éopoldine Hugo era una chiquilla hermosa y jovial de 19 años que esperaba su primer hijo. El día era soleado y el trayecto fluvial en barca se presentaba placentero. Un súbito golpe de viento volcó la embarcación. Léopoldine, arrastrada por el peso de su falda empapada, se ahogó en el Sena cerca de Villequier, donde veraneaba su familia. Su joven esposo también murió al intentar salvarla. Su padre, Víctor Hugo, que había perdido otro hijo al poco de nacer, escribió en un poema memorable un verso sobrecogedor: “” (“Es necesario que la hierba empuje y que los niños mueran”). Nuestra existencia ha sido desde siempre una resistencia feroz para violonchelo de Bach, organizarnos socialmente en democracias son formas de resistencia. El mismo verso de Hugo es una resistencia a la inevitabilidad que contiene en sí la supervivencia de una existencia frágil. Maquiavelo inicia el capítulo XXV de considerando que el príncipe (el poder) es aquel capaz de oponer resistencia a la “fortuna”. “Fortuna” es un término que nomina la casualidad, la multiplicidad de los acontecimientos, la imprevisibilidad, lo fatídico: el orden oscuro y siniestro de la naturaleza. De ahí el mandato bíblico del mismísimo Dios: “Someted la tierra”. Someter no significa exterminar, sino poner a nuestra disposición, atención y servicio, imponernos a ella; hacer lo indisponible disponible. Sin ese imperativo no hay que valga; no emergeremos porque no sobreviviremos. ¿Y qué es eso que debemos someter? Aquello que los griegos llamaban , lo que en general entendemos por naturaleza, pero con un matiz radical: la no son las cosas que hay en el mundo (el árbol, el gorrión, la tormenta o el cólera), sino aquello que posibilita que esas cosas estén, la potencia que permite que las cosas sean.
La naturaleza y usted
May 20, 2022
4 minutos
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