Lolita: Una Vida Triste Venciendo La Adversidad Cómo Jesucristo Salvó mi Vida
Por Lolita Garcia
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Desde mi infancia he sufrido, abusos físicos, bullying, acoso sexual, secuestro, accidentes, injusticias e infidelidades y hasta negligencia médica. Me ha pasado de todo. Invito al lector a descubrir todo el drama y descubran, como mi Salvador Jesucristo juega un papel muy importante en mi triste y solitaria vida.
Vengo de una familia mexicana de ocho hermanos; me vine a América a los 14 años de edad. Me casé y me divorcié relativamente rápido. Con cuatro hijos pequeños, empecé trabajando dos trabajos en el mismo día, uno de tiempo completo y otro de medio tiempo. Con el tiempo, mi trabajo de mesera se convirtió en mi trabajo de tiempo completo en un restaurante muy popular en el cual estuve por 16 años. Los últimos once años, me quedé solita, me inscribí en un colegio para Asistente Médica, pero desafortunadamente a los seis meses tuve que salirme del colegio, ya que no podía sostenerme económicamente. Un día hablé con Dios y le dije así: "Señor, si tu deseas verme trabajar en el campo de la medicina, dame la escuela gratis no importa que empiece desde cero, tú eres Dios, todo lo puedes" … y así lo hizo. ¡Gloria a Dios!
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Lolita - Lolita Garcia
Lolita
Una Vida Triste Venciendo La Adversidad Cómo Jesucristo Salvó mi Vida
Lolita Garcia
Copyright © 2021 Lolita Garcia
All rights reserved
First Edition
PAGE PUBLISHING, INC.
New York, NY
First originally published by Page Publishing, Inc. 2021
ISBN 978-1-64334-116-3 (Paperback)
ISBN 978-1-64334-118-7 (Digital)
Printed in the United States of America
Tabla de contenido
MI INFANCIA, MI ADOLESCENCIA
DE NIÑA A MUJER
MI SEGUNDA VENIDA A AMÉRICA
NUEVO COMIENZO
INFIDELIDAD Y SECUESTRO
MI PEREGRINAR
NUEVO COMIENZO
MIS PEQUEÑOS TRIUNFOS
MUDANZA A OTRO ESTADO
MI PEOR PESADILLA
Este libro está dedicado a Mi Señor y Salvador Jesús de Nazaret.
A ÉL sea todo honor y gloria.
Ya que ÉL fue mi inspiración para escribir este libro, mi autobiografía.
Por su intervención divina estoy de pie.
CAPÍTULO UNO
MI INFANCIA, MI ADOLESCENCIA
Recuerdo a la edad de cuatro años haber recibido mi primer castigo, encerrada dentro de un ropero, no sé qué pude haber hecho a los cuatro años de edad, para recibir ese castigo. Sólo recuerdo que pataleaba y pedía ayuda a mi mamá, que me sacara de ahí, no recuerdo cuanto duré ahí dentro o quien me sacó.
A mis seis o siete años, recuerdo a mis abuelos maternos visitándome a escondidas, cuando mi papá no se encontraba en casa, particularmente por la noche cuando estábamos dormidas, yo, que soy la mayor de ocho hermanos, y luego me siguen, mis hermanas en ese entonces todavía no nacían el resto de mis hermanos.
Acostada pero no dormida, escuchaba cuando mis abuelos maternos decían a mi mami en voz baja y bajo la luz de una linterna de petróleo, ya venimos a ver a la niña o sea yo. Y me dejaban una moneda de cincuenta centavos o de veinte centavos debajo de mi almohada y, eso me encantaba, fui creciendo y también fue aumentado la familia, nacieron mis dos hermanos varones, recuerdo que yo, por ser la mayor ayudaba a mi mami con el cuidado de mis hermanos y a limpiar la casa, desde muy chica mi mamá me enseñó a cocinar y a hacer los quehaceres de la casa, gracias a Dios y a mi madrecita por esa enseñanza y por infundirnos el valor de la familia y modales. Mi padre, Miguel, un hombre muy trabajador y responsable; nunca nos faltó que comer, él trabajaba de albañil pero desafortunadamente tomaba cada fin de semana.
A medida que pasaba el tiempo y yo iba creciendo, también aumentaban mis castigos, yo deseaba pasar la noche con mis abuelos maternos o ir a visitarlos durante el día, lo cual casi siempre se me negaba el permiso, no entendía en mi mente de niña por qué yo no podía ir a visitar a mis abuelos yo sola, solo cuando íbamos toda la familia unida, es cuando podía visitarlos. Una de las pocas veces que fui a dormir a casa de mis abuelos maternos recuerdo haber tenido mi primer accidente, salí corriendo muy feliz de mi cuarto a la cocina donde se encontraban mis abuelos para darle el besito de buenas noches cuando accidentalmente resbale y me golpeé en el filo de una mesa grandísima que había en la cocina, el golpe fue tan duro que casi me entierro el filo de la mesa en la yugular. A consecuencia de eso, se me inflamó tanto mi garganta que en la escuela primaria se burlaban de mí, porque se me inflamó hasta la altura del cuello. Nunca me llevaron a un médico porque no había los recursos económicos. Fue el primer milagro que Jesucristo hacía en mi vida, gracias a Dios que Él me sanó.
Recuerdo que a mí se me castigaba por todo; hasta si llegaba a perder la llave de la casa u otra cosita y mis castigos eran golpearme con un cinto, jalarme los cabellos y no salir de casa. Estos, castigos vienen de parte de mi papá, mi mamá me defendía y ella también recibió golpes al igual que yo.
En mi mente de niña yo no entendía por qué sólo a mí se me castigaba de esa manera. Fui creciendo y tenía deseos como todas las niñas de mi edad.
Cuando terminé mi primaria a los doce años de edad mi papa obtuvo el pasaporte de turista para poder viajar a Estados Unidos de América, para él y para mí, ya que querían que yo me fuera a trabajar con mi tío paterno que vivía en Nuevo México. Fuimos de la ciudad de Ojinaga en el estado de Chihuahua a recoger nuestra visa de turista, a la ciudad de Presidio en el estado de Texas y luego esperamos el tren que nos llevaría de regreso a la ciudad de Chihuahua.
Estábamos comiendo el almuerzo, haciendo tiempo para tomar el tren, y se vino abajo el techo del restaurante donde nos encontrábamos, cuyo suceso vi en mi mente antes de que el accidente pasara, como una película.
Se lo comenté a mi papi y apenas se lo dije, sucedió el accidente, gracias a Dios salimos con bien, fue un caos total, mucha gente se quedó atrapada en los escombros. Recuerdo que llevábamos un pastel para mi mami porque era su cumpleaños en el mes de Septiembre; se acercaba la víspera de entrar a la secundaria y en ese entonces se empezaban a usar los maquillajes, las mini faldas y eran muy famosos los hotpants, los cuales yo siempre tuve deseos de lucir pero nunca pude, mi papa me los rompía.
Empecé a trabajar de sirvienta con mis maestras desde los once años para ayudar a mis padres con mis libros; mi familia, abuela y tías paternas vivían a lado de la casa de nosotros, ya éramos seis hermanos.
Mi abuela paterna, aunque me duele decirlo, me levantaban falsos testimonios. Decía que robaba, que yo andaba con muchachos, etc. Lo hacía porque no nos querían, ni a mi mamá ni a mí, pero yo no entendía por qué. Mi mamá siempre era muy trabajadora e incluso ayudaba a mi abuela paterna con sus tareas domésticas, lavando ropa ajena que mi abuela paterna hacía para ganarse el pan del día a día.
En los fines de semana mi papá acostumbraba tomar alcohol, el cual era un miedo horrible, ya que, cuando él tomaba se ponía como loco, era peor la violencia. Los fines de semanas eran golpes con el cinturón, jalada de cabellos para mí y mi mamá, era difícil de creer que mi familia paterna vivía a una o dos casas de la nuestra y nunca intervinieron para detener a mi papá; más intervinieron los vecinos. Recuerdo que me escondía y temblando de miedo tomaba a mis hermanitas de la mano y corríamos hacia afuera, o corría a esconderme debajo de la mesa de la cocina o debajo de las cobijas.
La gente del barrio, los vecinos comentaban a ver si cuando crezcan sus hijas las va a tratar igual que a Lupita
que soy yo.
Yo no prestaba atención, ignoraba los comentarios, así fui creciendo entre golpes y llena de dudas y miedos y siendo víctima de la crueldad en la escuela por parte de mis compañeros y maestros. Así pasé la escuela primaria. Y fui creciendo llena de miedos y temores.
Tenía yo trece años y estaba lista para entrar a la escuela secundaria. Un día eran las inscripciones para la secundaria, bien recuerdo mi mamá estaba muy nerviosa y de mal humor y desesperadamente buscaba algo, no sabía que buscaba exactamente, y de pronto gritó:
—¡Maria Dolores!
—¡Mande! —contesté asustada.
—¡Búscame un borrador!
Asustada empecé a buscarlo y nunca lo encontré, pero lo que si encontré me dejó sin palabras y llena de llanto; era mi acta de nacimiento donde mi apellido no era el que yo tenía, sino uno diferente. Llorando, corrí hacia donde estaba mi mamá, le pregunté por qué estaba así mi acta. Ella me miraba sorprendida, al no obtener respuesta pregunté de nuevo
—¿Es eso mami, mi papa no es mi papá biológico? Nunca se me olvida su respuesta: Una cachetada en pleno rostro diciendo:
—¿Cómo crees? ¡Vete a terminar de limpiar la casa! — dijo en un tono molesto y nervioso.
No es que ella haya actuado de mala fe, simplemente fue su reacción a algo que no se esperaba que pudiese suceder; por esa razón andaba buscando un borrador, para borrar mi apellido biológico del acta de nacimiento.
Recuerdo que salí corriendo a casa de mis abuelos maternos, corrí a abrazarlos, lloré y lloré, y les conté lo sucedido en casa de mis padres, al tiempo que preguntaba:
—¿No es mi papá verdad?, mi papá Miguel, ¿no es mi papá verdad?
Mis abuelos lo negaron todo. Mi prima Martha estaba ahí presente. Ella tenía como 16 años de edad, decía
—Abue dígale la verdad, tarde o temprano la va a saber.
Yo no entendía nada solo lloraba mientras decía:
—No quiero regresar a mi casa abue!
Pasaron las horas y recuerdo que mi papá y mamá llegaron buscándome a la casa de mis abuelos. Yo gritando y llorando decía no querer ir a mi casa, diciéndome que todo iba a estar bien me llevaron otra vez a mi casa. Fue mentira que todo iba a estar bien e inmediatamente llegando a casa mi papá me golpeó con el cinturón porque me había ido a la casa de mis abuelos.
En ese entonces, también empezaron los acosos sexuales de mis primos que vivían al lado de nosotros, siempre que sabían que estaba sola al cuidado de mis hermanos entraban y me molestaban sexualmente.
Al llegar mi mami a casa, le comenté lo que mis primos habían hecho, mami molesta fue y le reclamó a mi abue, ya que ella estaba a cargo de éstos primos. El resultado de ésto no fue positivo, al llegar mi papá del trabajo mi mami le platicó lo sucedido con mis primos, él muy molesto, fue y los disciplinó y además les prohibió acercarse a mi casa. Se armó en grande, ya que la hermana de mis primos junto con mi abuela paterna fueron a insultarme y a mi mamá, diciendo que era mi culpa porque yo los provocaba. Yo apenas tenía doce años, ni siquiera sabía el significado de la palabra provocar
.
Un día estando sola en casa sola, cuidando a mis hermanos más pequeños, recuerdo que traté de cortarme las venas de mi mano izquierda (éste hasta hoy, era