HERIDAS AL AIRE

lleva a sus cuatro nietas de regreso al pueblo, a la casa en la que murió y que han heredado. Cuatro mujeres jóvenes y un legado común, de eso habla la nueva novela escrita por la narradora de 'la voz de miles'. Es la historia que más le ha costado terminar y, también, la que más ha disfrutado. Aixa de la Cruz nos literaria que pisa fuerte. Es una pregunta complicada porque la respuesta rápida es que nunca había disfrutado tanto de escribir un libro y en este he tardado dos años. He llegado a tener una sensación de estar viviendo en el universo ficcional que yo misma había creado, no me había pasado nunca y ha sido realmente fascinante. Los pensamientos que me venían eran como visualizaciones de mis personajes con un rostro propio; los tenía tan interiorizados que llegué a verlos. Ha sido un cambio de registro, un cambio de género muy fuerte. Al final lo que te engancha de un proyecto narrativo es que siempre haya algo sorprendente y distinto a lo que hiciste la última vez. En la novela hay muchos temas pero yo creo que sucedieron dos cosas que son importantes y que son los dos temas principales de este libro. Por un lado, algo que creo que nos pasó a todas cuando estábamos en pandemia confinadas, aisladas de nuestra red de apoyo, creo que todas sentimos en algún momento síntomas de sufrimiento psíquico. Esto me llevó a preguntarme de qué manera podemos construir alternativas comunitarias para no estar solas. Para mí era importante que el texto se dirigiera hacia el planteamiento de una pseudoutopía; que las protagonistas, en sus contextos y con sus circunstancias, intentaran encontrar una alternativa a todo aquello que las estaba enfermando.   Un poco las dos. Tiendo a obsesionarme con mis heridas, soy una persona muy hacendosa y estudiosa, es decir, soy alguien que atraviesa una depresión que hace que no puedas estar en público y de forma incontrolada me pongo a llorar. Lo que hago es encerrarme en mi casa y leer textos de Freud sobre la depresión o la melancolía. Una forma de sentir que tengo el control sobre lo que me está pasando es siempre a través de indagaciones pseudobiográficas. Siempre hay primero una herida que genera más de una obsesión libresca o de referencias porque es mi forma de atajarla. Cuando falla el sistema, parece que lo único que nos queda es volver a casa. Pero me preocupa mucho romantizar este regreso porque tenemos que ser conscientes, afortunadamente no es mi caso, de que hay gente que acarrea heridas por cosas que le sucedieron en su entorno familiar en la infancia. Para muchas personas volver a casa es volver al lugar donde se gestó el trauma original y por tanto está cargado de violencia; ese regreso, esa vuelta al refugio familiar no es para ellos nada amable. Entonces esta ambivalencia como el primer lugar donde se gestan las ‘violencias’ y al mismo tiempo el único refugio que nos queda, esa tensión que se da, también atraviesa el texto. Me interesa mucho encontrar en mi malestar todo aquello que tiene causas sistémicas y yo creo que el motor siempre suele ser intentar entender cuántas de las cosas que me atraviesan, que me hacen estar incómoda con el mundo, son de hecho producto de un sistema que nos está haciendo lo mismo a todas. Siempre intentar a través de la literatura, hacer que lo personal sea un poco colectivo.