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Mi lucha contra el cáncer
Mi lucha contra el cáncer
Mi lucha contra el cáncer
Libro electrónico86 páginas43 minutos

Mi lucha contra el cáncer

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Información de este libro electrónico

Manuel Mateos Pedrero ha luchado a vida o muerte con el cáncer. Tenía solo 32 años cuando se lo descubrieron. En estas páginas vamos a conocer a una persona sencilla, humilde, pero determinada a luchar por ser quien es, por ocupar su lugar en esta vida.
A pesar de su juventud, Manuel tiene mucho que enseñarnos. Ha sufrido mucho, ha pa- sado mucho miedo, y hoy sabe apreciar como nadie lo que significa vivir.
Antes de que le atacara el cáncer era una persona activa, decidida, solidaria, un deportista, y hoy tiene una incapacidad absoluta y secuelas: problemas digestivos, hipotermia y una perniciosa ansiedad. Pero disfruta como nadie con su pequeño hijo y se dedica a ayudar a los que, como él, sufren cualquier tipo de cáncer. Da charlas, escribe, concede entrevistas a los medios de comunicación y participa en la Junta Local de Sanabria-La Carballeda en la Asociación Española Contra el Cáncer, AECC, de la que es presidente, y en la Asociación de Zamora, donde es vocal. Hoy, en Castilla Léon, en toda España, hablar de luchar contra el cáncer es hablar de Manuel Mateos.
IdiomaEspañol
EditorialEl Ángel
Fecha de lanzamiento25 oct 2018
ISBN9788494780479
Mi lucha contra el cáncer

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    Mi lucha contra el cáncer - Manuel Mateos Pedrero

    Autor: Manuel Mateos Pedrero

    Foto de portada: José Luis Leal

    Corrección de texto: Paula del Carmen García

    Editorial El Ángel

    www.elangel.es

    info@elangel.es

    ISBN: 9788494780479

    Me llamo Manuel Mateos Pedrero y voy a contaros cómo, por muy difícil que se pongan las cosas, hay que salir adelante, crecerse ante la adversidad, pelear por la vida. Estás páginas son para celebrar la vida y para recordarte lo bueno que es estar rodeado de personas que te quieran de verdad. Sin la ayuda de mi familia, de mis amigos y de mi mujer no hubiera podido enfrentarme al cáncer.

    Estos últimos años me han dado muchas penas, pero también alegrías. Las mejores son el nacimiento de mi hijo Manuel y el amor de Pilar, a la que agradezco que haya estado siempre a mi lado.

    INDICE

    Pag. 9 Prólogo

    Pag. 13 La muerte salió a pasear

    Pag. 15 Las lágrimas salen del corazón

    Pag. 18 Lo peor estaba por llegar

    Pag. 21 Crónica de mi lucha contra el cáncer

    Pag. 22 Por un mínuto al día...

    Pag. 26 Enamorados

    Pag. 28 Las secuelas de la quimio

    Pag. 33 Gladiator

    Pag. 41 La soledad de la UVI

    Pag. 44 Se lo debo todo

    Pag. 49 Mi retrato

    Pag. 51 La espada de Damocles

    Pag. 55 Amigos del alma

    Pag. 59 La Virgen de las Victorias

    Pag. 63 Éramos muy jóvenes

    Pag. 66 Salvar la vida

    Pag. 70 Nueva vida

    Pag. 76 Mi hijo Mannuel

    Pag. 79 Sobre el cáncer

    Pag. 80 Camino de rosas

    Pag 82 Agradecimientos

    PRÓLOGO

    MANOLITO, SIEMPRE...

    He escrito muchos prólogos, presentaciones, salutaciones y misceláneas de libros... y nunca había diseñado unas líneas para un familiar tan próximo como mi sobrino Manolito. Estaba más acostumbrados a recordar y honrar a los antepasados, a nuestros mayores, no había tenido la ocasión, ni tan siquiera lo imaginé, de dedicarle una introducción nostálgica a un sobrino, a quien recuerdo todavía en los juegos de la niñez retozando en la finca de mi padre, entre los nogales, los castaños y los avellanos, en la amplia pradera que se extiende junto al cauce sosegado del rio Castro, próximo ya a entregar su caudal al Tera, río que nace en el pico más alto de la provincia de Zamora, Peña Trevinca. Manolo jugaba en la ribera plagada de chopos y alisos, bajo el testigo, inhiesto y mudo del imponente castillo de Puebla de Sanabria, construido por Don Rodrigo Alonso de Pimentel, Conde-Duque de Benavente. Lo que explicaría que Manolito se sintiese tan profundamente vinculado a estos paisajes agrestes y sin par, tierras intimas, imperecederas. Estampa profunda de la tierra sanabresa, que él ha idolatrado con autentica pasión. Todavía rememoro alguna fotografía publicada por el diario La Opinión-El Correo de Zamora, que mostraba una captura truchera memorable, porque era de mayor tamaño que el niño que la pescó. Viéndola, se comprende que Ambrosio de Morales escribiera que Felipe II jamás había saboreado mejor manjar.

    Cuando tuve noticia de la grave enfermedad de mi sobrino medité sobre las injusticias que el Supremo Hacedor consiente con una persona profundamente buena, afable, divertida, colmada de juventud y con ansias de vivir. Me consolaba pensando que mi padre, que tanto lo quería, no le hubiere sobrevivido para verlo en aquella postración. Y me cabía la esperanza que su juventud y su vitalidad vencerían a la enfermedad perversa que le atenazaba y acongojaba. Después he contemplado su temple, su gallardía y, sobre todo, su empuje e ilusión, como demuestran estas páginas que el lector tiene entre sus manos.

    En agradecimiento desbordado hacia todos los que hemos velado su sueño hasta su resurrección vital..., especial recuerdo a Pilar, su esposa, autentico pilar en su enfermedad y madre de Manolín, quen nacía mientras escribía estas líneas.

    No podía sustraerme a la petición de una sencilla dedicatoria que nace del cariño y de la sangre de quien con tanto orgullo exhibe nuestro apellido, que enaltece también la memoria de mi padre y de mi familia.

    Con el reconocimiento afectuoso de tu tío.

    Miguel Ángel Mateos Rodríguez

    Escritor

    Catedrático y Doctor en Historia.

    Director del Instituto de Enseñanza Media María

    de Molina

    Miembro de la Real Academia de Historia de España

    y Portugal

    LA MUERTE SALIÓ A PASEAR

    Me despierto, estoy en la habitación de un hospital en León, el San Francisco, me habían sedado porque tenía que someterme a una colonocospia, y oigo llorar en la habitación de al lado a mi madre, y a Pili, mi mujer. ¿Por qué llorarán? me pregunto, tumbado en la camilla. Yo las miraba y, aún atontado, no entendía nada. Unos instantes después, entró el doctor que realizó la prueba y me preguntó cómo me encontraba. Le dije que estaba bien y enseguida me informó de que tenía un tumor y que era malo. Vamos, que tenía cáncer y que había que tratarlo. En concreto, me dijo que tenía un tumor del tamaño de un champiñón. Me quedé absolutamente paralizado, no podía ni pensar. Sólo adivinaba la presencia de un champiñón negro y ponzoñoso dentro de mí.

    Al salir me dirigí hacia la sala donde estaban mi madre y mi mujer. Nada más verme, me abrazaron y me dijeron que estuviera tranquilo, pero yo estaba muy negativo, pensé que se había acabado todo. El mundo, mi mundo, era oscuro. Veis, veis como no era algo bueno, les dije. Ellas trataban de ser más positivas y me decían que no, que no..., no les salían las palabras. Que no ¿qué? ¿Acaso no tenía un tumor en el intestino?

    Mis molestias empezaron días atrás, me sentía incó- modo, mal, y en mi fuero interno sabía que algo pasaba, que algo tenía, pero como soy una persona que siempre ha tirado para delante no quise ir al médico, de hecho no había ido nunca a verlo, podía decir que ni lo conocía, y ahora, aunque sospechaba que algo no andaba bien, tampoco me decidía a ir. Pero entre las molestias, que

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