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Sin Decir Tu Nombre
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Libro electrónico158 páginas2 horas

Sin Decir Tu Nombre

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Información de este libro electrónico

En esta ocasin, Ana nos deleita con Sin decir tu nombre, donde se mezclan las historias de la escritora Victoria y las confesiones ms impactantes que los feligreses le han hecho al padre Lucas, cuya muerte es inminente. Violando el secreto de confesin? No. Se habla del pecado, pero no del pecador. El objetivo: que cuando los lectores penitentes se reconozcan en esas pginas, se arrepientan y sean mejores seres humanos.
Trabajando juntos, la escritora y el sacerdote se dan cuenta de que estuvieron involucrados en algunos hechos del pasado.
En este libro vemos que, a pesar del libre albedro, cualquier camino que escojamos forma parte de la red prevista que nos llevar siempre a la prxima posicin en la bsqueda de nuestra evolucin espiritual.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento8 ene 2013
ISBN9781463344979
Sin Decir Tu Nombre
Autor

Ana Fernandez

Ana Fernández nació en Cuba, donde estudió Contabilidad. Llegó a España con su hija en 1988 y ese mismo año se estableció en Estados Unidos. Después de graduarse y trabajar como cosmetóloga, auxiliar de enfermera, oficinista y guardia de seguridad, decide contarle al mundo sus inusuales vivencias, las de las personas que va conociendo y las que surgen de su inagotable imaginación. Obras publicadas: 2010: “Anjonio” ( Xlibris ); 2011: “Una mujer llamada Perla” ( Palibrio ); 2012: “Amigo y sus amigos” ( Palibrio ); 2013: “Sin decir tu nombre” ( Palibrio ). En el 2011, su colección de poesías “Contrastes” fue premiada por el Instituto de Cultura Peruana de Miami.

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    Vista previa del libro

    Sin Decir Tu Nombre - Ana Fernandez

    Copyright © 2013 por Ana Fernández.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:     2012922411

    ISBN:                       Tapa Dura                                           978-1-4633-4496-2

                                     Tapa Blanda                                        978-1-4633-4495-5

                                     Libro Electrónico                                 978-1-4633-4497-9

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Para realizar pedidos de este libro, contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

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    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    435373

    ÍNDICE

    DEDICATORIA

    AGRADECIMIENTOS

    - 1 -

    - 2 -

    EL MANIÁTICO

    CARGO DE CONCIENCIA

    YO MATE A MI HIJO

    PROFECIA

    IMPACIENCIA

    VIRGINIDAD

    SANTO CONSUELO

    SIEMBRA Y RECOGE

    VIAJE PERFECTO

    VENGANZA DE NEGRO

    PERFUME DE MUJER

    LA CARCAJADA DEL MUERTO

    EL DONANTE

    DESPEDIDA

    EL GRAN RECURSO

    ROBAR PARA COMER

    LEGADO MALDITO

    EL COLLAR

    LA MANCHA

    SACRIFICIO

    DIOS LLEVAME CONTIGO

    MUERTA EN VIDA

    PECADO MORTAL

    AZUCAR Y ARENA

    LA FORTUNA

    ESTRELLA FUGAZ

    AMOR ETERNO

    EN LA LUZ

    EL PEOR CUMPLEAÑOS

    BRUJERIA

    EN LA OSCURIDAD

    DEVOCIÓN

    TODO POR AMOR

    - 3 -

    - 4 -

    - 5 -

    DEDICATORIA

    image_34.jpg

    Al espíritu de ese jefe indio americano que ha de andar recorriendo praderas y montañas con su antorcha encendida en el fuego sagrado que limpia, no quema.

    A mi tía postiza Elisa Sardiñas Gómez, quien supo siempre escucharme, consolarme y cuidarme, y hacer suyas todas mis batallas y las de los míos.

    AGRADECIMIENTOS

    image_34.jpg

    A quienes me envían la respuesta - colocada donde menos espero - cada vez que hago preguntas.

    A quienes me han dirigido sus dardos. Felizmente, dieron en el blanco: una dura pared de amor que los desvió hacia la luz y el conocimiento.

    - 1 -

    image_34.jpg

    V ictoria estaba maquillándose cuando sonó el teléfono.

    - Oigo.

    - Hola. ¿Usted vende libros para mudos?

    - Sí, pero se terminaron. Lo que tengo ahora son sotanas transparentes.

    Se escuchó una carcajada masculina del otro lado de la línea.

    - Nunca puedo sorprenderte. ¿Cómo estás?

    - Bien. ¿A qué se debe el honor?

    - Pues…diremos que quiero saludarte personalmente, darte una noticia y hacerte una proposición.

    - Bueno, agradezco el saludo. La noticia… ¿vas a colgar los hábitos? La propuesta… ¿me vas a pedir que me case contigo?

    El hombre volvió a soltar una carcajada.

    - ¡Dios bendiga tu sentido del humor! Te invito a merendar.

    - ¿A merendar? Eso quiere decir que es ahora mismo, porque hace tres horas que almorcé y faltan tres para que coma. ¿Dónde nos vemos?

    - En la terraza del Oriente, en media hora.

    - Estoy cerca. Allí estaré. ¿Dónde estás?

    - En esa zona.

    - ¿En esa zona? ¿Qué haces tú tan lejos de la iglesia?

    - Adiós. Allá nos vemos.

    Victoria, llena de curiosidad, llegó al restaurante Oriente faltando cinco minutos para la hora de la cita, pero al caminar por entre las mesas de la terraza, una voz la detuvo.

    - Joven, ¿tiene libros para mudos?

    Victoria abrió los ojos. ¡No lo podía creer!

    - Quita esa cara de espanto y disimula. Allá viene el camarero. ¿Qué vas a pedir?

    Ella se sentó frente a la voz. Ambos pidieron una merienda frugal. Cuando el camarero se alejó, Victoria miró atentamente al hombre que tenía frente a ella, de melena y bigotes negros, gafas oscuras, camisa a cuadros, pantalones vaqueros y tenis caros, o sea, a la moda. Nada que ver con la sotana o el austero traje de sacerdote.

    - ¡Padre Lucas! ¿Eres tú? ¿Qué significa esto?

    - Admítelo, por una vez te he sorprendido.

    - Si no hubieras hablado, te juro que no te hubiera conocido. ¿Me puedes explicar, cura pícaro, qué te traes ahora?

    - Ya ves, amiga. Yo también sé dar sorpresas, pero te aseguro que el fin justifica los medios. Eso sí, llámame como quieras, no Lucas, y mucho menos, bueno, tú sabes.

    -Te pareces a la morsa de arcilla que hice un día en mi clase de artes manuales. Sólo te faltan los colmillos.

    El hombre tuvo que sujetar sus bigotes con una mano para que no cayeran, tal fue la risa que le produjeron las palabras de Victoria. Al rato, salieron caminando despacio hasta el parque cercano, sentándose en uno de los bancos más alejados del paso de la gente. Él fue el primero en hablar.

    - Me dijiste no hace mucho que tenías dos o tres libros en el horno y que no sabías a cuál le ibas a dar el toque final para publicarlo.

    - Así es. Aún no me decido por ninguno.

    - Pues déjalos todos en el horno. Yo te voy a dar el material que, unido a esos cuentos que has estado escribiendo sin apuro - y que seguramente tendrás regados por todas las gavetas de tu escritorio -, será el libro que publicarás lo antes posible.

    - ¿Quieres que publique tu vida como sacerdote?

    - No. Te voy a contar las confesiones más impactantes que he escuchado en todos estos años en todas las parroquias que he servido.

    - ¿Violando el secreto de confesión?

    - No, por supuesto que no. Te voy a entregar por escrito la historia de los pecados, pero cambiando los datos de los pecadores. En este libro irás narrando tus historias y las mías, y todo quedará como un libro de cuentos.

    - ¿Por qué haces esto? ¿Confías tanto en mí? ¿Por qué el apuro?

    - Escucha sin interrumpirme. Hago esto porque hace un mes que me detectaron un cáncer muy agresivo. Me queda poco tiempo de vida. ¿Ya ves por qué el apuro? No digas nada, que no he terminado. En cuanto a que si confío en ti… ¿Recuerdas hace algunos años, en esta ciudad, en un ómnibus? Sorpresivamente subió al mismo Pepe Martillo, aquel sicario del gobierno de entonces, famoso por conseguir las confesiones de sus víctimas valiéndose de martillos de varios tamaños. Pistola en mano, se dirigió al joven que iba sentado a tu lado, llamándolo hijo de p… Lo bajó a rastras del ómnibus, y ya en la calle, sus secuaces lo registraron sin dejar un milímetro de su cuerpo y de sus ropas sin escudriñar, humillándolo delante de todos. Al no encontrar nada que lo inculpara, lo dejaron allí tirado, después de darle unas cuantas patadas.

    Victoria estaba impresionada. Lo menos que imaginaba era que el sacerdote conocía esa historia que ella consideraba secreta.

    - El joven se dio cuenta de que lo habían delatado, por lo que al otro día salió del país. Lo que buscaban esos bandidos era el papel que tú le arrebataste de las manos y guardaste en tu blusa, viendo el terror reflejado en su rostro. Sólo fue un segundo lo que demoró el papel en cambiar de lugar. Ese segundo fue lo que decidió que él siguiera vivo, y tú, tú hubieras podido morir a manos de esos tipos.

    - Nunca supe quién era ese joven pero, ¿cómo sabes esa historia? ¿Cómo supiste que era yo la joven que le salvó la vida?

    - Él lo averiguó. Ese joven es mi sobrino. Antes de salir para el extranjero, me reveló tu nombre. ¿Sabes que te jugaste la vida por un desconocido?

    - Lo sé, pero no pude evitarlo. Cuando llegué a casa y leí ese papel, me di cuenta de que allí estaban los nombres verdaderos y los nombres de guerra de un montón de personas; entonces fue que comprendí el peligro que había corrido, pero nunca me he arrepentido de lo que hice. Yo creo que fue cosa de Dios. Enseguida quemé el papel, pero antes, escribí en clave todos los nombres. Ya ha pasado mucho tiempo. El único nombre que recuerdo es Dionisio, porque uno de los personajes del libro que escribía en esos días se llamaba así. Jamás he hablado con nadie sobre este asunto.

    - Pues ya ves, pasó el tiempo y nos conocimos tú y yo. No quise darme por enterado contigo, pero siempre te he tenido en mi corazón y en mis oraciones. ¿Ves por qué confío en ti? Además, quiero que si algunos de los penitentes se reconocen en esas historias, recapaciten y sean mejores seres humanos. Aquí está el manuscrito. Te aseguro que encontrarás confesiones cómicas, tristes, y otras, terribles. Tú dirás cuándo comienzas. ¿Qué me respondes?

    - Pues me parece bien. Ya veo que mi libro tendrá muchas más páginas de las que había pensado. Trataré de terminar lo antes posible, para que le des el visto bueno. Oye, bigotudo, no quiero que te mueras.

    - ¿Piensas que la planta daría frutos si no muriera la flor? No hay muerte, sino transformación, y siempre en algo mejor.

    - Sí, pero te voy a extrañar.

    - Extrañarás mi cuerpo físico. Mi alma estará siempre a tu lado. Si me lo permiten - y voy a insistir bastante -, estaré contribuyendo con mi granito de amor al éxito de tus libros y a la realización de más milagros. Porque lo de tu amiga Alicia fue eso. Y respecto a tu obra, sé que te faltan muchos libros más por escribir. En cada uno - como hasta ahora - irá un mensaje positivo. El que tenga que captarlo, lo hará, además, a lo mejor yo pueda entrar a tu mente y trabajemos juntos en alguna obra… Tú, en materia. Yo, en espíritu. ¿No vas a sentir miedo cuando notes mi presencia? Es broma. Yo sé que no.

    - ¿Dónde vas a pasar tu última etapa?

    - En mi país, con mis hermanos y sobrinos pero, ¡sécate la cara! o voy a pensar que estás llorando. Ahora debo irme. Ponte a trabajar, que el tiempo vuela para mí. Un último detalle: Dionisio es el nombre de mi sobrino. ¡Hasta pronto!

    - 2 -

    image_34.jpg

    V ictoria sintió el teléfono. Sabía quién la llamaba.

    -Oigo.

    -Hola, deseo comprar libros para mudos.

    - Se me terminaron, pero hoy recibiré sotanas transparentes.

    -Te invito a almorzar, en el lugar de siempre, en una hora.

    - Allí estaré.

    Desde que su amigo le hizo la terrible revelación de su enfermedad, cada vez que Victoria pensaba en él - y era a diario, cuando leía las confesiones -,

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