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Diario Perdido
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Libro electrónico99 páginas1 hora

Diario Perdido

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Información de este libro electrónico

Elle es nueva en la escuela.
Ella conoce a los primos Carpentier. Dylan, el jugador de Fútbol Americano y
a Iva, el cantante de una banda de Rock aún en el comienzo de su carrera. Y
desde entonces dos amistades distintas se forman en su vida. Una de ellas,
más intensa y la otra más superficial, no obstante, ambas incomodarán su
mundo.
Un romance para adolescentes.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento5 dic 2019
ISBN9781393338451
Diario Perdido
Autor

Pet TorreS

Pet TorreS is the pseudonym created by the author with the initials of her real name and surname.The author is a young woman who was born in the interior of Rio de Janeiro. She attended the Fashion Design faculty.However, Pet TorreS has been writing novels since she was 10 years old. In 2008 alone, she decided to pursue her career as a self-published author and expose to the world her beautiful love stories.One of your dreams is to be eternalized by her works.Pet TorreS is also a porter of Rheumatoid Arthritis and Lupus. She came to discover it just a few years ago and these illnesses have shaken up her daily routine to continue writing beautiful novels.

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    Diario Perdido - Pet TorreS

    Sinopsis

    Elle es nueva en la escuela.

    Ella conoce a los primos Carpentier. Dylan, el jugador de Fútbol Americano y a Iva, el cantante de una banda de Rock aún en el comienzo de su carrera. Y desde entonces, dos amistades distintas se forman en su vida. Una de ellas, más intensa y la otra más superficial, no obstante, ambas incomodarán su mundo.

    Un romance para adolescentes.

    Capítulo 1

    MIRANDO POR LA VENTANA

    ELLE

    Aquella tarde, mirando por la ventana, percibí que el cielo estaba algo especial. El color anaranjado mezclándose con las nubes, me hacía una suave invitación a continuar contemplándolo de forma simple pero honesta y exclusiva.

    Mi madre había hecho una rápida escapada a la ciudad para ir al banco y verificar sus ahorros. Entonces yo decidí permanecer en casa, justamente nosotras dos nos habíamos mudado a una nueva casa, en un barrio desconocido en otra ciudad.

    De hecho, yo había llegado a la conclusión de que quizás mi madre y yo coleccionábamos ciudades. No a propósito, pero tal vez porque las necesidades nos obligasen a actuar de tal modo.

    Crucé mis brazos alrededor de mi cintura y acabé abrazándome a mí misma, aún manteniendo mis ojos fijos en el cielo.

    La brisa del día era suave, no hacía tanto calor como de costumbre. Y súbitamente liberé un breve suspiro y me alejé de la ventana abierta, aún con la mente dispersa.

    Actualmente vivíamos sólo mi madre y yo. A mi padre no lo conocía, porque me había abandonado ni bien supo de mi existencia en el vientre de mi madre. Entonces, no es difícil para nadie comprender que yo pueda llamar a eso rechazo.

    Aún sin conocerlo, nunca lo odié o lo odiaría por eso.

    Sólo deseaba mantenerme alejada de él como había hecho toda mi vida.

    Capítulo 2

    LA PRIMERA VEZ EN EL MERCADO

    ELLE

    Usando básicamente un jean gastado, remera blanca y zapatillas All-Star blancas, examiné de arriba hacia abajo algunos pasillos de salados embalados antes de ir hacia la parte de atrás del mercado, donde la sección del café estaba desparramada contra la pared.

    De repente, percibí que alguien vigilaba mis movimentos allí. Me dí vuelta instintivamente para encontrar al cajero solitario detrás del mostrador mirándome. Él usaba un uniforme amarillo. Era alto, atlético y parecía tener menos de veinte años. Usaba una gorra de béisbol azul oscuro que oscurecía una buena parte de su rostro. Yo dirigí mis ojos hacia él y en silencio giré de espaldas nuevamente y me fuí caminando hacia el sector de los dulces.

    De esa forma, desaparecí de su visión por algún tiempo.

    Instantes después, mi madre apareció por encima de mi hombro derecho y tomó un paquete de caramelos de gomitas. Cuando ella me miró, murmuró con una sonrisa en los labios. Su lápiz labial color chocolate iba perfecto con sus ropas color marfil: - Voy a llevar esas gomitas para distraerme mientras miro las novelas en la televisión.

    Le sonreí yo también. Ya sabiendo qué final tendrían los caramelos de azúcar al atravesar la garganta de mi madre que amaba comer dulces en las horas libres – La señora y sus gomitas!

    Mami sacudió la cabeza, intentando redimirse –Hija, te juro que intento librarme de ellas, pero no puedo.

    Cuando llegamos al mostrador para pagar todo lo que habíamos comprado, yo aún podía sentir la mirada misteriosa del cajero hacia mí, aunque el ángulo de la gorra todavía mantuviese sus ojos casi siempre cubiertos. Colocamos todas las mercaderías en el mostrador de madera y mi madre sacó la billetera de la cartera, toda hecha en cuero auténtico color marrón oscuro.

    -$ 77,50, SEÑORA. – dijo el cajero al tomar el dinero que mi madre le había ofrecido con toda educación.

    Mi madre giró hacia mí con una expresión curiosa en el rostro. Ella balanceó la cabeza y una pequeña sonrisa saltó de sus labios. Volviendo hacia el cajero, ella recibió el cambio del vuelto en dinero.

    Cuando ella colocó la billetera casualmente de nuevo en su cartera, su voz pronunció: - Gracias, jovencito!

    -De nada, señora. – él retribuyó.

    Entonces, mi madre y yo tomamos los paquetes de cartón del mostrador y dejamos el mercado por la puerta del frente, toda de vidrio, que tenía una campana colgada encima de ella. Mientras nosotras estábamos caminando en dirección a nuestro automóvil parado en el área de estacionamiento, mi madre me miró divertidamente e hizo un comentário a propósito.

    -A mis veinte añitos!

    Yo me sonrojé por el comentario de mi madre. Ese tipo de afirmación no le quedaba bien a ella. Ella era mi madre y también a su edad no lo permitía. – ¿No me diga que la señora quedó interesada en el cajero?

    -Claro que no, hija! Él tiene edad como para ser mi hijo! Sólo estoy burlándome de ti! – ella me empujó en las costillas. – Yo percibí que él se quedó observándote casi todo el tiempo.

    -Yo también percibí eso... – apreté la bolsa de cartón contra mi pecho. Y recordé otro tipo de mirada de parte del jóven. – Pero percibí que él sólo estaba vigilando

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