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Veintitrés Cuentos Para Recordar
Veintitrés Cuentos Para Recordar
Veintitrés Cuentos Para Recordar
Libro electrónico137 páginas1 hora

Veintitrés Cuentos Para Recordar

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Esta recopilacin de cuentos, busca rescatar tradiciones y valores del ayer y hoy. Del ambiente rural al urbano. De la familia, la escuela y la sociedad. Est dividido en tres secciones: la primera tiene que ver con los misterios de la vida en donde la ciencia, en sus diferentes manifestaciones, niegue muchos de los acontecimientos escritos. Pero ah estn, aunque no existan. La segunda refiere ancdotas recreadas en el ambiente escolar. La esperanza y sufrimiento acompaan estas experiencias. La tercera nos habla de hechos aparentemente cotidianos que enfrentamos en nuestro diario vivir.; sin embargo, muestran grandes sorpresas y enseanzas

IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 nov 2010
ISBN9781617643002
Veintitrés Cuentos Para Recordar
Autor

Profr. Fidel Silva Flores

Fidel Silva Flores nació en el año de 1953 en Peñón Blanco, Durango. Estudió en la Ciudad de México para profesor de educación primaria y secundaria en la Escuela Nacional de Maestros, Universidad Pedagógica Nacional y Escuela Normal Superior (Especialidad de Física y Química); Cuenta además con el título de Cirujano Dentista por la Universidad Autónoma de México. El proceso de titulación en la Maestría en Educación con campo en Educación Ambiental, le permite vislumbrar la problemática ambiental recurrente. Actualmente se desempeña como profesor de Ciencias en Física y Química a nivel secundaria.

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    Veintitrés Cuentos Para Recordar - Profr. Fidel Silva Flores

    ÍNDICE

    AGRADECIMIENTOS

    INTRODUCCIÓN

    SIETE CUENTOS INEXPLICABLES

    EL RELOJ

    ENSUEÑOS

    EL LOBO

    EL ÁNGEL DE LA GUARDA

    EL INFARTO

    UN ÁNGEL BLANCO

    EL VEHÍCULO

    DE JHONNY PÉREZ

    OCHO CUENTOS ESCOLARES

    EL ENGAÑO

    DE UN PROFESOR.

    UN VIEJO MAESTRO

    DE PUEBLO

    EL ROÑAS

    EL EXAMEN PROFESIONAL

    UN MAESTRO DE VERDAD

    UN CUENTO DE SECUNDARIA.

    ANÉCDOTAS

    LA ESTUDIANTE

    OCHO CUENTOS EXPLICABLES

    SEIS ESPACIOS DE VIDA

    EL REFUGIO

    LA CASA DE MIS HIJOS

    EL REFLEJO

    IDENTIDAD

    LA FOTOGRAFÍA

    UN PRESENTE DE AMOR

    EL SUEÑO

    Dedicatoria

    A mi abuelo y a mi padre, en el cielo en que se encuentren

    compartiendo sus cuentos.

    A la señora Julia que un día, allá en un pueblo de Durango bajo una higuera rebosante de brevas y con un cielo luminoso, me dijo a quemarropa:—hijo de mi alma, cómo inventas cuentos. Cuando tengas tiempo y seas grande cuéntalos a otras personas, te aseguro que muchos prestarán su atención—.

    A todos y a todas ustedes, personas maravillosas; gracias por mirarme con afecto.

    AGRADECIMIENTOS

    Existen personas que afrontaron una lectura despiadada del manuscrito original; en ella encontraron errores de ortografía a granel; ideas que no concordaban; cuentos que no "encajaban; en fin, el escrito no estaría como está y los duendes de la computadora habrían hecho de las suyas. No obstante, esta lectura a conciencia de nueve mártires de la literatura, pueden existir errores no previstos; les ruego considerarme como el único culpable de esta criatura literaria.

    Agradezco infinitamente a los siguientes incansables lectores. Al papá de Mireya, Prof. García de matemáticas; a los profesores J.A. y Florentino de Física y Química; a Izquierdo y Popoca de Biología; a los maestros Rincón, Tonatiuh y Juanita de la UPN; A Rocío de la UNAM. Al licenciado Demetrio que un día, allá en la Unidad me dijo con la confianza de amigo, escribe tus cuentos, muchos te leemos. A mi Esposa; a mis hijos y hermanos, razón de ser de este profesor que cuenta cuentos a la menor provocación

    A todos aquellos cuyo nombre no tengo a la mano y menos en el cerebro olvidadizo de este agradecido Profesor de Física y Química pero que contribuyeron con todo. Gracias.

    INTRODUCCIÓN

    Cuando visitamos el cine y vemos una excelente película; cuando leemos un buen libro; cuando nos relatan una buena experiencia; cuando estamos a solas con nosotros mismos, pensamos que la mejor historia, la mejor película, la mejor novela o el mejor cuento no se ha publicado o realizado. Somos optimistas y soñadores cuando consideramos que nuestra obra puede darse a conocer porque nada de lo escrito o publicado se compara con lo que haremos, con lo que daremos a conocer. Soñar no cuesta nada. Muchas veces intuimos que podremos hacerlo, pero pasa el tiempo con sus inacabables compromisos y un buen día nos damos cuenta que ya plantamos el árbol y tenemos a nuestros hijos: pero nuestro libro aun no nace; introspectivamente sabemos que no es fácil y nos lanzamos a escribir con ese valor que nos protege; es por ello querido lector que publico esta pequeña antología de cuentos para, quién sabe, algún día se diga para sus adentros, si este camarada puede, ¿por qué yo no? Tal vez sea la oportunidad y el pretexto que ha esperado tantos años para reunir sus experiencia y escribirlas para que alguien las atienda y las comparta. Espero su momento y leerlo en su tinta; por ahora permítame acompañar su espacio y su tiempo y brindarle esta pequeña colección de cuentos que se fueron reuniendo a lo largo y ancho de tres años. Un día frío de invierno desperté y me di cuenta de que eran los suficientes para reunirlos en un pequeño libro y publicarlos. No fue fácil seleccionarlos pero aquí están frente a sus ojos. Varios de ellos ya han conocido a varios lectores pues han sido publicados en la revista Caminos Abiertos de la Unidad 095 de la Universidad Pedagógica. Nueve conocidos me han preguntado amablemente si es posible leer lo que he publicado. Ello es difícil, porque varios números de la revista ni yo los conservo. Muchas ediciones se agotaron y es casi imposible obtenerlas. Por ello aprovecho la ocasión y con ese pretexto realizamos esa pequeña relación de cuentos para que usted nos diga la última palabra. Son veintitrés con tres diferentes perspectivas. Puede elegir por donde usted quiera ya que no existe la obligación de leerlo como los ordené. Y si usted tiene una anécdota qué relatar, anímese, no es tan difícil como se ve, es peor. Es broma. Muchas historias puede usted considerarlas para recordar y elaborar su propia antología. Si yo tardé tres años en intentar publicar la presente, Usted—¿por qué no se da el permiso correspondiente?-. Me gustaría, el día de mañana intercambiar vivencias con ustedes sensibles lectores y lectoras. La vida es muy corta para vivirla sin una pequeña experiencia que contar. Los espero y mientras tanto disfruten este pequeño esfuerzo. Con afecto para usted que se atrevió a tomarlo por un momento y con valentía inaudita procedió a darle lectura. Lo felicito por ese acto heroico.

    SIETE CUENTOS INEXPLICABLES

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    EL RELOJ

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    Decía que era una de sus querencias; siempre lo llevaba en la mano izquierda; nunca lo dejaba y siempre lo veía; bien arreglado y siempre a tiempo. Un día soleado y luminoso, lo observé feliz en extremo y como nos percatamos a un mismo tiempo de lo maravilloso que es la vida, me platicó una historia, Don Fidel, mi abuelo materno, así inició su relato:

    Mire mijo , este reloj tiene un secreto que ha partir de hoy compartiremos; cuando usted nació de su madre, mi hija, este reloj también empezó a palpitar; por motivos que desconozco, antes, de nuevo, se negaba a trabajar. Era de esos relojes antiguos que en la noche iluminan sus manecillas y a su maquinaria no hay que darle cuerda; es un trebejo que tiene un nombre raro pero que al mismo tiempo tiene significado; el dependiente me dijo que era una de las últimas letras del alfabeto Griego y que ese lenguaje proviene de Grecia, que está allende el mar; no le entendí lo que se llama nada pero como estaba urgido de la venta, lo intercambié por las tres vacas más lechera del establo, él ganó y yo también. Me gustó porque en la parte superior de la esfera se encontraba la herradura, la marca de la suerte y pensé, si la cuelgo a la entrada de la casa es positivo; si la cargo en la muñeca es mucho mejor. El problema se presentó casi de inmediato; no funcionaba bien; al regresar me dijo el dependiente,—como no, se lo cambio enseguida por otro, solo que ya no tengo del mismo color y de la misma marca pero, mire, aquí tengo uno que es una excelencia en el arte de contar al pelo nuestro tiempo-, confundido por el trueque, no lo dejé por supuesto; en fin, lo azoté, lo golpeé, le hablé como a los caballos, al oído y nada. Cuando su madre dio a luz el primer varón de su familia a las tres treinta de la madrugada, el reloj empezó a funcionar así, solito y sin que le hiciera ningún arreglo; por lo tanto este reloj lleva su tiempo de vida funcionando y espero no sea corta; así que lo cuido como cuidaría mi vida; es mi responsabilidad y espero cumplirla bien.

    Pasaron los años y a veces mi abuelo, uno de los fundadores del pueblo en donde nací, se presentaba con ese enrojecimiento del rostro que denotaba su vida en las montañas; allá en la sierra nevada, por Janos, Palomas y otros lugares agrestes se dejaba vivir. Un día, cuando se encontraba de visita en la casa familiar, murió; el corazón se detuvo un ratito y ello bastó para que el cuerpo al que irrigaba, también se inmovilizara. Decía que muchos de sus compañeros habían muerto una sola vez. El contaba con tres intentos; no se le dejaba morir con dignidad; en los hospitales suele suceder así, una muerte es como una derrota para la ciencia médica y por ello se prolonga la vida, a veces en contra de los deseos de los pacientes. Prefirió, sin saberlo nosotros, morir con su familia; solicitó y firmó el permiso hospitalario para trasladarse a la casa de su hija, mi madre. Nos pidió:—nada de medidas heroicas, simplemente déjenme descansar, mi tiempo ha terminado-.

    Falleció en una tarde soleada; el sol entraba a raudales en la habitación e iluminaba el rostro placido de un hombre que jamás luchó en contra de la vida; vivió gustoso con ella. Dejó de existir como lo predijo la tía Justa, la que se adelanta con sus sueños al futuro.

    Antes de morir, sin dejar testamento escrito, le pidió a mi madre, por ser la mayor de sus hijos, repartiera sus pertenencias y posesiones. Él dejó su palabra, con mi madre.

    Ella, después de dejar pasar el tiempo prudente, que no se establece, se reconoce, lo hizo con mesura. Viajó a lugares apartados y a cada uno de los parientes cercanos les dejó algo de la vida, el trabajo y la tierra del patriarca.

    El tiempo pasó rápido

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