limón, tapeo, baile por sevillanas y rumbita flamenca. En esos días al sevillano no le importa la hora de su reloj, tampoco le molesta la resaca del día siguiente en la oficina. Es feria, es vida.
Los jóvenes ríen, disfrutan la alegría de los mayores y perciben los encuentros entre personas que hace años no se ven. Todos están en la feria.
La exmujer de Manolo, el socio de Pepe, disfruta también con su nuevo marido de las fiestas. Manolo observa la escena, convierte la ocasión en motivo de autoconciencia y se culpa una vez más. Ella ella se ve reluciente, encaminada hacia una condición mejor, que no solo tiene que ver con su economía, tiene que ver con la satisfacción que refleja en su rostro. En cambio Manolo, inamovible, en la misma casa, con el mismo estatus y modo inestable de vida.
Queda atrás la feria, queda atrás otro mes del año y se preparan para el camino al Rocío. Para Carmen eran días de relajación, sobre todo cuando atravesaban el Coto de Doñana, rodeados de muchas aves migratorias y cuadrúpedos que llegaban de África para pasar la temporada en esta reserva natural. La belleza de los pinares y marismas le ponía la mente en blanco, disipaba preocupaciones y angustias. Ella lo describía como un lugar con un misterioso suelo en el que el cuerpo recibía la paz interna que ella misma no podía explicar.
—Es como un punto neutro, me siento ligera, como volando —decía.
Viajaban en la furgoneta