Esa dama: La historia de la princesa de Éboli
Por Kate O'Brien
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A los trece años se casa con Ruy Gómez de Silva, secretario de Estado y favorito del rey. A los catorce pierde un ojo en un duelo y desde entonces sus amistades la llaman la Tuerta.
Tuvo diez hijos y se mostró siempre como una esposa fiel y abnegada, pero nunca consiguió acallar a quienes en la corte la señalaban como la amante del rey.
Ana enviudó a los treinta años y, a instancias de Felipe II, abandonó su retiro campestre para volver a hacerse cargo de sus responsabilidades en Madrid. En septiembre de 1577 se encontró de nuevo con un gran amigo de su marido, el arrogante y atractivo Antonio Pérez, y este encuentro alteró definitivamente su existencia.
Esta novela de Kate O'Brien narra la historia y la definitiva transformación de esta mujer inolvidable, alguien que descubrió tardíamente la pasión y que afrontó con una entereza extraordinaria el escándalo y la cólera del hombre que en esa época ostentaba el poder absoluto: el rey.
Kate O'Brien
Kate O’Brien returned to Ireland in 2013 after 18 years living and working in Asia. Through her career, Kate has enjoyed many years in the health, beauty and spa industries in London, Dublin, Singapore and Hong Kong, and has become an established writer on lifestyle and spa culture. Kate writes for Asia Spa magazine, The Gloss and Image magazine. She is the author of six lifestyle books.
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- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5That Lady is the story Ana de Mendoza, Princess of Eboli, a Spanish aristocrat in the court of King Phillip. She was involved in a mock duel when she was younger and lost an eye, although she was considered to be one of the great beauties of her day. The novel covers the period of time between October 1576 and June 1592, after the death of Ana’s husband and during the time when she was involved in a major scandal and imprisoned.Ana had a very close friendship with the King (although she was never his mistress), and it was interesting to me to watch the interactions she has with him and with her lover, Antonio Perez. Although Phillip never actually enters the action for much of the book, he, along with Ana and Antonio are very well-rounded characters. Some of the “villains,” however, are a little too stereotypical for my taste. The intrigue and danger of the Castilian court came across very well, though, and I was interested to see how the story would eventually pan out. The book moves slowly at times, but the historical detail in this book is fantastic.
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Esa dama - Kate O'Brien
PRIMERA PARTE
Madrid y Pastrana
CAPÍTULO PRIMERO
(Septiembre de 1577)
I
Bernardina llevó el vino y lo colocó en una mesa de piedra que había junto a la fuente. Antonio Pérez se levantó y le hizo sitio junto a él en el banco. Era casi medianoche y el patio estaba fresco y sombrío.
–La princesa lamenta tener que haceros esperar un poco, don Antonio, pero tiene una visita imprevista, don Juan de Escobedo.
–¿Sí? Pobre princesa. ¿Una visita aburrida?
Bernardina sirvió un poco de vino en dos vasos.
–Sí, ahora parece una persona muy seria. Pero antes era muy alegre, casi tan alegre como vos, don Antonio, en tiempos del príncipe de Éboli, cuando ambos erais sus protegidos. ¿Recordáis?
–Lo recuerdo. –Antonio contempló lánguidamente el amplio patio rodeado de columnas–. ¡Cómo nos divertíamos entonces aquí, Bernardina! ¡Las fiestas que dábamos! ¡Querido Ruy!
–Sí, le gustaban las fiestas, que Dios lo tenga en la gloria. Pero también a la princesa. Esta primavera dimos algunas bien agradables, don Antonio, aunque vos estuvierais a veces demasiado ocupado para asistir.
–Por desgracia. Ya sabéis, Bernardina, que cuando se es el favorito del rey no todo son mieles.
–Sí, lo sé desde que vos no erais más que un paje. Madre de Dios, cómo trabajaba don Ruy.
Antonio bebió el vino y lo mismo hizo Bernardina.
–Es imposible emularlo. De todos modos... a veces es emocionante.
–Y vos lo demostráis, si se me permite hacer...
Él retocó su atuendo, divertido. Iba vestido y arreglado con gran elegancia.
–Hago lo que puedo –le contestó burlonamente–. Me alegro de que os guste, Bernardina.
–Yo no he dicho eso.
–Sí que lo habéis dicho, vieja coqueta. De todos modos, está claro que os gusta la ciudad y todos nuestros desatinos.
–Ah sí, me gusta Madrid. Yo nunca estuve conforme con la piadosa viudez en Pastrana; Ana lo sabía.
–Y tampoco con el absurdo plan de convertirse en monja carmelita. ¿Os acordáis de aquel alboroto?
Él rió y volvió a tomar un trago.
Bernardina también se rió, pero misteriosa y suavemente.
–Querida Ana..., menuda tontería. Y creo que sé lo que le pasaba entonces...
–¿Qué le pasaba?
–No os preocupéis, señor secretario de Estado. No es un asunto de gobierno.
–Casi lo fue entonces. Me temo que la gran madre Teresa nunca perdonará a la princesa.
Bernardina ahogó una risita.
–No me extraña. Pero no le habléis de nada de esto a la princesa.
–No tengo ninguna intención. Pero ¿por qué?
–No le gusta recordarlo, igual que no le gusta tener un solo ojo.
–¡Ah, ya!
–Después de todo –dijo Bernardina–, ¿quién no ha hecho alguna tontería en algún momento de la vida? Y ella, bueno, la muerte de don Ruy la asustó. –Tomó un trago de vino–. Es la única vez que la he visto perder la cabeza, y soy su dueña desde que tenía dieciocho años.
Antonio se sintió algo aburrido.
–Es una mujer muy interesante –dijo.
–Lo es. Y lo que es más, es buena. Demasiado buena, si queréis mi opinión, en un mundo perverso.
–Entonces vos sois una mala compañera para ella, supongo –dijo él coqueteando automáticamente con esta vivaz mujer de mediana edad, como hacía, sin darse cuenta, con cualquiera que pareciera esperarlo.
–Sí, siempre he procurado ser mala compañera. A Ana no le importa.
Los dos se echaron a reír.
–De todos modos, ¡al infierno este Escobedo! Su visita se está alargando, ¿no creéis? ¿Hace esto con frecuencia? –Al formular la segunda pregunta apenas ocultó su repentina curiosidad de político.
–No, ésta no es más que la segunda vez que lo vemos. Claro que presentó sus respetos a la duquesa de Pastrana en agosto, justo después de regresar de los Países Bajos, llevado por la devoción que le inspiraba don Ruy. Y no llevamos aquí más que cuatro días, como sabéis, de modo que no lo hemos vuelto a ver desde