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Libro electrónico49 páginas36 minutos

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Nunca es tarde para darle un giro de 180 grados a nuestra vida. A veces pequeños detalles nos están avisando, pero tenemos los ojos cerrados y los oídos tapados. A veces, parar, observarnos, escucharnos a nosotros mismos es fundamental para tomar una decisión. Tomarla quizá sea difícil, pero una vez hecho, se siente liberación, paz e incluso alegría. 
Quiero animar a todo el mundo a que viva su propia vida. ¡No la de los demás!
Además, así es mucho más fácil asumir los problemas cotidianos que la propia vida nos va mandando a cada uno.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 feb 2023
ISBN9791220138222
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    Mi versión mejorada 5.5 - Ana Pilar Alegre

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    A La Isla, para todos.

    A Rosa, mi diseñadora favorita, que me integró en

    La Isla, con sus gatas, auditorio de música, desfiles, cocteles y bailes...

    Gracias a Hauser,

    violonchelista croata. Quiero agradecer su música y ese sentimiento tan intenso que transmite… sin él, mi recuperación no hubiera sido la misma.

    NUNCA ES TARDE SI LA DICHA ES BUENA

    Nunca es tarde si la dicha es buena…

    Este antiguo proverbio podría considerarse la síntesis de mi vida, porque gracias a estas palabras me di cuenta de que aún estaba a tiempo, de que tenía una segunda oportunidad, de que aún tenía una vida por delante. Me di cuenta de que podía volver a nacer, de que podía sonreír, de que estaba viva. Sólo tenía que aprovechar esta oportunidad y utilizarla de la mejor manera posible.

    ¡Mi segunda oportunidad de ser feliz!

    Era el 22 de diciembre y estaba en un pequeño pueblo de la isla. Estaba en el bar con mi hermana, uno de los pocos bares abiertos ese día, con una bonita terraza, tomando el sol y teniendo la habitual charla de hermanas. Era un día cualquiera, un día feliz, despreocupado, normal. O al menos eso es lo que parecía. No tenía ni idea de que ese día pasaría algo, algo que cambiaría mi vida haciéndola mejor. 

    En ese momento, sentada en la silla con el pelo recogido por el calor, una camiseta de manga corta y mi café con leche en las manos, algo me llamó totalmente la atención. Un ciclista entró en el bar, hacía mucho tiempo que no paraba allí, y quizás por casualidad, quizás por un extraño giro del destino, decidió hacer esa parada ese día, en ese mismo bar, donde, por la misma casualidad o quizás por el mismo giro del destino, yo también estaba con mi hermana, como cualquier otro día de relax antes del día de Navidad. No sé qué detalle me llamó la atención, tal vez el hecho de que el ciclista estuviera solo, tal vez el hecho de que su rostro estuviera oculto por el casco y las gafas y deseara poder verle la cara. No sé exactamente qué me impulsó a preguntarle, cuando salió del bar: ¿Qué ruta sueles hacer, porque veo todas las carreteras muy peligrosas?. Era una pregunta banal, una forma muy sencilla de iniciar una conversación.

    Quizás ni siquiera tenía tanta curiosidad por saber por dónde iba, simplemente había algo que me hacía querer hablar con él. Sabía que las carreteras de esa zona eran muy peligrosas, no muy adecuadas para un paseo en bicicleta, y quería saber a dónde iba. 

    Mi hermana se sorprendió mucho por mi pregunta, y sólo después, en casa, me dijo que si quería podía llevarme a dar un paseo en bicicleta, al ser de la zona sabía dónde ir incluso con niños pequeños, pero no había entendido que no me interesaba conocer el camino, no me interesaba que me lo dijera, sólo quería preguntarle al ciclista. Probablemente no

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