Primer Amor: Solamente Una Vez En La Vida: Una Memoria
Por Violeta Barrett
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En sus conmovedoras memorias, Violeta comparte un viaje nostlgico y emocional en el cual principios, amor y obligaciones colisionan, forzando a tomar decisiones inesperadas. Entusiasmada por la cultura mexicana y el encanto de Jorge, Violeta pronto se ve atrapada por la alegra de ser amada. Pero al poco tiempo ella debe regresar a sus obligaciones, dejando atrs a Jorge. A travs de las ms de setenta cartas de amor que recibira de Jorge durante los prximos aos, los dos comparten una pasin prohibida, hasta que las fuerzas de la moralidad prevalecen. Hace casi cincuenta aos, Violeta y Jorge se enamoraron, cambiando sus vidas para siempre. Su historia sincera demuestra que al verdadero amor no le afecta el tiempo, es perpetuo, es eterno.
Violeta Barrett
Violeta Barrett, a Brooklyn transplant, moved from Canada to Ft. Myers, Florida, where she resides today, following her second husband’s death. She has been published in the anthology Beyond Coping, and her poetry and writings have been printed in her local newspapers. FIRST LOVE received the Pinnacle Book Achievement Award for 2012 winner ih the Category of Memoir. Her passions are classical music, travel, photography, and, of course, love.
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Primer Amor - Violeta Barrett
Copyright © 2011 por Violeta Barrett.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2011927044
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-0181-1
ISBN: Tapa Blanda 978-1-6176-4085-8
ISBN: Libro Electrónico 978-1-6176-4084-1
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
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206727
Dedicado a Jorge
Prólogo
¿Estaba alucinando? ¿Qué podría haber desencadenado esta aparición repentina, cuando puedo contar con una mano el número de veces que me permití pensar en él en cincuenta años?
Hace apenas una semana, estaba ocupada con mi vida, como siempre. Entonces, sin razón, un susurro del pasado me hizo parar en seco. Él se abrió paso en mi mente, primero suavemente, luego exigiendo atención. Ahora no puedo sacarlo de mi cabeza.
¿Puede haber en ello algo relacionado con el mito acerca de las conexiones espirituales? Desde un polvoriento rincón de mi memoria, él regresó ayer. Me acordé de las cartas que habían mantenido vivo nuestro amor durante esos cuatro años de nuestra aventura. A pesar de muchos cambios, había guardado sus cartas, setenta y seis de ellas, atadas con una cinta roja y guardadas en una caja. Las busqué y las saqué de su escondite. Amarillentas con la edad, algunas de ellas rotas y arrugadas, aquella carta marcada con el número 1
, comenzaba: Mi queridísima Vy . . .
Un Homenaje al Amor
Sin un segundo pensamiento, dedico este libro a Jorge, cuyas cartas, las cuales he releído al menos una docena de veces, me inspiraron, no, de hecho me obligaron a escribir nuestra historia de amor. Sin las cartas, no habría libro. Fue muy difícil comenzar a escribirlo y más difícil todavía hacer que mi editor lo leyese. Pero envalentonada por las discusiones que tuve con él, comencé a reconsiderar mis inhibiciones. Desde la persona reservada que había sido hasta entonces, surgió una nueva yo. Empecé a dejar que amigos y extraños leyesen y criticasen mi libro. Pronto me obsesioné con todo ello. Llegó a convertirse en el tema del día en algunos de los lugares más inverosímiles (la oficina de mi cirujano ocular, la tienda de ropa Saks, una oficina de FedEx) y con algunas de las personas más insólitas (un especialista en el cuidado de la salud, el gerente de un banco, un agente hipotecario, un traductor en Buenos Aires, un técnico informático en la India). En poco tiempo, me di cuenta de que a casi todo el mundo le encanta disfrutar de una hermosa historia de amor.
Fue con estímulo, sorpresa, impacto y asombro, que este libro se convirtió en realidad. Para algunos trajo recuerdos agridulces de su propia cosecha, para otros, hizo brotar lágrimas, y para otros, confesiones. Y para muchos, trajo el deseo de una experiencia de amor verdadero todavía desconocido.
Si bien mi primera y única intención era escribir esta historia para Jorge, pronto me di cuenta de que es evidente que a veces las cosas tienen que decirse y por ello, este libro vio la luz. No importa cuáles sean las circunstancias, el amor sigue siendo amor. De esta experiencia he descubierto también que el dicho, El verdadero amor nunca muere,
no es una mera trivialidad cultural, es un hecho. Puede desvanecerse con el tiempo, puede yacer latente durante años, pero sigue siendo una parte de ti. Es eterno.
Algunos de mis amigos me preguntaron por qué había guardado las cartas de todo este tiempo. Nunca se me hubiera ocurrido a tirarlas. Al fin y al cabo, eran cartas de amor—hermosas cartas de amor. Cuando comencé a leerlas de nuevo por primera vez en cincuenta años, no pude parar. Sentí que la pasión se agrandaba dentro de mí, y me quedé despierta toda la noche, pasando folio tras folio escrito a mano hasta las primeras luces del alba. Yo había borrado esos recuerdos de mi mente, pero en un solo segundo, volvieron a la vida tras años de estar congelados en el tiempo.
Visto desde una perspectiva de cincuenta años, es cierto que Dios actúa de maneras misteriosas. Así como fue en nuestra separación, las circunstancias que nos hicieron juntarnos son demasiado perfectas para ser una coincidencia.
No puedo dejar de preguntarme si en aquel entonces, como una mujer joven con una ocupada carrera, había apreciado plenamente estas cartas como lo hago ahora. Pensar que una vez fui amada como una princesa de un cuento de hadas, no sólo hace maravillas para mi ego en esta etapa de mi vida, sino que me proporciona profundas e inefables emociones.
Me pregunto, también, cómo eran mis cartas, cartas que él parecía apreciar. ¿Alguna vez llegué a decir en ellas lo que diría ahora? Lo menos que podría decir seria, Desde el fondo de mi corazón mi querido Jorge, gracias por amarme.
Agradecimientos
En primer lugar y ante todo, quiero dar las gracias a Jorge por sus hermosas cartas, las cuales me han inspirado a escribir este libro. No podría haberlo escrito sin sentir las tiernas, íntimas y conmovedoras expresiones de amor que emanan de casi todas las hojas escritas por él.
Cuando sentí esa compulsión irresistible de escribir nuestra historia y me senté frente a mi computadora para empezar, las palabras brotaban fuera de la página. Pero sólo después de recibir la crítica de mi editor Robert Kidd, fue cuando me di cuenta de cuánta más honestidad y franqueza iba a necesitar poner en este trabajo. Mi profundo agradecimiento a él por su infinita paciencia, su claridad de crítica y alabanza, y por permitirme escribir mi historia. Gracias, también, a Neil Burgess y Susan Gibson, quienes leyeron el manuscrito en una temprana y crítica etapa y ofrecieron sus sugerencias y apoyo entusiasta. Mi más sincero y sentido agradecimiento va por tantos otros que hicieron este libro posible comenzando por Vasja Glokevic, Judy Ford y Sarah Blackwood, quienes fueron mis lectores de prueba en mi Crucero Adriático de Invierno la Navidad pasada. Para Flavia Harvey, no sólo por sus ingeniosas habilidades de diseño gráfico que me permitieron incorporar las imágenes en mi libro, sino por su profundidad, emoción y sabiduría; a Kathy Bonick por sus ánimos, con Dalia Zepeda, el primero de muchos ángeles
que entrarían en mi vida gracias a esta historia de amor; a Esmeralda, su hija y mi ferviente fan a quien he prometido dar la primera copia de la imprenta. Para mi nueva y querida amiga además de traductora Melyssa Briceño, con quien estoy en deuda. Para Ricky Myers, cuya propuesta fue para mejorar el libro con imágenes, y por la especial atención y compromiso personal que le dio a mi proyecto. Para Luis Antonio Gonzalez, por su inestimable asesoramiento legal, por asegurarse de la fidelidad de los datos historicos, y por su incansable diligencia, constancia y confianza. Para Iván Ramírez Villatoro, por el artículo maravillosamente sensible que escribió sobre mi historia para el periódico mejicano El Excelsior y a Pablo García Méndez, cuya atención y gentil persuasión me indujeron a tener la versión en inglés de mi libro publicado también en español. Por último, mi más sincero agradecimiento y gratitud a Alicia McBrayer por su eterno optimismo, amistad inquebrantable, su comprensión, interés, compasión y su generosidad de corazón.
Índice
Prólogo
Un Homenaje al Amor
Agradecimientos
Primer Amor
Fotografías: Violeta y Jorge
Las Cartas de Jorge
Nuestra Canción de Amor
Referencias
Acerca de la Autora
Uno
La mayoría de las mujeres sueñan con encontrar amor. Muchas lo consiguen, pero para muchas otras, todo se queda en un sueño. Yo fui una de las afortunadas, o eso pensé. Pero el amor no siempre llega en un bonito y fantástico envoltorio; realmente puede ser agonía y éxtasis al mismo tiempo.
Lo que estoy a punto de contarles es una historia de amor—la historia de mi primer gran amor. Todo comenzó con un inocente encuentro entre una turista y un guía turístico. Fue en el año 1956. Estuve trabajando durante más de una década para una firma de inversiones de Wall Street. Recién salida de la preparatoria y llena de ideas y ambición, me abrí camino hasta lo alto de la escalera de poder ejecutivo durante una época en la que algunas mujeres cargaron con la etiqueta de mujer trabajadora.
La mayoría de mis amigos estaban casados con hijos; así eran las cosas. Yo por mi parte, también estuve casada pero me había separado de mi esposo al cabo de dos años. El matrimonio nunca se llegó a consumar.
Sintiéndome estresada y con exceso de trabajo, era el momento para unas vacaciones por lo que contraté a un agente de viajes para encontrarme un lugar donde pudiese recargar energía. Ese lugar fue México. Recuerdo lo preocupado que mi papá estaba por irme a un país el cual él asociaba con regímenes revolucionarios y los tiempos de revuelta de Emiliano Zapata y Pancho Villa. Por el contrario, mi madre, cuyo romanticismo he heredado sin duda, pensó que era algo emocionante e intrépido.
El avión llegó poco después del atardecer. Al comenzar a descender, el capitán anunció que volaría en círculo antes de aterrizar para poder ver las luces de la ciudad en lo bajo, amontonadas en un valle y rodeadas de un casi perfecto círculo de montañas de cumbres nevadas un espectacular preludio de lo que estaría por llegar. Una agradable brisa entrelazada con una dulce melodía, fue lo primero que cautivó mis sentidos al descender del avión.
Mariachis con sus trajes cantando y rasgueando las guitarras nos dieron la bienvenida a la Ciudad de México. Azules pavos reales, con sus erguidos y resplandecientes abanicos de tornasolado color, se pavoneaban entre los turistas recién llegados.
Nerviosa por la emoción, miré a mí alrededor para orientarme, cuando de pronto, una profunda y acentuada voz dijo, Señora Barrett? Mi nombre es Jorge, y soy su guía turístico de la Agencia Felicity.
No recuerdo haber sido llevada al Hotel Del Prado, donde el tour comenzaba al día siguiente, pero sí recuerdo vagamente un número considerable de gente congregándose en el lobby aquella mañana. Nos mantuvieron como a un mismo grupo durante todo nuestro tiempo en la capital, después nos separarían de acuerdo con los destinos elegidos, y nos reuniríamos de nuevo en Acapulco para el viaje de vuelta a la Ciudad de México.
Las vistas y sonidos de la metrópolis me tuvieron pegada a la ventanilla del carro. Los asombrosos contrastes enseguida tomaron toda mi atención. Por un lado, los modernos rascacielos alzándose sobre puntos de referencia coloniales, transitados bulevares, museos, monumentos, plazas, y el Palacio Nacional con un deslumbrante despliegue de murales de Diego Rivera en sus pasillos interiores. Al otro lado, un bronceado hombre de bigote y vistiendo un sombrero de paja, se sentaba desplomado sobre un burro; un colorido zarape colgaba de sus hombros al mismo tiempo que se abría paso a través de la bulliciosa ciudad. Una mendiga de pelo trenzado y piel oscura, con un niño mamando de sus senos, reposaba en el lateral de un edificio.
El Parque de Chapultepec en lo más alto de la ciudad era mi lugar favorito. Tenía acres llenos de vegetación con altos y centenarios árboles; apetecibles bancos para sentarse y tranquilos senderos; un zoológico y un tren para los niños el cual serpenteaba por el centro del parque; y posado en lo alto, un castillo. Supe de Maximilian 1 y Carlotta, quienes llegaron aquí mientras los franceses aún dominaron el país durante un tiempo, y sobre los jóvenes héroes de la guerra México-Americana, quienes murieron defendiendo el honor de su país.
Dirigiéndonos hacia el sur de la ciudad, llegamos a Xolchimilco. Pequeños barcos de fondo plano y engalanados con flores, nos propulsaron con soltura a través de los jardines flotantes. Gran cantidad de familias felices disfrutaban de su excursión de domingo. Bandas de mariachis pasaban navegando o acercaban sus barcos al nuestro; y música y el aroma de las flores, y comida bien picante