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La casa del viento
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La casa del viento

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Narra la historia de un escritor que viaja a Varengeville, en la costa de Normandia. Allí conoció a Monsieur Barthelemy, medico y persona dotada de una cultura extraordinaria y de una bondad y generosidad venerada por todos los habitantes de la region.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 ene 2017
ISBN9788826010960
La casa del viento

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    La casa del viento - Alejandro Dumas

    1

    Sobre la costa que se extiende entre Dieppe y el cabo de Ailli, encuéntrase una aldea encantadora que ninguno de mis lectores conoce, probablemente. Se llama Varengeville y es allí donde los arqueólogos ena-morados de la arquitectura del siglo XVI van a visitar las ruinas del castillo de Angó. - An-gó (cuyo nombre ha sido más popular por la canción de Madame Angó que por su nobleza, sus explotaciones, su fortuna prodigiosa y su muerte miserable), no tuvo mal gusto al escoger este lugar con objeto de edificar su morada, desde cuya torre puede verse todo lo que sucede en el mar, en veinte leguas de norte a oeste. Si después de haber visitado las ruinas del castillo, que se encuentra a mano derecha entrando en la ciudad por el camino de Dieppe, se quiere bajar hasta al Océano, no hay más que seguir el camino que se extiende entre dos repechos cubiertos de césped, esmaltados de margaritas, de bruzos y de campánulas blancas y azules. Los árboles que la cercan de ambos lados, entre-cruzan, en el estío, sus ramas altísimas formando una bóveda perpetuamente fresca.

    A derecha e izquierda se miran las haciendas con sus techos de paja o de ladri-llo, con sus muros llenos de vigas exteriores, con sus hierbecillas verdes, con sus manzanos plantados aquí y allá, como al azar, y con sus cercas vivas en donde los pollos recién nacidos van a buscar abrigo durante las horas terribles del calor; de tiempo en tiempo se mira una casa particular ornada de un corto graderío, decorada por grandes persianas de colores y rodeada de matorrales de rosas.

    Pero marchad aún: el camino desciende delante de vosotros y pronto llegaréis a un bosque de encinas y de avellanos, frente al cual se yerguen algunos pinos enormes, que se destacan, con su ramaje verde-claro, sobre el cielo azul y sobre el mar oscuro, dando a ese paisaje de Normandía un aspecto napo-litano.

    Al salir del bosque os encontráis frente a un campo de trigo bordeado, a la derecha,

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