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Antología "De estudiantes"
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Libro electrónico219 páginas3 horas

Antología "De estudiantes"

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La antología “De estudiantes...” es un conjunto de historias cortas cuyo tema central es el romance y la sexualidad de jóvenes de entre 18 y 23 años de edad, relacionando –de forma directa o indirecta— su contexto educativo.

IdiomaEspañol
EditorialSaga Zuster
Fecha de lanzamiento19 oct 2018
ISBN9780463124925
Antología "De estudiantes"
Autor

Saga Zuster

Nacida en la CDMX en 1982. Tuvo la oportunidad de vivir ahí hasta los 14 años para después vivir en Puebla junto con su familia. Profesora de historia de profesión desde 2004, comenzó a escribir a través del fanfiction en los fandoms yaoi de Saint Seiya, Gravitation, Sukisyo, Yami no Matsuei desde 2007. En 2010 decidió aventurarse en el mundo de la escritura de historias de su propia autoría, su primer novela corta es "Inesperado" que no vio la luz pública sino hasta 2014 que fue editada para su venta en Smashwords.Es 2014 el punto de partida, cuando publica las novelas "Hikaru..." y "Enamórate de mí" tanto en la plataforma de Wattpad para su lectura gratuita, como para su venta en Smashwords y Amazon. A partir de 2018 comenzó a publicar sus trabajos previos y proyectos de novela en la plataforma LitNet.Born in Mexico City on 1982. She had the chance to live there until she was 14 years old, then she and her family moved to Puebla. As a profession, she's a History teacher since 2004. Started writing on 2007 in yaoi fandoms like Saint Seiya, Gravitation, Sukisyo and Yami no Matsuei. On 2010 she decided to start writing her own stories, her first short novel is "Inesperado" that was publicly published until 2014 in Smashwords.2014 was her starting point, she published novels like "Hikaru..." and "Enamórate de mí" in free platforms like Wattpad, and on selling platforms like Smashwords and Amazon. Since 2018 she also started publishing her previous novels and her new projects in LitNet.Puedes encontrarme en/You can find me in:Amor-yaoi: http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewuser.php?uid=2327Mi blog: http://sagazuster.blogspot.comFictionPress: http://www.fictionpress.com/~sagazuster

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    Antología "De estudiantes" - Saga Zuster

    Joaquín x Martín

    Fue durante el verano, un par de semanas antes de ingresar al curso escolar; las vacaciones de fin de año escolar de mi tercer año de preparatoria, y las primeras que pasaría por mi cuenta en casa porque mis padres y hermanas se irían de viaje porque Vanessa y Melissa, gemelas idénticas, acababan de cumplir quince años y en lugar de fiesta habían preferido hacer un viaje por varios lugares en el Caribe.

    ¿Por qué yo no fui al dichoso viaje?, bueno; en primer lugar no deseaba pasar mi verano yendo de un sitio a otro a capricho de mis hermanas menores, porque eso siempre solía terminar en ellas jugándome bromas pesadas; en segundo lugar, prefería quedarme solo para aprovechar el tiempo con Julián, mi mejor amigo desde primer año de secundaria, quien se mudaría a Torreón una semana antes de terminar las vacaciones.

    Julián, a pesar de no estar entusiasmado en absoluto con la mudanza pretendía estar conforme y sonreía a los planes que sus padres le contaban con tanta ilusión. Era lógico, después de vivir toda su vida en esta ciudad, tener amigos y hasta novia, de buenas a primeras acabar con todo aquello porque a su padre le habían ofrecido un buen negocio, para él no bastaba, no era suficiente.

    Terminaría su relación de año y medio con Sofía, porque no creía en amores de lejos y como no estaba seguro de si algún día volvería, en sus palabras él no iba a detener la vida de nadie. Quedaban cuatro días antes de su viaje, y Sofía había planeado una fiesta de despedida que Julián no olvidaría. Por supuesto, yo formaba parte del comité de planeación de la misma y al igual que ella quería despedirme de mi mejor amigo de la mejor manera posible. La fiesta se llevaría a cabo en mi casa, ya que mis padres no volverían sino hasta en una semana más; y Sofía junto con un par de amigas suyas se había ofrecido a ayudarme a limpiar y acomodar para que no hubiera problemas.

    La fiesta comenzaría desde el mediodía y quizás para antes de la media noche todo estaría terminando. A pesar de que Julián siempre fue del tipo más bien matado en la escuela, tenía su peculiar popularidad por lo que al menos contaríamos con la presencia de 50 compañeros de escuela y quizás algún colado que llegara invitado por alguno de ellos. Todo parecía estar listo a 24 horas de dar comienzo a la fiesta en que despediría a mi mejor amigo, por lo que salí a vagar a un centro comercial para buscar algún detalle para darle como regalo de despedida, mi madre antes de irse me había dado varias sugerencias pero no me había decidido todavía. Me tomé mi tiempo visitando tiendas, absorto en mis pensamientos sobre cómo sería el nuevo curso escolar sin mi mejor amigo alrededor. Nunca había sido precisamente bueno para socializar por lo que todo el tema me daba mucho qué pensar.

    Deambulaba en un pasillo de una pomposa tienda departamental cuando accidentalmente choqué con alguien, tumbándolo al piso de espaldas. Estaba apenadísimo. La gente a mí alrededor se detuvo a mirar la escena con curiosidad y algunos hasta con molestia. Podía sentir mi rostro calentarse como si estuviera bajo el rayo del sol. Extendí mi mano y me incliné un poco para ayudarle a levantarse.

    —Perdón, no fue mi intención… —fue lo primero que escapó de mi boca.

    Tomó mi mano y lo jalé para que se pusiera en pie. Sonrió agradecido.

    —No te preocupes, también fue culpa mía por no fijarme por dónde iba —se excusó apenado—. Es incómodo cuando la gente metiche no se ocupa de sus asuntos, ¿no te parece?

    Algunas personas curiosas que habían permanecido pendientes de lo que había pasado se volvieron a sus propios asuntos de inmediato tras escucharlo. De pronto toda mi incomodidad desapareció como por arte de magia.

    —Mi nombre es Martín Ruíz —se presentó con amabilidad—. ¿De casualidad tú estás aquí de vacaciones?

    —No, vivo en la ciudad —respondí en un impulso—. Soy Joaquín Medina.

    —Es la primera vez que conozco alguien que de hecho vive aquí —me dijo aliviado—. Como vine a pasar mi verano porque empiezo el siguiente curso aquí…

    —¿Te mudaste a esta ciudad?

    —Sí, y como tenía ganas de adaptarme a los alrededores me decidí a adelantarme un poco a mi familia.

    —¿Viniste por tu cuenta?

    —Más o menos. Tengo una tía que vive aquí, y aunque me estoy quedando en donde mi familia y yo vamos a vivir, como con ella y sus hijos todos los días, y ella está pendiente —explicó divertido—. ¿En qué grado estudias?

    —Voy a pasar a tercer año de preparatoria —dije con una normalidad que incluso me pareció extraña.

    —Yo entro a segundo año, todo es nuevo: casa, escuela, ambiente, ciudad, todo. Así que por fin conocer a alguien más que mis primitos de ocho años, que de hecho vive aquí es un alivio.

    —Entiendo, yo andaba buscando un regalo de despedida para mi mejor amigo que se muda a Torreón la próxima semana —le conté con un poco de nostalgia.

    —¿Te molesta si te acompaño?

    —¡Para nada!, al contrario, quizás puedas ayudarme a encontrar algo genial para Julián —respondí con entusiasmo, sin duda creía en el dicho que reza: dos cabezas piensan mejor que una, y en este caso me urgía encontrar algo genial para mi mejor amigo.

    Recorrimos aquella tienda departamental en busca de alguna película, disco o videojuego que pudiera responder a mis expectativas; aunque los gustos tan particulares de Julián me dificultaban la tarea.

    —Será mejor ir a una tienda de música y películas, ahí seguro encontramos algo que le guste a tu amigo, la variedad es mucho mayor ahí —me sugirió encogiéndose de hombros—. En esta tienda fresa y ñoña dudo que encontremos algo como lo que le gusta a tu amigo.

    Solté un par de carcajadas por el comentario. Era totalmente cierto, estábamos precisamente en una de las tiendas que Julián solía llamar obsesiones de los consumistas, asentí y nos encaminamos a la dichosa tienda de discos y películas; y si bien la variedad en ella era superior, me tomó cerca de media hora encontrar algo que pudiera ser del interés y gusto de Julián. Sólo me restaba envolverlo para entregarlo durante la fiesta de despedida.

    Como agradecimiento por ayudarme, invité a Martín a comer en el área de fast food de la plaza, la verdad había estado buscando cualquier pretexto para prolongar mi tiempo con él. Me resultaba divertido escucharle platicar sobre su vida en la cosmopolita capital del país, sus amigos allá y cómo estaba tomando todo el asunto de su mudanza con la que parecía entusiasmado, aunque nervioso.

    Intercambiamos datos de contacto y le invité a la fiesta de despedida de Julián, igualmente sería en mi casa y con ello mataría dos pájaros de un tiro, así se lo presentaba a mi mejor amigo y Martín sabría dónde vivo. Quedó de llegar temprano para ayudarme a organizarlo todo junto con Sofía, sobre ayudarme a limpiar y eso, pediría permiso a su tía para que ella lo acompañara y supiera donde se quedaría, aunque a mí me bastaba con que llegara a la fiesta y así yo pudiera seguir platicando con él. Esa noche le conté por teléfono mi aventura y encuentro a Julián, quien pareció interesado en conocerlo y sonaba entusiasmado por su fiesta, aunque no terminaba de gustarle que fuera una de despedida.

    Difícilmente pude dormir esa noche, producto de la ansiedad que sentía. Y para el momento en que por fin pude conciliar el sueño estaba por amanecer, la alarma que había programado en mi celular sonaría a las 8 y si dormí 2 horas fue mucho.

    Tenía que recibir los encargos que Sofía había hecho y los repartidores llegarían pasadas las nueve así que tenía cerca de una hora para bañarme, comer algo ligero y cerrar con llave las habitaciones para evitar que hubiera destrozos en el cuarto de mis padres o hermanas que habían terminado sirviendo de bodegas para arreglos, adornos y cosas que sabía bien que ellos atesoraban y por supuesto no dejaría por ahí para que alguien las rompiese por accidente.

    En punto de las diez llegó Martín, su tía lo había acompañado y él quiso presentármela. Obviamente tuve que explicarle el motivo de la fiesta a la mujer, y decirle que mis padres habían dado permiso para la misma y que el padre de Sofía estaría pendiente de nosotros por lo que todo acabaría pasadas las diez. Ella accedió a que Martín se quedara el resto de la noche conmigo para ayudarme a limpiar, en sus palabras, eso le enseñaría la responsabilidad de hacer una celebración y lo que conllevaba después. Si bien su tía parecía una mujer muy estricta y formal, había sido excesivamente amable y demostraba preocuparse por su sobrino, lo que rara vez se podía ver con las familias de muchos de mis compañeros de clase; pocos éramos los que contábamos con la exagerada atención de nuestros padres o familiares.

    Sofía llegó acompañada de sus dos mejores amigas minutos antes de las once, y como todo un huracán, terminó de organizarlo todo: comida, bebidas y música en cuestión de media hora. Martín pareció sorprenderse de la habilidad y capacidad de organización de la chica de mi mejor amigo, y el ambiente de trabajo para lo mismo siempre fue cordial y divertido por el sentido del humor de Martín y el amable carácter de Sofi.

    La fiesta comenzaría al medio día, y nos restaba poco menos de media hora para descansar un poco y quizás comer algo. Los invitados comenzaron a llegar y la mesa que Sofi había destinado para los regalos de despedida de Julián se llenó en casi una hora y media, tenía mucha gente que lo extrañaríamos durante nuestro último año de preparatoria. Por supuesto, el invitado de honor llegó cerca de las dos de la tarde, hora que Sofía le había contado que iniciaría todo; las conversaciones nostálgicas no se hicieron esperar, recuerdas cuándo…, ¿te acuerdas cómo…?, al principio carcajadas y bromas respecto a nuestros recuerdos con él, y conforme las horas fueron pasando el sentido del humor y las risas pasaron a las lágrimas de algunos conforme su hora de volver a casa se acercaba.

    Le presenté a Martín aprovechando uno de esos momentos incómodos en que Julián decidió apartarse un poco de la fiesta para despejarse; Julián me pareció cómodo en la presencia de mi nuevo amigo, quizás más cómodo y a gusto de lo que había imaginado, Martín bromeó un poco sobre la triste coincidencia de las mudanzas y todos los cambios abruptos que venían con ellas, y aunque desde el día en que sus padres le contaron a Julián lo de Torreón, mi mejor amigo no parecía encontrarle ni la gracia ni lo benéfico, tras esa charla breve con Martín pareció verlo todo con nuevos ojos; incluso decidió dar una oportunidad a una relación de lejos con Sofía, quien pareció más que agradecida por el cambio de opinión de Julián.

    Ya había anochecido hacía más de una hora, y los que quedábamos aún en la fiesta ya habíamos puesto música de la banda favorita de Julián: HIM; las botanas favoritas de Julián acababan de ser servidas y apenas si habíamos diez personas en la sala de mi casa charlando de los buenos y malos tiempos. Lo teníamos claro, no queríamos una despedida llena de tristeza ni de lástima, si íbamos a despedirnos sería como siempre: riendo a carcajadas o cuando menos con una sonrisa de oreja a oreja bien puesta. Conforme se acercaba la hora en que la madre de Julián llegaría por él, parecía hacerse más difícil para algunos de nosotros mantener aquella promesa, pero sin dudas yo sabía bien que Julián no gustaba del llanto colectivo.

    Diez y media, sonó el timbre y supimos que el momento de decir adiós amigo había llegado. Julián se levantó con pesadez del sofá y caminé junto con él y Sofi hasta la puerta de entrada, donde su madre aguardaba pacientemente. Un par de abrazos y bastantes promesas: nos mensajeamos, ahí te llamo luego, nos vemos por el face, etc.

    Los dejé un par de minutos a solas, sabía que si bien para mí la despedida era complicada, para Sofi lo era todavía más. Escuché la puerta abrirse y cerrarse de nuevo, la lejana voz de Julián y su madre quien sonaba sorprendida por la cantidad de regalos que había recibido su hijo de todos nosotros; el motor del auto al encenderse y cómo fue alejándose del frente de mi casa. Todo parecía más real ahora. Sofía no pudo ocultar más sus lágrimas, Andrea y Mariana, sus mejores amigas corrieron a abrazarla y escucharla; yo preferí comenzar a limpiarlo todo, y darles su espacio. Martín me ayudó en silencio, mientras ellas platicaban y trataban de consolar a Sofía en la cocina. Después de una media hora las vi limpiando lo que estaba desordenado en la cocina, la charla triste había acabado y ya podíamos escuchar algunas risas con un toque de nostalgia; de algún modo eso me hizo sentir relajado y más tranquilo. Sabía que las cosas con Sofía estarían bien ahora que Julián se iría a Torreón.

    El padre de Sofía llegó poco antes de las once y cuarto, Andrea y Mariana se fueron con ella dejándonos a Martín y a mí solos en mi casa. Charlamos un poco sobre mis nostálgicos recuerdos con Julián, él parecía divertirse con mis bobas anécdotas de secundaria y me hizo darme cuenta que, a pesar de la distancia, Julián y yo seguiríamos siendo amigos si es que así lo queríamos los dos, porque no era el fin del mundo; él mismo estaba enfrentándose a lo mismo, y no dejaría de mantenerse en contacto con Luisa, su mejor amiga en la capital.

    —¿Estás triste? —me preguntó con ligera preocupación.

    —No tanto, estoy seguro de que seguiremos en contacto; claro, no va a ser lo mismo, pero espero que algún día podamos volver a vernos y pasar tiempo —respondí tranquilo.

    —Al menos tu casa no queda tan lejos de la mía —dijo con una en enorme sonrisa curvando sus labios.

    —¿En serio?

    —¡Sí!, estamos a unas cinco cuadras de distancia —anunció con tono triunfal—. Lo malo es que no iremos a la misma prepa, pero no se pueden tener todas…

    —Al menos podremos platicar y quedar de vernos de vez en cuando —dije entusiasmado—. Quizás jugar videojuegos o podrías quedarte a dormir alguna vez…

    —¡Claro!, suena genial.

    Me encantaba ver aquella sonrisa suya, tenía un dejo de inocencia que le hacía ver más lindo que cualquier chica que hubiera llamado mi atención hasta ese momento; me resultaba difícil quitarle mis ojos de encima, y comenzaba a sospechar que él estaba dándose cuenta de ello, y lo que quizás era mi imaginación, no me parecía que eso le disgustara demasiado. Era la primera vez que me sentía así con respecto a alguien, ni decir que con alguien de mi propio sexo,

    —¿Quieres darte un baño? —le ofrecí recordando que había estado ayudándome todo el día con los preparativos y limpiando después de la fiesta—. Tal vez te ayude a dormir mejor, o eso dice mi abuela —dije entre carcajadas.

    —Suena bien, pero no traje toalla… —me respondió con un dejo de timidez que me pareció adorable.

    —Yo te presto una, si necesitas algo más sólo dímelo —dije sintiéndome un poco abochornado. Estaba teniendo unas enormes ganas de besarlo y rodear su cuerpo con mis brazos,

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