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Memorias de una psicótica
Memorias de una psicótica
Memorias de una psicótica
Libro electrónico63 páginas43 minutos

Memorias de una psicótica

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En esta obra, que parte de manera autobiográfica, la autora intenta plasmar como vivió su enfermedad: Psicosis. Dentro de toda la odisea que supuso, la obra está orientada a tener otra visión de la enfermedad mental. No se cura pero se sobrelleva y se puede convivir con ella, con la medicación adecuada.
A todos aquellos que estéis en la misma situación:
No os rindáis nunca.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 nov 2022
ISBN9788419528926
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    Memorias de una psicótica - Breena García

    MI INFANCIA

    Me llamo Abril.

    Ese es el nombre que pensaba ponerle a mi hija si hubiera llegado a nacer.

    Más adelante lo entenderéis.

    Mi infancia transcurrió de lo más normal. O eso creía yo. No sabía lo que me esperaría más adelante.

    Mis padres eran de la llamada vieja escuela: muy rectos, estrictos y algo sobreprotectores. Mi educación fue marcada exactamente con esos adjetivos, al igual que la de mis hermanos.

    Soy de una familia humilde: desde pequeña, mis padres se pasaban el día trabajando en un negocio y cuando fui más mayor, me encargaba yo de mis hermanos.

    Yo soy la mayor y todavía me recuerdo a mi misma con ocho años haciéndome una tortilla para cenar. Hoy rozo los cuarenta y es impensable que eso lo haga con mis hijos a día de hoy.

    Aunque no siempre era así.

    A veces, cuando llegábamos a casa del colegio, bajábamos todos a la calle. Era una calle cerrada al tráfico por un extremo. Éramos una buena pandilla de amigos del vecindario y lo pasábamos en grande organizando cenas delante de un solar que no estaba edificado en el que montábamos casetas y hogueras para bajar todos a cenar.

    Algunas veces, volvía de la biblioteca (yo no tenía ordenador ni internet, ni nada de todo eso en casa) y veía la luz tenue de la cocina de mi casa en la que estaba mi madre haciendo la cena.

    Me gustaba esa luz y que mi madre nos estuviera esperando allí.

    Eran tiempos felices.

    No han transcurrido tantos años desde entonces, pero de lejos se nota que no son los mismos tiempos. Hoy se vive más deprisa y tenemos todo al alcance: internet, teléfonos móviles, plataformas de televisión...

    Nada que ver con aquellos días.

    Diré que en aquel entonces, cuando me sentía mal o agobiada, me iba a pasar el fin de semana a casa de mis abuelos.

    LA CASA DE MIS ABUELOS

    La casa de mis abuelos era una masía en el campo en la que había conejos y perros. Adoraba a esos animales, el campo y las flores que había en el jardín entre las cuales se encontraba mi flor favorita (la cala blanca, precisamente por crecer allí).

    Me encantaba la tranquilidad que se respiraba y el olor a leña quemada por las noches, cuando mi abuelo encendía el brasero.

    Era una casa a la que no había llegado aún la electricidad y tenía un generador para poder ver la televisión. Por las noches, tenía el encanto románticode tener que alumbrarnos con un quinqué de gas.

    Tampoco había instalación de agua ,por lo que teníamos que coger agua en cubos de una balsa para poder lavarnos.

    Me divertía mucho lavar la ropa a mano junto a mi abuela, para tenderla después al aire libre. Nada que ver ahora con esas modernas lavadoras y secadoras que incluso yo misma uso ahora,claro.

    Ya entonces tenía esa tendencia nostálgica: "Cualquier tiempo pasado fue mejor", tendencia que muchos años más tarde, debido a mi enfermedad, se me iría acentuando poco a poco.

    Hoy no. Hoy vivo el presente y miro cara al futuro ,pero en aquellos momentos fui incapaz de verlo así.

    Volviendo a casa de mis abuelos...Aún recuerdo como con veinte años todavía seguía siendo mi trinchera.Esa casa y mis abuelos eran mi reposo: allí me sentía bien. Ni qué decir tiene que todos los domingos ibamos toda la familia junta a comer un plato típico de nuestra región. Era mi día favorito de la semana. Guardo gratos recuerdos de todo aquello, sobre todo porque duró poco tiempo.

    Ojalá hubiera durado muchos años más, pero mis abuelos

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