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Hermeguereon
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Libro electrónico549 páginas6 horas

Hermeguereon

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La historia comienza justo en el ao 630 en la antigua Hispania. El pequeo Kaaba es echado al mar para ser salvado de una masacre infanticida que se avecino esos das. Fue hallado en altamar por navos chinos que frecuentaban tierras mayas.
El nio fue regalado al gobernador Pakal junto con un potrito que posea la habilidad de hablar. El nio y el caballo fueron criados y entrenados por los mayas y se volvieron los hroes que los protegeran de todo. Mas estaban por enfrentar algo mas grande que sus propias fuerzas.
Zeus y sus dioses, mayores y menores, fueron resucitados y se propusieron dominar el mundo y planearon empezar por Chiapas. Sin embargo los mayas invocaron a sus dioses y fueron muertos. Ah es cuando todos los miles de mayas se convocan para formar ejrcitos que lucharan contra los dioses griegos. Al frente, con valor, siempre iban Hermeguereon y Meon, aquel nio del mar y aquel caballo trado desde una montaa lejana de china.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento7 may 2014
ISBN9781463383428
Hermeguereon

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    Vista previa del libro

    Hermeguereon - Rusman Lopez Roblero

    Copyright © 2014 por Rusman Lopez Roblero.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2014907699

    ISBN:   Tapa Dura              978-1-4633-8344-2

       Tapa Blanda           978-1-4633-8343-5

       Libro Electrónico   978-1-4633-8342-8

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 02/05/2014

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    ventas@palibrio.com

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    Contents

    Dedicatorias

    Prologo

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    Gracias Cristo por tu sacrificio en la cruz, sin ese sacrificio no existiera nada de lo que hoy se ve. Si tú no hubieras querido, no hubiera podido terminar esta obra. Te agradezco que me hayas dejado concluirla.

    Dedicatorias

    A doña Holandina Roblero salas. Has sido la mujer más importante, de mi vida. La que me trajo al mundo, la que más se ha preocupado por mí. La única que me ha querido incondicionalmente. Mi madre.

    A don Wagner López Soto. Eres el único que puede regañarme. Tus consejos son siempre sabios y basados en la experiencia. Has sido un ejemplo para mí, al que más he admirado, desde chico. Mi padre.

    A Axel Abiram. Te quiero mucho hijo. No hay palabras para describir lo mucho que me has motivado, en la vida, sin saberlo, cuando los momentos se han puesto difíciles. Por ti nunca me he quebrado. A veces llegas a interrumpirme cuando escribo y no sabes cuánto me gusta eso, cuando me pides que te cuente un capitulo de Hermeguereon y te lo explique. Gracias por eso.

    A Leslie, mi hermana. Sé que te preocupas por mí, igual que mama. Te quiero mucho, gracias por ser mi hermana.

    A Britani, perdón por no poder estar juntos. Espero un día comprendas que fue lo mejor para todos. Espero cuando crezcas no me guardes rencor y te guste leer igual que tu padre. Siempre estaré ahí, para ti.

    A Ana Jiménez Gálvez, de Huehuetan. Tu creíste en mi, siempre te gusto mi forma de escribir. Siempre me gusto que te gustara. No podías faltar en esta dedicatoria. Recuerda que prometí dedicarte mi primer libro. Cumpliendo mis promesas. Gracias por tu amistad, me hiciste creer en mí mismo con tu angelical forma de ser. Espero estés bien. Siempre serás alguien especial para mí. Ojala te vea algún día, de nuevo.

    A l profesor Heriberto de Chicomuselo, ahora quizá jubilado. Sus palabras de aliento siempre sonaron, como un eco en mi cabeza, desde la secundaria.

    A mi primo Rusbel Vladímir Roblero Lievano, de Motozintla. Gracias por todos los favores carnalito, eres a todo dar.

    A la profesora María Candelaria Sánchez Martínez, de Tapachula. También a: Alex Roblero Cansino, Jonathan Giménez García, Oyuki Gómez muñoz de Cacahuatan, Alonso murillo y Javier murillo de Tekate, Susan Ordoñez de Tapachula, Dani, Jessye Verdugo, Sandra, Lucrecia Hernández, Eustrain y Oscar, M artha Guadalupe Labias Ventura, Quique y Jose Roblero, C armen Viviana Young de Panamá, Rebeca sacarías, Blanca E sther Aguilera Torres , Erika, María Elena, Yoni Erubey Roblero (Las maquinitas serán nuestro vicio siempre cabron). Mari Cler, Nelly, Alexia Constantino (Duky), Celia Velazquez (Greii VR), Carmen y Leticia Velazquez, mis compas Leon Molet y Pedro Pica flor… Y todos los que alguna vez supieron que yo era un escritor que supuestamente escribía un libro o los que simplemente me dieron su afecto sincero.

    A doña Ernestina salas, a doña Natividad Soto Díaz, a don Ubaldo Roblero salas, a don Víctor Miranda. Q.E.P.D.

    Y a ti, qué sino hubieras sido tan cruel, quizá te hubiera mencionado por aquí.

    Y si me falto alguno, perdón, mi memoria no es muy buena.

    Gracias por todo ese afecto que me brindaron.

    R.

    Prologo

    A lgunos estaban a fuera del cuarto y otros a dentro. Sus hijas lloraban, no sé si de remordimiento porque no se portaron bien con ella o seria de dolor real y amoroso. Deliraba y caía dormida. Recuperaba la conciencia y volvía a delirar y así estaba. Decía que veía las puertas del cielo, a lo lejos. Que sentía como un fuego por dentro, que tenía sed, que cruzaba por un desierto. Llamaba a un primo mío, por su nombre. Ese primo tenía fama de estar muy apegado a las cosas de Dios. Quería que viniera y orara por ella.

    Sé que fui su nieto más querido, pero por alguna razón me sentí desplazado cuando comenzó a llamar a mi primo, en su lecho de muerte, y no a mi ¿Quién dijo celos? Yo permanecía viendo de lejos, en un rincón del cuarto. Jamás vi a mi padre tan destrozado, se moría su mama. Se me iba mi segunda mama.

    Mi mama Hola fue enfermera, mucho tiempo, en el IMSS. Desde las ocho, de la mañana, se iba a la clínica y regresaba a la una. De nuevo se iba a las tres y regresaba a las 6 de la tarde. Doña Nati era quien estaba más tiempo con nosotros y nos bañaba, nos hacía de comer, nuestra nana, nuestra niñera, nuestra abuelita. A pesar de eso, yo y mi hermana, siempre las quisimos a las dos por igual.

    Muchas veces me dormí con ella, con mi abuelita, mi hermosa Natividad Soto Díaz. Siempre le preguntaba de la vida de antes, de cómo era, de cómo era la gente, de cómo era la vida. Ella me lo contaba hasta que le dominaba el sueño.

    Siempre tuvo el vicio del alcohol. Cuenta mi ‘apa que con mi abuelito siempre iban a negociar los dos. A doña Naty y a Don Víctor Miranda les gustaba el negocio. Vendían panela, pan, nuégados y de lo que fuera. Iban de feria en feria, a la costa, a las plazas. Pero después de cada venta siempre se compraban sus cartones de tequila y regresaban ebrios a la casa. Y aun así fue Madre de 16 hijos y le alcanzaba pa’ mantener a todos.

    Mi abuelito Víctor Miranda se fue primero y mi abuelita quedo viuda. Al casarse mi papa, ella, se vino a vivir con él y luego nacimos nosotros, yo y mi hermana Leslie. Ahí comenzó su historia a nuestro lado.

    Estaba parado ahí, sin saber cómo lidiar con ese dolor que se aproximaba. La muerte siempre es algo trágica y nunca sabemos enfrentarla de la mejor manera. De pronto todos se salieron y quede yo y ella solos. Yo en un rincón del cuarto y ella agonizando en su cama. Con su voz maternal me dijo:

    -Rusito, ven. Ven mijo.

    Me acerque llorando, sentía espinas en la garganta. No podía ni hablar.

    -Mijo, mijito chulo. -Dijo mi abuelita Natividad, mostrando una repentina lucidez- No llores papa, no llores. Mira, antes que vengan. Debajo de mi almohada tengo una llave, sácala y no se la des a nadie. Cuando yo ya no este, en el tapanco de la casa de adobé, del rancho, hay una caja de madera y un candado oxidado. Esta llave lo abre. Y pásame una botellita que está en esa caja que esta donde esta mi beliz.

    Metí la mano debajo de su almohada y ahí estaba la llave. Me la introduje a la bolsa. Ella me abraso y me beso la frente. Me abraso tan fuerte que aun recuerdo ese abrazo cálido y tierno, sus últimas energías de vida. La vista se me borro por el llanto. Me repuse y fui a la caja que estaba a lado del beliz, metí la mano, una botellita de tequila. Se la pase.

    Me pidió que le alzara la cabeza y le destapara la botella. Obedecí. Le dio un trago largo y suspiro. Me ordeno que la escondiera rápido y se quedo como dormida. Regrese la botella a su lugar.

    Como a los veinte minutos entraron todos y me retire. Llego mi primo y los hermanos de la iglesia. Oraron por ella. Yo regrese a mi rincón del cuarto a llorar, en silencio, mientras sujetaba con fuerza la llave dentro de la bolsa de mi pantalón.

    Tardo viva toda la tarde, de ese día. Me mandaron a dormir en un cuarto contiguo al suyo desde donde se escuchaba todo lo que ahí ocurría. Murió en brazos de mi mama, al filo de la madrugada, por causa de la cirrosis alcohólica. Cuando escuche llantos y gritos lo comprendí, mi hermosa Natividad Soto había fallecido. Desde ese día no he dejado de extrañarla, ni un segundo.

    Guarde la llave y no le comente nada, a nadie. Me regrese a estudiar a Tapachula. Luego Entre una semana a la universidad y abandone los estudios. Después, de un intento fallido de ser pastor cristiano, me dedique al arte.

    Tiempo después, al husmear entre mis cosas viejas, encontré la llave y fui a la casa de adobe que aun seguía en pie. Encontré la caja y la abrí. Había un libro, negro, con una inscripción en mame. Yo no sabía esa lengua y tuve que ir con los más viejos, de todo Porvenir, para que me ayudaran a traducirlo. Tiempo después supe que en la inscripción, de enfrente, decía: Hermeguereon. Y el libro era una de las más hermosas historias, mayas, que sobrevivieron a la conquista española.

    Detrás de la caja, de madera, grabada con clavo caliente, estaba escrito lo siguiente: Primer caja de tres. Resguardado por Anacleto Soto, uno de los guardianes de la historia maya prohibida. La laguna antigua, lugar del refugio. Los primeros pobladores.

    Me costó descifrar este enigma, pero lo conseguí. Habían otros dos libros más en poder de no sé quién. Sufrí mucho para averiguar sus paraderos y nunca los localicé. Pero Dios me los mando cuando ya ni los buscaba. Por mientras les comparto el primer libro negro de la historia prohibida, Maya, que cayó en mis manos.

    Sé que mi viejita nunca supo que es lo que guardaba. Por lo que averigüe fue un regalo, para ella, de parte de mi bisabuelo Anacleto Soto quien fue uno de los primeros pobladores de Porvenir que antes era llamado La laguna Antigua. Y también fue uno de los guardianes de las tres cajas que contenían los tres libros de Hermeguereon. Pero que bien que los guardaron tan bien, aun sin saber su valor. Los libros se conservaron, en buen estado, sobreviviendo al paso del tiempo.

    Rusman.

    1

    D urante la época medieval, un 30 de julio del 620, casi a punto de concluir el reinado de Sisebuto y comenzar el de Recaredo II, en una población de Hispania de nombre Cartago Nova ( Situada a orillas del mar mediterráneo ), nació un niño que poseía un tatuaje extraño, parecido a un símbolo maya, a la altura del hombro derecho. Su padre era de descendencia musulmana y su madre romana. Él se llamaba Khilafat Talib y ella Cecilia Bernini.

    El padre de Khilafat era un busca tesoros, muy nombrado, en su época. Realizo una expedición a la Patagonia, situada en Argentina, al este de la cordillera de Los Andes, en donde se decía existía una oca cuyo pico era de oro (La oca es conocida también como ganso. Puede ser domestica o silvestre. Por lo general es completamente blanca).

    El busca tesoros quiso atrapar viva al ave, pero fue imposible. La oca era sagrada para la tribu de los Tehuelches que vivía en ese lugar y, para no meterse en problemas, le quito el pico y la enterró no sin antes degollarla y husmear en su interior y encontrar un grano, azul, semejante al del trigo. Guardo el grano, como un recuerdo, sin saber el enorme poder que escondía. Los nativos vieron cuando enterraba al ave e intentaron asesinarlo, sin embargo salió con vida de esa.

    Al morir Khilafat, al norte de China, (Asesinado por el mismo dragón rojo, de diez metros, que buscaba y en cuyo interior había perlas negras formadas por el jugo gástrico, del monstruo, durante siglos) todos sus tesoros quedaron a manos de su esposa quien los subasto a muy bajo costo. Fue la subasta más famosa y barata de la época. Asistieron puros mendigos y amas de casa quienes revendieron, por mayor precio, las cosas que adquirieron ese día.

    Khilafat, siendo apenas un niño, en lugar de meterse un frijol en la nariz, se trago por curiosidad el misterioso grano azul. Lo encontró, por ahí, cuando ayudaba a su madre a limpiar las cosas, de su padre, que iban a subastarse. El grano como que tomo vida y viajo hasta su próstata y no se deshizo. Se mantuvo escondido, en ese lugar, por mucho tiempo y justo cuando alcanzo la edad madura se disolvió entre su semen, el que también se volvió azul.

    Khilafat se caso y, al segundo mes de hacerlo, embarazo a su esposa. Los espermatozoides azules, al estar en el útero, se volvieron uno solo. Ese único esperma entro al ovulo el que, igualmente, se torno del mismo color del esperma que lo fecundo.

    Dentro del vientre de Cecilia se formo un ser que, de grande, tendría la sangre color azul. Esa sangre lo dotaría de una gran fuerza. Y también de mucha valentía al erradicar, casi por completo, la sensación de adrenalina en su cuerpo.

    Ese grano azul, en realidad, lo trago accidentalmente la oca del pico de oro. Fue dejado por creaturas extraterrestres, que vivieron dos siglos en la Patagonia, y que habían tenido contacto con la civilización maya. Con un solo grano azul que ingerían, los extraterrestres, podían subsistir dos siglos. Pero, como la anatomía de los extraterrestres era distinta a la de los terrícolas, un humano, al ingerir el grano azul, lo mantenía en su interior, por largos años, sin causarle problemas o ni beneficios. Él afortunado era el primogénito o primogénita.

    El hijo de Khilafat fue llamado Kaaba. Quizá en honor al templo de la Kaaba, de los musulmanes, donde se adoraba a Allah.

    2

    T odos los mayas, de la región, estaban reunidos frente al majestuoso Templo de las Inscripciones.

    A lado izquierdo, del templo, estaban los mayas de bajo estatus. A lado derecho los de alto rango social. Frente al templo, un grupo de músicos, tocaban una hermosa canción bélica con tambores, flautas, trompetas y caracolas marinas.

    Atrás de los músicos había 40 escuadrones. Cada escuadrón estaba integrado por 7 pelotones. Cada pelotón estaba formado por 25 mayas. 7000 guerreros estaban presentes ahí.

    Hasta atrás, de los soldados mayas, estaban cientos de civiles.

    En la octava grada del templo se encontraban los principales astrónomos, sacerdotes y curanderos. Y en la novena grada, frente a las cinco puertas, estaba la gente de confianza de la ex-gobernante, junto con la del nuevo que estaba por coronarse.

    La música ceso.

    Dos mayas, guerreros, sacaron una enorme silla y la colocaron justo frente a las cinco puertas del templo y tras ellos, acompañado de su madre, salió un muchacho y se sentó en la silla. Los guerreros formaron una gran rueda, junto con los músicos. Atrás, y alrededor de ellos, se coloco el pueblo.

    Los músicos comenzaron a tocar de nuevo.

    El que estaba sentado en el trono comenzó a descender, por los escalones del templo, hasta llegar al círculo y se coloco en el centro de este.

    Un pelotón maya, compuesto por 25 guerreros, trajo a seis hombres que mantenían como esclavos y que habían sido capturados en tierras lejanas. Tres eran Incas y el resto Aztecas. Se les quitaron las cadenas y se les fueron entregados garrotes y lanzas con puntas de piedras, volcánicas, traídas del volcán Tacana. Los garrotes tenían formas de bates, gruesos y cortos, que poseían picos filosos, de piedra también volcánica, incrustados en ellos. El trato era que si mataban al muchacho serian libres.

    El muchacho estaba sin armas. La pierna derecha la tenia adelante. Guardia relajada, no muy rígida. Manos, con los dedos extendidos, a la altura del mentón. Lo ataco un azteca queriéndolo traspasar, con su lanza, pero lo esquivo agachándose un poquito hacia el frente y la lanza solo le paso rosando la espalda. Coloco sus brazos hacia atrás y con ellos engancho y sujeto fuerte, contra su espalda, la lanza. Movió el cuerpo y quebró el mango de la lanza, al mismo tiempo que giraba y alzaba, en el giro, su pie derecho en todo lo alto y enganchaba el cuello, de su oponente, con su talón. Jalo a su rival, con su pierna derecha, sin dejar de sujetar, con sus brazos, lo que quedaba de la lanza. Hizo que la punta, de la lanza, se ensartara en el abdomen del azteca. Dejo de sujetar la lanza con sus brazos y empujo, con sus manos, al rival. Sin perder tiempo giro, saltando, e hizo una patada de mula, con la pierna izquierda, golpeando, con el talón, lo que quedaba del mango de la lanza. Con esto la hundió más, en su oponente, hasta cruzarla al otro lado de su espalda. Su enemigo salió disparado hacia atrás y cayó boca arriba, sobre el suelo, inerte.

    Dos incas le aventaron sus lanzas. El muchacho se doblo, arqueando toda su columna hacia atrás, hasta que su cabeza casi toco el piso. Las lanzas quedaron sembradas en el suelo, cruzadas, haciendo una x justo sobre su cuello.

    Los incas corrieron hacia el muchacho quien se apoyo, con sus manos, en las lanzas y alzo ambas piernas y patio los genitales de sus oponentes. Los incas se inclinaron del dolor.

    El muchacho puso los pies en la tierra, desprendió las lanzas del suelo, se irguió, tomo una lanza en cada mano y les dio vueltas, rapiditas, entre sus dedos. Se acerco hacia sus oponentes y se las clavo en sus espaldas, traspasándoselas, hasta prenderlas de nuevo en el suelo, firmemente. Dejo a sus rivales desangrándose y girando lentamente y usando como ejes, para girar, las lanzas en donde estaban recargados.

    Cada vez que el muchacho mataba a un contrincante el pueblo estallaba en grandes ovaciones.

    Solo quedaba un inca y dos aztecas y los tres poseían garrotes. Atacaron juntos al muchacho quien retrocedió haciendo mortales normales, dobles y triples, con manos y sin manos, hacia atrás.

    El inca le aventó el garrote al muchacho, justo cuando este ejecutaba un mortal hacia atrás, que casi le pasó rosando el mentón.

    Al terminar de ejecutar el mortal vio que un azteca le soltaba otro garrotazo, a la cara, y alcanzo a esquivarlo. Luego le dio un rodillazo del estomago, le aplico un candado y le quebró el brazo. El otro azteca le quiso pegar un garrotazo de la cabeza, al verlo desprevenido, pero reacciono rápido y utilizo, como escudo, al que le había quebrado el brazo y quien recibió, sin esperarlo, el golpe en la cabeza y murió al instante, entre convulsiones. El otro azteca quedo desconcertado por haber matado a su compañero, pero el muchacho no perdió tiempo y le asesto un puñetazo, en la garganta, y el azteca cayo asfixiándose al suelo. El muchacho se acerco y le dio puñetazos y patadas, en el cráneo, hasta matarlo.

    Solo quedaba el inca, desarmado, quien se le fue encima, a puñetazos, al muchacho quien esquivaba todos los ataques. Sostuvieron una pequeña lucha de puño a puño.

    El muchacho, al final, recibió un golpe en la boca y, enojado, le dio una doble cachetada, de los oídos, al inca. Lo dejo sordo. Salto y le coloco, con su derecha, una patada en la frente y le quebró el cráneo y lo derribo, al suelo, con los ojos en blanco.

    La multitud estallo en gritos de júbilo y el muchacho se arrodillo. Se pusieron de pies todos y observaron, en silencio, lo que sucedió después.

    Un grupo de sacerdotes trajo a un enorme jaguar, domesticado, y de la entrepierna trasera, derecha, con una daga, le sacaron un poco de sangre que vertieron en una copa de oro y se la dieron a beber al muchacho quien la tomo y volvió a subir, hasta la novena terraza del templo, acompañado de un grupo de guerreros mayas que habían decapitado a los vencidos y llevaban, en sus manos, sus cabezas chorreando de sangre.

    El muchacho se sentó de nuevo en la silla.

    Las cabezas fueron aventadas, desde arriba, y rodaron por las gradas del templo y al llegar, hasta abajo, los perros de la ciudad se revolcaron por causa de ellas.

    El muchacho fue oficialmente coronado como gobernador de Palenque y vestido como tal por la misma Reina Roja quien le cedía el trono. Se puso de pie y alzo los brazos hacia el cielo, con las manos empuñadas, y todos los mayas ahí presentes estallaron en gritos. El muchacho era el famoso Pakal II. Más nosotros le llamaremos simplemente Pakal.

    3

    A sdrúbal era uno de los tres encargados, de las 3 provincias, de Hispania y bajo su potestad se encontraba el poblado de Cartago Nova.

    Asdrúbal era semejante a un presidente municipal de nuestra época.

    Había cuatro ricos que eran los principales pilares en la economía del pueblo. Gracias a ello tenían relaciones, muy estrechas, con el rey Sisebuto. Estos millonarios extravagantes, como lo son la mayoría, practicaban la pederastia y el sadismo con niños recién nacidos. Es decir, violaban y mataban pequeños inocentes. Sus actos depravados eran ya un secreto a voces que, incluso, habían llegado hasta oídos del rey. Sisebuto fingía demencia ya que, aparte de ser amigos muy queridos, le daban, cada año, algunos sacos de oro para que solapara todas sus barbaridades.

    Asdrúbal, solo un títere mas del reino, hacia lo que Sisebuto le ordenara. El rey le había advertido que, de hacerles algo a sus amigos, seria destituido del cargo y llevado a la horca, por desacato.

    Se decía que los millonarios practicaban alguna secta o que le rendían culto algún dios, demoniaco, porque solo violaban niños y después los sacrificaban cada vez que había luna llena.

    Informados por sus astrólogos particulares, del día en que habría luna llena, los millonarios fueron a la basílica de Asdrúbal. Le dieron cincuenta monedas de oro. Le dijeron que mandara, a sus soldados, a buscar a siete recién nacidos, en todo Cartago nova, y que se los entregaran en el acto.

    La basílica era como las presidencias municipales de nuestra época, en ella se impartía el gobierno.

    Esto se había repetido año tras año y Asdrúbal ya no estaba dispuesto a ser cómplice de esas barbaridades. Ya no soportaba más los reproches de su conciencia. Al menos fingiría obedecer, en todo, por esta ocasión, pero trataría de evitar que los millonarios se apoderaran de esas pobres creaturas.

    Cuando se fueron del palacio, los millonarios, Asdrúbal mando a imprimir, en secreto, pequeños volantes donde se le advertía, a toda la población, que en dos días saldrían soldados en busca de recién nacidos quienes serian entregados a los millonarios (Como eran conocidos popularmente) y que mejor se los llevaran lejos. Los volantes fueron repartidos de casa en casa, a media noche, por mujeres de velos oscuros y vestidas todas de negro.

    4

    U n maya llamado Vackub Kab, sirviente de un sabio de nombre Nihai quien trabajaba de consejero con Pakal y hasta se podría decir que era su amigo, fue enviado a la selva en busca de un poco de raíz de serpiente para la esposa de su patrón que, de repente, había comenzado con un fuerte dolor de estomago. Buscando estaba cuando, de entre las ramas de un árbol, se le aventó una boa, joven, color roja con manchas blancas.

    La dieta de la boa, al principio, se basaba en castores y venados adultos, pero, tras probar la carne humana, se había vuelto una depredadora de personas que había ya devorado a dos niños, una mujer y dos varones adultos y todo en menos de seis meses. Se convirtió en una asesina serial cuyo modus operandis hubiera sido indescifrable hasta por el FBI. Lo más raro era que podía comer presas mucho más grandes que su cabeza, hazaña imposible para los de su especie.

    Vackub alcanzo agarrarla de la cabeza. Aprovecho la velocidad que llevaba, el reptil, al lanzarse contra él. Dio un giro, junto con el reptil, y soportando su gran peso la lanzo lejos. La boa se retorció en el aire y estuvo casi a punto de chocar con un árbol, pero se enrollo en este y amortiguo el golpe y sin perder tiempo salto, de nuevo, contra Vackub quien se echo a correr.

    La perdió de vista. Temeroso, y con garrote en mano, siguió con la búsqueda de la raíz y la encontró. Una vez hallada masco algunas hojas y arrugo la cara, de lo amarga que estaba, y vomito. Hecho la planta medicinal a su bolsa, que tenía forma de morral. Y con temor, por la boa, comenzó a correr rumbo al pueblo. Después de correr, unos minutos, se paró de sopetón porque en medio del camino vio a la boa luchando contra un puma.

    El reptil se había enrollado fuertemente en el felino y trataba de quebrantarles los huesos y asfixiarlo. El puma batallaba y de tanto logro sujetar, con sus mandíbulas, el cráneo de la boa y con cuatro mordiscos fuertes le destrozo la cabeza. La boa se aflojo y cayo inerte, al suelo, dando los últimas convulsiones de vida.

    Vackub se había quedado estático, e hipnotizado, contemplando la pelea. Volvió, en sí, cuando el puma volteo a verlo y le aventó un rugido feroz. En lugar de que apretara mas el garrote, para defenderse con él, lo soltó y trago saliva. Estaba aterrorizado.

    5

    R uab Jali Era un genio adelantado completamente a su época. Y como suele pasar, con los hombres brillantes, era incomprendido y tachado de brujo porque la ciencia que practicaba no era charlatanería y hacia inventos tan increíbles que, al verlos, solo se podían considerar productos de la brujería. Por el momento había interrumpido su proyecto " Neuromec " que lo traía obsesionado desde hacía cuatro años. Intentaba implantarle un cerebro mecánico a un loro muerto y volverlo a la vida, pero solo como un ser mecánico sin sentimientos, ni inteligencia. Ahora, junto con su ayudante Abdi, fabricaba una pequeña cesta para el hijo de su hermana y la tendría que terminar en menos de nueve horas.

    -Tales de Mileto pensara que toda materia provendrá del agua y que, por lo tanto, podrá quedar convertida en sal, sobre la tierra, o podrá evaporarse -Dijo Abdi- ¿Qué loco, no?

    -Sus sucesores apoyaran esa teoría en la idea de que el mundo estará compuesto por cuatro elementos. -Dijo Ruab Jali.

    -Tierra, agua, aire y fuego -Dijo Abdi- ¿A caso estuviste husmeando el libro de las letras del futuro?

    -Nomas tantito. -Dijo Ruab Jali haciendo un gesto de picardía.

    Abdi había inventado un libro, mecánico-astral, en cuyas páginas, blancas, aparecían los hechos literarios y filosóficos que se habrían de publicar en fechas venideras y siglos posteriores.

    Ruab Jali y Abdi comenzaron a formar la cesta, con pequeñas tiras de carrizo. Usaron el mismo tipo de tejido que se ha usado para formar la mayoría de las cestas, del mundo, desde que el diablo tiene memoria.

    -Según Demócrito, esos elementos, estarán compuestos por átomos. -Dijo Ruab Jali- Partículas diminutas que se movían en el vacío.

    -¿Pero no le parece contradictorio? -Cuestiono Abdi- Aristóteles creerá que los elementos formaran un medio continuo de materia y por lo tanto el vacio no podrá existir.

    -Son teorías, al final de cuentas. -Dijo Ruab Jali- La razón solo la tiene Dios, los demás solo pensamos que tenemos razón.

    Terminaron la cesta y por dentro la cubrieron con nailon, delgadito y tranparente, que quedo adherido y ajustado perfectamente a ella.

    -¿Y este, nailon, para qué? -Pregunto Abdi.

    -Evitara que la cesta se hunda y la convertirá en un recipiente, térmico, que evitara que todo el calor o frio, generado dentro, salga de ahí -Respondió Ruab Jali.

    -¿Y de que esta hecho el nailon? -Pregunto Abdi.

    -De piel vieja, de serpiente, derretida y fundida en pequeñas capas que se unieron, después, hasta formar este nailon. -Contesto Ruab Jali.

    6

    V ackub venia corriendo. Evadía rocas. Saltaba pequeños matorrales. Hacia saltos gimnásticos apoyándose en troncos caídos o semi podridos, pero sin dejar de correr. O pasaba entre los árboles, con tal práctica, que parecía que eso lo hacía todos los días. El puma era igual de ágil y alcanzaba a darle algunos zarpazos.

    Dos veces estuvo a punto de atraparlo. La primera, Vackub, venia en una pendiente y tropezó y rodo. El puma venia a unos milímetros de él y alcanzo agarrarle el calzón, con los dientes, pero como Vackub iba rodando fue imposible sujetarlo bien. Las nalgas de Vackub quedaron a la vista, pero sin ningún rasguño en ellas. Solo un pedazo de tela

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