ESPÍAS LOS JAMES BOND ROMANOS
La pasión del emperador Adriano por los viajes es de sobra conocida. Le gustaba recorrer los confines del mundo romano y estar al día de los hechos que ocurrían en cada esquina del Imperio. Pero, alejado de Roma, el centro de todas las cosas, Adriano era más susceptible a sufrir un golpe de Estado que le arrebatase el poder. La solución al problema, consistente en mantener el equilibro entre sus ansias viajeras y el control de Roma, se le apareció en forma de legionario. Adriano paseaba entre sus tropas cuando inició una conversación con un miembro de los frumentarii, el cuerpo encargado de recolectar alimentos para el ejército. El emperador preguntó al frumentarius por los servicios que prestaba y así supo que, debido a sus obligaciones, el soldado viajaba frecuentemente a diversos puntos del Imperio y confraternizaba con multitud de gentes de orígenes variados. Esto le hizo pensar en lo efectivos que serían los frumentarii a la hora de obtener información, y se planteó si aquel cuerpo militar podría utilizarse como tropa de espías al servicio del emperador. Trasladó esta idea a su interlocutor y este, a su vez, la puso en conocimiento del resto de sus compañeros. Y así fue como un grupo de recolectores pasó a convertirse en el primer cuerpo de espías profesional del Imperio romano.
Una bonita historia, pero solo es una leyenda. Y aunque parte de ella es real, como el impulso que probablemente dio Adriano al espionaje gubernamental, los agentes secretos funcionaron en
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos