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¿Realmente Has Vivido?
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Libro electrónico203 páginas3 horas

¿Realmente Has Vivido?

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En cada parte de este libro hay un secreto que no hemos contado, sobre nuestra vida, un motivo para seguir o detenernos. Aquí no importa sexo, posición, raza, cuando estamos en aprietos, incluso, estando nuestra vida en juego.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 may 2020
ISBN9781643343723
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    ¿Realmente Has Vivido? - Elizabeth Minver

    cover.jpg

    Realmente Has Vivido?

    Elizabeth Minver

    Derechos de autor © 2020 Elizabeth Minver

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING, INC.

    Conneaut Lake, PA

    Primera publicación original de Page Publishing 2020

    ISBN 978-1-64334-371-6 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-64334-372-3 (Versión electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    Chapter 1

    Muchos pensamos que la realidad está enfocada en nuestras vivencias. Al abrir esta caja de pandora, sabrás que hay historias que pocos se atreven a contar, temas difíciles de digerir, reglas rotas por los que pertenecemos a la controversial forma de percibir lo que llamamos vida.

    En estas páginas encontrarás, carencias de amor, desamor y temores. Como en nuestra vida cotidiana, además de ser un libro, es un salto a pensar más allá de tu mundo, un rompecabezas que irás armando, experimentarás secretos celosamente guardados por las personas con las cuales convivo día a día. Ustedes descubrirán que en el mundo—todos sin excepción—estamos llenos de anécdotas, fantasías, errores, alegrías, experiencias que, tal vez para algunos parecerán sórdidas, banales, momentos estupendos. Con certeza sabrán, hasta donde es capaz de llegar el ser humano; que las personas que están a tu lado son tus compañeros de vida, no tus prisioneros, entenderás que la soledad es una opción, al igual que la tristeza. El amor no lo proporciona una cara bonita, un buen cuerpo unos senos grandes, un gran pene, el amor es sentirse a gusto pleno con tu sexualidad, tu cuerpo, poner un poco de picardía y travesura a cada acción, ser feliz, creer en ti, encontrar la calma en un abrazo, en la mirada de alguien, disfrutar a plenitud cada día las aventuras, dejar de pensar en la opinión de los demás, sin privarte de experimentar cosas maravillosas, por temor, apego, críticas. Quizás indirectamente usted encontrará la vida de alguno de los lectores, así que tome su tiempo reflexione y piense:

    ¿En realidad he vivido?

    Al empezar a relatar cada línea, me quedé atónita de saber que no he vivido las experiencias que se cuentan en este confesionario, el cual es una silla de peluquería, donde por un minuto piensas ¿En qué mundo vivo?, ¿de qué me estoy perdiendo?. Tu reflexionarás al saber que hay personas quizás con más temores, horrores, tristeza, vergüenzas, complejos, que te harán estremecer, llorar y reír, al saber que estabas haciendo algo mal, con respecto a tu vida, que cada uno tiene que resolver sus problemas. Historias que tal vez te ayuden a salir de hoyo donde te metiste solo, quizás con la ayuda de alguien que está en tu vida. Incluso aprenderás a no complicar lo que tú crees muy complicado. El tener la capacidad intelectual de usar el sentido común—que es el menos común de todos los sentidos— que en algunos está dormido, y en otros tal vez muerto. Deshacerte de personas sin importancia que estén ocupando un espacio en tu mente y tu corazón, un lugar que no merecen, pero a pesar de eso sigues envuelto en esa maraña de donde te rehúsas a salir, o ser rescatado.

    En este libro hay diferentes historias; sobre todas esas personas que fueron, son, y no son tan importantes en mi vida. Mis padres, unos seres maravillosos. Si yo volviera a nacer quisiera tener exactamente la misma familia. Mis hermanitos; Verónica la pequeña de casa—muy llorona— tanto así que tengo un trauma psicológico irreversible. No tengo hijos por elección propia—¡no porque no pueda! — simplemente el hecho de ver el comportamiento de mi hermana pequeña fue mi mejor anticonceptivo ja, ja. Hermanita sabes que te amo hasta la muerte.

    Es probable que Verónica no recuerde esto, ella lloraba por todo y por nada, la más pequeña de la casa, la consentida. Cada vez que mama salía de casa, ella armaba un berrinche monumental. Se tiraba al piso, lloraba y gritaba, todo eso era normal y ella estaba acostumbrada. Una mañana, mi mami despertó molesta, Vero se puso intensa y creativa, cuando mama estaba lista para irse, Vero se le tiró encima como un luchador de sumo, ja, ja—hemos visto a mi mami enojada, pero nada como ese día— mi mama le dio la tunda de la vida. Verónica nunca más lloro, ni cuando tenía hambre. No creo que ella lo recuerde.

    Mi hermanito Gilbert, un poco celoso por su hermana mayor. Siempre teníamos problemas como todos los hermanos, pero una vez nos peleamos a golpes. Mi papi nos encontró en plena faena…

    hasta el perro vino a ver lo que pasaba, nos dieron una tunda hasta debajo de la lengua por supuesto con su respectivo consejo después de la paliza. Mis padres no titubeaban para levantar la mano, en el momento indicado. Imagino que era la mejor manera para controlarnos, hacer de nosotros lo que somos, hermanos que se aman, respetan y apoyan. Siempre unidos. El problema de uno es el problema de todos.

    Andrés, el hijo mayor de mi mami, al cual lo amamos igual. Él fue criado por mis abuelitos e hicieron un excelente trabajo. Mi tía Nubia murió con tan solo diecinueve años, mi tío Juanito —ese sí que está vivo— tiene aproximadamente ocho hijos, como le gusta la joda, tiene dos con una mujer, los otros—cual pipi loco—son de muchas otras mujeres. Todos sus hijos están sensatamente reconocidos.

    Esa es toda mi familia por parte de madre, por parte de padre no tengo a nadie.

    Mi primer amor de fantasía. Me gustaba un chico, pero no del colegio, él vivía cerca de mi casa, su nombre era como el de un emperador—¡cosa que aprendí estudiando! —Julio César.

    Me gustaba mucho, pero si mi papi se enteraba, me mataba y comía del muerto. Se me ocurrió buscar una cómplice, la peor de todas, pero para ese momento no lo sabía. Escribí una carta para él, con un beso impreso en la hoja—¿pueden creer semejante folclóricada? —una vez terminada la carta, se la di a mi cómplice, y yo creo que fui muy clara ya que le recalqué: se la entregas a él, si no puedes dársela, la traes de vuelta, o me la das mañana, que nadie se dé cuenta. La envíe, estaba nerviosa de saber el fin de la carta, tenía mucho miedo porque en el fondo, sabía que si mi padre se enteraba estaba besando mi sentencia de la paliza segura. Llego la tarde y no supe más nada. Más que nerviosa, estaba asustada, tenía un mal presentimiento. Llegó la hora de la cena, todos en la mesa cuando empezamos a comer, mi papi, sacó la carta y preguntó:

    —¿Qué es esto?, me la entregó la mamá de cesar.

    Carajo, casi muero, quería salir corriendo, me iban a matar, quería que se abriera la tierra y me tragara, todos en la mesa me miraban curiosos de saber de qué se trataba; acto seguido mi papi, empezó con la cantaleta:

    —Usted lo que tiene que hacer es estudiar señorita.

    ¡Que bruja, esa vieja no pudo solo tirar la carta y ya! —pensaba yo.

    — En lugar de leer, estudiar, lavar los platos, se pone a enviar cartas de amor, ¿qué sabe usted de eso? Primero aprenda a escribir—dijo él.

    Aun no entiendo por qué lo dijo, ¿será que escribí agua con h? y prosiguió: Prepárese para su futuro, para todo hay tiempo.

    Respiré y pensé: Bueno, todo terminó. Error, apenas comenzaba la fiesta, me levantaron a palo. Aún lo recuerdo y duele, me dio con tuti. Ahora me da tanta risa; lo que en ese momento creí que era horrible, lo más increíble de todo era que mi mami estaba muda, sorprendida, no se atrevía a contradecir al hombre de la casa. Después de la gran paliza y consejos, ella lloraba como loca, consolando a la hija enamorada. Ahora que soy adulta llego a la conclusión de que, todo pasa y se desvanece, por muy rudo que parezca. También aprendí que no se deben mandar cartas de amor, por lo menos no en mi casa ja, ja. Con esa paliza se me quitó la flor de metejón adiós, Julio César, no besos ni abrazos, ni apapachos. A dedicarse a estudiar. Mi primer novio real llegó muchas lunas después.

    No sé cómo fue mi nacimiento, nunca me lo contaron, ¡¡¡ni yo pregunté!!! Era tan pequeña para saber de cosas tan profundas. A medida que pasa el tiempo ves cosas que están frente a tu cara y que jamás te tomas el tiempo de analizar. Cuando eras niño eras libre, no tenías que trabajar, te alimentaban, te vestían, te mantuvieron, y de paso molestabas a todos más que una piedra en el zapato. Estabas apurado por crecer —no crezcas, es una trampa— ja, ja. Cuando creces, empieza todo, la escuela, el colegio, empiezas a ser una señorita, tetitas, nalguitas y todas esas cosas que se van desarrollando. En los chicos, los bigotes, la paja espinillas. Todas esas pequeñas grandes cosas que te hacen ver más interesante para alguno de los chicos, y ellos también nos parecen interesantes a las chicas. Cuando empecé el colegio ya era una señorita, tremenda por cierto, pero en medio de la tremendura, todo era completamente sano, creciendo sin malicia, estudiando para ser alguien —según nuestros padres— ¿por qué no darles la satisfacción de convertirnos en profesionales?

    Cuando éramos niños, solo pensábamos en estar jodiendo. Menos mal, nuestros padres tenían manos de hierro, nosotros tuvimos los logros y ellos la satisfacción de saber que hicieron un buen trabajo con nosotros. Nosotros 3 éramos terribles, nuestra vida era joder y joder, ¡pobres de nuestros padres!, ellos siempre hicieron lo imposible para que ninguno de nosotros se descarrilara. En casa, era rudo, tenían un carácter que parecían dos. Especialmente cuando se trataba de estudiar, horrible. En tiempo de exámenes, mis padres nos despertaban a estudiar pero no solo nos despertaban, se quedaban viéndonos mientras estudiábamos, no podíamos dormirnos, era estudiar sin parar, yo pensaba ¿será que a mi papi no le da sueño? El señor con libro en mano, nosotros dormidos con los ojos abiertos y, de vez en vez preguntaba:

    —¿Cómo van?, apenas terminen de estudiar le voy a preguntar sobre lo leído. Y todas las ganas de dormir de repente desaparecían, realmente preguntaba con cuaderno en mano, si al preguntar titubeabas, ¡Ay papa!

    En casa junto a nosotros, nuestra nana —que por cierto, ella lavaba a mano—. En una batea de madera un montón de ropa, toda separada por pieza, blanca, negra, de color,

    todo de forma minuciosa preparado antes de lavar, los tres sentados a su lado, no por deporte, obligados, puesto que ella nos decía sin cesar: para poder mandar tienen que saber hacer, de lo contrario como sabrán que está bien hecho, recuerdo que mientras ella lavaba, cantaba y fumaba tabaco. ¿Cómo puede cantar con ese montón de ropa para lavar está loca? —pensábamos nosotros. La colgaba en el patio de la casa, en unos alambres hechos con ese fin. En ese momento no teníamos lavadora, todo no era tan fácil como ahora, la ropa era blanca como la nieve, ahora con las lavadoras todo beige. En ese tiempo, se planchaban los pantalones tan bien que la raya era tan prominente y perfecta que se podían parar por si mismos. Creo que nunca vi a alguien trabajar de forma tan impecable, ahora entiendo porque cantaba, le gustaba su trabajo, lo hacía con amor. La mejor parte era la comida, era la locura, no faltaba nadie en la mesa, ella cocinaba riquísimo, claro no podía faltar regla número uno: Todos comemos juntos con hambre o sin hambre, ¡todos!. Eso incluye a nuestra nana y Ninfa —lindo nombre para alguien que ayudó tanto a mami— ella fue parte importante en nuestra vida puesto que ayudaba a la nana en los quehaceres de la casa. No piensen por un minuto que nosotros no hacíamos nada, también aprendimos a cocinar, a limpiar, a lavar los platos en casa, no importaba si eras hombre o mujer.

    Hay algo que me da mucha risa: Una tarde todos estábamos viendo una película y a mi hermano se le ocurrió la genial idea de pedirle a Ninfa un vaso de agua… por poco mi mami lo mata, gritaba:

    —¿Dónde están tus pies y manos? ¿eres mocho? ¿no te puedes parar? —Se armó la podrida.

    Recordar cada episodio de mi niñez me hace saber que son momentos únicos, cuando se trataba de corregirnos, todos en silencio, mientras nos enseñaba que Ninfa estaba allí para ayudar, no para hacer de nosotros unos badulaques que no podrían valerse por sí mismos. Se acabó la película y había llegado la hora de dormir. Había algo curioso sobre Ninfa: mi mamá trajo a vivir un ahijado a nuestra casa, primero de visita después poco a poco se fue quedando. En una de esas tantas tremenduras nos dimos cuenta que él y Ninfa hacían repollito que tal. Realmente mi mami lo sorprendió acosándola, los gritos se escuchaban hasta debajo de la cama, donde estábamos los tres asustados, no sabíamos lo que pasaba, a medida que pasó el tiempo nos dimos cuenta con certeza de la situación, fue terrible, mi mami le pidió que se fuera de casa, porque si eso pasaba con la empleada, podría pasar con sus hijos. menos mal y le pidió marcharse. Esto no lo saben mis hermanos: una vez yo subía las escaleras de la casa, yo tendría unos catorce años y él estaba parado totalmente desnudo en la puerta de su habitación, cuando me vio se quedó inerte como si nada, baje las escaleras tan de prisa que me partí un brazo, rodé, mi mami al verme en el piso tirada preguntó:

    —¿Qué pasó?

    —Me resbalé—dije. Este tipo de abusos son más frecuentes de lo que imaginamos. En cuanto tuve la oportunidad lo enfrenté, diciendo que la próxima vez, se lo diría a mi mami, él se quedó mudo. Estaba asustada, ¿que sería lo peor que podría pasar?, ¿qué me lo volviera a mostrar?, ja, ja. Él tendría veinticinco años, desde ese momento yo tenía pánico que entrara a mi habitación, ¿pueden creer que jamás vi un pito tan grande como ese? era enorme. En ese entonces yo estaba aterrorizada, era pequeña y nunca vi una cosa tan grande. Continuaré con lo que les gusta a ustedes, el drama. Mi mami habló con Ninfa, preguntó qué pasaba entre ellos, ella respondió que él abusaba de ella, desde hace tiempo, ella tendría 23 años en ese entonces.

    Ninfa llegó a nuestra casa de su país siendo una niña para trabajar, sus padres no tenían dinero para sostener su enorme familia, ella les ayudaba con el pago que mis padres le daban. Imagino que ella tendría miedo de que mi mamá no le creyera, el uso el chantaje como siempre, ella a ti no te creerá, te sacará de la casa inmediatamente, ¿le creerá más a un ahijado que es como un hijo, o a una sirvienta?. Conociendo a mi mami, sé que le creería a Ninfa, mis padres, eran rudos, pero justos y nada estúpidos, sí, al darse cuenta del acoso mi madre lo echó a la calle literalmente, sin haber escuchado los argumentos de Ninfa. Si se hubieran enterado de que estaba desnudo mostrando su miembro viril frente a mí, se lo hubieran cortado en pedazos y lo tiran a los perros. Pasó el lío, mami, quizás avergonzada por el comportamiento del canalla hombre, se disculpó con Ninfa, le hizo saber que no era culpa de ella. Aún no estaban de moda los psiquiatras, pero ella nos preguntó a todos, si en algún momento él se propasó con alguno de nosotros, nadie habló, yo menos, pensé que se pondría más enojada.

    Mi mamá le permitió seguir viviendo en casa, seguía estudiando y por cierto resultó ser muy inteligente, al salir de la universidad, se fue de casa a realizarse como profesional, siendo el orgullo de sus padres y los míos. Del otro higo de fruta no supimos más, mami no lo quería ver cerca de la casa, solo en su mente fracturada se le ocurriría pasar por allí. Mi papi jamás se enteró, desde ese momento no viviría en nuestra casa ningún hombre más que no fuera mi papi y hermano.

    Les hablaré un poco de mi secundaria. Estudiar, porque si no, mucho palo por aquí, palo por allá, la meta era graduar a la señorita, como me decía mi papi, fue rudo, él siempre pendiente, era amigo de todos los profesores, me tenían marcada. Si sacaba mala nota ustedes pueden imaginar lo que pasaba. Siempre fui jodedora, pero tenía que compensarlo siendo buena estudiante, pero cero en conducta. Mis papas me querían matar, era una lucha constante, mis compañeros eran tremendos, éramos niños, no medíamos las consecuencias, en quinto año uno de ellos planeo que estuviéramos en clases las primeras horas y después del recreo escaparnos.

    Una vez todos de acuerdo, nos reunimos con Luis, el más inventor de todos, él dijo que iríamos a la finca de su papá a buscar frutas y con el dinero del recreo llegamos al lugar, pero tuvimos que saltar la reja. Según él su papá siempre le ponía candado para que no se las roben. Una vez adentro empezamos a llenar unos sacos que cada uno llevaba con lo que pudiéramos cargar, entre esas cosas una gallina-que dañados estábamos- Cuando estábamos saliendo

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