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Más Allá Del Tiempo
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Libro electrónico447 páginas5 horas

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Información de este libro electrónico

Claudia crey siempre que jams querra a nadie como amaba a Carlos, su primer y nico novio, el de toda la vida y con el que estaba comprometida fsica y emocionalmente. Pero el destino le tena preparada una gran sorpresa, Antonio, el chico que conoci en el Colegio, el que le enseo lo que era el verdadero amor, el que calladamente se fue acercando a su corazn y se lo robo sin que ella se diera cuenta. Un amor superior a todo, que hace que ambos inevitablemente sean devorados por el mismo fuego. Un amor que fue victima del chantaje, las malas decisiones, las presiones y la ignorancia. Un amor que no pudo realizarse pero que perdur por aos y se fortaleci mas all del tiempo y que solo la muerte traera el olvido.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento3 may 2011
ISBN9781463301163
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    Más Allá Del Tiempo - Lourdes Yelitza Vega

    Copyright © 2011 por Lourdes Yelitza Vega.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2010941345

    ISBN:                               Tapa Dura                     978-1-6176-4387-3

                                             Tapa Blanda                   978-1-6176-4385-9

                                             Libro Electrónico           978-1-4633-0116-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    308501

    Contents

    Dedicatoria

    Agradecimientos

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Capítulo 29

    Capítulo 30

    Capítulo 31

    Capítulo 32

    Capítulo 33

    Capítulo 34

    Capítulo 35

    Capítulo 36

    Capítulo 37

    Capítulo 38

    Capítulo 39

    Capítulo 40

    Capítulo 41

    Capítulo 42

    Capítulo 43

    Capítulo 44

    Capítulo 45

    Capítulo 46

    Capítulo 47

    Capítulo 48

    Capítulo 49

    Capítulo 50

    Capítulo 51

    Capítulo 52

    Capítulo 53

    Capítulo 54

    Capítulo 55

    Capítulo 56

    Capítulo 57

    Capítulo 58

    Capítulo 59

    Capítulo 60

    Capítulo 61

    Capítulo 62

    Capítulo 63

    Capítulo 64

    Capítulo 65

    Capítulo 66

    Capítulo 67

    Capítulo 68

    Capítulo 69

    Capítulo 70

    Capítulo 71

    Capítulo 72

    Capítulo 73

    Capítulo 74

    Capítulo 75

    Capítulo 76

    Capítulo 77

    Capítulo 78

    Capítulo 79

    Capítulo 80

    Capítulo 81

    Capítulo 82

    Capítulo 83

    Capítulo 84

    Capítulo 85

    Capítulo 86

    Capítulo 87

    Capítulo 88

    Capítulo 89

    Capítulo 90

    Capítulo 91

    Capítulo 92

    Epílogo

    Dedicatoria

    SKU-000418275_TEXT_low.pdf

    Dedicada a mis hijos Kenia, Katia, Edgardo, Alfonso, Paola, Starr, Francisco y R. Luis, a mis hijas postizas Jessica y Priscilla, a mi otro hijo postizo César. Siempre han sido la rueda que mueve el motor de mi vida, me han llenado de esperanzas, colmado de alegrías, me han levantado cuando he caído y me han hecho sentir la mujer más importante del mundo con sus mensajes de amor, sus frases de orgullo y su inmensa fe en este proyecto.

    Agradecimientos

    SKU-000418275_TEXT_low.pdf

    A mis queridas amigas que más que amigas han sido mis hermanas y parte importante y escencial en esta novela: Tita que me insto a dar comienzo a este proyecto. Doris, mi representante y la que lleva mis finanzas. Inés la que a mi lado ha corregido el manuscrito y Maricarmen la crítica literaria, y todas juntas los pilares sobre los que me he sostenido a lo largo del proceso de este proyecto el que jamás habría conseguido sin ustedes. A mi esposo Norberto porque ha respetado mi espacio y se ha hecho cargo de todo mientras yo me he dedicado a escribir.

    Prólogo

    SKU-000418275_TEXT_low.pdf

    Estábamos todas reunidas en la cafetería, yo me estaba tomando un café, estaba distraída, tratando de terminar de escribir el ensayo que tenía que entregarle al profesor de español, corregía los últimos detalles, escuchaba a Mayte murmurar algo cerca de mí, no le estaba prestando atención, pero ella hablaba y hablaba y no me dejaba concentrar.

    —En serio te lo digo, tú le gustas – volvía a repetir.

    Levanté la cabeza fastidiada y la mire, era como un mosquito volando cerca del oído, y si no le hacía caso continuaría con lo mismo.

    —¿De qué hablas?—pregunté resignada

    —De que tú le gustas a Antonio – volvió a repetirme con una cara de completa seguridad.

    —Déjate de cosas Mayte, solo tú te has dado cuenta de eso, nadie más lo ha notado, tú y tu imaginación.—le contesté, y volvía repasar mi escrito.

    —¡Te aseguro que es verdad! ¿Teresa, tú has notado cómo mira Antonio a Claudia? – ahora se dirigía a las demás chicas que formaban el grupo de las que siempre que podíamos, estábamos juntas, la mayoría eran atletas, excepto Linda, Mary y yo, que según ellas y los chicos, no éramos atletas pero éramos las porristas.

    —¿Cómo? Yo no he notado nada – le contestó Teresa, que era la mayor del grupo, la de los consejos y los regaños, además de ser la capitana del equipo de baloncesto femenino del cole.

    —Ay chicas, ustedes están todas locas, me voy que tengo clase de inglés—les dije, levantándome y agarrando mis libros.

    —Y ahora yo sí me voy a fijar, porque él tiene la clase de inglés con nosotras – oí decir a Linda, quien a su vez se levantó y echó a andar conmigo.

    —Tienes esa tarea, fíjate bien, y verás que es verdad lo que te digo – gritó Mayte para que Linda la pudiera escuchar.

    SKU-000418275_TEXT_low.pdf

    Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere.

    (Elbert Hubbard)

    Capítulo 1

    Estudiábamos en un hermoso colegio inaugurado en 1974 y que se hallaba estratégicamente ubicado en una colina frente al océano Atlántico. Comencé a caminar con Linda hacia el segundo piso del mismo, donde se encontraba el salón de inglés.

    Habíamos sido amigas desde siempre, desde que estábamos en el sexto grado, y ya en la Universidad seguíamos tan amigas como entonces. Esa clase de amigas que más que amigas son hermanas. Ese tipo de amistad que todos deberíamos tener, porque son aquellas que siempre están ahí cuando tú las necesitas. Aún a través de los años y de la distancia, perduran, y gracias a Dios, yo he sido bendecida en ese aspecto, pues he cultivado unas hermosas amistades a través de toda mi vida. Todo ser humano debería cultivar para si algo tan precioso y tan importante.

    Linda sabía todo acerca de mí y viceversa, sabía de mis sueños y aspiraciones, sabía que estaba estudiando Ciencias Naturales para complacer a mi padre, pero lo que en realidad me apasionaba era leer y escribir, siempre estaba escribiendo de todo, poesías, ensayos, cuentos, historias, y sobre todo cartas. (No existe una sola célula de mi cuerpo que no disfrute el momento en que me siento frente a mi computadora a escribir todo el sin fin de palabras que produce mi cerebro con cualquier historia).

    Ella sabía que me hubiese encantado dedicarme a publicar mis escritos, pero lamentablemente, con la poca cultura que para esa época existía en relación a los escritores, no pude hacer mucho; unos me decían que solo la gente famosa podía ser escritora, que se tenía que invertir mucho dinero para poder publicar, y sobre todo que si escribía novelas románticas sería un rotundo fracaso.

    Se decía que los hombres no leían novelas románticas porque las consideraban cursis, y que no les gustaba que las mujeres las leyeran porque les hacía pensar en príncipes azules que las vendrían a rescatar, y esto los dejaría muy mal parados (y en esto creo que tenían razón porque mi primer esposo detestaba que yo leyera novelas románticas, y les aclaro que era por lo de mal parado y no por lo de los príncipes azules.) Pero ¿por qué nadie se preocupa por los que leen ciencia ficción, misterio o espionaje? ¿No creen que ellos también podrían convertirse en lunáticos o asesinos?

    Pues por temor a que me consideraran cursi, tonta o niña boba que solo veía las cosas de color rosa, decidí no dedicarme a ser escritora y sí a estudiar algo que luego me fuera de más provecho, pero les confieso que siempre continúe escribiendo aunque nunca me atreví a publicar nada, y siempre consideré injusto que las personas pensaran de esa manera sobre las novelas románticas. Siempre me dije: «¿Por qué no quieren leer acerca de todo lo que los hombres y las mujeres soñamos, tener a alguien a quien amar y que nos ame, hacer el amor, reírse y besarse?». No puedo entender aún cómo prefieren leer libros sobre asesinatos, abusos físicos, deterioro de valores morales y muchas otras atrocidades, que les pueden causar daño a el sistema, y no desean sentarse a leer una buena historia de amor que es algo con lo que sueña todo ser humano. Bueno, pero el mundo está muy difícil y cada vez más incomprensible, y como dice el refrán, «Cada loco con su tema».

    Pero un buen día, y después de muchos años y de muchas páginas escritas, perdí el miedo y me dije: «Ya es hora de que me dedique a hacer lo que en realidad deseo, voy a perder el miedo y publicaré mi primera novela, y no me importa si la compran o no, solo quiero tenerla en mis manos y decirme, realicé mi sueño».

    Siempre he pensado que escribir es como tener un hijo, es algo con lo que sueñas, luego se va formando poco a poco, lo vas viendo crecer dentro de ti, lo cuidas, inviertes en él tiempo y dinero, lo amas y lo imaginas en tus brazos, hasta que por último ya está listo para ser parido, y cuando ese momento llega y te entregan esa cosita en tus manos, la emoción te asfixia y no puedes evitar que las lágrimas corran por tu rostro, pero sobre todo la satisfacción es tan y tan profunda que te impide hablar, y a la par con las lagrimas aflora a tus labios una enorme sonrisa y de tu boca salen las palabras «Qué hermoso, cuánto lo he deseado y esperado, esta cosita es solo mía, cuánto te amo, cuánto trabajo he pasado por ti, pero ha valido la pena porque esta experiencia ha sido única, gratificante e inimaginable», y vuelves y lo estrechas en tus brazos y le propinas suavemente su primer beso. ¿No creen que la experiencia es tan parecida o casi igual que la de parir un hijo? Les confieso que para mí ha sido así, y que amo a mis libros como a mis hijos.

    Cuando somos jóvenes tenemos muchos sueños e ilusiones con nuestras vidas. Pensamos que todas se harán realidad, pero se nos olvida que la vida da tantas vueltas, cambiando todo lo que un día pensamos que iba a pasar… No somos dueños del tiempo ni de lo que nos depara.

    (LY Vega)

    Capítulo 2

    Pero continuando con mí historia y como les iba hablando de mi amiga Linda, así como ella sabía que yo había nacido para ser escritora, yo sabía que ella había nacido para enseñar y trasmitir conocimientos a otros. Había vivido conmigo mi noviazgo con Carlos, mi primer y único novio, y sabía mejor que nadie cuan enamorada me encontraba de él, al igual que ella de su novio de siempre, Rafael, con el que llevaba como diez años de novios. Siempre le preguntaba si no estaba ya cansada, y me decía entre bromas que lo que le pasaba es que no conseguía nada más. Siempre se la pasaba diciendo que no era muy agraciada, pero yo la encontraba encantadora con su dulce sonrisa y su suave tono de voz. Ambas estábamos comprometidas desde hacía años, no habíamos conocido más novios que ellos y ya nos visualizábamos casadas y con una familia.

    Yo era una chica bonita, con mi pelo negro y lacio, morena, de buen cuerpo y con unos oscuros ojos rasgados que me hacían parecer oriental, alegre, confiable y decían que muy dulce, características que me hacían atractiva y querida por todos los demás, aunque apenas me importaba. Eso sí, siempre me gustaba estar bien arreglada, lucir impecable, con accesorios a la moda, y con mis manos y pies nítidos; en fin, me encantaba estar a la moda como toda chica moderna, pero sumamente femenina, elegante y con clase.

    A pesar de tener mi novio y de que todos lo sabían, siempre tenía pretendientes, chicos que me encontraban preciosa, (decían ellos) y que intentaban un acercamiento, siempre en vano pues para mí solo existía Carlos.

    Carlos estaba muy enamorado de mí, yo estaba completamente segura de eso, él era un chico pobre que provenía de una familia con muchos conflictos: un padre alcohólico y maltratador, una madre abnegada y sacrificada, que luchaba sola para sacar sus hijos adelante en un ambiente hostil, donde el maltrato físico y emocional estaba a la orden del día. Carecían de todo, su pobreza era extrema, la madre cosía día y noche para ganarse un poco de dinero que no alcanzaba para los gastos de la familia que era numerosa, y además debía cubrir el vicio de alcohol del padre, que no aportaba nada al hogar. La niñez de Carlos fue triste, solitaria y carente de todo, y más de cariño, pues la única que le podía brindar amor era su madre, y esta no tenía tiempo para poder dedicar a sus hijos. De niño fue un solitario y de adulto también, siempre estaba serio, pensativo, apenas sonreía. Esto era una característica que llamaba la atención a las chicas, además de que era sumamente guapo y con mucha personalidad.

    Él fue el primero en fijarse en mí; cuando llegué a la escuela superior él ya estaba en el último año, pero yo le gusté y le gusté mucho, y aunque era muy jovencita, de apenas 14 años, no le importó y se arriesgó a que le dijeran rompe cuna. Comenzó a indagar sobre mí y se enteró que era una de las nenas riquitillas del pueblo, hija única de papá, el que era capaz de matar a cualquiera que le hiciera daño, (y eso sí era cierto). La situación estaba difícil, pues él no tenía nada que ofrecerme y pensaba que si mi padre se enteraba de donde provenía no le iba a permitir de ninguna manera que se acercara a su hijita querida (cosa que no era cierta, pues mi padre era un ser humano especial). De todas maneras se entusiasmó conmigo, y decidió arriesgarse.

    Así lo hizo y conquistó a la chica deseada, enamorándose de ella como jamás pensó que se podía enamorar y siendo correspondido de igual forma. Yo era una chica dulce y cariñosa que me esmeré en darle a Carlos todo el amor y la atención de los que había carecido durante toda su vida, quise llenar todos sus vacíos haciéndome imprescindible en su vida, prometiéndole y prometiéndome que siempre iba a estar con él, llenándolo de todo el amor del mundo. Él se aferró a mí como a nada, era la primera vez que tenía a alguien que lo quería de verdad y le hacía sentir importante. Nunca, nunca, permitiría que nos separaran, nada ni nadie lo lograría. Así comenzó aquel noviazgo, tan intenso y comprometido que en cuanto Carlos terminó la preparatoria y sin contar con recursos para poder continuar con sus estudios, decidió ingresar en el servicio militar que posteriormente le pagaría una carrera con la que podría ofrecerme todo a lo que estaba acostumbrada.

    Los sacrificios más difíciles son los que no vemos venir cuando no tenemos tiempo de pensar una estrategia, de apartarnos, de calcular las bajas. Cuando eso pasa, el sacrificio puede llegar a ser mayor de lo que podemos soportar.

    Capítulo 3

    Corría el año 1972. Estados Unidos de América, aliado a Vietnam del Sur, se encontraba en guerra con Vietnam del Norte y las Guerrillas Comunistas que actuaban en Vietnam del Sur. Estados Unidos había intervenido en esta guerra desde 1964 y esta había sido la confrontación más larga para este país, que no dominaba el terreno y no entendía el tipo de guerra en que luchaba ni al enemigo al que se enfrentaba. Estados Unidos de América había perdido miles de soldados en el frente de batalla y necesitaba muchos más por lo que el Gobierno llevaba a cabo una propaganda agresiva por todo el país en la que se le ofrecían villas y castillos a los jóvenes para que estos ingresaran al servicio militar. Los reclutadores iban por las escuelas superiores y daban conferencias de los beneficios que los jóvenes podían obtener si se alistaban en el ejército. En aquella época no existían tantas ayudas como hoy día para poder estudiar en la universidad, y a muchos jóvenes de escasos recursos económicos se les hacía sumamente difícil ingresar a alguna universidad y hacerse de una carrera profesional, por lo que gran cantidad de ellos encontraban en el reclutamiento militar una alternativa que le proporcionaría dinero para cubrir los gastos universitarios una vez llegaran de la misión militar. Esto si lograban sobrevivir y si lograban llegar sanos física y emocionalmente, cosa bastante difícil y en esta guerra mucho más. Esta guerra se caracterizó por larguísimos periodos de inactividad o de marcha interrumpida salpicados por momentos de lucha sangrienta. El tedio de la selva y la tensión de un posible ataque, destrozó los nervios de los soldados, e hizo que la gran mayoría recurriera a las drogas, como el opio, que abundaba en la selva y se le facilitaba a los soldados.

    Pero este no era el paisaje que le presentaban a los jóvenes a la hora de reclutarlos, y entre el no saber qué hacer al terminar la preparatoria y no contar con recursos suficientes, decidían que esta era su mejor opción, y así también lo creyó Carlos, que al terminar la escuela superior se alistó en el ejército por dos años y medio.

    Carlos se fue, y yo terminé la preparatoria e ingresé a la Universidad, donde hice nuevas amistades, pero siempre Carlos estaba ahí, era mi novio, el primero y el único, y aunque estaba lejos, manteníamos comunicación a través de cartas que nos enviábamos casi a diario.

    La mayoría de las veces tú no te das cuenta de las cosas a tu alrededor y pasan inadvertidas hasta que otras personas que sí están observando fríamente te lo hacen notar.

    (LY Vega)

    Capítulo 4

    Llegamos al salón de clases donde Antonio ya estaba sentado; por primera vez me fijé en él y me sentí un poco nerviosa al acordarme de lo que Mayte había comentado y de lo que yo no me había dado cuenta. Linda me pellizcó en la espalda, como haciéndome referencia a lo que yo estaba pensando. Nos sentamos en la parte de atrás desde donde podía ver la espalda de Antonio. Tenía una espalda amplia y era muy alto, su nuca era sumamente ancha, se veía tan poderoso e imponente, ¡Dios mío, en qué estaba pensando! Mayte me estaba dañando la mente. Como si él supiera lo que estaba pensando, se volteo y me sonrió, tenía una sonrisa dulce pero era feo, muy feo, ¿qué me pasaba? Logre mirarlo con detenimiento, su piel era blanca, sus ojos eran verdes, tenía el pelo lacio y obscuro, una boca más bien fea; en fin, era feo, pero algo en su mirada, algo en su sonrisa, me llamaba la atención, trataba de descubrir qué podía ser.

    —Antonio, ¿te puedes voltear y prestar atención a la clase? —oí cuando la profesora le llamó la atención.

    —Como usted diga —respondió, mientras Linda reía por lo bajo.

    Durante toda la clase estuve tratando de analizarme ¿por qué ahora me llamaba la atención? ¿Era porque Mayte me lo había hecho notar? ¿Acaso siempre me gustó y no lo había notado? Sabía que no era mi tipo, en realidad Carlos era mucho más guapo que él, pero sí recordaba que siempre que estábamos en grupo me llamaba la atención, había algo en él que hacía que todos se sintieran a gusto en su compañía, hablaba con todos, se reía siempre, era respetuoso, amable, sencillo, reflejaba una nobleza que hacía que los demás quisieran estar con él. ¿Será que poseía un aura especial? ¿O tal vez era su karma? Karma, que lo quiere decir es que cada uno obtiene lo que se merece. Conclusión: él siempre ha sido bueno, porque por lo que he leído de esta filosofía, tú cosechas lo que siembras, es como la ley de la física, por cada acción hay una reacción.

    De todo esto me había dado cuenta, pero de que yo le gustara, de eso no me había dado cuenta. Cuando terminó la clase fuimos las últimas en salir, él se rezagó y nos esperó.

    —¿Van al juego esta noche? —nos preguntó.

    —No sabemos, ¿va a ser en la cancha del Cole? —quiso saber Linda.

    —Sí, es aquí, pueden venir a pie con las muchachas desde el hospedaje, creo que Mayte viene.

    Me miró y me preguntó:

    —¿Vas a venir?

    Apenas pude mirarlo y le contesté:

    —Puede ser.

    ¿Qué me pasaba? Estaba nerviosa, sentía mariposas en el estómago, todo por culpa de Mayte que se puso con esas boberías; bueno ya me pasaría, es que me sentía como conejillo de India.

    —¡Es verdad, es verdad, es verdad! —decía y repetía Linda— le gustas, le gustas —volvía a repetir.

    —Cállate, por Dios, que te puede escuchar —le contesté algo preocupada de que pudiera escucharnos.

    —No seas tonta, si ya él sabe que tú le gustas, la que no lo sabes eres tú, y ahora lo acabas de corroborar —me comentaba Linda mientras bajábamos por las escaleras que nos conducían a la cafetería donde nos esperaban las otras chicas.

    La cafetería no era muy amplia, pero siempre estaba llena de estudiantes, aunque a esa hora (casi las tres de la tarde) quedaban muy pocos. Levanté una bandeja y me serví unas uvas y un café, rara combinación, pero a mí me gustaba, además de que era lo más barato, y como casi todos los estudiantes que estudian lejos de su casa, siempre teníamos el bolsillo pobre. Linda, que estaba igual de pobre que yo, también se sirvió un café, pagamos y nos dirigimos a la esquina de siempre. Allí estaban Teresa y Mabel. Acercamos las sillas y nos sentamos.

    —¡Es verdad! —exclamó Linda sin poder aguantar.

    —¡Calla! —le dije.

    —¿Qué es verdad? —preguntó Teresa.

    —Que a Antonio le gusta Claudia —respondió Linda con total seguridad.

    -¿En serio? —volvió a preguntar Teresa mientras me miraba. Yo cerré los ojos y les dije:

    —Está loca, todo es porque como Mayte lo dijo, pues ella ahora también lo cree, pero no es cierto —traté de refutar.

    —Es verdad lo que digo, ya verás.

    —No te preocupes, que yo me voy a fijar y te voy a decir si es o no es verdad. Esta noche hay juego aquí en el Cole y podremos observar —comentó Teresa dándolo por seguro. Conocía a Antonio, hacía dos años, desde que él había comenzado a estudiar en el Cole y formaron parte del grupo de los atletas, además de que se había convertido en su amigo personal.

    —Y yo también —aseguró Mabel.

    Nacemos, vivimos y morimos, a veces no en ese orden. Enterramos las cosas para desenterrarlas otra vez. Así que si la muerte no es el final no puedes dar nada por hecho. La vida es lo más frágil, inestable e impredecible que existe.

    (LY Vega)

    Capítulo 5

    Esa noche nos preparamos y salimos a ver el juego, pero antes pasamos por donde se hospedaba Mayte, que era apenas unas calles después, la recogimos y continuamos el camino hasta la cancha del Cole.

    Ya habían llegado bastantes estudiantes, casi todo estaba lleno y los jugadores estaban calentando. Nos paramos en la entrada buscando dónde estaban sentadas el resto de las muchachas; las localizamos en las gradas, bastante arriba. Teresa, Mabel y las otras nos hicieron señas para que subiéramos.

    —Por poco no llegan, ya el juego va a empezar —dijo Teresa.

    —Tuvimos que obligar a Mayte a que se bañara y arreglara, pretendía venir tal como estaba, ¡imagínate! —le comenté a las chicas en tono de broma.

    —Mentirosa, lo que pasó es que me quedé dormida y cuando ellas llegaron tuve que vestirme rápido porque ya sabes no quisieron que viniera sin arreglarme —se rió Mayte.

    —¡Mira, mira! ya nos vio, está mirando para acá arriba —exclamó Mabel, que estaba pendiente de lo que pasaba en la cancha y no quería perderse detalle.

    —Les diré que sospechamos que lo que dice Mayte es cierto —comentó Teresa—. Cuando llegamos casi no había nadie y cuando entramos Antonio nos llamó y nos preguntó si ustedes venían, le contesté que creíamos que sí y le pregunté que cuál era el interés, si había alguno, claro. Él se echó a reír y se fue a la cancha, ¿qué creen?

    —Yo lo dije. Y estoy cien por ciento segura, ja, ja, ja —reía Mayte.

    —Ay Dios mío,

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