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Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas
Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas
Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas
Libro electrónico209 páginas2 horas

Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas

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Información de este libro electrónico

Robinson Parkinson es un chico correcto, inteligente y callado. Ha tenido una vida arropada por la tristeza y las dudas que poseen algunos chicos de su edad. Ha querido narrar la historia de su vida, especialmente el hecho que marcó toda su existencia.
Robinson siempre se ha sentido muy solo. Pero después de experimentar algunas situaciones extraña
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 ene 2022
ISBN9786078738250
Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas
Autor

Paul Guerra Rosado

PAUL GUERRA ROSADO, bajo el pseudónimo de Guerra R. Paul, es un joven escritor dominicano. Nació en Constanza, República Dominicana, el 30 de mayo del 2000. Es considerado uno de los estudiantes líderes de la provincia La Vega, debido a su arduo y constante participación en los Modelos de Naciones Unidas. En el 2017 publicó su primer libro: Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas. Paul es estudiante activo en la universidad. Sigue escribiendo novelas de diferentes géneros con el propósito de mostrar al público adolescente y juvenil, la importancia y lo fascinante de la narrativa. Con la publicación de su primer libro todo un grupo de jóvenes adolescentes fue atraído por la historia, lo cual lo encamina en un sendero de letras muy comprometedor, que lo perfila como uno de los escritores más comprometedores del siglo XXI.

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    Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas - Paul Guerra Rosado

    cover.jpg

    Robinson Parkinson y la puerta de las dos vidas

    © Guerra R. Paul

    © Primera edición: Mayo, 2017

    Ilustración de Cubierta: Jesús Pichardo

    Diagramación: Eduardo Smith

    ISBN: 978-607-8738-25-0

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidas la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución en ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

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    contacto@ink-it.ink

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    ROBINSON PARKINSON

    y la puerta de las dos vidas

    GUERRA R. PAUL

    Para Altagracia Rosado Gutiérrez y Pablo Guerra Abreu, mis padres. Para José Gabriel Guerra Rosado y Paola Anyelina Guerra Rosado, mis hermanos.

    Para Justina Simé, que fue la primera persona que leyó esta historia. También para Leivi Laura Suriel Hernández, que me inspiró a seguir escribiendo.

    A una de mis madres, Mecho, que ha sido un ente importante en mi vida porque gracias a ella he seguido luchando y no he perdido la esperanza de alcanzar mis sueños.

    Para Carlos Alcántara, Dorysbel Baldiris, Yamilet Alcántara y Rosalia Abreu Roa, por ser quienes son.

    A Isamar Guerra, Ysanelis G, Yakaira Victoriano y Miguelina Lara, por su amor incondicional.

    A todos mis familiares en general. Pero de manera especial a Brian Guerra Guerra, por ser más que mi segunda mitad, a Ronni G, Argenis G, Yudith G y Esmeralda Guerra, así como también a uno de mis padres, Meme. También dedico este libro a Carlos Moisés Gutiérrez y Soraida, que son parte importante en la historia de mi vida.

    De igual forma a la persona más grande de todo el universo: Dios, que es el inspirador y el dador de todas las gracias, a Él, más que a nadie, le dedico esta historia, la cual gracias a su ayuda pude finalizar.

    Y por último, y no menos importante, a una persona muy especial, Sor Sandra, la cual siempre estará en mi corazón, en mi mente y, sobre todo, en aquel círculo de cariño y afecto que he reservado para ella.

    Prólogo

    El hombre actual desconoce muchas verdades por su completa ignorancia hacia las cosas que no puede ver y que, por consiguiente, desea ignorar. La felicidad en los últimos tiempos se ha vuelto un mito por una razón conocida: su no existencia. Pero, ¿cómo algo que pasa de una realidad a mito nunca existió? Así como complejo es entender esto, también es complejo el aceptarlo, en algunos casos, porque no todo humano piensa de la misma forma.

    Se dice que el cuerpo es el cuerpo, pero el cuerpo no es cuerpo cuando no posee de la unión de dos factores primordiales en la vida de todo ser humano. Hay una gran diferencia en lo que se siente y en lo que se piensa, pero esta idea se ha esfumado de la mente de tantos, los cuales viven la vida sólo por vivir.

    * * *

    En este mi primer libro, no existe un mensaje subliminal ni una ficción narrativa, sino que todo lo que presento es una realidad adornada por conexiones literarias utilizando conjuntamente un lenguaje metafórico.

    Las extensas palabras nunca definen todo, mientras que las más sencillas hacen más que eso.

    Esta obra no es más que una experiencia de vida que no termina aquí, ya que ninguna historia tiene un final, porque hay algo hasta más allá de la muerte.

    Nosotros no conocemos el motivo de nuestra existencia, ni tampoco si seremos felices, si es que no lo somos aún, pero si quieres conocer más sobre lo que no puedes ver por la simple ignorancia, estas palabras te servirán de mucho, porque aquí está la verdad sobre el hecho más estremecedor de todo el universo: tú.

    ¿Eres feliz?

    Una simple pregunta puede cambiar toda tu vida, porque es difícil responder, cuando aún se permanece en el recuerdo.

    ‘’Hay momentos en los que debemos lanzarnos al viento para comprender el motivo de nuestra existencia en este mundo, un mundo que está lleno de sorpresas, del cual no podemos estar tan confiados en que lo conocemos’’.

    El Autor

    CAPÍTULO I

    SÓLO ROBIN

    Mi nombre es Robinson, pero me llaman sólo Robin. Hace mucho tiempo que me encuentro pensando si debía escribir esta historia que ha marcado tanto mi existencia. Deseo compartirla con ustedes y les pido de antemano que no se sorprendan por las cosas que lean, sino que sólo visualicen esta historia que puedo definir como el libro de mi vida.

    El lugar en donde vivo es cálido y verdoso, se podría definir como maravilloso para algunos. Las nubes se encuentran separadas y el cielo despejado. Las calles de mi zona son únicas porque siempre están cubiertas por un polvo excesivo, como si fuese un desierto que se extingue con los años. Las personas de allí son solidarias y un poco reservadas, no salen mucho de casa, por eso casi nunca los veo, sólo a veces cuando llevan sus hijos a la escuela, cuando salen a tirar la basura o tal vez cuando llegan del trabajo. Me han resultado ciertas veces misteriosos, tal vez por el hecho de yo ser diferente a ellos, en muchos sentidos, por supuesto.

    Siempre he sido de muy pocas palabras, lo que es extraño en este tiempo en que vivimos, en el que el ruido se ha apoderado de todos. Tengo pocos amigos y con pocos me refiero a uno: Esteban, pero aun así soy feliz, por que él es honesto y un amigo real. En mi familia somos cinco en total: mis padres, que son muy comprometidos con su trabajo de Gerentes en la Agencia de Escritores Nueva Era, y mis dos hermanos, los que son más abiertos al mundo actual, estudian y comparten con todos los que les rodean; debo destacar que aquel silencio habitual en mí, sólo se rompía en las clases, ya que siempre he sido aficionado al estudio por el simple hecho de querer saber más, cada vez más.

    Mi vida, aunque no lo crean, no ha sido tan fácil. Desde niño he sido producto del bulling, porque todos siempre me han considerado como un bicho raro en la sociedad por ser diferente a los demás, diferente en el sentido de que estaba más inclinado a estudiar literatura, matemáticas… que el estar en una cancha de baloncesto por horas muertas, pero mis padres siempre me motivaban a seguir realizando lo que me gustaba hacer, aunque no de la mejor manera, pero ese era el resultado.

    Aún recuerdo aquel libro de Paulo Coelho que me obsequiaron mis padres el día de mi décimo cumpleaños, titulado ‘’El Peregrino’’, el cual me ayudó muchísimo en mi vida personal. En resumen, la razón de no ser como los demás quieren que sea, se ve respaldada por el deseo de aprovechar el tiempo al máximo y de trazar mi futuro, el cual quiero que esté lleno de éxitos, del que muchas veces he dudado.

    Había amanecido y los rayos del sol me obligaron a levantarme de la cama aún con sueño. Me duché y después de vestirme fui directo al calendario que estaba al lado de mi puerta y marqué con un crayón rojo el día 10 del mes de febrero del año 2010. En ese momento escuché la dulce voz de mi madre Rosalba, quien me llamaba desesperadamente a desayunar, pues se me hacía tarde para ir a la escuela HILTON, en la que estudio desde mi infancia.

    Mac y Helen, mis dos hermanos, ya se encontraban en el desayunador, terminando de beberse el jugo de naranja y organizando sus mochilas antes de que llegara el autobús.

    Me acomodé inmediatamente en la mesa y mi madre me sirvió el desayuno de siempre: tostadas y una manzana verde. Era mi desayuno favorito, tal vez por ser cotidiano.

    – Robin, ¿por qué te has demorado tanto en venir a desayunar? Sabes perfectamente que con tres retrasos escolares te suspenden por quince días.

    – Lo sé mamá, pero es que me encontraba muy agotado. Anoche no dormí bien pensando en mi examen de Literatura con el profesor Henríquez. Él lo pospuso la semana pasada para el día de hoy.

    – ¿No tuviste tiempo para estudiar antes?– intervino Helen, mi hermana menor.

    – No. Mis tareas de Matemáticas y Química no me lo permitieron– respondí.

    Las bocinas del autobús hicieron que mi tímpano vibrara, y más aún los correteos repentinos y desesperantes de Mac y Helen que salieron de la casa al instante, mientras que yo tranquilamente seguí dándole los últimos sorbos a mi jugo de naranja. No me alcanzo el tiempo de comerme la tostada, por lo que tuve que dejarla sobre la mesa.

    Mientras buscaba mi asiento en el autobús escolar, trataba de predecir las preguntas y respuestas del examen, de acuerdo a lo que recordaba. ¿Estarían fáciles o difíciles? Me preguntaba, temiendo equivocarme en alguna, y más aún en obtener una B como resultado, algo que nunca me había sucedido.

    El profesor Henríquez siempre me hacía sentir asustado y dudoso de mis conocimientos, y es que a la hora de tomar el examen su actitud de dictador y su mirada acusadora descontrolaba la mente de los estudiantes, quienes tienden a siempre obtener menos de una C, así mismo sucede en las exposiciones y en las mesas redondas, en la que debatimos sobre la literatura de los distintos siglos y de los autores más destacados de cada una.

    – ¡Hey, ¿cómo está el futuro presidente de la República Dominicana?! –

    – ¡Hola hermano! – le respondí, sin prestarle mucha atención por los nervios que me atormentaban en ese momento. Era Esteban, mi único amigo.

    ¿Estás estudiando para el examen de hoy? – me preguntó, mientras se sentaba a mi lado y se arreglaba su alborotado cabello rubio.

    En ese momento recordé las calificaciones de todos mis exámenes anteriores: A+, A+, A+… la preocupación había vuelto a apoderarse de mí. No me sentía listo.

    – Sí – le respondí – aunque creo que no servirá de mucho – agregué. – Anoche no pude estudiar lo suficiente y hoy el sueño me venció, me levanté un poco más tarde y no he podido ni siquiera leer el título de uno de los temas –.

    – No te preocupes tanto, Robin. Tú eres el mejor de la clase, tienes las calificaciones más altas de toda la escuela. ¿No es suficiente para ti?

    – De nada serviría si no puedo mantener esas calificaciones. – le dije.

    – Es cierto. Pero fíjate en mi caso, ni siquiera sabía que teníamos examen para hoy. ¡Estoy lanzado a la suerte!

    ¡Dios me ayude! – exclamó irónicamente.

    Podía sentir su tranquilidad y serenidad. ¿Cómo podía estar así si está poniendo en juego su futuro? A veces me resulta difícil entenderlo, pero no podía cambiarlo.

    – ¿En verdad crees que Dios te ayudará?– le pregunté.

    – Sí, ¿por qué no? – me respondió.

    – Es que si no te preocupas por ti mismo, menos se preocupará Dios. A veces pienso que no te importa para nada el aprender, el estudiar y prepararte – le dije.

    – Es cierto, no me interesa para nada – afirmó muy sonriente y seguro de sí mismo. Lo pude notar en sus ojos.

    – Ves, entonces es seguro que Dios no te ayudará a realizar algo que no te importa y que no te ocasione felicidad – le aseguré. Pero la conversación se vio interrumpida por la aguda voz del chofer, el Sr. Frederick, quien nos anunciaba que ya era hora de bajar del autobús.

    Esteban y yo nos bajamos inmediatamente, para evitar que el chofer se desesperara y comenzara a insultar a los alumnos como de costumbre.

    Observé la estructura impresionante de la escuela como lo hacía todos los días: eran cuatro grandes edificios en los que se encontraban las aulas, cada edificio contaba con 15 aulas. Tenía una cancha de básquetbol, una de fútbol, dos de béisbol, un salón de teatro, cuatro baños y la dirección, que se encontraba al pie del primer edificio, (los edificios eran denominados con nombres de personajes ilustres de la historia dominicana). Las aulas se clasificaban y se distinguían por códigos los cuales eran una combinación de letras y números. Mi aula era la A015 del edificio Juan Bosch.

    Hilton nunca dejaba de impresionarme; era fenomenal, considerando que es el único centro educativo en toda la República Dominicana completamente equipado y con una excelente planta física.

    La alarma de la escuela ya había sido encendida y todos los alumnos, al igual que yo, corríamos a nuestros salones. Extrañamente los maestros subían los pisos en segundos, hasta a los cursos más lejanos, por ejemplo mi salón, que se encontraba en el último piso.

    Al llegar al salón, dirigí mi mirada al escritorio del maestro y la primera sonrisa del día se dibujó en mis labios al ver que él no había llegado aún. Rápidamente me senté en una de las sillas del frente, saqué mi lápiz, el sacapuntas y el borrador para el examen, sin olvidar el cuaderno que ya traía en manos para estudiar un poco más, pero fue imposible ya que en ese mismo instante, un hombre de pelo negro como el petróleo y con ojos marrones había entrado al salón. Era el profesor Henríquez.

    – Buenos días profesor – le saludamos todos a una misma voz.

    – No tan bueno para ustedes, ¿verdad? – dijo el maestro, mientras el miedo y el terror nos consumía. Creo que esta vez me esperaba una C como resultado.

    – Eh… ¿puedo pasar profesor Henríquez? –. Esteban había llegado tarde al aula, pero aun así su actitud era serena.

    – Señor Esteban Mendoza, ¡tarde de nuevo! Esta vez como es examen lo dejaré pasar, pero por adelantado le anuncio que el resultado de su examen será F –. Esteban, sin darle importancia se acomodó al fondo del salón.

    – Queridos alumnos – dijo el maestro sentado en su escritorio – espero que no

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